Sinceramiento con los lectores

Tras 54 años de periodismo activo y 49 años de dirigir 16 medios de comunicación (diarios, semanarios, radios y televisión) al servicio de la izquierda uruguaya, habiendo aportado, sin claudicaciones en mis alforjas, el granito o los kilos de arena, según quien los pese, para que las fuerzas del cambio alcanzaran por primera vez en la conservadora historia nacional, los 4 gobiernos capitalinos y los dos gobiernos nacionales, decidí el año pasado que mi misión estaba cumplida y debía comenzar a pensar en una peculiar retirada… hacia adelante.
Dr. Federico Fasano Mertens HACE 4 horas
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Dr. Federico Fasano Mertens
Pronto me di cuenta que el virus del cambio social y político que llevo en mis venas, cuya arma es el periodismo usado como la artillería del pensamiento, no es jubilable. Y que la misión, mal que me pese, estaba aún inconclusa.
La correlación de fuerzas mediáticas sigue siendo desfavorable para las fuerzas del cambio que dirigen hoy al Estado progresista.
Quería retirarme en lo mejor de la fiesta porque siempre creí que el arte de dirigir consistía en saber cuándo hay que abandonar la batuta para no molestar a la orquesta.
Consulté a algunos de los portadores de las ideas a las que dediqué mi vida.
Me hicieron comprender que había cometido el desliz de la soberbia, al creer que podía poner fin a la misión que libremente había aceptado cuando a los 23 años dirigí el primer medio de comunicación y me comprometí públicamente a dotar a la izquierda uruguaya, de los medios de comunicación masivos y profesionales necesarios para disputarle hegemonía al sistema dominante.
Era necesario seguir calentando las marmitas del futuro con el fuego de los sueños.
No todos son aptos para la brazada final para alcanzar la orilla. Esa brazada aún no la he dado. Un expedicionario de la vida que acompañó a la izquierda uruguaya en la construcción de la utopía tras décadas de desierto, y paciente y penoso trabajo intelectual y espiritual en las fronteras mismas de lo que parecía posible, no se retira a destiempo sin la venia de sus mandantes: la izquierda uruguaya. Salvo que se lo pidan para bien de la sinfonía.
Parecía una deserción. No soy, no fui, ni seré nunca un desertor.
Rectifiqué mi decisión y procuré seguir siendo el piloto de tormentas de siempre, especialidad en la que me gradué más por necesidad que por deseo.
Pero para llevar el barco del primer multimedio con que cuenta la izquierda nacional al puerto donde se reparan las averías del combate debía contar con savia nueva.
Por primera vez en estos 49 años de director de medios, busqué un socio, para que espalda contra espalda nos ayudara en el calafateo de nuestra ya añeja escuadra y nos apoyara en las batallas cruciales que se aproximaban sin pausa y con prisa.
Lo encontré en las entrañas del interior profundo argentino, federalista y artiguista, en la primer ciudad fundada en el Virreinato del Río de la Plata, la antigua Santiago del Estero.
El acuerdo político y económico sellado verbalmente ante testigos y amigos políticos de ambos fue conducir la nueva peripecia en partes iguales, manteniendo yo la dirección responsable y la orientación política e ideológica de los medios involucrados.
Posteriormente, la realidad económica determinó que el socio requiriera la mayoría accionaria del 55%, aunque todo bajo palabra de mantener la igualdad real.
La marcha atrás en esa etapa era imposible y acepté la nueva situación en aras del objetivo trazado: construir la excelencia en la comunicación diaria del progresismo popular.
En abril del año pasado, el socio mayoritario del multimedio desembarcó formalmente en el diario La República y amparado legítimamente en su poder accionario, implementó un nuevo modelo empresarial y un nuevo proyecto periodístico, que respetando la orientación ideológica y política acordada, modificó una gestión administrativa que había tenido la virtud de mantener con vida durante más de 23 años al multimedio plural, sin apoyo del poder económico al que cuestionaba su legitimidad.
Sustituyó, además, el modelo periodístico de mis diarios trocándolo por un proyecto diferente.
