Me preocupa la situación del país. Me da bronca porque creo que es un país que tiene todo para ser una potencia mundial… no se mira al futuro, se mira a corto plazo.» Esta afirmación, recogida en una entrevista del diario La Nación, es muestra acabada de una forma discursiva que contiene la esencia de los mitos nacionales, que el antropólogo Alejandro Grimson compiló, analizó y, sobre todo, se encargó de desmitificar, en su reciente libro Mitomanías argentinas. Cómo hablamos de nosotros mismos (Siglo XXI).
Se trata de una vasta compilación de frases y conceptos que reflejan un aspecto muy arraigado en la cultura popular, un cierto sentido común instalado entre los argentinos, que va desde la soberbia absoluta de creer y afirmar que tenemos «la calle más larga, el río más ancho, las minas más lindas», al decir de la Bersuit, a lo que Grimson llama el «decadentismo» que se reduce en la expresión «qué país de mierda», en contraste con todo lo bueno que se puede encontrar con sólo tomarse un avión hacia otro mundo.
«¿Dónde está escrito que deberíamos ser una potencia? Yo creo que el mito que está trabajando en muchos debates públicos es lo que yo llamo el europeísmo, que es lo que no somos. Estos mitos operan sobre la frustración», comentó Grimson, que es decano del Instituto de Altos Estudios de la UNSAM e investigador del Conicet.
–¿Algunos de estos mitos te resultaron más impactantes o atractivos para analizar?
–Por un lado está el problema de la identidad y esa cuestión con Europa, y también la cuestión del racismo, que parece secundaria y no lo es en absoluto. Hasta que no podamos asumir que este es un país con un racismo social muy profundo va a ser muy difícil avanzar hacia una sociedad integrada. El otro capítulo es el de las formas donde lo espacial y lo temporal fueron afectados en nuestra cultura política con nuestra historia. Un ejemplo es la dicotomía entre Capital e interior, que en cierto sentido contiene todas las dicotomías. Eso está plasmado incluso en términos temporales en nuestro calendario. En la Argentina hay dos días de la Independencia, como si fuera un día para la Capital y otro para el interior. Es uno de los pocos países que tiene dos días. El libro habla de nuestra cultura política, del sentido común, sedimentado en muchas maneras de percibir y de creer, que son contrastadas con investigaciones científicas, sin embargo es un libro sobre la cultura política, no sobre la coyuntura. Pero me pregunto mucho si puede ser leído un poco más allá de la coyuntura política.
–¿Haber hecho este compendio no te generó un nuevo prejuicio basado en la forma en que pensamos, de alguna manera?
–No, porque hace mucho tiempo que veo procesos en tensión con todos esos mitos. Yo te diría que el libro se pudo escribir por varias razones. Una es porque algunos de esos mitos empezaron a entrar en crisis, y ese es un proceso cultural alentador, que me permitió tomar distancia de mis propios mitos y estudiarlos. Pero también porque hay mucha otra gente que lo está haciendo. Lo hace (Diego) Capussotto, que juega y trabaja sobre los mitos. Lo han hecho artistas, como León Ferrari, Daniel Santoro, todo eso lo estoy colgando en la web , donde también pongo mitos nuevos. Yo creo que hay un trabajo cultural en Argentina para intentar ir erosionando los efectos negativos de estos mitos. Un poco mi libro invita a articular, potenciar y multiplicar ese trabajo. Me parece que es el momento. Lo que busca el libro es sistematizar a los mitos, enfrentarlos y tratar de socavarlos para pasar a otra etapa. A mí la escritura del libro no me dejó con una cosa de desaliento, sino más bien con entusiasmo. Porque el hecho de que haya podido escribirlo también es un fenómeno sociológico.
–¿Cómo fue el trabajo de recopilación?
–Todo empezó en una reposera en una playa, hace dos o tres años, con una libretita. Venía pensando cosas, pero nunca las había sistematizado. Fui tomando nota en las situaciones más diversas y después agrupándolas en capítulos.
–¿Estabas más atento cada vez que ibas a un lugar público sobre lo que se habla y discute?
