Solo. Así camina Michel Camdessus por el lobby del remozado hotel Four Seasons. «Ahora soy un hombre de a pie», dirá una y otra vez en su mano a mano exclusivo con El Cronista WE. La definición no es menor para quien lideró los designios del Fondo Monetario Internacional (FMI) entre 1987 y 2000 y está acostumbrado a una vida de encuentros con presidentes, ministros y gabinetes, además de marchas y contramarchas de quienes no estaban de acuerdo con «las recetas» del Fondo.
«Pasé 13 años de mi vida en el FMI y por esta experiencia sólo me atrevo a proponer juicios, opiniones cuando tengo el asesoramiento del Fondo, que tiene sus virtudes y defectos, pero que es universalmente aceptado», se atajará al comienzo el economista francés, en un perfecto español. Sin embargo, a lo largo de los 40 minutos que se extiende el encuentro, demuestra que está mucho más actualizado de lo que simula y suelta declaraciones sobre su particular visión de la economía global.
A punto de cumplir 80 años, con un tono suave y movimientos firmes, Camdessus reparte su actualidad entre las charlas que da por todo el mundo, la lectura sobre economías más disímiles y las vacaciones con sus ocho nietos, con los que dice «disfrutar el descanso». A continuación, los principales lineamientos de una visión ortodoxa que, desde ya le advierto estimado lector, tiene infinitas contraindicaciones si usted no cree en la escuela de los clásicos. El debate está servido.
l ¿Cuál es su visión de la economía argentina?
– Quiero mucho al país. Estuve aquí un sinnúmero de veces trabajando y trayendo ayuda, pero no soy capaz de entrar en una discusión o juicio sobre cualquier país sin tener datos ciertos y, para mí, los datos ciertos son los que produce el Fondo Monetario Internacional. Desde 2006 hay silencio del Fondo sobre la Argentina. Las misiones no vienen porque el Gobierno no lo quiere, sin embargo, sé que hubo discusiones sobre la inflación, el método para calcularla y la Argentina pidió asistencia técnica. El FMI se la dio pero la Argentina no aceptó la fórmula que el mundo entero tiene consensuada. Estoy incomunicado con este gran país. Me duele pero es un hecho.
l En la Argentina, la opinión pública es muy crítica del rol del Fondo durante las últimas crisis…
– (Cambia el tono) De vez en cuando es crítica la visión del Fondo, hubo momentos en los que también fue muy optimista. El organismo es objetivo, si bien es difícil humanamente serlo, pero los análisis se hacen de manera muy profesional, y lo que pienso y deseo es que la situación se normalice. Porque la Argentina, con sus recursos humanos, económicos y de toda clase, merece estar reconocida en la comunidad económica internacional como un país de gran futuro y no estar aislada como parece que más y más lo está. Como amigo de la Argentina, me gustaría ver que todo esto se vaya resolviendo.
lSin embargo, a nivel global se criticó el rol y hubo un cambio estratégico respecto de lo que el organismo impone o deja de imponer…
– El Fondo es excelente. No cambió con respecto a los ’90. Está para tratar de responder en circunstancias históricas cambiantes a los problemas del mundo y a sus crisis. Me tocó hacerlo hace mucho tiempo, otros lo han hecho después y otros hoy, pero el objetivo es claro. Cumple bien con su tarea, que es ayudar a cada país y dar las condiciones de un desarrollo sostenible.
l Pero la crisis global demuestra que el mecanismo no es del todo activo…
– Estamos saliendo poco a poco de la crisis global, algunos países más rápido que otros. En Europa está aún la crisis, pero las decisiones tomadas recientemente con relación a la unidad bancaria europea son de gran importancia para imponer reglas similares a todos e imponer controles de bancos, dar una capacidad de diagnóstico más sólida y rápida. Hubiese sido preferible tomar las medidas antes de las crisis que después, pero es parte de la historia de los hombres que requieren de crisis para cambiar.
l Su visión es más bien aperturista y en la Argentina se vive actualmente un escenario de controles al dólar, intervenciones, restricciones a las importaciones… ¿Qué piensa de esto?
– Conocí muy bien esto en mi país en el 80 y mi experiencia fue que, cuando tuvimos el valor de salir de los controles para enfrentar la realidad objetiva explicando al público cuál era el problema y a qué íbamos, fue solo en ese momento que el país despegó de nuevo. l Imagino que su paso por el Fondo le debe haber dejado recuerdos gratos pero también ingratos…
– No tengo recuerdos ingratos de mi gestión al frente del FMI. Las relaciones de confianza y de trabajo en común con el BID y con otros países fueron logros. Concebí mi papel como el de dar confianza al mundo. De dar testimonio de lo que hacen los países. La idea era colaborar con los países que estaban al fondo del abismo y darles fórmulas para que pudieran salir con la colaboración internacional. Fracasé en muchas ocasiones, pero no se las voy a decir porque no las tengo presentes en la mente. A pesar de todos nuestros esfuerzos, no fuimos capaces de sacar a Haití de su tremenda situación ni de reunir las condiciones para que este país salga.
l ¿Las recetas del Fondo están siempre ligadas al ajuste?
