Con su alejamiento forzado de Radio Nacional, hace ya varios años, el periodista Enrique “Pepe” Eliaschev fue la primera víctima de la intolerancia kirchnerista a la crítica. Y aunque el término “víctima” no le parezca apropiado, su caso lo confirma. De paso por Córdoba para presentar, por segunda vez, su libro sobre el juicio a las juntas militares, se prestó a un diálogo que intentó rastrear los orígenes del rechazo que tiene el kirchnerismo por toda crítica y los del denominado relato k, dos de los aspectos que más cuestionamientos le han deparado al Gobierno nacional.
–No me gusta la palabra “víctima”, porque para los que de algún modo somos sobrevivientes de la década del ’70, es demasiado fuerte. Pero sí es cierto que mi caso fue el primero importante por la brutalidad del procedimiento que usó el Gobierno para sacarme, que permitió entrever, a fines de 2005, que el proyecto kirchnerista era muy claro respecto de la anulación y supresión de toda perspectiva periodística independiente.
–Para echarlo a usted argumentaron un problema contractual, ¿verdad?
–Sí. Un tema contractual liquidado a las ocho de la noche de un 30 de diciembre… ¿curioso, no? Muchos sectores, sin ser oficialistas, a fines de 2005 no tenían la certeza de que había que ponerse firmes en la materia. En ese sentido, tengo una deuda de gratitud con Joaquín Morales Solá quien colocó mi caso en la primera plana del diario La Nación. Entonces comenzó para mí un año de locura que terminó con la publicación de mi libro Lista negra, la vuelta a los ´70 . Yo vengo hablando de los ’70 desde 2006. Mi salida de Radio Nacional tiene que ver con que percibí muy claramente que acá había un fenomenal, un colosal armado de poder político que implicaba una reescritura de toda la historia. En marzo de 2004 Néstor Kirchner pronunció la frase “vengo a pedir disculpas en nombre de la democracia por 20 años de silencio” respecto de los crímenes contra los derechos humanos de la dictadura. Y le tuvo que pedir disculpas al doctor Alfonsín.
–¿Eso lo impulsó a escribir “Los Hombres del Juicio”, su segundo libro?
–Fue la raíz, porque evidentemente la historia no estaba escrita. Ni la UCR ni el resto de las fuerzas democráticas habían tenido la lucidez de reivindicar lo actuado con el retorno de la democracia. Y había que recordar que fue el peronismo el que patrocinó la autoamnistía, el que se negó a integrar la Conadep, y el que se negó, en la figura de Ítalo Luder, a integrar la Corte Suprema como le ofreció Alfonsín. Lo que dijo Kirchner fue el sumun de la mentira. Necesitaban anular todo y lo hicieron y lo hacen hasta ahora. Desacreditaron a la Cámara Federal, al fiscal (Julio) Strassera, desacreditaron lo actuado, hablaron de leyes de perdón. Y por eso, cuando esta semana Aníbal Fernández habla de “Augusto Timoteo Moyano” en referencia a Vandor, se advierte que hay un hilo conductor entre el pensamiento de la guerrilla montonera y el gobierno K.
–¿Cuál es?
–Es el pensamiento de los Kirchner que han terminado reivindicando la acción de las propias organizaciones que Perón condenó y pidió aniquilar.
–¿Cree que esto es parte del denominado “relato K”?
–Toda la corriente justicialista que se expresa en Kirchner y en sus amigos de los años ’80 y ’90, vivieron un momento decisivo de la Argentina que va del ‘73 al ’76, con la ruptura abierta de la izquierda peronista con el General Perón, con la muerte del líder, con el período nefasto de Isabel y López Rega, y con la entrada en operaciones de Montoneros. Aquel sector en el que ellos, los Kirchner y sus amigos, dicen haber militado, la Juventud Peronista, se desmarcó entonces de la acción terrorista. Y quedaron muy huérfanos de historia, de relato, de contexto, y no tenían a quién reivindicar. Con el retorno a la democracia ellos se fueron rearmando lentamente pero no tenían un puente con aquella historia y por eso necesitaron inventar compulsiva y artificialmente una especie de escenario histórico en donde Perón y el peronismo revolucionario y el accionar guerrillero se van entrelazando para darles a ellos una legitimación ideológica para estos tiempos.
–Sin embargo, mucha gente, y sobretodo muchos jóvenes, han comprado esta historia y hoy la militan…
–Si uno presta atención a lo que han hecho desde que llegaron al poder descubrirá que la apuesta fue creciendo y evolucionando. Primero lentamente, hoy de manera más acelerada. Tanto, que hoy se referencian en Ernesto Laclau, lo que en vida de Kirchner hubiera sido inimaginable. El maquillaje de revolucionarismo se fue intensificando tanto que personajes como Aníbal Fernández hoy necesitan proclamar antivandorismo en la cara de la Unión Obrera Metalúrgica. Lo que está claro a esta altura es que los principales pensadores, diagramadores o libretistas del kirchnerismo no provienen del peronismo. Ni Ricardo Forster, ni Laclau, ni Abal Medina hijo.
