Liz (londinense), Ian (californiano) y Rebecca (escocesa), tres extranjeros presentes en la primera fecha. Foto: Emiliano Lasalvia
Noviembre en Buenos Aires tiene hechizos indiscutidos: el estallido violáceo que dibujan en lo alto y en el suelo los floridos jacarandás; las «lágrimas» amarillas de las tipas amontonadas como mullidas alfombras en las veredas, y el verde fulgurante de un espectáculo deportivo sin parangón: ese duelo de titanes, con su despliegue de velocidad y destrezas, que es el Abierto de Polo de Palermo.
Cita obligada de extranjeros, que suelen ocupar el 30 por ciento de las tribunas, Palermo atrae a lo más granado entre las elites planetarias. Ningún otro deporte o acontecimiento, ni siquiera el punto más febril de la temporada esteña logra una «convocatoria patrimonial» similar: jeques árabes, príncipes malayos, nobles europeos, magnates y empresarios de todas las latitudes confluyen allí, amparados en el estricto bajo perfil.
El deporte en su máximo nivel, los negocios vinculados y el encanto del roce social internacional son argumentos de peso para arribar en estos lares. Aunque las estadas, que solían ser prolongadas, no muestran hoy a los hoteles de lujo fully booked. Tampoco se palpa el mismo trajín en clínicas y partidos entre semana en los clubs. Algo cambió este año. Al menos, en el estreno.
En las primeras fechas del Abierto «La Catedral» del polo no fue la babel acostumbrada. Muchos conocedores apuestan a que, esta vez, recién con las semifinales «llegarán todos los que ya deberían estar».
Entre los millonarios foráneos que conquistan las plateas de Palermo, algunos podrán bajarse en ciertas fechas de Palm Beach, en Estados Unidos; de Cowdray Park, en Inglaterra; Deauville, en Francia; Sotogrande, en España; o hasta de St. Moritz, en Suiza. «Pero nadie se pierde el Abierto», disparan voces autorizadas que se inclinan por una convocatoria tardía.
«La crisis financiera en Europa, el encarecimiento de la Argentina, las trabas para la exportación de caballos, sumados a la fama que tenemos en materia de crispación política y de inseguridad, con algunos episodios graves el año pasado con los extranjeros, los hace pensar dos veces o los está demorando», apunta el empresario y polista Justo Saavedra.
Pero no hay desánimo en Palermo. Sólo expectativa. Y, en la lectura local, celebración por doquier. Sobre todo por el nivel de adhesión de marcas y público vernáculo. En el primer caso, están los sponsors líderes (Movistar, Mercedes-Benz, HSBC, Rolex y ESPN), con desembolsos de entre US$ 1 millón a US$ 250.000 y convocatoria híper VIP a los contados espacios de los palcos oficiales, animados con champagne y finger food by Trocca. Y, en el segundo, están los siempre glamorosos habitués locales, también agasajados por las marcas en sus skyboxes, puntos de reunión o en el bar Chandon. Allí, entre el bandejeo incesante, los tragos y la música de DJ after polo, los convites son más numerosos, pero no por ello el despliegue de seducción menos esmerado.
En ese escenario, la demanda de precintos está a la orden del día. El resto de los mortales se conforma con pagar la entrada. «Aunque en razón de justicia, para los primeros partidos invitamos; en los posteriores, nos acosan», se sinceran en una marca de primerísima línea, pródiga en convocatoria VIP. «Para estar acá -añade-, pagamos lo que sea, porque si no nuestro lugar lo ocupa otro. Y este es nuestro ámbito para el relacionamiento puro. Lo demás, los negocios, luego vienen solos.»
Un primer «paneo» palermitano en las plateas neurálgicas mostró a los incondicionales del deporte: Bartolomé Mitre y Nequi Galotti, Bruno Quintana, Cristiano Rattazzi, Francisco de Narváez, Jorge y María del Carmen Zorreguieta, Ricardo Fiorito, Jorge Sánchez Córdova y Cecilia Zuberbuhler. A ellos se sumaron al menos cuatro grupos de extranjeros bien diferenciados.
Como si se tratase de un evento en continuado, pero con cambio de roles -del de jugador al de espectador-, muchos de los foráneos venían de jugar la Copa de Oro, en la sofisticada sede de La Ellerstina, en General Rodríguez. Otro tanto permanece alojado allí y su presencia no pasó inadvertida.
