Cualquier información que afecte al Gobierno es considerada como parte de una conspiración . Así, las revelaciones de Clarín sobre la utilización de presos comunes en actos de una agrupación kirchnerista, inspirada nada menos que en el jefe del Servicio Penitenciario Federal, alcanzaron rápidamente esa categoría. Una fórmula práctica para simplificar la situación, presentarse como víctima y convertir a los mensajeros en confabuladores. Revela también, con crudeza, una profunda ignorancia de la mecánica de un periódico.
Cualquier diario que se guíe por los reflejos periodísticos hubiera hecho lo mismo que hizo Clarín con esta investigación notable que el Gobierno, en vez de investigar el escándalo, trata en vano de desmentir o ocultar .
Para tranquilizarse, el oficialismo encontró a Scioli como responsable de la “conspiración”, teoría a la que adhirió (o la creó) la propia Presidenta. Se trataría de una respuesta a las críticas que formula el “cristinismo” al maltrato, golpizas y torturas que los penitenciarios provinciales practican en las cárceles bonaerenses, algo que debería sancionarse con la prisión de sus responsables.
Los creadores de esa teoría de apuro se estrellaron rápido : uno de los sectores que con más ímpetu auspicia el cese de esa execrable conducta de los penitenciarios en la Provincia, con fluido acceso al Gobierno, acaba de difundir un informe sobre la situación de derechos humanos en 2012 en el que critica al Servicio Penitenciario Federal de las mismas prácticas que sus colegas bonaerenses.
La teoría de la “conspiración” sirve para tirar la pelota afuera, para usar un término futbolero que ahora parece haber cautivado a Cristina, y evitar hablar de lo sustancial . En este caso, lo sustancial es que presos condenados por homicidio –Vásquez, el batero de “Callejeros”, que debe permanecer 18 años en la cárcel por haber quemado a su mujer, Wanda Taddei; Pintos, el asesino del barrabrava de Ríver, Gonzalo Acro– son sacados para “actos culturales” por una agrupación kirchnerista.
La información está apoyada por fotografías y videos filmados en esos actos.
Automáticamente, las respuestas oficiales han sido formales : los presos salieron para actividades culturales con permiso de los jueces y esos eventos forman parte de un programa de reinserción cultural de los penados.
Es decir que quién denuncie que los presos son utilizados por agrupaciones kirchneristas inmediatamente se convierte en un enemigo de la “reinserción social”.
Tanto la muletilla de una “conspiración” como la estigmatización de quien se anime a criticar al Gobierno forman parte de un mecanismo perverso que busca, eso sí, encubrir hechos que requieren esclarecimiento urgente .
Ese es el verdadero encubrimiento.
Cualquier diario que se guíe por los reflejos periodísticos hubiera hecho lo mismo que hizo Clarín con esta investigación notable que el Gobierno, en vez de investigar el escándalo, trata en vano de desmentir o ocultar .
Para tranquilizarse, el oficialismo encontró a Scioli como responsable de la “conspiración”, teoría a la que adhirió (o la creó) la propia Presidenta. Se trataría de una respuesta a las críticas que formula el “cristinismo” al maltrato, golpizas y torturas que los penitenciarios provinciales practican en las cárceles bonaerenses, algo que debería sancionarse con la prisión de sus responsables.
Los creadores de esa teoría de apuro se estrellaron rápido : uno de los sectores que con más ímpetu auspicia el cese de esa execrable conducta de los penitenciarios en la Provincia, con fluido acceso al Gobierno, acaba de difundir un informe sobre la situación de derechos humanos en 2012 en el que critica al Servicio Penitenciario Federal de las mismas prácticas que sus colegas bonaerenses.
La teoría de la “conspiración” sirve para tirar la pelota afuera, para usar un término futbolero que ahora parece haber cautivado a Cristina, y evitar hablar de lo sustancial . En este caso, lo sustancial es que presos condenados por homicidio –Vásquez, el batero de “Callejeros”, que debe permanecer 18 años en la cárcel por haber quemado a su mujer, Wanda Taddei; Pintos, el asesino del barrabrava de Ríver, Gonzalo Acro– son sacados para “actos culturales” por una agrupación kirchnerista.
La información está apoyada por fotografías y videos filmados en esos actos.
Automáticamente, las respuestas oficiales han sido formales : los presos salieron para actividades culturales con permiso de los jueces y esos eventos forman parte de un programa de reinserción cultural de los penados.
Es decir que quién denuncie que los presos son utilizados por agrupaciones kirchneristas inmediatamente se convierte en un enemigo de la “reinserción social”.
Tanto la muletilla de una “conspiración” como la estigmatización de quien se anime a criticar al Gobierno forman parte de un mecanismo perverso que busca, eso sí, encubrir hechos que requieren esclarecimiento urgente .
Ese es el verdadero encubrimiento.