La economía, una cabalgata en el desierto

Mucho antes de la tensión política que se vivió durante 2012 y que desembocó en el 13-S, el 8-N, el 20-N, el 7-D, el 20-D y, más recientemente en el asalto a comercios, la actividad económica en la Argentina dejó de crecer. Hace un año y medio que está en el mismo lugar, estancada, en forma bastante heterogénea, pero chata al fin. Al principio esa chatura pasaba inadvertida porque se venía dulce del muy buen 2010 y la entrada de 2011. Pero con el tiempo se fue sintiendo y estamos en un fin de año con sabor a poco. Esto es independiente de cualquier evento internacional, que justamente es el pretexto oficial para explicar el actual estancamiento. Pesó algo el ajuste de Dilma Rousseff en Brasil para equilibrar los desvíos de la economía casi «hirviendo» que le dejó Lula. Pero no más que eso.
Probablemente estemos en una larga «cabalgata en el desierto». Este estancamiento ha sido menos profundo que la contracción de 2009, pero se lo percibe más persistente. El consumo va zafando porque hay una política monetaria que, con una emisión de pesos al 40% anual, lo «aguanta». Eso a costa de que los precios sigan subiendo en torno al 25% anual, aun sin que la economía crezca. Eso sí: se derrumba la inversión. Es la antítesis de lo que pregona el modelo oficial respecto a que «si hay buen consumo, ineludiblemente habrá inversión». Eso no está pasando.
Y aunque parece que diera pelea, el Gobierno «se viene tragando el sapo» del estancamiento de la economía casi sin pelearla. No implementó ninguna política contracíclica en serio. Lanzó algunos «shows» de activismo que pasaron sin pena ni gloria. Se atrincheró detrás del triunfo electoral de octubre y se escudó en la crisis internacional ficticiamente (porque salvo la Argentina y Brasil el resto de los emergentes mantuvo el crecimiento económico). Se atrincheró es una manera de decir. Como veremos en esta nota, ensayó un conjunto de respuestas inadecuadas, que le impuso la realidad, respecto a algunos desvíos del «modelo».
Así, la política económica siguió por inercia o nuevos malos remedios engrosando los desbalances fiscales, monetarios y cambiarios que vienen de años previos. Esto agravó los desbalances sin moderar la chatura de la actividad. O sea, estamos frente a una política macro «ni chicha ni limonada». Estamos frente a un híbrido que va al garete entre cebar la bomba y ajustar, y rezarle a la cosecha y a Brasil.
La secuencia del híbrido será: en el verano de 2013, el consumo será impulsado por la fuerte emisión de moneda que está realizando el BCRA para cerrar las cuentas fiscales de fin de año, pero sería sólo para que la chatura no se note tanto. Hacia mediados del próximo año, el salto que se espera en la cosecha vendida a buenos precios y una probable recuperación de Brasil pueden mover un poco más la actividad. Y hasta ahí. Todo aquello ligado a la recuperación de la confianza está muy comprometido. Costará entonces salir de la chatura.
El origen del estancamiento, la cabalgata en el desierto y la irreversibilidad en la recuperación de la confianza hay que buscarlo en la combinación de por lo menos cuatro problemas -acumulados en los últimos años- que la política económica agravó por no corregir a tiempo: uno cambiario, otro fiscal, un tercero energético y el cuarto, de competitividad. Ahora se le agregó el juez Griesa, pero en realidad es un quinto problema que también venía de antes.
La cuestión cambiaria se reflejó en 52 meses seguidos de salida de capitales por unos 80.000 millones de dólares, a la que el ingreso simultáneo de una «montaña» de «agrodólares» le puso el pecho, hasta que en 2011, aun con el agro, se hizo insostenible. La respuesta del Gobierno fue el control de cambios para no perder más reservas del BCRA. Pero con un control más severo y todo, en el segundo semestre al BCRA le costó comprar dólares para reponer las reservas destinadas al pago de la deuda en esa moneda que el Central, lamentablemente para el Gobierno, no imprime.