–Sí, y observar cómo se puede expresar eso en una frase, porque el libro es una suerte de colección de frases que decimos o escuchamos. Ahí también había un trabajo que era tratar de ver cómo se dice el mito, cómo expresarlo en palabras. Fue toda una investigación de nuestro lenguaje, me ayudó mucho que yo viajo al interior, a dar clases, y también por América Latina, y eso me permitió entender nuestro punto de vista bastante peculiar de quiénes somos.
–Hay una frase, calificada en el libro como «el mito en acción», que es «qué país de mierda», que también podría ser «así está el país». ¿Esta frase predomina en algún ámbito en particular?
–No, creo que es una frase que puede estar en todos los espacios que te puedas imaginar. Yo la he escuchado en los lugares más insólitos. De otra manera, porque no siempre se dice así, puede ser «esto sólo puede pasar en la Argentina». La última vez estaba llegando en un avión a la provincia de Córdoba, y habían abierto la puerta de salida. Todo el pasaje se había parado y entonces abrieron la puerta trasera. Una señora interpreta que ahora le van a decir que tiene que bajar por atrás. Y ella quiere insultar y dice «¡Argentina!». ¿Cuál es la relación entre las puertas del avión y la nación? La conclusión era que la línea aérea te permitía bajar por cualquiera de las dos puertas, pero la señora creyó que la iba a obligar a bajar por atrás.
–En el libro se menciona, diría que con cierto sarcasmo, a los autores de best sellers que apelan a estos mitos, ¿es aprovechamiento de una costumbre instalada o ingenuidad?
–Hay ciertas maneras de vender libros que están orientadas al marketing del mito. Si vos sos buen vendedor de esos mitos, quizás logres un alto rating. Porque, al fin y al cabo, el trabajo que yo me propongo es desarmar las creencias, y es un trabajo complejo. Ahora, si en lugar de pararte en el lugar de crítica, te parás dentro del mito y te ponés a gritar y todo lo que gritás es un lenguaje mítico, bueno, si lo hacés bien es muy probable que mucha gente te siga. Porque esas son las creencias vigentes. Por ejemplo, «los argentinos son todos corruptos genéticamente». Que una persona formada le ponga a un libro de título «El ADN de los argentinos», ya está… si no existe el ADN de los argentinos. La lección número uno de un estudiante de Sociología y Antropología es: no hay incidencia de lo biológico sobre la cultura.
–¿No existe hoy una discusión potenciada por las redes sociales que apela permanentemente a esos mitos?
–Lo que veo es que hay una dificultad, que muchas veces es imposibilidad por entender al otro, en un sentido muy específico, que es entender al mundo argentino al cual vos no pertenecés. Se trata de la negación de que hay una racionalidad, que vos podés no compartir, en todos los distintos actores políticos, empezando por las grandes mayorías. Por ejemplo, a los grupos de oposición les molesta la pregunta de por qué ganó Cristina o por qué ganó Chávez. La noticia importante es tratar de entender por qué ganó Chávez. Toda otra cuestión es secundaria y estamos discutiendo todas cosas secundarias.
–¿Los medios permiten instalar cierto tipo de ideas-mitos que llevan a que la discusión siempre sea sobre lo secundario?
–Yo lo que trato de decir en el libro es que los medios más potenciados y poderosos pueden lograr eso si sintonizan con ciertas creencias ya aceitadas en la sociedad. Pero eso tiene que ver más con un concepto general del poder. El poder nunca hace absolutamente lo que quiere, necesita articularse hegemónicamente con algunos procesos de las culturas sobre las cuales quiere operar. El poder de manipulación de los medios no es infinito. Si pudieran hacer lo que quieren, hoy no habría varios gobiernos de los que hay en América del Sur.
–¿Cómo ves la incidencia de las redes sociales, Twitter y Facebook, y cierta impunidad que parece potenciar los mitos?