Me aseguró que en poco tiempo tanto el diario como el resto de los medios aliados ocuparían los primeros lugares del circuito informativo uruguayo, pero para ello debía dejarlo operar con libertad. Aseguró respetar la orientación política central de los medios, hecho este que fue cumplido.
En cuanto a sus dos proyectos, el empresarial y el periodístico, le manifesté con abundancia de razones mi discrepancia en ambas propuestas, pero accedí a la espera de los resultados prometidos.
A partir de abril del año pasado, no tuve participación en ninguna decisión administrativa, ni con el modelo periodístico sembrado.
Hace ya unos cuantos meses, tuvimos una sincera conversación. Ambos coincidimos en que nuestros proyectos eran incompatibles. Ni mejor, ni peor. Diferentes y no complementarios.
Pero en algo, mi socio y yo coincidíamos: que el diario LA REPÚBLICA y el multimedio, se mantuvieran en pie y crecieran en influencia, prestigio y difusión.
En aras de ese objetivo, estaba dispuesto a renunciar a todo, menos al cambio de orientación política de los medios profesionales y de masas, que fundé para las fuerzas del cambio histórico, hace ya decenas de años.
En febrero de este año, mi socio me planteó que para continuar su tarea de restaurador de la potencia del multimedio, requería que yo diera un paso provisorio al costado, mediante el uso de una “licencia temporaria”. La contrapartida era la no interrupción de las actividades de todos los medios.
Volví a aceptar sin entender en qué beneficiaría tal “licencia” al objetivo común de mantener enhiesto al grupo republicano.
Pero las certezas del joven e infatigable socio, al que no puedo criticar por su fe y optimismo de creyente inclaudicable más allá de la elocuencia de la muda realidad, me indujeron nuevamente a no oponer obstáculos a sus acciones.
París bien vale una misa, me decía a mí mismo, degustando el sapo de la misa, sin saber si París estaba siquiera instalado en el horizonte de las cercanías.
“La única verdad es la realidad”, había dicho un señor que en solo 10 años había cambiado de raiz la historia de la Nación a la que pertenecimos hasta 1828.
Conocer la realidad y no rendirse ante ella, si es adversa, ha sido un sino de mi vida. Lo sigue siendo.
Ya han pasado 9 meses, todo un parto, de mi aceptado silencio, de mi inexplicable ‘’licencia’’ en el diario que dí a luz hace 25 años.
Culminado ese período, harto suficiente para la toma de decisiones esenciales, nos reunimos los protagonistas de esta aventura humana y política y coincidimos en que dos capitanes hunden el barco.
El resultado del diálogo era previsible. O él o yo. Como dos buenos portadores del zoom politicón, correspondía al recién llegado, a la savia nueva, al socio mayoritario, recibir todas las banderas, todos los legados del diario LA REPÚBLICA, nave capitana del primer multimedio con que contó la izquierda uruguaya desde el siglo pasado.
Decidí convencido, que lo mejor para que esa flotilla mediática continuara insumergible era dejar todo en manos del joven impetuoso que se proponía tocar el cielo de la excelencia, con su voluntad espartana y su innegable don de persuasión.
Solo exigí mi libertad. La posibilidad de no abandonar la peripecia a la que me comprometí hace 59 años ante la izquierda uruguaya. Las otras condiciones, sustitución de garantías, posibilidad de acceder a un terreno en tierras distantes para cancelar deudas personales contraídas para mantener con vida la utopía periodística, fueron también consensuadas con respeto y con la promesa de ser cumplidas en tiempos cercanos.
Pido a los lectores tres cosas. Primero, no hay que solidarizarse conmigo porque nadie me está atacando. El que me desplaza cree que de esa forma salvará al diario y al multimedio. Segundo hay que seguir apoyando al diario porque es el único multimedio con que cuenta la izquierda uruguaya. Y tercero, les pido que confíen en mí. No abandonaré ni a los lectores ni a las audiencias, ni al gobierno progresista, ni a la izquierda uruguaya a la que he dedicado 54 años de mi vida. Y como sigo creyendo que el socialismo continúa siendo el horizonte insuperable de nuestro tiempo, si mi ex -socio mantiene la línea política e ideológica como hasta el presente, y la vida activa de todos los medios de izquierda que fundé, lo seguiré apoyando, ahora extra muros, con gusto o con disgusto, en aras del objetivo común.
