Por Rodrigo Alvarez Litre // Analytica
14/12/12 – 11:23
El consumo es un indicador subestimado, y en cierto modo despreciado, por la profesión económica. Los análisis tradicionales siguen en detalle variables como la inversión o las cuentas externas, pero muy poco dicen sobre el perfil de gasto de las familias, qué estrategias eligen para financiarse o cómo se comporta el consumo en las distintas regiones del país. Es obvio que para sostener el crecimiento se necesita inversión, pero sin el empuje del consumo las empresas no tendrían interés en expandir su oferta.
Su relevancia es evidente. Representa dos terceras partes del PBI. Este año aportará unos dos puntos al modesto crecimiento de la actividad económica y hará posible evitar la recesión, cuando la oferta de bienes (menos cosecha, menos producción industrial, menos construcción) indicaba lo contrario. En 2007, en un marco de elevada confianza de los consumidores, CFK obtuvo la Presidencia; dos años más tarde, crisis económica de por medio, el oficialismo perdió las elecciones legislativas. En 2011, un consumo vibrante despejó el camino para la reelección. No casualmente es la variable estrella de la política económica de CFK.
Para responder a estas “lagunas de análisis”, decidimos encarar junto a la consultora W de Guillermo Oliveto un proceso de observación e investigación del consumo bajo distintos planos. El objetivo es generar más y mejores herramientas que permitan a los decisores comprender y anticipar tanto su evolución como su potencial impacto en la economía, el clima social y la política. El enfoque metodológico se inscribe en la tradición de la llamada “mesoeconomía”, un punto de encuentro entre las habituales miradas macro y las herramientas del análisis microeconómico.
En el camino son utilizadas múltiples fuentes de información pública y privadas, que se integran y articulan a fin de hallar las evidencias que den soporte a nuestro análisis y visión prospectiva. Los primeros resultados son más que interesantes.
Hay una percepción de “cambio de época” en la economía que se está traduciendo nítidamente en la visión de las familias. A nuestro entender, lo que “dicen” los meso-datos de consumo es que la nueva percepción tiene que ver con diversas cuestiones. Veamos.
La primera, estructural, es que es otro el ritmo de crecimiento del PBI al que se puede aspirar. Ya no serán las tasas chinas de 2003-2008 o de la recuperación poscrisis internacional. La “nueva normalidad” llega con expectativas de crecimientos moderados (3-4%) y más volátiles. El riesgo, luego de años de bonanza, es que este ritmo de expansión más modesto se perciba en la calle.
Como también quedaron atrás los tiempos de abundancia fiscal, la posibilidad de inyectar recursos públicos será más acotada y selectiva. Por caso, privilegiando a los sectores de ingresos bajos y haciendo sentir con más fuerza el peso de las correcciones en los segmentos de ingresos medios y altos. El fin paulatino de los subsidios a estos sectores va en esa dirección. También la decisión de que en 2012 no haya subas del mínimo no imponible a las Ganancias de la IV categoría, licuada en una excepción al impuesto para la segunda cuota del aguinaldo de diciembre. Es una solución que busca algún punto intermedio entre los aumentos del mínimo que se otorgaron en años de crecimiento elevado y la decisión de 2009, cuando no hubo subas.
Estos elementos nos hacen proyectar una elevada heterogeneidad en el crecimiento de los ingresos en función de los niveles socioeconómicos. El Gobierno seguirá reforzando con políticas públicas (subsidios, jubilaciones y pensiones, aumentos selectivos de tarifas públicas) las mejoras en el poder adquisitivo de las familias de ingresos medio-bajos y bajos.
También nos preocupa la anemia en la demanda laboral. Proyectamos una baja expansión del empleo, con la particularidad de que será muy dispar entre regiones.
Básicamente, la creación de puestos de trabajo estará traccionada por las perspectivas de sectores, como el energético, con elevado potencial de crecimiento en los próximos años.
Los tiempos que vienen no serán de expansión homogénea y transversal a toda la economía. Tampoco serán de “abundancia para todos”. Es natural que en este contexto comiencen a registrarse sensaciones ambiguas y contradictorias en la gente. Mientras algunos sostienen que la situación continúa siendo razonablemente buena y que estamos mucho mejor que en la crisis 2001/2002 e incluso que en el difícil y recesivo año 2009; otros comienzan a expresar un malestar creciente que se origina fundamentalmente en este viraje de la “abundancia masiva” a la “restricción selectiva”. Tampoco estamos en 2010 ni en 2011, dos años de “boom” de consumo y sensaciones positivas.