–Hay cierta impunidad o irresponsabilidad que existe ahí y que puede existir en otros lugares de emisión. Yo creo que en circunstancias extremas, como se conocieron en otros países, la experiencia en África, etcétera, las redes cumplieron un rol importante en ciertas movilizaciones. Pero es tan lejana en la Argentina de hoy que la pregunta es cómo están funcionando en términos políticos las redes sociales. Yo creo que son un capítulo relevante pero no van a remplazar el problema de tener fuertes políticas de comunicación, educativas y culturales para construir una nación más adecuada, más genuina, más democrática de qué es la Argentina y qué puede ser. «
«El peronismo, obviamente, ocupa un lugar central en la cultura argentina», definió Alejandro Grimson. Por eso es un gran constructor de mitos, tanto a favor como en contra, sobre todo en contra. «Evita es un mito, pero no lo trabajo en el libro porque no veo un aspecto criticable en el mito de Evita. Es un mito popular, interesantísimo, consolidado. Evita hoy ya es un símbolo de la Argentina. Habla de una trayectoria de una mujer que luchó por la justicia. Es un relato y, como tal, tiene una dimensión mítica. Pero mi libro no ataca los mitos en general, sino a los mitos dañinos», explicó. «Por el otro lado tenés el mito contrario, que también surgió en la época del peronismo, que es el asado con parqué. No sólo yo decido trabajar ese mito, hay un programa muy bueno en televisión que durante mucho tiempo buscó a alguien que haya hecho o visto a alguien hacer asado con parqué. Y siempre encontraban a alguien conocía a alguien que le había contado que su tío contaba que en un asado decían que alguien hizo… nunca nadie hizo asado con parqué. De ese mito me preocupa su vigencia, porque cuando alguien dice la Asignación por Hijo la están usando en la droga y el juego, es una versión del asado con parqué.»
¿Antártida Argentina?
La extensión del territorio como base de la unidad nacional es otra de las falsas creencias que desmitifica el antropólogo Alejandro Grimson en su libro. Para hacerlo, cuestiona la influencia de los mapas escolares en la idea que los argentinos tienen de su país. «En esas imágenes escolares hay un recuadro en la parte inferior derecha que indica ‘Antártida Argentina’, en lugar de ‘Antártida solicitada por la Argentina’. En los mapas chilenos también se presupone que una parte –notable– de lo que, según se nos informa, es Antártida Argentina es, del otro lado de la Cordillera, territorio chileno. Todos sabemos que no ‘es’, ya que no hay tratados al respecto. Pero seguimos imprimiendo mapas y distribuyéndolos entre millones de argentinos. Creamos así la idea de que eso ‘es’ la Argentina cuando, si bien la Argentina propone que eso sea así, hoy por hoy no tiene soberanía sobre ese territorio», explica.
Otro de los mitos territoriales que cuestiona es el de Tierra del Fuego: «Durante mucho tiempo –revela Grimson– creí que Tierra del Fuego era una suerte de triángulo rectángulo. Eso es correcto si se refiere a nuestra provincia, pero no a la isla, la mitad de la cual es chilena y se había evaporado de mi propia imagen territorial gracias a un exceso de consumo de mapas. La forma de la isla, como tal, es más bian la de un triángulo isósceles; partida por la mitad parece formar un ángulo recto, pero esto responde a un límite político, no natural.»
¿Nación o Nazión?
Sobre el mito de que todo nacionalismo se emparenta con el nazismo, Alejandro Grimson discute sobre las distancias entre el sentir nacionalista, por ejemplo del movimiento expresado por Gandhi en la India, y el fanatismo del fascismo y su «causa» enfrentada con los sectores populares. «Si en nombre de la nación se han llevado a cabo atrocidades, razonan algunos, es conveniente renunciar a esa noción política», afirma Grimson, y reflexiona: «Si este razonamiento fuera riguroso con cada identificación política existente, concluiría en que todas deben ser abandonadas. Las dos opciones consiguientes son absurdas: hacer política con categorías creadas por ingenieros en identidad o, si no, hacer política sin identidades». Por otro lado, expone que «en nombre de la nación se ha hecho la Revolución Francesa pero también el Holocausto, se han defendido democracias, se han independizado países y también se han impuesto dictaduras. Esta ambigüedad de lo nacional puede resultar irritante, pero sucede algo similar con otras referencias colectivas como la clase, la etnia, las ideologías políticas.»
