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Todo el mundo del cómic norteamericano se basa en un doble espacio de lenguaje, por un lado, el espacio de la violencia legal, sobre el un mundo civilizado, con marcos de violencia controlada por los poderes facticos del Estado, robos contra la propiedad, violencia social, que el poder de coacción del mismo puede ejercer un control sobre la violencia, por otro lado, la violencia por afuera del control del Estado, pero que lo amenaza con destruirlo, es la amenaza del no contrato social, del estado de naturaleza, la barbarie externa, donde los mecanismos creados por el estado pueden actuar sin caer en su propia destrucción del orden establecido, si el estado respondiera frente a la amenaza de la barbarie externa daría muestra de la capacidad de autodestrucción del orden civilizatorio, en el cómic no se basa en la idea de que la civilización contiene en su germen la posibilidad de ser barbarie, son espacios limites. Pero la amenaza existe, con que mecanismos la civilización espera a los bárbaros que la amenazan desde los bordes cercanos.
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Se construye un espacio de estado de Excepción en el limite, la barbarie no puede combatirse con la legalidad que rige los ámbitos de la ciudad, pensada como espacio de desarrollo de la civilización, la amenaza que no nace de su seno no puede combatirse con los mecanismos que rigen la cotidianidad de los sujetos, sobre ese espacio se mueve un hombre que puede cruzar los limites, incorporarse a la barbarie, pero puede retornar, abandonar temporalmente los espacios de legalidad civilizatoria, si Benjamín decía que la violencia es creadora de derecho, y mantenedora del mismo, lo piensa para estados liberales, el espacio detrás del limite es el espacio de la violencia pura, que no reconoce limites para su ejercicio, ahí están los villanos, algunos juegan también como mediadores, pertenecen a ambos espacios, otros son representantes puros de la misma, el superhéroe es el ejercicio de control de la barbarie, con la obligación de retornar al orden civilizatorio, aunque muchas veces, como sujetos de la racionalidad, de la duda subjetiva, pretenden llevar la violencia del orden hacia dentro de la sociedad.
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Bruno Diaz, es la expresión del orden civilizatorio, multimillonario filántropo, asistente de la muerte de sus padres, pero lo esencial como representante de este orden, es que bajo la mascara de Batman no posee poderes excepcionales, sino es la racionalidad tecnológica, el entrenamiento del cuerpo, es las posibilidades de la civilización de vencer a ese espacio bárbaro no como excepción, sino las potencialidades están inscriptas en su lógica propia, pero a su vez marca un limite, no cualquiera puede ser bat-man, la sociedad es defendida por los sectores mas poderosos de la sociedad, ellos velan por un nosotros, una mezcla de complejo policial-privado al servicio de la comunidad, otro caso es Iroman, ambos son el sector privado que actúan en alianza con los poderes políticos para derrotar al Mal, sin caer sobre ellos el peso de la ley, es la violencia legitimada sobre un espacio ausente de ley.
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El cómic construye un espacio para pensar imaginarios de una sociedad, pero también nos muestran como ese espacio imaginario puede ser aplicado en la realidad, pensemos en las lógicas de las invasiones a Iraq y Afganistán, ellos no representan la civilización, fueron amenazas a las formas de vida, están allá de las fronteras en un espacio presentado como bárbaro, para vencer, es necesario la suspensión de la legalidad interna e internacional, de la capacidad de dominar al enemigo con las armas que se construyen desde adentro, de repente la historia se convierte en una versión sangrienta de un dibujo con forma de muertes reales, un murciélago que espera el retorno de la barbarie.