La emigración de españoles sube como la espuma. En el primer semestre de este año, 40.625 han salido rumbo al extranjero, un 44,2% más que en la primera mitad del año pasado. La crisis económica sigue pasando factura a las cifras demográficas, a tenor de las estimaciones que difunde hoy el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Las salidas de ciudadanos españoles y extranjeros (269.515 entre enero y junio, de las que 228.890 corresponden a inmigrantes) superan con creces a las llegadas (195.539, de las que 17.518 son de españoles y 178.021, de extranjeros). Adiós a los años en los que la inmigración aportaba cerca de un millón de habitantes al año. A tenor de las estimaciones oficiales, desde 2011, son más los ciudadanos que salen de España que los que llegan a ella, pero en el primer semestre de este año la tendencia se ha agudizado. En un panorama de estancamiento de la cifra de población, se observa que, a 1 de julio, España tiene 33.162 habitantes menos que al arrancar el año. Sin embargo, en términos interanuales ganó 37.962 vecinos, hasta llegar a los 46.163.116 actuales. Estadística prevé una caída sostenida en la próxima década.
«Coyunturalmente, nos hemos convertido en un país de emigración, después de haberlo sido de inmigración. Se va más gente de la que llega y perdemos población porque no somos capaces de retenerla», explica Antonio Izquierdo, catedrático de Sociología de la Universidad de A Coruña. «Si la riqueza de un país es su población, estamos perdiendo riqueza», añade este demógrafo.
Las estimaciones oficiales no detallan cuántos de los españoles que parten lo son por origen o por nacionalización. Una carencia que impide sacar datos concluyentes.»Hay que intuirlo, pero por sentido común se puede pensar que buena parte de las salidas de españoles son de nacionalizados», plantea el demógrafo Albert Sabater, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. Este experto echa cuentas rápidas para avalar su impresión: desde 2000, España ha recibido a seis millones de extranjeros, en gran parte latinoamericanos que pueden pedir la nacionalidad «al cabo de dos años». Pone como ejemplo que en 2010 se concedieron 123.721 nacionalizaciones, de las que más de 100.000 correspondieron a ese grupo. Desde 2008 ha habido más de 435.000 nacionalizaciones por residencia.
«Hay una tendencia a pensar que está habiendo una salida masiva de jóvenes españoles de origen y es cierto que se van, pero no en masa. Son gente muy cualificada, atraída por los mejores salarios que encuentra fuera. Ya se iban antes de la crisis y ahora lo hacen en mayor medida por la falta de expectativas», añade Sabater, convencido de que los grandes protagonistas de la salida son los españoles nacionalizados. «De todas formas, hay que ser prudentes hasta que haya datos pormenorizados», puntualiza.
«Me parece irrelevante si los españoles que se van lo son de origen o naturalizados. Lo que me preocupa es la pérdida de capital humano, que también es capital económico. La gente se va cuando no puede vivir bien», plantea Izquierdo. Aunque no hay datos sobre el nivel educativo de quienes parte, este experto cree que entre ellos figuran ciudadanos con alta cualificación.
Del perfil y los destinos de los españoles que se van, el INE solo dispone de apuntes limitados y referidos al año pasado. A tenor de ellos, entre los emigrantes españoles predominan los adultos jóvenes. Las cohortes más amplias de emigrantes españoles eran las de personas entre los 28 y los 45 años, con más más de 1.000 salidas en cada tramo de edad en 2011. Un monto que también se alcanza entre los niños de dos a ocho años. Europa es un destino preferente. El Reino Unido —7.756 españoles— fue el más habitual en el continente el año pasado, seguido de Francia —5.264— y Alemania —4.408—. En América, los países que recibieron más españoles fueron EEUU —5.041—, Ecuador —4.182—, Venezuela —3.033— y Argentina —2.931—. A Marruecos marcharon 1.557 personas y a China, 987.
