Carta a Castelo

Castelo, disculpá que te escriba, que te moleste. Disculpá porque vos te moriste y yo no, y son las dos de la mañana, llegué de la radio y estoy comiéndome un puchero recalentado. A vos te encantaría el puchero, en realidad no te gustaría porque no hubo en tu vida comida que te dejara satisfecho. Pero sé que te haría feliz la idea de comerse un puchero. No quiero ponerme sentimental, viste, no es por llorón, es nomás que la gente se me acerca y me pregunta por vos, me pregunta qué harías, qué pensarías, con quiénes estarías en estos días tan intensos y arduos. Yo les digo lo que me imagino, porque tampoco puedo no imaginarte tomando decisiones y eligiendo. Lo hablé con tu hija Carla hace un rato, y los dos coincidíamos. ¿Dónde estarías? Es fácil: sólo hay que pensar dónde es imposible que estuvieras. Eras predecible, Castelo. Esta noche me calenté un poco. No como te calentabas vos con esas temperaturas solares que te conocimos, y me calenté porque nuestros adversarios no son leales, Castelo. No discuten con nosotros, no nos pelean. Se dedican a insultarnos, a degradarnos, a rebajarnos para ver si logran convertirnos en materia linchable. Hoy recordé que los militares hablaban de “elementos subversivos”, no de personas. Y esto es parecido, quieren sacarnos la humanidad, convertirnos en “elementos”. Si te digo que Bonasso nos llama carnaza y cretinos a sueldo no me lo vas a creer. Si te cuento que Lanata dice que somos unos chorros hijos de puta, mercenarios, sicarios, esbirros y etcétera, probablemente no te extrañará. Qué se yo, vos los conociste a todos: a los que ahora nos persiguen y a los que están acá poniéndole el hombro a la cosa. Hoy pusimos un disco de Luis Salinas, y eso también nos trajo tu recuerdo. En la radio estoy con los Delelisi, te acordás? Ellos también. Entonces pasamos a Salinas y cantaba El Cabra, el cantante de Gilespi. Con Gilespi siempre nos acordamos de vos, él también está en la radio, igual que Carla. Todos en la radio del Estado, Castelo. ¿Te reís? Es que se dio vuelta la torta de tal manera que tenemos un Estado que nos quiere y nosotros a él. Te lo juro. Y quienes parecían abogar por un “socialismo humanista” están pagados por ya sabés quién. Los dueños del país salvaje, Castelo. Ellos ahora vienen a ser los “estatales”, la burocracia de lo establecido. Es todo tan raro. La contracultura ahora se hace desde el gobierno, y el status quo se defiende desde supuestas voces libertarias pagadas por “privados independientes”. Te juro que te cagarías de risa.
Che, te cuento, si vieras lo que son las plazas ahora. Miles de pibes cantando y llevando banderas. Miles y miles. Pibes que militan en barrios, que se forman, que estudian, que viven haciendo política y que saben que la política puede cambiar las cosas, porque ya las cambió y las sigue cambiando. Las plazas son increíbles, Castelo. Y ahí siempre me preguntan por vos. Las mujeres. Las compañeras. Mujeres lindas, sé que esperás que te informe sobre eso. Y es que todas las mujeres en la plaza son lindas, son bravas, y muchas se acuerdan de vos. Todavía te tienen presente, y aunque saben que te moriste me piden que les dé noticias tuyas. ¿No me lo creés, no? Me ven a mí y se acuerdan de vos, y ese premio me hace bien porque me lo dejaste sin darte cuenta. Y no lo pienso largar. Cuando me preguntan por vos, les digo que estarías feliz. Furioso y feliz de poder pelearte todo el día con los tipos que nunca soportaste.Esos tipos que nacieron con la manija en la mano y para no soltarla son capaces de cualquier cosa. Y estarías furioso, porque no ví tipo más calentón en mi vida, no ví a nadie a quien la bronca le hiciera bien como te hacía a vos. A lo mejor porque sabías de que en esa bronca te salía todo lo que a vos te parecía justo y bueno. Pero las cosas, Castelo, están que arden. Todo está raro. Si te cuento que Tenembaum la acusó a Estela de apoyar la violencia armada, me vas a decir que te estoy jodiendo. Te juro que no. Estos hombres no conocen límites: ahora quieren la ruina de Estela. No les importa nada. Están locos. Yo ya no sé qué pensar. A su edad, Castelo. Estela con tantos años duros pesando sobre su espalda y ahora tiene que soportar la insolencia que el poder les presta a sus operarios más esmerados. Son tan groseros que no parecen criados en casas.
Tengo ganas de hacer pública esta carta desde el país que está vivo porque son muchos acá los que todavía piensan en vos y querrían mandarte cartas. Pero me da miedo, porque los que nos odian son capaces de usarla para insultarte, insultarme, y mancillarnos a todos lo que creemos y peleamos por esto. Ya sé que hay que resistir y dejar que putéen, pero es cansador. No te imaginás lo que están mintiendo todos los días. Todos los días y cada día. Y cada uno de sus espacios en la radio y en la tele los usan para mentir y lastimarnos y ensuciarnos. A nosotros y al gobierno, que para ellos es lo mismo porque ya no hacen diferencias: nos consideran sus enemigos y listo. Quieren hacer un gran paquete con todo y tirarnos a la basura, o capaz al río como ya hicieron. No les importa, Castelo. Echar a un gobierno y el escarnio de quienes lo apoyamos, para ellos es lo mismo. ¿Te cuento una? Putearon a un funcionario que iba con sus dos hijitos y su mujer. Posta. No me creés. Hacés bien. Pero los nenes lloraban. No te estoy jodiendo, Castelo. Antes de eso los periodistas opositores lo habían linchado, mintiendo una serie de infamias. Así lo tiraron a los leones. Destruir un país que se puso a andar les importa menos que sus negocios abusivos, sus famas, o sus carreras de éxitos huecos medidos en guita y en el minuto a minuto.