Se trata de una vasta compilación de frases y conceptos que reflejan un aspecto muy arraigado en la cultura popular, un cierto sentido común instalado entre los argentinos, que va desde la soberbia absoluta de creer y afirmar que tenemos «la calle más larga, el río más ancho, las minas más lindas», al decir de la Bersuit, a lo que Grimson llama el «decadentismo» que se reduce en la expresión «qué país de mierda», en contraste con todo lo bueno que se puede encontrar con sólo tomarse un avión hacia otro mundo.
«¿Dónde está escrito que deberíamos ser una potencia? Yo creo que el mito que está trabajando en muchos debates públicos es lo que yo llamo el europeísmo, que es lo que no somos. Estos mitos operan sobre la frustración», comentó Grimson, que es decano del Instituto de Altos Estudios de la UNSAM e investigador del Conicet.
–¿Algunos de estos mitos te resultaron más impactantes o atractivos para analizar?
–Por un lado está el problema de la identidad y esa cuestión con Europa, y también la cuestión del racismo, que parece secundaria y no lo es en absoluto. Hasta que no podamos asumir que este es un país con un racismo social muy profundo va a ser muy difícil avanzar hacia una sociedad integrada. El otro capítulo es el de las formas donde lo espacial y lo temporal fueron afectados en nuestra cultura política con nuestra historia. Un ejemplo es la dicotomía entre Capital e interior, que en cierto sentido contiene todas las dicotomías. Eso está plasmado incluso en términos temporales en nuestro calendario. En la Argentina hay dos días de la Independencia, como si fuera un día para la Capital y otro para el interior. Es uno de los pocos países que tiene dos días. El libro habla de nuestra cultura política, del sentido común, sedimentado en muchas maneras de percibir y de creer, que son contrastadas con investigaciones científicas, sin embargo es un libro sobre la cultura política, no sobre la coyuntura. Pero me pregunto mucho si puede ser leído un poco más allá de la coyuntura política.
–¿Haber hecho este compendio no te generó un nuevo prejuicio basado en la forma en que pensamos, de alguna manera?
–No, porque hace mucho tiempo que veo procesos en tensión con todos esos mitos. Yo te diría que el libro se pudo escribir por varias razones. Una es porque algunos de esos mitos empezaron a entrar en crisis, y ese es un proceso cultural alentador, que me permitió tomar distancia de mis propios mitos y estudiarlos. Pero también porque hay mucha otra gente que lo está haciendo. Lo hace (Diego) Capussotto, que juega y trabaja sobre los mitos. Lo han hecho artistas, como León Ferrari, Daniel Santoro, todo eso lo estoy colgando en la web , donde también pongo mitos nuevos. Yo creo que hay un trabajo cultural en Argentina para intentar ir erosionando los efectos negativos de estos mitos. Un poco mi libro invita a articular, potenciar y multiplicar ese trabajo. Me parece que es el momento. Lo que busca el libro es sistematizar a los mitos, enfrentarlos y tratar de socavarlos para pasar a otra etapa. A mí la escritura del libro no me dejó con una cosa de desaliento, sino más bien con entusiasmo. Porque el hecho de que haya podido escribirlo también es un fenómeno sociológico.
–¿Cómo fue el trabajo de recopilación?
–Todo empezó en una reposera en una playa, hace dos o tres años, con una libretita. Venía pensando cosas, pero nunca las había sistematizado. Fui tomando nota en las situaciones más diversas y después agrupándolas en capítulos.
–¿Estabas más atento cada vez que ibas a un lugar público sobre lo que se habla y discute?
–Sí, y observar cómo se puede expresar eso en una frase, porque el libro es una suerte de colección de frases que decimos o escuchamos. Ahí también había un trabajo que era tratar de ver cómo se dice el mito, cómo expresarlo en palabras. Fue toda una investigación de nuestro lenguaje, me ayudó mucho que yo viajo al interior, a dar clases, y también por América Latina, y eso me permitió entender nuestro punto de vista bastante peculiar de quiénes somos.
