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Roma
La Iglesia no se administra con avemarías.» La célebre frase de Paul Marcinkus, el arzobispo norteamericano que fue presidente del Instituto para las Obras Religiosas (IOR) entre 1971 y 1989, parece más actual que nunca. Tres décadas después del resonante crac del Banco Ambrosiano, que dejó al descubierto una intrincada trama de reciclaje de fondos «non sanctos» y lavado de dinero de la mafia, el Vaticano vuelve a aparecer hoy atrapado en una maraña de acusaciones y sospechas.
El escándalo que ahora protagoniza el IOR -banco que maneja un capital de más de 6000 millones de euros, 25.000 clientes y 33.000 cuentas corrientes de sujetos eclesiásticos en todo el mundo- vuelve a poner bajo escrutinio al papado de Benedicto XVI, después de la reciente revelación de documentos reservados del Vaticano a la prensa. Además de todos los ingredientes para otro exitoso thriller de Dan Brown, el autor de El Código Da Vinci -luchas de poder, amenazas de muerte, la sombra de la mafia, complots secretos-, la trama incluye la supuesta reticencia de varios altos purpurados a encarar políticas para transparentar los manejos financieros del Vaticano según las normas internacionales que siguen otros Estados.
Si la quiebra del Banco Ambrosiano tuvo su protagonista en Roberto Calvi, el presidente de la institución, que fue hallado colgado el 18 de junio de 1982 debajo de un puente de Londres, el IOR tiene el suyo. Es Ettore Gotti Tedeschi, influyente banquero y economista, miembro del Opus Dei y destituido de forma brutal de su cargo de presidente del IOR.
El escándalo del Ambrosiano volvió a la mente de muchos cuando, el 5 de junio pasado, los carabineros que allanaron el domicilio del «banquero de Dios» por estar indirectamente implicado en otra investigación judicial por corrupción en el coloso industrial italiano de Finmeccanica, secuestraron un informe confidencial que el economista pensaba entregarle al mismo Papa, y en el que le contaba su verdad sobre los dos años y medio al frente del IOR, un documento que sigue en poder de la justicia italiana.
«Si me matan, aquí adentro está la razón de mi muerte», escribió Gotti Tedeschi, que al dejar instrucciones de darle este mismo memorial a un periodista amigo y a su secretaria, confesaba temer ser asesinado. De hecho, cuando el economista estaba por salir de su casa de Piacenza hacia su oficina de Milán, al alba, en medio de la oscuridad, se encontró frente a su casa a los uniformados, listos para el allanamiento, pensó que eran sicarios que habían ido a matarlo, contó su esposa a La Stampa.
En el memorial confiscado por la magistratura italiana -hecho que puso muy nervioso al Vaticano-, hay mucha documentación, cartas, mails. Pero sobre todo, detalles del conflicto que Gotti Tedeschi mantuvo con el secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone. El segundo del Papa al parecer se oponía, junto a otros purpurados, a su operación transparencia, en especial, la adecuación de la Santa Sede a las normas internacionales antirreciclaje.
«La guerra interna en el IOR empezó cuando pedí noticias sobre la cuentas que no estaban bajo el nombre de prelados», sino de políticos, empresarios, altos funcionarios del Estado, testaferros de mafiosos, también habría escrito Gotti Tedeschi en el mismo informe. El secuestro de dicho material irritó a la Santa Sede, que en un comunicado le advirtió a Italia que tiene que respetar sus «prerrogativas de soberanía».