– El ajuste, señor, es indispensable. Si no se ajusta, no se va a la equidad ni al crecimiento. No hay país que haya logrado crecimiento sostenible con otro camino. Se puede lograr fuegos de paja, pero si se quiere ir al desarrollo sostenible, hay que pasar por el ajuste, permitiéndole el apoyo internacional para atravesar el momento.
l Digamos que existen otras fórmulas macroeconómicas…
– Las interpretaciones son negativas porque el ajustarse personalmente o colectivamente no es un deporte preferido de todos. Ajustarse al levantarse por la mañana cuesta mucho.
l ¿Y qué rol tiene la Argentina en este contexto?
– La Argentina es muy latina y por eso me seduce y la quiero. Es de mucha intelectualidad, sensitividad, de mucha humanidad. Pero todo eso que es muy positivo y me encanta, merece apoyarse en las bases macroeconómicas equilibradas para poder pensar en otra cosa que no sea la economía. Estoy impaciente porque este gran país vuelva a ser reconocido en el mundo.
l El país tiene, según los últimos índices, una reducción de la inversión extranjera directa. ¿Qué importancia tiene ello?
– Es un dato preocupante la caída de la inversión extranjera. Me parece muy importante que se normalicen las relaciones de la Argentina con el entorno. Igual está claro que a los países no les gusta la verdad y mucho menos el ajuste.
l ¿Qué riesgos genera la inflación?
– No es el buen camino para el crecimiento. Son fuegos de pajas. El crecimiento sostenible se hace en base de una economía estabilizada, con baja inflación y cuentas equilibradas. A eso hay que llegar.
l ¿Cuáles son las perspectivas para el mundo en el 2040?
– Habrá que cuidar el ahorro y la inversión. Ya que no se puede crecer en forma sostenida sin inversión. Aquí, el ahorro y la inversión siguen insuficientes. Luego la productividad, la apertura externa, la competitividad. El mundo se hace global y los países de América latina tienen que estar listos para estas contiendas mundiales.
l El mundo se rige hoy por decisiones de corto plazo…
– Cuando se tiene la misión de preparar una generación de hombres y mujeres no se puede ser cortoplacista. La obligación pasa por mirar hacia allá, y en eso estamos. Tenemos que descubrir cuáles son las cosas que hoy son obstáculos a un crecimiento de largo plazo. Mi creencia, mi certidumbre es que lo que más paraliza el crecimiento ordenado y humano de la región son las desigualdades. Esto hay que corregirlo, sino se van a estancar. z we
«Pasé 13 años de mi vida en el FMI y por esta experiencia sólo me atrevo a proponer juicios, opiniones cuando tengo el asesoramiento del Fondo, que tiene sus virtudes y defectos, pero que es universalmente aceptado», se atajará al comienzo el economista francés, en un perfecto español. Sin embargo, a lo largo de los 40 minutos que se extiende el encuentro, demuestra que está mucho más actualizado de lo que simula y suelta declaraciones sobre su particular visión de la economía global.
A punto de cumplir 80 años, con un tono suave y movimientos firmes, Camdessus reparte su actualidad entre las charlas que da por todo el mundo, la lectura sobre economías más disímiles y las vacaciones con sus ocho nietos, con los que dice «disfrutar el descanso». A continuación, los principales lineamientos de una visión ortodoxa que, desde ya le advierto estimado lector, tiene infinitas contraindicaciones si usted no cree en la escuela de los clásicos. El debate está servido.
l ¿Cuál es su visión de la economía argentina?
– Quiero mucho al país. Estuve aquí un sinnúmero de veces trabajando y trayendo ayuda, pero no soy capaz de entrar en una discusión o juicio sobre cualquier país sin tener datos ciertos y, para mí, los datos ciertos son los que produce el Fondo Monetario Internacional. Desde 2006 hay silencio del Fondo sobre la Argentina. Las misiones no vienen porque el Gobierno no lo quiere, sin embargo, sé que hubo discusiones sobre la inflación, el método para calcularla y la Argentina pidió asistencia técnica. El FMI se la dio pero la Argentina no aceptó la fórmula que el mundo entero tiene consensuada. Estoy incomunicado con este gran país. Me duele pero es un hecho.
l En la Argentina, la opinión pública es muy crítica del rol del Fondo durante las últimas crisis…
– (Cambia el tono) De vez en cuando es crítica la visión del Fondo, hubo momentos en los que también fue muy optimista. El organismo es objetivo, si bien es difícil humanamente serlo, pero los análisis se hacen de manera muy profesional, y lo que pienso y deseo es que la situación se normalice. Porque la Argentina, con sus recursos humanos, económicos y de toda clase, merece estar reconocida en la comunidad económica internacional como un país de gran futuro y no estar aislada como parece que más y más lo está. Como amigo de la Argentina, me gustaría ver que todo esto se vaya resolviendo.
