Los dos bastiones políticos y electorales del kirchnerismo atraviesan una crisis.
En Buenos Aires, impera con Daniel Scioli en los últimos días la ficción de una tregua . En Santa Cruz, reina un desorden institucional donde la prolongada huelga policial y el arribo de gendarmes mandados por Cristina Fernández es apenas síntoma de un problema superior . Como le ocurre a Scioli, también Daniel Peralta ha quedado en el confín argentino bajo el fuego del cristikirchnerismo y de La Cámpora.
Aunque no haya equivalencias entre aquellos territorios, ambos simbolizan la existencia K de una década. En Buenos Aires los Kirchner, primero con la ayuda de Eduardo Duhalde y luego del propio Scioli, supieron anclar cada una de sus victorias. De Santa Cruz, su cuna, exportaron una forma desprejuiciada de ejercer el poder y un modo implacable y hostil de interpretar la política.
No hubo diálogos secretos ni mediaciones para que el clima belicoso se aplacara en Buenos Aires. Una sensación inocultable de miedo atravesó la médula del Gobierno cuando la semana pasada aparecieron las primeras conclusiones de la batalla librada. Todas las encuestas marcaron un fuerte descenso en la imagen de la Presidenta, que osciló entre 15 y 20 puntos.
También se advirtió daño para el gobernador, aunque de menos magnitud.
En los dos campamentos se activaron las alarmas. Para Cristina, porque más del 75% de los bonaerenses la consideran responsable por el cuello de botella financiero que atraviesa la Provincia, que obligó a Scioli al pago demorado y desdoblado del aguinaldo. El gobernador comprobó, por su parte, que no es incombustible cuando el fuego arde tan cerca. Esa leyenda podría haber empezado a decaer.
Scioli dio de inmediato instrucciones a sus funcionarios para que arriaran las velas. En verdad, casi no habían sido desplegadas. Apenas se vio la defensa que hizo de su gestión el ex recaudador bonaerense, Santiago Montoya –ahora en el Banco Provincia– y las críticas de un par de legisladores contra el vicegobernador Gabriel Mariotto.
También la Presidenta volvió sobre sus pasos en un santiamén. Lo mismo hizo con el envío de gendarmes a Santa Cruz luego de asegurar el 26 de junio que esos efectivos no se comprometerían nunca más en conflictos provinciales. Anda sola en medio de un vacío político que le permite cualquier discrecionalidad.
Cristina le ordenó al ministro Hernán Lorenzino que girara $ 600 millones a la Provincia. Y autorizó al gobernador bonaerense a emitir un bono por otros $ 900 millones. ¿No estaba la semana pasada esa plata o hizo lo que hizo sólo para escarmentarlo? Florencio Randazzo confesó que, en verdad, no había fondos disponibles . No fue una confesión tranquilizadora.
La Presidenta montó un teatro de paz para recibir en audiencia a Scioli. Hizo como si nada hubiera ocurrido en los últimos tiempos. Ni siquiera sus recurrentes descalificaciones públicas al mandatario. Ningún problema es para ella ahora, pero tal vez sí para sus obedientes: Mariotto deberá pensar mucho en el futuro antes de abrir la boca. En este capítulo pareció quedar colgado de un pincel.
Scioli no debiera confiarse, sin embargo, de la consistencia de esta tregua . Cristina desea debilitarlo antes de que llegue el momento de discutir el armado de las listas para las legislativas del 2013. Ese tiempo amanecerá poco después de fin de año. Si el gobernador resulta doblegado su proyecto presidencial quedaría hueco. Sin amarre en la Legislatura y con un frágil sistema de alianza con los intendentes poderosos. La crisis del aguinaldo podría haber dejado dos lecciones: nunca el gobernador bonaerense será heredero por voluntad de Cristina; lo será, si se lo propone, a pesar de ella .
El cristikirchnerismo imagina siempre mucho más de lo que Scioli hace. Supone, por ejemplo, que la designación de Jorge Telerman en Cultura pudo obedecer a la idea de liberarle el territorio porteño a Alberto Fernández. El ex jefe de Gabinete habla con el gobernador. Formó también su agrupación en Capital. Pero las conductas de Scioli lo confunden y lo hacen titubear sobre el futuro.
A Hugo Moyano le sucede algo parecido. Siempre alude a la supuesta necesidad de un intérprete para comprenderlo. El líder camionero desea definiciones que Scioli no está dispuesto a dar. El cordobés José de la Sota, en cambio, no tiene exigencias. Se manifestó solidario con los apremios del gobernador bonaerense y aprovechó para transitar ese pequeño voladizo disponible en el espacio oficial: prefirió endeudarse antes que insistir con los millones que le debe la Nación y cuestionó, con una ironía, la política del cepo cambiario.