Economista de 67 años, padre de cinco hijos, máximo representante del español Santander en Italia, profesor de Etica de las Finanzas, Gotti Tedeschi había sido nombrado en septiembre de 2009 por Benedicto XVI para darles, justamente, mayor transparencia a las finanzas del Vaticano. Editorialista de L’Osservatore Romano y muy cercano al Papa -a quien ayudó a escribir «Caritas in Veritate» su encíclica económica-, sustituyó en el cargo a Angelo Caloia, que a su vez había sido nombrado por Juan Pablo II para reemplazar a Marcinkus después de la explosiva bancarrota del Banco Ambrosiano, por más de 1000 millones de dólares. Para destituirlo, en lugar de utilizarse un comunicado aterciopelado, con los usuales tonos diplomáticos de la Santa Sede, trascendió un memo firmado por Carl Anderson, el norteamericano que es miembro del board del IOR y presidente de la influyente Orden de Caballeros de Columbus (Knights of Columbus), que humillaba a Gotti Tedeschi como culpable de «fracaso en llevar adelante sus deberes básicos; exhibición de falta de prudencia y rigor en comentarios sobre el Instituto; comportamiento personal progresivamente errático; fracaso en dar explicaciones por la difusión de documentos que estaban en su posesión» (es decir, una acusación directa de haber sido uno de los «cuervos» que protagonizaron el escándalo denominado «VatiLeaks», que filtraron documentos reservados del Papa a la prensa).
En el dossier que el banquero quería entregar al Papa no sólo se encuentran los nombres de los «enemigos» de Gotti Tedeschi -«que obstaculizan mi trabajo tendiente a adecuar el IOR a las reglas de transparencia internacional», según escribió-, sino también la existencia de información sobre supuestas cuentas cifradas, que podrían pertenecer a la mafia. Los nombres de los también denominados «diablos» -hombres de Iglesia o cercanos a la Iglesia que, según él, reman en su contra- van desde el director general del IOR, Paolo Cipriani, hasta Marco Simeon, un joven de 33 años que hizo una carrera meteórica en diversos bancos y que ahora es director de la RAI, apadrinado por el cardenal Tarcisio Bertone.
Entre las cuentas «lavandería», estarían los nombres de esos clientes que, aún hoy, pretenden usar al IOR para «lavar» dinero o, al menos, ocultar su origen. De hecho, medios italianos revelaron que la Santa Sede recibió un pedido de rogatoria internacional en relación con dos cuentas que tiene en el IOR Ninni Treppiedi, un joven sacerdote administrador de la curia de Trapani -la diócesis con más alta infiltración mafiosa, en Sicilia-, implicado en varios delitos financieros. Los fiscales de Trapani sospechan que Treppiedi podría ser el testaferro nada menos que de Matteo Messina Denaro, el gran capo de la Cosa Nostra siciliana después de la detención, en 2006, de Bernardo «Binnu» Provenzano.
El obispo de Trapani, Francesco Miccicché, al parecer no sabía nada del extraño tránsito de dinero desde su curia al IOR. Pero el 19 de mayo pasado, antes de que estallara el escándalo, el Vaticano lo relevó de su cargo, como culpando al prelado de la falta de vigilancia. No por nada hoy, más de tres décadas después, esas cuentas abiertas por el joven cura de Trapani traen a la memoria el controvertido capítulo de los depósitos creados por Marcinkus bajo encargo de Pippó Caló, el tesorero de los Corleoneses y por Renatino De Pedis, el boss de la banda de la Magliana, organización criminal romana de esa época.
Cartas reservadas
Aunque los documentos que Gotti Tedeschi recopiló al parecer vuelan aún más alto. Desde hace tiempo el ex «banquero de Dios» sentía que había perdido la confianza de Bertone, el número dos del Papa. ¿Por qué? Porque ponía en peligro la autonomía de la Ciudad del Vaticano como Estado soberano, convirtiéndolo -a través de algunas normas- un sujeto a merced de Italia y de sus poderes bancarios y judiciales. En efecto, había caído pésimo que llamara a hombres de la Banca de Italia (el banco central italiano) para ayudarlo a manejar la operación «white list», para que el Vaticano pase a integrar la lista de países virtuosos a nivel transparencia financiera, con una nueva ley. Además, se lo acusaba de no haber exigido una rogatoria internacional, en cambio de presentarse espontáneamente ante la magistratura de Roma el 30 de septiembre de 2010, por un interrogatorio vinculado a operaciones del IOR. Por último, se había opuesto a la operación de compra, de parte del IOR, del hospital católico San Raffaele de Milán, caído en bancarrota por negocios de lo más turbios.