Yo ahora estoy en la tele. Es por este gobierno y por mí. Para hacer lo que pueda para que no fracase, para que no lo echen a patadas, y porque no quiero el país de antes para mis hijos. A veces dicen que soy periodista, otras conductor, otras creen que me insultan diciendo que soy apenas un tipo que te escribió guiones, y otras veces me dicen mercenario y ladrón. Ese sí es un insulto. El programa mide menos de dos puntos de rating, pero me conocen en todos lados, en todo el país. Vos ya me hablabas de eso del rating, y yo no entendía. ¿Pero sabés qué? Cuando el programa que nos dejaste en radio Mitre medía más que nunca, y le iba “bárbaro”, nos echaron de un voleo en el culo. Yo no entendí qué había pasado. Ahora entiendo que los éxitos y los fracasos son políticos, y que el rating se mide a sí mismo.
Che, Castelo, te cambio de tema: ¿te acordás de Bergoglio, el cura? Bueno, ahora es Papa. No te estoy jodiendo. Espero que eso te favorezca de alguna manera, vos que muy santo que digamos… Yo espero que si hay cielo, un Papa argentino pueda servirte de algo, y ojalá me sirva llegado el caso. Qué cagada que te moriste, viejo. Te lo digo de puro egoísta a estas horas en que mejor que un puchero sería estar fumando con vos mientras hablamos de estas cosas. Y no estoy llorando. Lloré el otro día cuando ví entrar la columna de La Cámpora, el 24 de marzo. Este país es tan trágico y hermoso, Castelo, que apenas nos conectamos con nuestra historia, cuando por un segundo comprendemos la magnitud de nuestra historia, no queda otra que llorar de alegría y de dolor. Por eso hay que desconectar y seguir con el día a día. Te cuento otra: a veces me putean por la calle. Son muchísimas más las que me besan, me abrazan, y me agradecen. Pero desde hace algunos meses unos pocos me putearon. Y con mucho odio. Ese es el éxito de Lanata: les habló a los que estaban incómodos, a los individualistas, a los que siempre creyeron que la política era para robar, y con mentiras y chistes comprados los convenció de que efectivamente todo lo que rodea a la política es corrupto. Es literalmente mierda. Y pensá que para ellos la política es “el gobierno”, porque los demás partidos lo que hacen son gestos de impotencia. Entonces esa gente está convencida de que soy un mercenario, un ladrón, un cretino a sueldo -yo y muchos-. Y eso ocurre. Es gente con un odio atávico (¿te gustó la palabra?). Son ese algo que está muy mal en nuestro país. Son ese algo que permitió primero la muerte, después la ceguera, la soledad y el desamparo. Ya sé que vos los conocés de antes, pero bueno, yo soy más nuevo, más fresco en estas cuestiones. Y todavía me sorprenden.
La verdad es que los molestamos bastante. No pudimos recuperar todo lo que se han venido llevando, pero saben que si seguimos avanzando lo van a tener que largar. Por eso están así. Porque ya tuvieron que devolver un poco de todo lo que tienen sin habérselo ganado, y porque van a tener que pagar por haber sido cómplices civiles de la dictadura. Para ser más precisos: beneficiarios y promotores de la dictadura criminal. Están los juicios, y se vienen más juicios para juzgar lo que hicieron. Es una pena que te estés perdiendo estos años. Los tipos de tu edad no dejan de repetir “yo pensé que esto no lo iba a llegar a ver nunca”. Y mientras tanto lo miran y lo disfrutan. El tironeo es formidable. El país está dividido, y de eso también nos echan la culpa. No piensan que está dividido porque hay gente que quiere el país donde manden los que organizaron cada una de nuestras matanzas, los que se repartieron las tierras, los que escribieron la historia, los que hicieron las leyes… a vos qué te voy a contar. Pero lo más gracioso es que nos piden que nos pongamos de acuerdo. Te piden que te pongas de acuerdo con un tipo que lo único que quiere es joderte: si me dejás joderte entonces somos amigos. Es así, Castelo. Ya sé que vos me lo dijiste, pero dejame que te lo cuente ahora que lo vivo en carne propia.
Bueno, a esta hora para vos recién empezó la noche. Sospecho que allá, si te tocó la parte buena, vivirás siempre en la noche. Pero para mí es muy tarde. Como antes. Disculpá de nuevo esta interferencia en tus cuestiones. Es que en los últimos días te me apareciste en un montón de cosas. Qué cagada que te moriste. Qué cagada que tenga que escribirte como a una novia. Seguramente te vas a reír de mí como antes. Y me estarás haciendo algún comentario más o menos grueso. Pero bueno, ya que te escribí como a una novia: te mando un beso. Y ya que estoy te digo que te extraño y que te quiero mucho, Castelo.

Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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2 comentarios en «Carta a Castelo»

  1. genial,siempre que escucho a estos periodistas que estan tan lejos de la profesion, que mienten y ensucian, a esa que esta en Tn, que trabajaba con Castelo,y me pregunto que esperan, si no tienen verguenza y me pregunto que diria Castelo
    Cuando escucho que alguno de ellos usa las frases de el #llevatela#, siento mucha bronca

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