lSin embargo, a nivel global se criticó el rol y hubo un cambio estratégico respecto de lo que el organismo impone o deja de imponer…
– El Fondo es excelente. No cambió con respecto a los ’90. Está para tratar de responder en circunstancias históricas cambiantes a los problemas del mundo y a sus crisis. Me tocó hacerlo hace mucho tiempo, otros lo han hecho después y otros hoy, pero el objetivo es claro. Cumple bien con su tarea, que es ayudar a cada país y dar las condiciones de un desarrollo sostenible.
l Pero la crisis global demuestra que el mecanismo no es del todo activo…
– Estamos saliendo poco a poco de la crisis global, algunos países más rápido que otros. En Europa está aún la crisis, pero las decisiones tomadas recientemente con relación a la unidad bancaria europea son de gran importancia para imponer reglas similares a todos e imponer controles de bancos, dar una capacidad de diagnóstico más sólida y rápida. Hubiese sido preferible tomar las medidas antes de las crisis que después, pero es parte de la historia de los hombres que requieren de crisis para cambiar.
l Su visión es más bien aperturista y en la Argentina se vive actualmente un escenario de controles al dólar, intervenciones, restricciones a las importaciones… ¿Qué piensa de esto?
– Conocí muy bien esto en mi país en el 80 y mi experiencia fue que, cuando tuvimos el valor de salir de los controles para enfrentar la realidad objetiva explicando al público cuál era el problema y a qué íbamos, fue solo en ese momento que el país despegó de nuevo. l Imagino que su paso por el Fondo le debe haber dejado recuerdos gratos pero también ingratos…
– No tengo recuerdos ingratos de mi gestión al frente del FMI. Las relaciones de confianza y de trabajo en común con el BID y con otros países fueron logros. Concebí mi papel como el de dar confianza al mundo. De dar testimonio de lo que hacen los países. La idea era colaborar con los países que estaban al fondo del abismo y darles fórmulas para que pudieran salir con la colaboración internacional. Fracasé en muchas ocasiones, pero no se las voy a decir porque no las tengo presentes en la mente. A pesar de todos nuestros esfuerzos, no fuimos capaces de sacar a Haití de su tremenda situación ni de reunir las condiciones para que este país salga.
l ¿Las recetas del Fondo están siempre ligadas al ajuste?
– El ajuste, señor, es indispensable. Si no se ajusta, no se va a la equidad ni al crecimiento. No hay país que haya logrado crecimiento sostenible con otro camino. Se puede lograr fuegos de paja, pero si se quiere ir al desarrollo sostenible, hay que pasar por el ajuste, permitiéndole el apoyo internacional para atravesar el momento.
l Digamos que existen otras fórmulas macroeconómicas…
– Las interpretaciones son negativas porque el ajustarse personalmente o colectivamente no es un deporte preferido de todos. Ajustarse al levantarse por la mañana cuesta mucho.
l ¿Y qué rol tiene la Argentina en este contexto?
– La Argentina es muy latina y por eso me seduce y la quiero. Es de mucha intelectualidad, sensitividad, de mucha humanidad. Pero todo eso que es muy positivo y me encanta, merece apoyarse en las bases macroeconómicas equilibradas para poder pensar en otra cosa que no sea la economía. Estoy impaciente porque este gran país vuelva a ser reconocido en el mundo.
l El país tiene, según los últimos índices, una reducción de la inversión extranjera directa. ¿Qué importancia tiene ello?
– Es un dato preocupante la caída de la inversión extranjera. Me parece muy importante que se normalicen las relaciones de la Argentina con el entorno. Igual está claro que a los países no les gusta la verdad y mucho menos el ajuste.
l ¿Qué riesgos genera la inflación?
– No es el buen camino para el crecimiento. Son fuegos de pajas. El crecimiento sostenible se hace en base de una economía estabilizada, con baja inflación y cuentas equilibradas. A eso hay que llegar.
l ¿Cuáles son las perspectivas para el mundo en el 2040?
– Habrá que cuidar el ahorro y la inversión. Ya que no se puede crecer en forma sostenida sin inversión. Aquí, el ahorro y la inversión siguen insuficientes. Luego la productividad, la apertura externa, la competitividad. El mundo se hace global y los países de América latina tienen que estar listos para estas contiendas mundiales.
l El mundo se rige hoy por decisiones de corto plazo…
– Cuando se tiene la misión de preparar una generación de hombres y mujeres no se puede ser cortoplacista. La obligación pasa por mirar hacia allá, y en eso estamos. Tenemos que descubrir cuáles son las cosas que hoy son obstáculos a un crecimiento de largo plazo. Mi creencia, mi certidumbre es que lo que más paraliza el crecimiento ordenado y humano de la región son las desigualdades. Esto hay que corregirlo, sino se van a estancar. z we