Foto: LA NACION / Mariana Araujo
Desde esa ventana norte, la ventana al pasado, Solá aclara que lo suyo fue la equitación. «Anduve en pelo hasta los 12, 13 años, cuando me dieron mi primer recado.»
Se lo ve cómodo frente a la ventana que mira al pasado. El problema es la otra, la que da al futuro. Cada vez que intenta acercarse, con una caricia a ese potro llamado kirchnerismo, para ensillarlo y volver a subirse, el caballo ganador se le aleja, chúcaro. Los otros días se lo vio al gaucho arrimarse con un terrón de azúcar: el voto a favor de la expropiación de Ciccone. No hay caso. El bicho come y se va. Pero que empiece la sesión…
-Terapeuta: (cuaderno en mano) Vamos a armar el genograma. Es un gráfico que muestra cómo está armada su familia, en este caso política. Arriba colocamos al paterfamilias, Perón. Dos generaciones abajo lo dibujamos a usted. ¿Quién está en la generación del medio? ¿Quién fue para usted una especie de padre político?
-Cuando tenía 17, 18 años me atraía la figura de Rodolfo Galimberti. Con el paso de los años jamás diría esto, por los cambios de él, pero debo ser honesto. Otro referente fue Cafiero.
-¿Duhalde?
-No. Nunca sentí mucha admiración por él, pero sí mucho afecto. (Piensa) Con Cavallo me pasaba al revés. Ahora Cavallo es mala palabra, pero en los años que trabajé con él no lo vi recular nunca. No lo vi nunca entrar en corrupción y, equivocado o no, uno sentía que era un jefe.
-¿Y Kirchner?
-Sentía mucha admiración por él. Pero nada mwás lejos de Kirchner que aceptar una relación afectiva conmigo. Le dije muchas veces que Dios sabía por qué hacía las cosas cuando él me decía que yo podría haber sido presidente. Yo le respondía que trabajé demasiado en la década del 90. «Yo también voté por Menem las dos veces», me dijo.
-¿Su voto en contra de la 125 los distanció?
-No, Kirchner se había peleado conmigo antes. Como yo lo trataba de igual a igual, eso lo hacía desconfiar. Él estaba buscando su liderazgo a cualquier costo y quería eliminar cualquier posibilidad de liderazgo alternativo. A pesar de que yo no le planteaba eso, él pensaba que sí. En 2007 me mandó de diputado raso.
-Ahora pasemos a sus «parejas». ¿Qué pasó con la unión con Macri y De Narváez?
-En ese momento el kirchnerismo me dijo «vos no existís» y yo quise probar que sí existía. Pero eso no basta para fundar un espacio político. Ellos dos hablan de «un país serio, moderno» y yo quiero un país justo. Son cosas muy diferentes.
-Vamos a hacer un test de Rorschach político. Le voy a mostrar unas manchas y usted me dice qué ve. ¿Qué ve en esta mancha? (foto junto a Menem).
-Yo llegué a la Secretaría de Agricultura proponiéndome cambiar de manera violenta la productividad agropecuaria en la Argentina. Y se logró. Menem me dejó hacer.
-¿Y Kirchner?
-Mucho menos.
-Ya en el Peronismo Federal, cuando muere Kirchner, usted sale a decir que el error fue haber visto lo malo y no lo bueno del kirchnerismo.
-A mí me conmovió mucho la muerte de Kirchner.
-Pero antes tuvo su precandidatura a presidente…
-Eso sólo fue decir «acá estoy».
-¿Lo notó? Se repite lo mismo que en la alianza con De Narváez y Macri. Esa necesidad de ser reconocido. «Acá estoy.» «Existo.»
-Bueno, reaccioné a la actitud no republicana de Cristina en 2008 y 2009. Pero después me di cuenta de que el republicanismo no es un proyecto en sí mismo. Primero hay que ser nacional y popular.
-Esas idas y venidas para «existir» tuvieron un costo: ser llamado veleta.
-Mejor veleta, honesto con su conciencia, que estar siempre en un mismo lugar aunque uno piense lo contrario. ¿Permanecer en el peronismo durante 35 años no es haber cambiado muchas veces?
-¿Realmente quería ser presidente o era sólo ese «aquí estoy»?
-Yo quería, pero me sorprendió la torpeza de los muchachos del Peronismo Federal. Cuando se murió Kirchner decían que Cristina se caía sola antes de fin de año. Ahí vi que yo estaba a años luz de ellos.
-Pero se le repite la historia de la alianza con De Narváez y Macri. ¿Otra vez pudo haberse equivocado tanto en su elección?
-Lo del Peronismo Federal fue una cosa de supervivencia y resistencia, en ese orden. Me equivoqué.
-Tiene 62 años. Digamos que en el partido de la vida ya van 15 o 20 minutos del segundo tiempo. Felipe Carlos Solá, ¿qué quiere que pase con usted en los 25 minutos finales de su carrera política?
-Quiero estar en un colectivo que no rechace a la gente. Mucha gente de clase media estaría gustosa de estar en ese colectivo, pero para eso hay que convocarla y este gobierno no la está convocando.
-A ver si entendí. ¿El eslabón perdido entre el kirchnerismo y la clase media sería usted?
-(Sonríe, pero luego se pone serio) Sí, yo soy muy útil, muy útil para aportar a este proyecto. Le fui muy útil a Kirchner, le fui muy útil a Menem, al campo argentino, a la provincia de Buenos Aires sacándola del pozo y entregándola sin el endeudamiento que tiene ahora. También le fui muy útil al kirchnerismo siendo gobernador. (Piensa) Ahora bien, no he sido muy útil para conmigo.
-¿Por qué?
-(Piensa) Por una forma de ser. Soy muy malo para el autobombo. Me cuesta decir que hice bien algo.
-¿Podría modificar ese pequeño y efectivo autoboicot?
-(Inspira hondo) Es tarde para cambiar.
-Decía que quiere subirse a un colectivo. ¿Si el colectivo de Cristina pasa de largo y no le abre?
-Si no me abre, tomaré la combi que viene atrás.
-¿Quién maneja esa combi? ¿Sergio Massa?
-No se lo voy a definir ahora. Tomaré una combi para ver si me acerca a una nueva parada de colectivo. Quieto no me voy a quedar.
-Felipe, ¿dejamos acá?
Paciente: Solá, Felipe Carlos
Edad: 62Ingeniero agrónomo (UBA). Actualmente, trabaja como diputado nacional por la provincia de Buenos Aires.
Paciente lúcido, sintónico. Exhibe alta capacidad reflexiva, fluidez y claridad en las ideas que expresa. Leve tendencia a la distimia.
Refiere -no de modo manifiesto, tiene su vanidad el hombre- cierta incertidumbre por su futuro político. Su banca vence en 2013..