Habló de la necesidad del diálogo frente a un Gobierno monologuista . A ese colage el cristikirchnerismo lo observa como una amenaza en ciernes.
El conflicto con Scioli es político aunque desnuda también la grave situación financiera de Buenos Aires.
La Provincia no es una excepción.
Sólo la nube que levanta la refriega entre la Presidenta y el gobernador oculta otras realidades semejantes. Son muchas las provincias con dificultades para abonar sueldos y aguinaldos. Las más complicadas poseen además una inconfundible impronta K. Sergio Uribarri, en Entre Ríos, viene desdoblando el pago de sueldos y aguinaldos. El formoseño Gildo Insfrán paga aguinaldos recortados. Eduardo Fellner también los partió en Jujuy luego de recibir fondos nacionales. Jorge Sapag, en Neuquén, recurrió a un programa tributario especial para afrontar las obligaciones. Peralta está en Santa Cruz peor que todos ellos. Está como Scioli.
Tantos problemas simultáneos no podrían obedecer sólo a una casualidad. O únicamente a malas administraciones.
Lo que parece estar crujiendo, por múltiples motivos, es el modelo económico que pregona Cristina sobre el cual se afincó el éxito electoral del kirchnerismo. Hay un dato estadístico revelador de una gruesa falla estructural: la Presidenta arrancó su primer mandato en el 2007 con un superávit fiscal que representó el 3,1% del PBI; cuando concluya el 2012, tal vez, redondee un déficit del 3% del PBI.
Un derrumbe de 6% en cinco años de gestión.
Peralta tiene en Santa Cruz hipotecado el 100% de su Presupuesto en obligaciones del Estado. Cuatro de cada diez personas –en una provincia de 200 mil habitantes– dependen de salarios estatales. Y ciertos montos que se cobran, sobre todo en la Justicia y la Legislatura, suenan exhorbitantes. La matriz de un Estado expansivo, omnipresente y arbitrario es el que los Kirchner, en especial Cristina, replican a nivel nacional. Ese modelo, sin sustentación productiva, empezó a colapsar en el Sur.
En el caos santacruceño confluyen varias razones. La provincia ha tenido inestabilidad política desde que los Kirchner emigraron. Se sucedieron cuatro gobernadores. Dos de ellos (Sergio Acevedo y Carlos Sancho) renunciaron, precisamente, por desavenencias con el ex presidente. Peralta ganó en octubre pero con la clara instalación de su pleito con el cristikirchnerismo.
El gobernador no es, vale aclararlo, un caso de administrador eficiente ni hombre austero. La oposición viene denunciando la utilización del avión oficial para viajes particulares o para el supuesto traslado de mercadería suntuaria. Uno de los destinos preferidos de esa nave sería Salta. Su principal objetor es Máximo, el hijo de la Presidenta.
La Cámpora adquirió influencia en el gobierno y en la Legislatura. En medio de la crisis, Peralta envió un proyecto para aplicar un canon minero que le permitiera mejorar la recaudación. Doce diputados camporistas trabaron el tratamiento. Lo lograron después de una votación empatada que desniveló a favor de ellos el vicegobernador. La orden provino desde Buenos Aires, impartida por el secretario de Minería, Jorge Mayoral.
Muchas cosas suceden aquí y no allá, a espaldas de Peralta.
Julio De Vido es el interlocutor frecuente de varios intendentes provinciales.
En la minería, el gobierno de Cristina espera encontrar recursos que la desaceleración económica le retacea en otras áreas. Pero está la resistencia de las organizaciones ambientalistas que en épocas pasadas –cuando el pleito por Botnia– creyeron en los postulados kirchneristas. Por esa razón se estaría maquinando en el poder algún maquillaje . La creación de un nuevo ministerio que unifique Minería, Energía y Medio Ambiente. Un símil del ensayo que terminó con Nilda Garré en el Ministerio de Seguridad. En esta oportunidad el elegido podría ser el aliado ultra K, Martín Sabatella.
Otro que rasca el fondo de la lata con desesperación es Guillermo Moreno. Al secretario de Comercio se le van agotando las fórmulas para atesorar dólares. Esas fórmulas – las trabas a las importaciones– están afectando innumerables actividades productivas. Ahora estaría empeñado en que toda la producción de biodiésel sea destinada al mercado externo . Y aplicar a la exportación una retención del orden del 35%. Tiene el escollo de España, que canceló las compras de ese combustible a la Argentina a raíz de la expropiación de YPF. Y generó solidaridad en la Unión Europea.
Dicen que Cristina está enojada con Moreno por las dificultades que se van acumulando. Tal vez ese enojo obedezca a un incipiente y doloroso desengaño con su propio relato.
Copyright Clarín 2012