Por Paola Bianco. Lic. en Relaciones Internacionales.
Especial para Ni a Palos. Miradas al Sur. 23-01-2013
La vía del “legalismo” adoptada por la oposición venezolana y reflejada bajo el habitual sentido de cruzada civilizadora que suelen erigir los medios masivos de comunicación, pretendió instalar a partir del complejo estado de salud del presidente Chávez, la tesis de un estado de acefalía en Venezuela, que conducía directo a un llamado a elecciones en 30 días. El trasfondo del legalismo opositor resultó, paradójicamente, en una maniobra de carácter destituyente, por el hecho de que decretar acefalía y convocar nuevamente a elecciones significaba, lisa y llanamente, un desconocimiento abierto de la voluntad popular que delegó el mandato en las elecciones de octubre pasado, en las cuales Chávez fue reelecto por más del 55 por ciento de los votos.
La salud del mandatario venezolano se convirtió en un asunto de Estado, desde que su enfermedad, en el punto más álgido desde que le fuera detectada hace un año y medio, y por la cual se le practicó una cuarta operación en La Habana donde se encuentra actualmente hospitalizado, coincidió con el momento en el cual el presidente venezolano debía reasumir el mando. Sobre un aspecto constitucional, acerca de las cuestiones formales que hacen a la asunción del Jefe de Estado, la oposición venezolana desplegó una postura al extremo legalista, que raya en un obsoleto positivismo jurídico, desterrado al ostracismo por los mismos cambios originados en el Estado bolivariano. Sin embargo, dadas las circunstancias y la presencia de este argumento en el escenario mediático nacional e internacional, resulta oportuno analizar el planteo opositor y ver qué posibilidades existen de llegar a un vacío de poder en Venezuela, como consecuencia de la enfermedad del primer mandatario.
En primer lugar, es necesario comprender a Chávez, en el marco del proceso político de cambio que reinauguró la revolución bolivariana a fines del siglo pasado. Su sentido de emancipación se articuló en torno al ejercicio de la soberanía popular y de una representación real, no ficticia, de los intereses populares, que derivó en la construcción de un liderazgo como el de Chávez, de fuerte identidad popular, nacional y regional. Ahora bien, si hay algo que define un proceso político es la existencia de grandes líneas de continuidad en el tiempo.
De ahí la contradicción del planteo de acefalía, que surge de “no comprender” al liderazgo de Chávez como el resultado de un proceso revolucionario que emprendió reformas estructurales en Venezuela, las cuales derivaron, a la vez, en una nueva institucionalización que no deja lugar a vacío de poder. La sanción de una nueva constitución en 1999 -aprobada por referéndum consultivo- y los principales cargos, ejecutivos, legislativos, judiciales y militares, ejercidos hoy por dirigentes surgidos del seno de la revolución, dan cuenta de ese proceso dentro del cual se inscribe la decisión de todos los poderes del Estado, que convalidaron la continuidad de Chávez al frente del gobierno y que generó el respaldo, incluso de la Organización de Estados Americanos (OEA), por lo que su secretario general, José Miguel Insulza, declarara que no tenía nada que objetar sobre la prorroga del mandato del presidente Hugo Chávez, concedido por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y objetado por la Mesa de Unidad Democrática (MUD) que agrupa a la oposición venezolana, la cual sostiene, en cambio, que se produjo una “violación a la Constitución” por el retraso de la jura del presidente.
La continuidad de Chávez fue a la vez legitimada por todas las líneas internas del movimiento bolivariano y, al exterior, por varios Jefes de Estado y representantes de países latinoamericanos, además de otras delegaciones extranjeras que asistieron al masivo acto de reasunción simbólica del mandato, realizado en jueves pasado en Caracas.
El análisis de la tesis de acefalía que sostiene la oposición lleva, más bien, a visualizar que existe una correlación de fuerzas favorable al cambio en Venezuela –y en Latinoamérica-, incluso en el caso de que Chávez no pueda seguir liderando las transformaciones que los sectores opositores intentan revertir desde un falso legalismo bajo el cual subsisten prácticas antidemocráticas y anti institucionales, aunque los medios masivos de comunicación las representen como una cruzada por la defensa constitucional. Sin embargo, los procesos políticos son el resultado de una construcción permanente; en el actual proceso de cambio el sujeto que lo dinamiza deberá tener la capacidad de actuar sobre las contradicciones de quienes son refractarios a éste para ahondar en las transformaciones.
Al principio la tesis es escalofriante: Algo así como que estamos en una revolución y no nos jodan con el legalismo.
Después defiende la legalidad de la resolución de las autoridades venezolanas. Eso es más tranquilizador aunque implique una contradicción con los primeros párrafos.
¿Puede alguien explicar con»objetividad»por que devaluo Venezuela?