El Boletín Oficial se transformó en los últimos meses en una novela cotidiana que revela desgracias y colores de la historia argentina, todo en capítulos imperdibles. La revelación comenzó cuando Cristina de Kirchner ordenó publicar los decretos secretos que se mantenían en reserva. Aparece allí de todo, siempre recomendable para los amantes de la historia contemporánea: presiones de militares sobre presidentes, compras de naves, armas y sobresueldos a jefes de las fuerzas por abajo del mostrador, por definición siempre aprobados por decretos secretos. Hasta los restos fósiles de un cepo cambiario de 1958 aparece reconocible entre esos papeles. También el armado del Plan Conintes, a manos de Arturo Frondizi y los fondos que debió ceder. Y para no estar en contra del ritmo de la historia, el viernes conocimos cómo se compraron los famosos Falcon sin chapa patente para las policías y el Ejército.
El ritmo de publicación no es parejo; en algunos casos, sigue los cánones básicos del kirchnerismo en cuanto a temas revelados, en otros hay novedades.
No era para menos: la revelación de esos decretos viene más que demorada y de hecho hace una década se debería haber cumplido con la tarea que, a esta altura, poco aporta al conocimiento de la verdad en temas ocultos.
Se trata más bien de piezas de colección. Por ejemplo, hace dos semanas se conoció el decreto por el que el país le compró a Gran Bretaña por 1,75 millón de libras esterlinas el H.M.S. Warrior, que para los argentinos fue conocido como el portaaviones A.R.A. Independencia.
Ese paquete de decretos secretos aporta también un puntilloso relato, delicioso para la historia, sobre los tan mentados aprietes militares que sufrió Frondizi. Decreto a decreto aparece allí el expresidente aflojándoles fondos a las tres fuerzas, aunque el más relevante, sin duda, es el que el expresidente firmó en 1958 para declarar la vigencia del Plan Conintes en todo el país. Esa acción para frenar la conmoción interna del Estado les daba a los militares la facultad para reprimir protestas y huelgas, y detener bajo el Código Militar. Desde allí comenzó la discusión sobre si fue Frondizi o José María Guido el que lo activó realmente por primera vez.
No es lo único que interesa en ese relato. Hay una perla histórica que aparece en 1958 dentro de un decreto secreto que autoriza la compra de material militar a la Fábrica Nacional de Armas de Guerra de Herstal, Lieja, Bélgica.
Ese pago de poco más de u$s 210.000 estaba, inclusive en el secreto, pendiente de que el Banco Central aprobara «el permiso previo de cambio», reliquia que indica que hasta al Poder Ejecutivo alcanzaba el cepo por esos días.
El viernes pasado, a 48 horas del aniversario del golpe de 1976, hubo otro ejemplo: en otra tanda de decretos publicados se pudieron conocer piezas únicas sobre el accionar de los militares en esa época, casi un aporte privilegiado al recuerdo de esa nefasta fecha.
Uno de ellos es el que habilitó el 2 de diciembre de 1977 la compra de 90 automóviles Ford Falcon Standard por más de $ 348 miillones de entonces. La especificación del caso fue que salieran «no identificables».
Quizás en el apuro que imponía al Gobierno otro aniversario del golpe, ese decreto apareció el viernes «traspapelado» entre la publicación de otros de 1968 y 1969. Es decir, no pareció seguir la secuencia histórica que el Boletín Oficial les impuso a estas revelaciones en cuotas.
De todas formas, aporta. A fines de los 60 la Fuerza Aérea aparecía con un prolífico ejercicio de compras de aeronaves e insumos de todo tipo. En ese momento logró autorización para comprarle a Holanda otros dos Focker F 27 (a hélice, que LADE usó hasta el hartazgo), helicópteros Alouette a Francia y hasta un de Havilland DHC-6 a Canadá, casi todos hoy piezas de museo.
El ritmo de publicación no es parejo; en algunos casos, sigue los cánones básicos del kirchnerismo en cuanto a temas revelados, en otros hay novedades.
No era para menos: la revelación de esos decretos viene más que demorada y de hecho hace una década se debería haber cumplido con la tarea que, a esta altura, poco aporta al conocimiento de la verdad en temas ocultos.
Se trata más bien de piezas de colección. Por ejemplo, hace dos semanas se conoció el decreto por el que el país le compró a Gran Bretaña por 1,75 millón de libras esterlinas el H.M.S. Warrior, que para los argentinos fue conocido como el portaaviones A.R.A. Independencia.
Ese paquete de decretos secretos aporta también un puntilloso relato, delicioso para la historia, sobre los tan mentados aprietes militares que sufrió Frondizi. Decreto a decreto aparece allí el expresidente aflojándoles fondos a las tres fuerzas, aunque el más relevante, sin duda, es el que el expresidente firmó en 1958 para declarar la vigencia del Plan Conintes en todo el país. Esa acción para frenar la conmoción interna del Estado les daba a los militares la facultad para reprimir protestas y huelgas, y detener bajo el Código Militar. Desde allí comenzó la discusión sobre si fue Frondizi o José María Guido el que lo activó realmente por primera vez.
No es lo único que interesa en ese relato. Hay una perla histórica que aparece en 1958 dentro de un decreto secreto que autoriza la compra de material militar a la Fábrica Nacional de Armas de Guerra de Herstal, Lieja, Bélgica.
Ese pago de poco más de u$s 210.000 estaba, inclusive en el secreto, pendiente de que el Banco Central aprobara «el permiso previo de cambio», reliquia que indica que hasta al Poder Ejecutivo alcanzaba el cepo por esos días.
El viernes pasado, a 48 horas del aniversario del golpe de 1976, hubo otro ejemplo: en otra tanda de decretos publicados se pudieron conocer piezas únicas sobre el accionar de los militares en esa época, casi un aporte privilegiado al recuerdo de esa nefasta fecha.
Uno de ellos es el que habilitó el 2 de diciembre de 1977 la compra de 90 automóviles Ford Falcon Standard por más de $ 348 miillones de entonces. La especificación del caso fue que salieran «no identificables».
Quizás en el apuro que imponía al Gobierno otro aniversario del golpe, ese decreto apareció el viernes «traspapelado» entre la publicación de otros de 1968 y 1969. Es decir, no pareció seguir la secuencia histórica que el Boletín Oficial les impuso a estas revelaciones en cuotas.
De todas formas, aporta. A fines de los 60 la Fuerza Aérea aparecía con un prolífico ejercicio de compras de aeronaves e insumos de todo tipo. En ese momento logró autorización para comprarle a Holanda otros dos Focker F 27 (a hélice, que LADE usó hasta el hartazgo), helicópteros Alouette a Francia y hasta un de Havilland DHC-6 a Canadá, casi todos hoy piezas de museo.