Al problema fiscal se llegó por la explosión del gasto público. Desde 2009, el Tesoro tiene un rojo creciente que financia con la maquinita de imprimir moneda, y entonces enquistó la inflación. ¿Quién abandonaría la maquinita de emitir para entrar en el vía crucis de un gobernador o intendente que al no tenerla tiene que «ajustar» vía obra pública o subiendo impuestos? El Gobierno cree que tiene mejor gestión que gobernadores e intendentes: en realidad, tiene «la máquina de emitir».
El problema energético se originó por la política oficial de incentivar el consumo y desincentivar la producción de petróleo y gas. Así fue en los últimos 7 a 10 años. La respuesta -sólo para «tapar» el lío- fue expropiar YPF e intervenir el mercado energético con un decreto «casi» antiinversión, el 1277. Por lo pronto, la producción de gas y petróleo no subirá en 2013 y difícilmente lo haga en 2014.
Y al problema de competitividad se llegó tras varios años en los que la inflación y las subas salariales fueron mayores que la devaluación. No alcanzó el tercio de empleo informal que todavía hay en la Argentina para «bajar costos» como en China, país que es criticado por «competidor desleal», en gran parte por el maltrato impositivo y «cuasiexplotador» a sus trabajadores. En este segmento, la respuesta -insuficiente e inadecuada- para ayudar a aquellos sectores que cumplen con la obediencia debida fue controlar las importaciones. La experiencia en este problema dice que, del atraso cambiario con control de cambios es muy difícil salir. de manera ordenada.
Y recientemente se sumó un quinto problema: la deuda con los holdouts . Es que se «festejó» una reestructuración con quita récord y una supuesta política de «desendeudamiento» (que significó descapitalizar al BCRA, entre otros organismos del Estado). Esta «mejora» en los indicadores y ratios de deuda -lograda como defaulteador serial y en detrimento de varios organismos públicos- en lugar de reabrir el crédito, aisló al país de los mercados de capitales. O sea, con impuesto inflacionario la sociedad argentina se sacrifica y paga la deuda en efectivo con reservas y «maquinita», pero no puede usufructuar el boom que vive América latina en términos de inversión y flujo de capitales para un salto que haga pasar al crecimiento en desarrollo. Dicho sea de paso, por el momento, en el cortísimo plazo, en este tema de la deuda y Griesa, hay una impasse hasta el 27 de febrero, pero será otra piedra en el zapato si en marzo no hay «solución».
Con el modelo así como está, la Argentina no vuelve al crecimiento a «tasas chinas» de 2003-2007 ni al boom de consumo e inversión ni tampoco a las recuperaciones contundentes al estilo 2010 (después del recesivo 2009) con el consumo y la inversión realimentándose. La actividad quedará más o menos chata en función de lo que dé cada cosecha, cuánto ayude Brasil y cuánta política económica expansiva se pueda hacer sin aumentar los desbalances ni hacer subir más la inflación. Este es el escenario de máxima.
Durante los últimos diez años, la política económica oficial se caracterizó por privilegiar los resultados de corto plazo. Lo peor es que se llevó puesta a la década de prosperidad latinoamericana, descapitalizó el país y, aun así, se encamina a un ajuste. Esto significó patear para adelante las soluciones de fondo como los problemas que fueron surgiendo en el propio período, subestimando en todo momento las consecuencias futuras de esta estrategia política «resultadista», aunque miope. Pero el futuro finalmente llega, se transforma en presente y se está viendo que no es gratuito. No es la primera vez que un oficialismo se «enamora» de la criatura que le rindió beneficios políticos y electorales.
La economía y el resultado de las elecciones legislativas en 2013 marcarán el pulso del desafío que tiene por delante la Argentina: entrar en el circuito de las economías normales e insertas en el mundo, tal cual practican algunos de nuestros vecinos sin importar la camiseta o la ideología. Lo curioso es que en octubre de 2013 aún faltarán dos años para el recambio institucional. Cómo será el ajuste económico pos electoral es hoy una pregunta abierta que marcará gran parte de la transición 2014-2015. Hasta ahora el premio consuelo ha sido no haber entrado todavía en un colapso.
© LA NACION.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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