Entramos a un escenario de “transición” donde conviven “lo viejo” (mercados robustos, niveles de empleo razonables, y una economía cotidiana que continúa siendo dinámica) con “lo nuevo” (creciente incertidumbre, confusión, señales nuevas que cuesta decodificar). Como sucede con todos los fenómenos complejos, las razones son múltiples y se conectan y retroalimentan entre sí. Hay hechos concretos, pero también percepciones, deseos, prejuicios, ideología, expectativas y opiniones varias. Lo cierto es que el país del fin de 2012 no es el mismo que el de fin de 2011.
Este es el desafío. Para las empresas adaptarse a un nuevo contexto donde no hay cambios estructurales en las conductas, pero sí nuevos matices que exigen mayor proactividad que en las recientes épocas del crecimiento “fácil”. Con mercados que continuarán siendo más que atractivos, pero volúmenes que ya no aumentan como antes y que, cuando lo hacen, es de manera heterogénea (regiones geográficas, niveles socioeconómicos, canales, tipos de productos). Con consumidores que continúan comprando, pero con más cautela y anteponiendo la razón a la emoción. Cuando ya no “crece todo”, la rentabilidad está mucho más relacionada con la precisión que con la velocidad.
Y para la política, dilucidar hacia dónde se dirige ese magma volátil que es el humor social. El actual escenario de transición ¿es coyuntural o estructural? ¿Puede diluirse nuevamente el incipiente malestar de una parte de la sociedad a través del poder adquisitivo y el consumo como ya sucedió anteriormente? ¿Harán falta otro tipo de medidas y señales? ¿Alcanzará con una economía que crecerá 4%? ¿Estamos frente a un definitivo cambio de época o simplemente en uno más de los tantos vaivenes del volátil humor social argentino? Será 2013 el año que traiga buena parte de las respuestas.
14/12/12 – 11:23
El consumo es un indicador subestimado, y en cierto modo despreciado, por la profesión económica. Los análisis tradicionales siguen en detalle variables como la inversión o las cuentas externas, pero muy poco dicen sobre el perfil de gasto de las familias, qué estrategias eligen para financiarse o cómo se comporta el consumo en las distintas regiones del país. Es obvio que para sostener el crecimiento se necesita inversión, pero sin el empuje del consumo las empresas no tendrían interés en expandir su oferta.
Su relevancia es evidente. Representa dos terceras partes del PBI. Este año aportará unos dos puntos al modesto crecimiento de la actividad económica y hará posible evitar la recesión, cuando la oferta de bienes (menos cosecha, menos producción industrial, menos construcción) indicaba lo contrario. En 2007, en un marco de elevada confianza de los consumidores, CFK obtuvo la Presidencia; dos años más tarde, crisis económica de por medio, el oficialismo perdió las elecciones legislativas. En 2011, un consumo vibrante despejó el camino para la reelección. No casualmente es la variable estrella de la política económica de CFK.
Para responder a estas “lagunas de análisis”, decidimos encarar junto a la consultora W de Guillermo Oliveto un proceso de observación e investigación del consumo bajo distintos planos. El objetivo es generar más y mejores herramientas que permitan a los decisores comprender y anticipar tanto su evolución como su potencial impacto en la economía, el clima social y la política. El enfoque metodológico se inscribe en la tradición de la llamada “mesoeconomía”, un punto de encuentro entre las habituales miradas macro y las herramientas del análisis microeconómico.
En el camino son utilizadas múltiples fuentes de información pública y privadas, que se integran y articulan a fin de hallar las evidencias que den soporte a nuestro análisis y visión prospectiva. Los primeros resultados son más que interesantes.
Hay una percepción de “cambio de época” en la economía que se está traduciendo nítidamente en la visión de las familias. A nuestro entender, lo que “dicen” los meso-datos de consumo es que la nueva percepción tiene que ver con diversas cuestiones. Veamos.