Mi vela de armas ya terminó. Hoy comienza otra etapa de mi gestión, o como diría Yves Montand en un momento especial de su vida ‘’no hay nuevas etapas, se sigue viviendo, sigo viviendo’’.
Toda mi energía pasa ahora a orientarse a diseñar un proyecto de televisión digital abierta, que presentaremos por primera vez en igualdad de oportunidades, ante el histórico llamado transparente y democrático para ampliar el arco de voces en las ondas audiovisuales, que formulará próximamente el gobierno del pueblo, enterrando la democracia prebendaria que en el otorgamiento de las ondas, instaló el poder conservador, durante los últimos 60 años de vida ciudadana.
Nuestro proyecto, será un aporte más para intentar democratizar el sistema de comunicación audiovisual vigente, hoy reducido a un puñado de ofertas uniformizadas por un solo patrón ideológico y cultural.
Para impedir la imposición autoritaria de un solo cuerpo de pensamiento es necesario enriquecer el proceso mediante la participación de ofertas de distinto signo cultural e ideológico. La nuestra será una de ellas.
Nos mueve una constatación dolorosa y humillante: los medios de comunicación en el Uruguay no son representativos ni en proporción, ni en el fondo, ni en la forma, de las distintas fuerzas sociales que componen la Nación. Existe una distorsión de la representatividad social. ¿Qué tiraje, cuántas horas de televisión y de radio representan a la fuerza de trabajo en el país?
La televisión es otra manifestación más aunque más clara que otras, de la distribución del poder en una sociedad determinada. Intentaremos cambiar aunque sea un poquito, esa injusta distribución de poder, aprovechando esta iniciativa sin precedentes del gobierno progresista.
Será mi primer tarea en esta nueva etapa de un equívoco‘’reposo del guerrero’’, en una misión donde el vocablo reposo está excluido.
Mi segunda tarea incursionará más adelante, en el periodismo escrito, en escribir, investigar, meter la pluma en la herida, mi vocación enfermiza, la pasión del que lleva entintadas sus venas. Ya no podemos volver al periodismo generalista. El mundo ha cambiado tanto desde que comenzamos a disputar hegemonía en la década del 60 con aquellos ferméntales diarios de masas, Extra, De Frente, Democracia, Ya y tantos otros que superaban en tirajes y en investigaciones a los medios de la gran prensa dominante, iracunda ante la presencia de un intruso que les competía de igual a igual, sin el apoyo de ningún poder político ni económico.
Hoy el único periodismo escrito que sobrevirá al tsunami tecnológico y digital, será el periodismo inteligente. No tiene chances el periodismo generalista, todólogo, acostumbrado a fidelidades que ya no existen.
Esa será mi segunda tarea, para complementar y fortalecer la trinchera de los medios de comunicación de izquierda, entre los que seguirá bregando el diario que fundé hace ya cinco lustros.
Mi tercera tarea, me la reservo en la profundidad de mi ser. Requiere una extensa preparación y cierto grado de confidencialidad. Y requiere además superar los peligros de la fisiología y los temores de lo humano.
Hoy vuelvo a ser amo de mi destino y capitán de mi alma. Y actuaré en consecuencia. Como antes en la adversidad, como antes en el pachecato, como antes en las clausuras, como antes en la dictadura, como antes en la prisión, como antes en el exilio, como antes en la restauración democrática, como ahora en esta encrucijada, cruz de los caminos.
Espero seguir contando con la confianza de quienes siguieron mi aventura pública desde 1958 y aún viven y de quienes nacieron mucho después y conocieron algunos de los 16 medios que fundé. No los defraudaré en mi nueva etapa.
Que la cosa es vostra.
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Acerca de Napule

es Antonio Cicioni, politólogo y agnotólogo, hincha de Platense y adicto en recuperación a la pizza porteña.

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