Lo cierto es que Jamie Packer, heredero del recordado magnate de medios australiano Kerry, socio y fundador del club junto con Gonzalo Pieres, se dio el gusto, por primera vez, de subirse al podio de ese torneo, que de un año al otro se redujo abruptamente de 22 equipos de patrones a sólo ocho. Ello explicaría -apuntan los entendidos- a la palpable merma extranjera en Palermo.
Dos días después de ésa final, Packer se solazó con la victoria de su equipo en el Abierto, auspiciado por Citi. Venía de imponerse ante el conjunto del francés Franck Dubarry, multifacético entrepreneur, que además de ser el fundador de una lujosa marca de relojes suizos, hoy impulsa un exclusivo club de polo de 115 hectáreas, también en General Rodríguez. No por casualidad el nombre de su team, Technopolo, remite al de su desarrollo y al del negocio relojero: Techno Marine.
Dubarry, ex publicitario de 51 años, fue el que menos inadvertido pasó en el after polo, al igual que la nutrida cohorte brasileña, del conjunto paolista Sao José.
Peregrinando por los stands de los clubes también se lo vio al financista colombiano Camilo Bautista, entusiasta del polo como pocos patrones latinoamericanos. Es tal su fervor por el taqueo que lo señalan entre los más activos del calendario internacional.
Pero todos están a la espera del arribo de Dubai de Ali Albwardy, el jeque árabe, patrón de Cambiaso, que en Buenos Aires tiene motivos para festejar: el 29 de este mes se inaugura el flamante restaurante y bar del remozado hotel Four Seasons, que compró el año pasado. Sendos ámbitos están inspirados en ése deporte y cuentan que para su estreno, en sintonía con las fechas más calientes del Abierto, están invitados el sultán de Johor, Tunku Mahmud, y su hijo, el príncipe de Malasia, Tunku Ismail Ibrahim. Meses atrás, el conjunto real, junto a los Pieres, disputó una final del Metropolitano de Alto Handicap contra La Dolfina en la propia cancha 1 de Palermo. Por diferencia de un gol, la copa se fue para el team de Ibrahim. Desde entonces, el príncipe malayo, aseguran, promete vivar por La Ellerstina en la final..
Noviembre en Buenos Aires tiene hechizos indiscutidos: el estallido violáceo que dibujan en lo alto y en el suelo los floridos jacarandás; las «lágrimas» amarillas de las tipas amontonadas como mullidas alfombras en las veredas, y el verde fulgurante de un espectáculo deportivo sin parangón: ese duelo de titanes, con su despliegue de velocidad y destrezas, que es el Abierto de Polo de Palermo.
Cita obligada de extranjeros, que suelen ocupar el 30 por ciento de las tribunas, Palermo atrae a lo más granado entre las elites planetarias. Ningún otro deporte o acontecimiento, ni siquiera el punto más febril de la temporada esteña logra una «convocatoria patrimonial» similar: jeques árabes, príncipes malayos, nobles europeos, magnates y empresarios de todas las latitudes confluyen allí, amparados en el estricto bajo perfil.
El deporte en su máximo nivel, los negocios vinculados y el encanto del roce social internacional son argumentos de peso para arribar en estos lares. Aunque las estadas, que solían ser prolongadas, no muestran hoy a los hoteles de lujo fully booked. Tampoco se palpa el mismo trajín en clínicas y partidos entre semana en los clubs. Algo cambió este año. Al menos, en el estreno.
En las primeras fechas del Abierto «La Catedral» del polo no fue la babel acostumbrada. Muchos conocedores apuestan a que, esta vez, recién con las semifinales «llegarán todos los que ya deberían estar».
Entre los millonarios foráneos que conquistan las plateas de Palermo, algunos podrán bajarse en ciertas fechas de Palm Beach, en Estados Unidos; de Cowdray Park, en Inglaterra; Deauville, en Francia; Sotogrande, en España; o hasta de St. Moritz, en Suiza. «Pero nadie se pierde el Abierto», disparan voces autorizadas que se inclinan por una convocatoria tardía.
«La crisis financiera en Europa, el encarecimiento de la Argentina, las trabas para la exportación de caballos, sumados a la fama que tenemos en materia de crispación política y de inseguridad, con algunos episodios graves el año pasado con los extranjeros, los hace pensar dos veces o los está demorando», apunta el empresario y polista Justo Saavedra.