–Hay una frase, calificada en el libro como «el mito en acción», que es «qué país de mierda», que también podría ser «así está el país». ¿Esta frase predomina en algún ámbito en particular?
–No, creo que es una frase que puede estar en todos los espacios que te puedas imaginar. Yo la he escuchado en los lugares más insólitos. De otra manera, porque no siempre se dice así, puede ser «esto sólo puede pasar en la Argentina». La última vez estaba llegando en un avión a la provincia de Córdoba, y habían abierto la puerta de salida. Todo el pasaje se había parado y entonces abrieron la puerta trasera. Una señora interpreta que ahora le van a decir que tiene que bajar por atrás. Y ella quiere insultar y dice «¡Argentina!». ¿Cuál es la relación entre las puertas del avión y la nación? La conclusión era que la línea aérea te permitía bajar por cualquiera de las dos puertas, pero la señora creyó que la iba a obligar a bajar por atrás.
–En el libro se menciona, diría que con cierto sarcasmo, a los autores de best sellers que apelan a estos mitos, ¿es aprovechamiento de una costumbre instalada o ingenuidad?
–Hay ciertas maneras de vender libros que están orientadas al marketing del mito. Si vos sos buen vendedor de esos mitos, quizás logres un alto rating. Porque, al fin y al cabo, el trabajo que yo me propongo es desarmar las creencias, y es un trabajo complejo. Ahora, si en lugar de pararte en el lugar de crítica, te parás dentro del mito y te ponés a gritar y todo lo que gritás es un lenguaje mítico, bueno, si lo hacés bien es muy probable que mucha gente te siga. Porque esas son las creencias vigentes. Por ejemplo, «los argentinos son todos corruptos genéticamente». Que una persona formada le ponga a un libro de título «El ADN de los argentinos», ya está… si no existe el ADN de los argentinos. La lección número uno de un estudiante de Sociología y Antropología es: no hay incidencia de lo biológico sobre la cultura.
–¿No existe hoy una discusión potenciada por las redes sociales que apela permanentemente a esos mitos?
–Lo que veo es que hay una dificultad, que muchas veces es imposibilidad por entender al otro, en un sentido muy específico, que es entender al mundo argentino al cual vos no pertenecés. Se trata de la negación de que hay una racionalidad, que vos podés no compartir, en todos los distintos actores políticos, empezando por las grandes mayorías. Por ejemplo, a los grupos de oposición les molesta la pregunta de por qué ganó Cristina o por qué ganó Chávez. La noticia importante es tratar de entender por qué ganó Chávez. Toda otra cuestión es secundaria y estamos discutiendo todas cosas secundarias.
–¿Los medios permiten instalar cierto tipo de ideas-mitos que llevan a que la discusión siempre sea sobre lo secundario?
–Yo lo que trato de decir en el libro es que los medios más potenciados y poderosos pueden lograr eso si sintonizan con ciertas creencias ya aceitadas en la sociedad. Pero eso tiene que ver más con un concepto general del poder. El poder nunca hace absolutamente lo que quiere, necesita articularse hegemónicamente con algunos procesos de las culturas sobre las cuales quiere operar. El poder de manipulación de los medios no es infinito. Si pudieran hacer lo que quieren, hoy no habría varios gobiernos de los que hay en América del Sur.
–¿Cómo ves la incidencia de las redes sociales, Twitter y Facebook, y cierta impunidad que parece potenciar los mitos?