Para Sabater, está «clarísimo» que tras el aumento de las salidas y la caída en las llegadas está «el deterioro económico». «No hay más», zanja. Izquierdo coincide y apunta: Tenemos que cuestionar un modelo económico que no es capaz de retener la población».
¿Y el futuro? Pese a la crisis, «no vamos a dejar de ser un país de inmigración», asegura Sabater. Juegan dos elementos para ello: el reagrupamiento familiar y la «importante economía sumergida», un terreno apto para los extranjeros en situación irregular. «El gran dilema es ver si con la crisis va a haber un aumento de la desigualdad entre españoles e inmigrantes, o entre los propios inmigrantes en función, por ejemplo, del sector donde trabajen», plantea.
Las estimaciones del INE no son datos concluyentes, pero son los únicos recuentos que permiten observar las tendencias más actuales. Se realizan a partir de los registros del padrón y Estadística las considera como población de referencia para sus encuestas y facilita estos datos a nivel internacional. Revelan que, desde 2011, son más los ciudadanos que salen de España que los que llegan a ella.
Aunque la mayoría de españoles no piensa moverse de su lugar de residencia, el 17% ha pensado en el último año en la posibilidad de vivir en otro país y otro tanto ha barajado mudarse a otra comunidad autónoma, según el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas de febrero de este año. Entre los ciudadanos que han barajado emigrar al extranjero, uno de cada cuatro se inclina por Alemania. Le sigue el Reino Unido —21%—, Francia —15%— y Estados Unidos —7,4%—. Puestos a irse fuera, los españoles prefieren Europa: el 27,5% estaría muy o bastante dispuesto a moverse dentro del continente, frente al 20,6% que optaría por otras zonas del mundo. El 36% admitiría vivir en otro lugar de España.
La razón principal para emigrar es encontrar trabajo o mejorarlo. Impulsaría a tres de cada cuatro dispuestos a irse a otros países europeos y a algo más del 70% de los que saldrían a otros continentes o regiones españolas. La cercanía de la familia y el gusto por la vida española influyen para quedarse más que el trabajo, según el CIS.
Las salidas de ciudadanos españoles y extranjeros (269.515 entre enero y junio, de las que 228.890 corresponden a inmigrantes) superan con creces a las llegadas (195.539, de las que 17.518 son de españoles y 178.021, de extranjeros). Adiós a los años en los que la inmigración aportaba cerca de un millón de habitantes al año. A tenor de las estimaciones oficiales, desde 2011, son más los ciudadanos que salen de España que los que llegan a ella, pero en el primer semestre de este año la tendencia se ha agudizado. En un panorama de estancamiento de la cifra de población, se observa que, a 1 de julio, España tiene 33.162 habitantes menos que al arrancar el año. Sin embargo, en términos interanuales ganó 37.962 vecinos, hasta llegar a los 46.163.116 actuales. Estadística prevé una caída sostenida en la próxima década.
«Coyunturalmente, nos hemos convertido en un país de emigración, después de haberlo sido de inmigración. Se va más gente de la que llega y perdemos población porque no somos capaces de retenerla», explica Antonio Izquierdo, catedrático de Sociología de la Universidad de A Coruña. «Si la riqueza de un país es su población, estamos perdiendo riqueza», añade este demógrafo.
Las estimaciones oficiales no detallan cuántos de los españoles que parten lo son por origen o por nacionalización. Una carencia que impide sacar datos concluyentes.»Hay que intuirlo, pero por sentido común se puede pensar que buena parte de las salidas de españoles son de nacionalizados», plantea el demógrafo Albert Sabater, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. Este experto echa cuentas rápidas para avalar su impresión: desde 2000, España ha recibido a seis millones de extranjeros, en gran parte latinoamericanos que pueden pedir la nacionalidad «al cabo de dos años». Pone como ejemplo que en 2010 se concedieron 123.721 nacionalizaciones, de las que más de 100.000 correspondieron a ese grupo. Desde 2008 ha habido más de 435.000 nacionalizaciones por residencia.