El diario Il Fatto Quotidiano publicó tres cartas rerservadas dirigidas a Bertone que dejaron en claro que hubo un virtual complot para echar de su cargo a Gotti Tedeschi. Entre estas misivas hay un informe de un psiquiatra (encargado por Cipriani) que, tras observar al ex presidente del IOR sin que éste lo supiera en una recepción navideña, lo describió como una persona con «rasgos de egocentrismo, narcisismo y de una disfunción psicopatológica conocida como «torpeza social».
Al momento, el IOR sigue sin presidente. Mientras se busca al sucesor de Gotti Tedeschi, su jefe de facto se ha vuelto Cipriani, director general de la entidad (y alguien que nunca se llevó bien con el ex presidente defenestrado). Consciente de que la imagen del IOR, 30 años después, ha vuelto a ser objeto de fantasmas y sospechas, Cipriani organizó hace una semana un inédito «open day», en el que por primera vez abrió a unos 50 periodistas las puertas del IOR. Durante la reunión -en la que ningún periodista pudo sacar fotos, grabar o hacer preguntas (salvo un par pautadas, de antemano), Cipriani repitió una y otra vez que el IOR quiere «quitarle el velo de secreto» a sus actividades y la sospecha de operaciones sucias, negó la existencia de cuentas cifradas o anónimas, así como relaciones con bancos de Estados off-shore . Aseguró, además, que el IOR ejecuta controles «muy severos» sobre las transferencias de dinero, y dejó en claro que está haciendo todos los esfuerzos para adecuarse a las normativas internacionales de antirreciclaje, a la espera de que el Vaticano ingrese en la «white list» de países virtuosos.
El miércoles pasado, en Estrasburgo, el comité de expertos del Consejo de Europa para la evaluación de medidas antilavado (Moneyval) adoptó su primer informe sobre la Santa Sede. El Vaticano tiene ahora un mes para responder a las observaciones antes de que Moneyval publique su conclusión final.
«La Iglesia no se administra con Avemarías», claro. Y es evidente que la sombra de mafias y lavado de dinero en el IOR, el banco del Papa, significan otro terrible golpe a la imagen del pontificado de Benedicto XVI y de la Iglesia Católica, ya golpeada en los últimos años por el escándalo de los abusos sexuales de menores por parte del clero.
«Hace falta un proceso de autolimpieza, de autopurificación», admitió hace unos días al semanario Der Spiegel el cardenal alemán Rainer Maria Woelki, arzobispo de Berlín. «Si en el espacio de la Iglesia un banco actúa mal, o hasta hay reciclaje y suceden irregularidades financieras, esto no puede ocurrir», sentenció.En los 60 se revelan vínculos entre el banquero siciliano Michele Sindona, estrechamente relacionado al IOR, con la mafia. Sindona había participado en la modernización del banco vaticano por expreso pedido del papa Paulo VI.
Implicó la desaparición de casi 1300 millones de dólares en préstamos a empresas fantasma. El Vaticano no queda ajeno al escándalo: el presidente del IOR, el arzobispo Paul Marcinkus, había otorgado cartas de crédito para los préstmos.
En 2010 la justicia italiana inició una investigación contra dos directivos del IOR por violar las leyes de lavado de dinero: la policía incautó 30 millones de dólares en activos del Vaticano..
¿y del lado «luminoso» cuando sabremos algo?
Lo siento. Si no estás en comunión con Dios, no podrás ver la luz.
“Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12). Juan 1:5-7 :“Y este es el mensaje que hemos oído de él y que os anunciamos: Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros y la sangre de Jesús nos purifica de todo pecado”.
No es difícil, sólo hay que animarse.