–Hay cierta impunidad o irresponsabilidad que existe ahí y que puede existir en otros lugares de emisión. Yo creo que en circunstancias extremas, como se conocieron en otros países, la experiencia en África, etcétera, las redes cumplieron un rol importante en ciertas movilizaciones. Pero es tan lejana en la Argentina de hoy que la pregunta es cómo están funcionando en términos políticos las redes sociales. Yo creo que son un capítulo relevante pero no van a remplazar el problema de tener fuertes políticas de comunicación, educativas y culturales para construir una nación más adecuada, más genuina, más democrática de qué es la Argentina y qué puede ser. «
«El peronismo, obviamente, ocupa un lugar central en la cultura argentina», definió Alejandro Grimson. Por eso es un gran constructor de mitos, tanto a favor como en contra, sobre todo en contra. «Evita es un mito, pero no lo trabajo en el libro porque no veo un aspecto criticable en el mito de Evita. Es un mito popular, interesantísimo, consolidado. Evita hoy ya es un símbolo de la Argentina. Habla de una trayectoria de una mujer que luchó por la justicia. Es un relato y, como tal, tiene una dimensión mítica. Pero mi libro no ataca los mitos en general, sino a los mitos dañinos», explicó. «Por el otro lado tenés el mito contrario, que también surgió en la época del peronismo, que es el asado con parqué. No sólo yo decido trabajar ese mito, hay un programa muy bueno en televisión que durante mucho tiempo buscó a alguien que haya hecho o visto a alguien hacer asado con parqué. Y siempre encontraban a alguien conocía a alguien que le había contado que su tío contaba que en un asado decían que alguien hizo… nunca nadie hizo asado con parqué. De ese mito me preocupa su vigencia, porque cuando alguien dice la Asignación por Hijo la están usando en la droga y el juego, es una versión del asado con parqué.»
¿Antártida Argentina?
La extensión del territorio como base de la unidad nacional es otra de las falsas creencias que desmitifica el antropólogo Alejandro Grimson en su libro. Para hacerlo, cuestiona la influencia de los mapas escolares en la idea que los argentinos tienen de su país. «En esas imágenes escolares hay un recuadro en la parte inferior derecha que indica ‘Antártida Argentina’, en lugar de ‘Antártida solicitada por la Argentina’. En los mapas chilenos también se presupone que una parte –notable– de lo que, según se nos informa, es Antártida Argentina es, del otro lado de la Cordillera, territorio chileno. Todos sabemos que no ‘es’, ya que no hay tratados al respecto. Pero seguimos imprimiendo mapas y distribuyéndolos entre millones de argentinos. Creamos así la idea de que eso ‘es’ la Argentina cuando, si bien la Argentina propone que eso sea así, hoy por hoy no tiene soberanía sobre ese territorio», explica.
Otro de los mitos territoriales que cuestiona es el de Tierra del Fuego: «Durante mucho tiempo –revela Grimson– creí que Tierra del Fuego era una suerte de triángulo rectángulo. Eso es correcto si se refiere a nuestra provincia, pero no a la isla, la mitad de la cual es chilena y se había evaporado de mi propia imagen territorial gracias a un exceso de consumo de mapas. La forma de la isla, como tal, es más bian la de un triángulo isósceles; partida por la mitad parece formar un ángulo recto, pero esto responde a un límite político, no natural.»
¿Nación o Nazión?
Sobre el mito de que todo nacionalismo se emparenta con el nazismo, Alejandro Grimson discute sobre las distancias entre el sentir nacionalista, por ejemplo del movimiento expresado por Gandhi en la India, y el fanatismo del fascismo y su «causa» enfrentada con los sectores populares. «Si en nombre de la nación se han llevado a cabo atrocidades, razonan algunos, es conveniente renunciar a esa noción política», afirma Grimson, y reflexiona: «Si este razonamiento fuera riguroso con cada identificación política existente, concluiría en que todas deben ser abandonadas. Las dos opciones consiguientes son absurdas: hacer política con categorías creadas por ingenieros en identidad o, si no, hacer política sin identidades». Por otro lado, expone que «en nombre de la nación se ha hecho la Revolución Francesa pero también el Holocausto, se han defendido democracias, se han independizado países y también se han impuesto dictaduras. Esta ambigüedad de lo nacional puede resultar irritante, pero sucede algo similar con otras referencias colectivas como la clase, la etnia, las ideologías políticas.»
es un tema importante para la salud psicosocial que tengamos:los miedos y prejuicios.La relidad nos muestra que aunque mucha gente diga que no es racista,en la practica lo demuestra,uniendolo a la discriminacion de todo tipo hacia el otro.El europeismo,la division entre la CABA y el interior,el nacionalismo xenofobo son otros rasgos que A.Grimson analiza con la intencion de que tomemos conciencia para que podamos superarlos.