La primera, estructural, es que es otro el ritmo de crecimiento del PBI al que se puede aspirar. Ya no serán las tasas chinas de 2003-2008 o de la recuperación poscrisis internacional. La “nueva normalidad” llega con expectativas de crecimientos moderados (3-4%) y más volátiles. El riesgo, luego de años de bonanza, es que este ritmo de expansión más modesto se perciba en la calle.
Como también quedaron atrás los tiempos de abundancia fiscal, la posibilidad de inyectar recursos públicos será más acotada y selectiva. Por caso, privilegiando a los sectores de ingresos bajos y haciendo sentir con más fuerza el peso de las correcciones en los segmentos de ingresos medios y altos. El fin paulatino de los subsidios a estos sectores va en esa dirección. También la decisión de que en 2012 no haya subas del mínimo no imponible a las Ganancias de la IV categoría, licuada en una excepción al impuesto para la segunda cuota del aguinaldo de diciembre. Es una solución que busca algún punto intermedio entre los aumentos del mínimo que se otorgaron en años de crecimiento elevado y la decisión de 2009, cuando no hubo subas.
Estos elementos nos hacen proyectar una elevada heterogeneidad en el crecimiento de los ingresos en función de los niveles socioeconómicos. El Gobierno seguirá reforzando con políticas públicas (subsidios, jubilaciones y pensiones, aumentos selectivos de tarifas públicas) las mejoras en el poder adquisitivo de las familias de ingresos medio-bajos y bajos.
También nos preocupa la anemia en la demanda laboral. Proyectamos una baja expansión del empleo, con la particularidad de que será muy dispar entre regiones.
Básicamente, la creación de puestos de trabajo estará traccionada por las perspectivas de sectores, como el energético, con elevado potencial de crecimiento en los próximos años.
Los tiempos que vienen no serán de expansión homogénea y transversal a toda la economía. Tampoco serán de “abundancia para todos”. Es natural que en este contexto comiencen a registrarse sensaciones ambiguas y contradictorias en la gente. Mientras algunos sostienen que la situación continúa siendo razonablemente buena y que estamos mucho mejor que en la crisis 2001/2002 e incluso que en el difícil y recesivo año 2009; otros comienzan a expresar un malestar creciente que se origina fundamentalmente en este viraje de la “abundancia masiva” a la “restricción selectiva”. Tampoco estamos en 2010 ni en 2011, dos años de “boom” de consumo y sensaciones positivas.
Entramos a un escenario de “transición” donde conviven “lo viejo” (mercados robustos, niveles de empleo razonables, y una economía cotidiana que continúa siendo dinámica) con “lo nuevo” (creciente incertidumbre, confusión, señales nuevas que cuesta decodificar). Como sucede con todos los fenómenos complejos, las razones son múltiples y se conectan y retroalimentan entre sí. Hay hechos concretos, pero también percepciones, deseos, prejuicios, ideología, expectativas y opiniones varias. Lo cierto es que el país del fin de 2012 no es el mismo que el de fin de 2011.
Este es el desafío. Para las empresas adaptarse a un nuevo contexto donde no hay cambios estructurales en las conductas, pero sí nuevos matices que exigen mayor proactividad que en las recientes épocas del crecimiento “fácil”. Con mercados que continuarán siendo más que atractivos, pero volúmenes que ya no aumentan como antes y que, cuando lo hacen, es de manera heterogénea (regiones geográficas, niveles socioeconómicos, canales, tipos de productos). Con consumidores que continúan comprando, pero con más cautela y anteponiendo la razón a la emoción. Cuando ya no “crece todo”, la rentabilidad está mucho más relacionada con la precisión que con la velocidad.
Y para la política, dilucidar hacia dónde se dirige ese magma volátil que es el humor social. El actual escenario de transición ¿es coyuntural o estructural? ¿Puede diluirse nuevamente el incipiente malestar de una parte de la sociedad a través del poder adquisitivo y el consumo como ya sucedió anteriormente? ¿Harán falta otro tipo de medidas y señales? ¿Alcanzará con una economía que crecerá 4%? ¿Estamos frente a un definitivo cambio de época o simplemente en uno más de los tantos vaivenes del volátil humor social argentino? Será 2013 el año que traiga buena parte de las respuestas.