–¿Ha dejado de ser auténticamente peronista el gobierno de Cristina?
–Hablar de peronismo auténtico siempre es un galimatías.
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– Un cordobés, testigo de la orden que lo censuró
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–Para echarlo a usted argumentaron un problema contractual, ¿verdad?
–Sí. Un tema contractual liquidado a las ocho de la noche de un 30 de diciembre… ¿curioso, no? Muchos sectores, sin ser oficialistas, a fines de 2005 no tenían la certeza de que había que ponerse firmes en la materia. En ese sentido, tengo una deuda de gratitud con Joaquín Morales Solá quien colocó mi caso en la primera plana del diario La Nación. Entonces comenzó para mí un año de locura que terminó con la publicación de mi libro Lista negra, la vuelta a los ´70 . Yo vengo hablando de los ’70 desde 2006. Mi salida de Radio Nacional tiene que ver con que percibí muy claramente que acá había un fenomenal, un colosal armado de poder político que implicaba una reescritura de toda la historia. En marzo de 2004 Néstor Kirchner pronunció la frase “vengo a pedir disculpas en nombre de la democracia por 20 años de silencio” respecto de los crímenes contra los derechos humanos de la dictadura. Y le tuvo que pedir disculpas al doctor Alfonsín.
–¿Eso lo impulsó a escribir “Los Hombres del Juicio”, su segundo libro?
–Fue la raíz, porque evidentemente la historia no estaba escrita. Ni la UCR ni el resto de las fuerzas democráticas habían tenido la lucidez de reivindicar lo actuado con el retorno de la democracia. Y había que recordar que fue el peronismo el que patrocinó la autoamnistía, el que se negó a integrar la Conadep, y el que se negó, en la figura de Ítalo Luder, a integrar la Corte Suprema como le ofreció Alfonsín. Lo que dijo Kirchner fue el sumun de la mentira. Necesitaban anular todo y lo hicieron y lo hacen hasta ahora. Desacreditaron a la Cámara Federal, al fiscal (Julio) Strassera, desacreditaron lo actuado, hablaron de leyes de perdón. Y por eso, cuando esta semana Aníbal Fernández habla de “Augusto Timoteo Moyano” en referencia a Vandor, se advierte que hay un hilo conductor entre el pensamiento de la guerrilla montonera y el gobierno K.
–¿Cuál es?
–Es el pensamiento de los Kirchner que han terminado reivindicando la acción de las propias organizaciones que Perón condenó y pidió aniquilar.
–¿Cree que esto es parte del denominado “relato K”?
–Toda la corriente justicialista que se expresa en Kirchner y en sus amigos de los años ’80 y ’90, vivieron un momento decisivo de la Argentina que va del ‘73 al ’76, con la ruptura abierta de la izquierda peronista con el General Perón, con la muerte del líder, con el período nefasto de Isabel y López Rega, y con la entrada en operaciones de Montoneros. Aquel sector en el que ellos, los Kirchner y sus amigos, dicen haber militado, la Juventud Peronista, se desmarcó entonces de la acción terrorista. Y quedaron muy huérfanos de historia, de relato, de contexto, y no tenían a quién reivindicar. Con el retorno a la democracia ellos se fueron rearmando lentamente pero no tenían un puente con aquella historia y por eso necesitaron inventar compulsiva y artificialmente una especie de escenario histórico en donde Perón y el peronismo revolucionario y el accionar guerrillero se van entrelazando para darles a ellos una legitimación ideológica para estos tiempos.
–Sin embargo, mucha gente, y sobretodo muchos jóvenes, han comprado esta historia y hoy la militan…
–Si uno presta atención a lo que han hecho desde que llegaron al poder descubrirá que la apuesta fue creciendo y evolucionando. Primero lentamente, hoy de manera más acelerada. Tanto, que hoy se referencian en Ernesto Laclau, lo que en vida de Kirchner hubiera sido inimaginable. El maquillaje de revolucionarismo se fue intensificando tanto que personajes como Aníbal Fernández hoy necesitan proclamar antivandorismo en la cara de la Unión Obrera Metalúrgica. Lo que está claro a esta altura es que los principales pensadores, diagramadores o libretistas del kirchnerismo no provienen del peronismo. Ni Ricardo Forster, ni Laclau, ni Abal Medina hijo.
–¿Ha dejado de ser auténticamente peronista el gobierno de Cristina?
–Hablar de peronismo auténtico siempre es un galimatías.
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