El pecado de Bonelli: contar lo que la Presidenta no quería que se contara

El ataque de la Presidenta de la Nación contra el periodista de Clarín, Marcelo Bonelli, marca su propio récord. Ya no sólo Cristina Kirchner trata de desprestigiar a los periodistas en un periodista, sino que también va por sus familiares. Si bien es incomparable, su ataque del jueves por cadena nacional hace recordar el concepto que vomitó un gobernador bonaerense durante la dictadura. En aquella época, el enemigo eran “los subversivos”, pero Saint Jean aclaró que irían por ellos, después por “sus amigos, después por sus familiares, después por los indiferentes y, por último, por los tímidos”. En otro ámbito institucional, pero con la misma lógica, la presidenta empezó esta semana por la esposa de Bonelli.
¿Qué le molesta tanto al Gobierno y a su conductora? No son las opiniones, las críticas de la oposición o de los periodistas. Al Gobierno, pero en especial a Cristina Kirchner, le molesta la información.
La información pura y dura. La irrita de un modo inimaginable que sus manejos y maltratos a los funcionarios no queden detrás de los muros del palacio. ¿Cuál fue el pecado de Bonelli esta vez? Contar en Clarín lo que nadie contó sobre cómo Galuccio estuvo a punto de renunciar cuando se enteró tarde y mal de un decreto que le recortaba sus funciones.
Lo que en cualquier lugar del mundo es parte del libre ejercicio democrático (el gobierno gobierna, la prensa informa), en la Argentina de los Kirchner se ha convertido en pecado . Para la Presidenta, ella es la que gobierna y también la que debe informar. Sería menos grave si sólo lo pensara, pero también lo dice. El jueves, por cadena nacional, aclaró que la inauguración de una planta de hidrotratamiento de gasoil era casi una excusa… para usar la cadena nacional: “¿Y por qué por cadena nacional? Porque si no lo hiciéramos por cadena nacional nadie se enteraría…”, dijo para enumerar luego una serie de medidas de los últimos tiempos.
A la Presidenta también le molesta, y no lo puede decir, que la prensa adicta que generó con millonadas de dinero público sirva sólo para elogiarla y atacar a los opositores… pero no para lograr una audiencia que pueda competir con la prensa que no depende del Gobierno.
Y se sigue gastando esa pauta publicitaria en forma discrecional, de acuerdo con el grado de adhesión al oficialismo. Según un informe de una consultora privada, en el primer semestre del año se destinó un 74 % más que en el mismo período de 2011: casi 200 millones para los medios gráficos. Algunos fueron premiados con subas que superaron en mucho a la inflación. A los diarios del Grupo Vila-Manzano se los incentivó con un 400% de aumento.
Parece innecesario decirlo, pero la trayectoria periodística de un periodista, de un diario o de una radio excede la coyuntura. Y el público suele reconocer la coherencia cuando busca información de primera, cuando busca aquellas noticias que el poder quiere ocultar. La Presidenta y sus devaluados cerebros comunicacionales deberían preguntarse por qué el inmenso conglomerado de medios oficiales y paraoficiales que lograron armar tiene poca audiencia e influencia.
La creencia de que la publicidad condiciona a la prensa es una deformación que traen los Kirchner desde Santa Cruz. Ellos lograron asfixiar a la prensa local con avisos oficiales y permitieron sobrevivir a los medios domesticados. Desde el gobierno federal, ese “modelo” no prosperó. Y eso explica en parte los embates presidenciales, casi sin control en las últimas semanas.
El escrache por cadena a un periodista no alineado a los deseos del gobernante es grave. Y debe preocupar a la mayor parte de la sociedad. Porque hoy el ataque es a Bonelli y su familia, pero mañana puede serlo contra todos. Incluso contra“los indiferentes y los tímidos”.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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Un comentario en «El pecado de Bonelli: contar lo que la Presidenta no quería que se contara»

  1. los periodistas pueden hablar de los patrimonios de los presidentes.

    pero los presidentes no pueden hablar de los patrimonios de los periodistas.

    fiscales, jueces, testigos y sacerdotes de la república.

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