«Hay una tendencia a pensar que está habiendo una salida masiva de jóvenes españoles de origen y es cierto que se van, pero no en masa. Son gente muy cualificada, atraída por los mejores salarios que encuentra fuera. Ya se iban antes de la crisis y ahora lo hacen en mayor medida por la falta de expectativas», añade Sabater, convencido de que los grandes protagonistas de la salida son los españoles nacionalizados. «De todas formas, hay que ser prudentes hasta que haya datos pormenorizados», puntualiza.
«Me parece irrelevante si los españoles que se van lo son de origen o naturalizados. Lo que me preocupa es la pérdida de capital humano, que también es capital económico. La gente se va cuando no puede vivir bien», plantea Izquierdo. Aunque no hay datos sobre el nivel educativo de quienes parte, este experto cree que entre ellos figuran ciudadanos con alta cualificación.
Del perfil y los destinos de los españoles que se van, el INE solo dispone de apuntes limitados y referidos al año pasado. A tenor de ellos, entre los emigrantes españoles predominan los adultos jóvenes. Las cohortes más amplias de emigrantes españoles eran las de personas entre los 28 y los 45 años, con más más de 1.000 salidas en cada tramo de edad en 2011. Un monto que también se alcanza entre los niños de dos a ocho años. Europa es un destino preferente. El Reino Unido —7.756 españoles— fue el más habitual en el continente el año pasado, seguido de Francia —5.264— y Alemania —4.408—. En América, los países que recibieron más españoles fueron EEUU —5.041—, Ecuador —4.182—, Venezuela —3.033— y Argentina —2.931—. A Marruecos marcharon 1.557 personas y a China, 987.
Para Sabater, está «clarísimo» que tras el aumento de las salidas y la caída en las llegadas está «el deterioro económico». «No hay más», zanja. Izquierdo coincide y apunta: Tenemos que cuestionar un modelo económico que no es capaz de retener la población».
¿Y el futuro? Pese a la crisis, «no vamos a dejar de ser un país de inmigración», asegura Sabater. Juegan dos elementos para ello: el reagrupamiento familiar y la «importante economía sumergida», un terreno apto para los extranjeros en situación irregular. «El gran dilema es ver si con la crisis va a haber un aumento de la desigualdad entre españoles e inmigrantes, o entre los propios inmigrantes en función, por ejemplo, del sector donde trabajen», plantea.
Las estimaciones del INE no son datos concluyentes, pero son los únicos recuentos que permiten observar las tendencias más actuales. Se realizan a partir de los registros del padrón y Estadística las considera como población de referencia para sus encuestas y facilita estos datos a nivel internacional. Revelan que, desde 2011, son más los ciudadanos que salen de España que los que llegan a ella.
Aunque la mayoría de españoles no piensa moverse de su lugar de residencia, el 17% ha pensado en el último año en la posibilidad de vivir en otro país y otro tanto ha barajado mudarse a otra comunidad autónoma, según el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas de febrero de este año. Entre los ciudadanos que han barajado emigrar al extranjero, uno de cada cuatro se inclina por Alemania. Le sigue el Reino Unido —21%—, Francia —15%— y Estados Unidos —7,4%—. Puestos a irse fuera, los españoles prefieren Europa: el 27,5% estaría muy o bastante dispuesto a moverse dentro del continente, frente al 20,6% que optaría por otras zonas del mundo. El 36% admitiría vivir en otro lugar de España.
La razón principal para emigrar es encontrar trabajo o mejorarlo. Impulsaría a tres de cada cuatro dispuestos a irse a otros países europeos y a algo más del 70% de los que saldrían a otros continentes o regiones españolas. La cercanía de la familia y el gusto por la vida española influyen para quedarse más que el trabajo, según el CIS.