Me siento a escribir luego de ver las demandas de los caceroleros de ayer en Plaza de Mayo y en el interior del país.
“Argentina no es Venezuela”, “Basta de emisión-inflaciòn”, “Libertad”, “Seguridad”, “queremos dólares” y cánticos del estilo: “Se va a acabar las dictadura de los K”, fueron algunos de los lemas que rápidamente recuerdo.
Luego vi las críticas a Página 12 y Tiempo Argentino por no incluir en la tapa los cacerolazos y destinarle páginas profundas del diario. Por supuesto debemos incluir en el análisis la amplia cobertura de TN al suceso y la nota de La Nación que informó sobre un cacerolazo en Punta del Este.
Más tarde observé que la tan mencionada espontaneidad convocante no fue tal, hace semanas que venían anunciando en las redes sociales y fue fogoneado por tweets de políticos como Federico Pinedo, Patricia Bullrich y Eduardo Amadeo, solo por ser los más conocidos.
Binner comparó las protestas de anoche con el lema “que se vayan todos”, dejando de lado el contexto con el cual explotó todo en el 2001 y haciendo un guiño al electorado de la zona norte de la ciudad donde ganó en las últimas elecciones generales.
Macri, por su parte, declaró que la protesta lo “llenó de orgullo”, tratando de apropiarse de la mayor cantidad de representación que dejó la manifestación y tapando el conflicto docente que tiene y que Clarín y La Nación le brindan una cobertura mediática a cualquier daño que pueda recibir.
Pese a enumerar las amplias solicitudes que mencioné anteriormente, me quedó la sensación que no hay un rumbo claro, muchas opiniones dispersas, gente que pide que Cristina se vaya, otros que termine su mandato, que no se toque la constitución, que se terminen las “medidas populistas”, que se cancelen los planes sociales que alimentan vagos, hasta un señor se quejó por Monsanto, en fin, como veran consignas varias, para todos los gustos, pero una cosa en común: Estar en contra del gobierno nacional.
No faltaron tampoco las banderas neo-nazis, skinheads entremezclados en la marcha, y Cecilia Pando, la defensora de los represores. Por supuesto que estar en una marcha con Pando, no es igual a ser una Pando, pero eso sí, marchás con Pando.
¿Puede el odio ser el elemento unificador de la manifestación de ayer? ¿Pueden ser que las medidas del gobierno nacional no le parecen correctas a un sector de la sociedad con amplia repercusión mediática? ¿Puede ser la hegemonía del sentido común planteada por Antonio Gramsci, autor italiano y censurado por el macrismo, la que movilizó a la x cantidad de gente? ¿Hubo incidencia y aliento de los medios masivos de comunicación que todavía se refugian en una objetividad positivista que no se sostiene más? ¿Todo fue por los dolares y la recarga de compras en el exterior?
Personalmente me preocupan dos cuestiones: Que sea el espanto lo que una todo este menjunje y no el amor. Por otro lado, que los medios utilicen cualquier actor político o manifestación válida para salvaguardar sus intereses económicos y políticos.
¿Podemos meter en la misma ensalada, recortes de planes de sociales, a la chavización, a Cecilia Pando, a los dólares, a la seguridad, a la inflación y sus teorías monetaristas ampliamente fracasadas a lo largo de la historia, a los nazis de Biondini y a un montón de consignas que cada uno de los participantes llevó a las marchas de ayer?
Mi respuesta es no, porque nada, salvo el espanto a un gobierno, une a cada una de estas demandas.
Como Ud señala, no parece muy creíble el planteo de la «espontaneidad» de este cacerolazo que aparte de la CABA se hizo sentir en otras importantes ciudades del país e incluso en Punta del Este. De hecho distintas redes sociales, sitios varios, cadenas de mails venían fogoneando el evento desde hacía unas cuantas semanas antes. En los últimos dias previos se agregó una discreta cobertura desde los medios hegemónicos. Finalmente la cobertura por los grandes medios del desarrollo del cacerolazo fue tan intensa y cuidada como la de la rebelión campestre contra la Res. N° 125.
Los verdaderos promotores e ideólogos – sean quienes fueren – optaron por mantener un nivel mas que bajo, de verdadera invisibilidad. De ahí la heterogeneidad de las consignas, bajo el denominador común de la oposición al gobierno, con eje en la figura de CFK.
El objetivo, creo, es el apoderamiento simbólico de la calle por parte de la oposición. Como ese es tradicionalmente considerado como territorio propio por el peronismo, este tiende a percibirlo como una «mojada de oreja». Mi sugerencia: no responder a las provocaciones.
Exacto, Político, ‘no responder a las provocaciones’.
Decir ‘nos interesa lo que manifiesta la gente, pásenlo en limpio así se entiende mejor y les podremos contestar y vemos qué hacemos’, etc.
Esto que voy a decir puede sonar raro para la gente progresista, pero *hoy y aquí* comparar las ‘mayorías silenciosas (complacientes)’ frente a las ‘minorías bullangueras en la calle’ (que fue un clásico de la derecha en las décadas anteriores), puede ser beneficioso para el oficialismo. Y tranquilizante de tanta crispación.
Entre otras cosas, porque la derecha está usando métodos y gestos de agitación tradicionales de la izquierda. Ya los usó en 2008: no por casualidad ‘contrató’ a CCC, PCR, Castells, Ripoll, etc. para ir a las rutas.
Es decir, en lugar de ‘militantes contra caceroleros’, decir ‘gente tranqui o (no ‘contra’) caceroleros.
El 70 u 80% está tranqui. Eso vale.
«¿Puede el odio ser el elemento unificador de la manifestación de ayer?»
¿Te caben dudas? ¿Qué otro aglutinante tenían?