Pero no hay desánimo en Palermo. Sólo expectativa. Y, en la lectura local, celebración por doquier. Sobre todo por el nivel de adhesión de marcas y público vernáculo. En el primer caso, están los sponsors líderes (Movistar, Mercedes-Benz, HSBC, Rolex y ESPN), con desembolsos de entre US$ 1 millón a US$ 250.000 y convocatoria híper VIP a los contados espacios de los palcos oficiales, animados con champagne y finger food by Trocca. Y, en el segundo, están los siempre glamorosos habitués locales, también agasajados por las marcas en sus skyboxes, puntos de reunión o en el bar Chandon. Allí, entre el bandejeo incesante, los tragos y la música de DJ after polo, los convites son más numerosos, pero no por ello el despliegue de seducción menos esmerado.
En ese escenario, la demanda de precintos está a la orden del día. El resto de los mortales se conforma con pagar la entrada. «Aunque en razón de justicia, para los primeros partidos invitamos; en los posteriores, nos acosan», se sinceran en una marca de primerísima línea, pródiga en convocatoria VIP. «Para estar acá -añade-, pagamos lo que sea, porque si no nuestro lugar lo ocupa otro. Y este es nuestro ámbito para el relacionamiento puro. Lo demás, los negocios, luego vienen solos.»
Un primer «paneo» palermitano en las plateas neurálgicas mostró a los incondicionales del deporte: Bartolomé Mitre y Nequi Galotti, Bruno Quintana, Cristiano Rattazzi, Francisco de Narváez, Jorge y María del Carmen Zorreguieta, Ricardo Fiorito, Jorge Sánchez Córdova y Cecilia Zuberbuhler. A ellos se sumaron al menos cuatro grupos de extranjeros bien diferenciados.
Como si se tratase de un evento en continuado, pero con cambio de roles -del de jugador al de espectador-, muchos de los foráneos venían de jugar la Copa de Oro, en la sofisticada sede de La Ellerstina, en General Rodríguez. Otro tanto permanece alojado allí y su presencia no pasó inadvertida.
Lo cierto es que Jamie Packer, heredero del recordado magnate de medios australiano Kerry, socio y fundador del club junto con Gonzalo Pieres, se dio el gusto, por primera vez, de subirse al podio de ese torneo, que de un año al otro se redujo abruptamente de 22 equipos de patrones a sólo ocho. Ello explicaría -apuntan los entendidos- a la palpable merma extranjera en Palermo.
Dos días después de ésa final, Packer se solazó con la victoria de su equipo en el Abierto, auspiciado por Citi. Venía de imponerse ante el conjunto del francés Franck Dubarry, multifacético entrepreneur, que además de ser el fundador de una lujosa marca de relojes suizos, hoy impulsa un exclusivo club de polo de 115 hectáreas, también en General Rodríguez. No por casualidad el nombre de su team, Technopolo, remite al de su desarrollo y al del negocio relojero: Techno Marine.
Dubarry, ex publicitario de 51 años, fue el que menos inadvertido pasó en el after polo, al igual que la nutrida cohorte brasileña, del conjunto paolista Sao José.
Peregrinando por los stands de los clubes también se lo vio al financista colombiano Camilo Bautista, entusiasta del polo como pocos patrones latinoamericanos. Es tal su fervor por el taqueo que lo señalan entre los más activos del calendario internacional.
Pero todos están a la espera del arribo de Dubai de Ali Albwardy, el jeque árabe, patrón de Cambiaso, que en Buenos Aires tiene motivos para festejar: el 29 de este mes se inaugura el flamante restaurante y bar del remozado hotel Four Seasons, que compró el año pasado. Sendos ámbitos están inspirados en ése deporte y cuentan que para su estreno, en sintonía con las fechas más calientes del Abierto, están invitados el sultán de Johor, Tunku Mahmud, y su hijo, el príncipe de Malasia, Tunku Ismail Ibrahim. Meses atrás, el conjunto real, junto a los Pieres, disputó una final del Metropolitano de Alto Handicap contra La Dolfina en la propia cancha 1 de Palermo. Por diferencia de un gol, la copa se fue para el team de Ibrahim. Desde entonces, el príncipe malayo, aseguran, promete vivar por La Ellerstina en la final..