El fuerte discurso de Cristina Fernández de Kirchner contra la devaluación no venía solo. La sólida argumentación que desplegó el lunes en defensa de un modelo que privilegia la producción y la industrialización, porque genera trabajo, ayer tuvo correlato en las medidas anunciadas por los miembros de la conducción económica en pleno. No fue esta vez un ataque a quienes pasaron sus activos a dólares sin declararlos, o refugiaron en la misma divisa los ingresos obtenidos en algún circuito ilegal, lejos del lado formal del sistema bancario y del alcance visual de la AFIP. Se trató, en cambio, de una convocatoria a esos mismos capitales para que reingresen al circuito formal, orientados a la inversión inmobiliaria o a la construcción, o bien a través de colocaciones a tres años mediante un bono público en dólares. El Gobierno formuló una apuesta fuerte: rechaza la devaluación, pero al mismo tiempo crea instrumentos buscando evitar el impacto de la disparada del marginal sobre la economía real.
La magnitud del impacto dependerá del dinero que decida blanquearse. Es difícil aventurar cuál puede ser la reacción de quienes fugaron su dinero al exterior, a una cuenta secreta en un paraíso fiscal y descreen tanto de las políticas del Gobierno como de sus intenciones. Aunque por una cuestión de oportunidad el desarrollo de un negocio alternativo en el país, falta de transacciones atractivas y seguras en el exterior podrían verse tentados de aprovechar la opción de repatriación sin costo. La oportunidad podría resultar más cercana para quienes tienen sus activos no declarados y en divisas dentro del país. Son tres meses, a partir de la aprobación del proyecto en el Congreso, que habrá que esperar para dimensionar el resultado.
Los fondos que ingresen por esa vía estarán orientados al mercado inmobiliario, al de la construcción y a financiar proyectos energéticos y de infraestructura. Los dos primeros son rubros que el Gobierno busca reactivar tras haber sido muy impactados por la explosión del dólar marginal y su planeada amplificación. Los otros dos son sectores estratégicos para garantizar las condiciones de continuidad del proceso de crecimiento. La propuesta ratifica lo enunciado por Cristina veinticuatro horas antes del anuncio: se cuida el modelo de producción, la generación de empleo y se descarta la alternativa de la devaluación como salida, por sus efectos perniciosos en materia de distribución del ingreso, consumo y poder adquisitivo de la población.
El Gobierno tampoco se desdice en su convicción de que el dólar ilegal o negro no es una variable relevante, sino una construcción de un grupo de presión, en este caso con el objetivo concreto de lograr una devaluación del dólar que se usa para el comercio exterior y las transacciones financieras legales (el dólar oficial). Las medidas propuestas lo confirman: no apuntan a desarmar, combatir o incidir en forma directa sobre el mercado del candorosamente llamado dólar blue. Sí tratan de despejar el impacto que su volatilidad provoca sobre la actividad de la construcción y las cotizaciones del mercado inmobiliario.
Si el nuevo certificado de depósitos nominado en dólares, que se pondrá en circulación a partir del blanqueo, logra un nivel de aceptación importante y circula en el mercado inmobiliario en una magnitud significativa, podría reemplazar parte de la demanda de dólares de parte de los vendedores de propiedades. Y aunque no sea un instrumento de uso extendido, su sola presencia podría aportar a descomprimir un mercado que, por una dolarización exacerbada, prácticamente se paralizó en el primer trimestre. La no convalidación de la actualización de las cotizaciones al ritmo del dólar marginal frenó el mercado, tal cual destacó el diputado nacional Carlos Heller al destacar como hecho positivo el rechazo a esa práctica, promovida por algunas grandes inmobiliarias.
El bono que se emitirá en dólares, a tres años (Baade), es una opción de atesoramiento para quienes buscan refugiar sus ahorros en divisas. El acceso al mismo es exclusivamente por vía del blanqueo, en una primera instancia, y luego por transferencia en el mercado. Como alternativa a tener los dólares debajo del colchón, puede ser una opción atractiva sobre todo para ahorristas locales, más que para los que fugaron sus activos fuera del país. Otra vez, hay que decir que el resultado en cuanto a su magnitud de captación es incierto, pero en cambio está muy clara la orientación de la medida: esos dólares serán acumulados por el Banco Central para financiar proyectos de desarrollo. Una vez más, la apuesta es al modelo productivo e industrializador. Buscar desdolarizar incorporando al circuito productivo esos ahorros, pero no por vía de una devaluación.
El impacto es incierto, porque en economía no hay medidas que tengan resultados garantizados. Salvo los negativos, como el efecto que tendría una devaluación sobre los asalariados. El Gobierno se hace cargo de que la disparada del dólar negro está contaminando la economía real, por vía de contagio sobre los precios (mercado inmobiliario) o por expectativas desfavorables (construcción). Los dos instrumentos que lanzó buscan contrarrestar ese efecto.
La señal política es más concreta. No sólo porque ratifica el modelo económico en marcha, sino porque, además, el Gobierno retoma la iniciativa en un tema en el que la especulación pro devaluación parecía amenazar con llevarse puesto el modelo. Los datos de la economía real no corroboraban esa impresión, pero la pasividad del Gobierno ante la trepada interminable del dólar ilegal terminaba abonando esa sensación que comentaristas del establishment instalaban.
El regreso del Gobierno a escena se produjo con dos episodios fuertes. El lapidario discurso de Cristina respecto de las expectativas de devaluación y su pormenorizado relato de las consecuencias de devaluaciones pasadas, la remarcación de los responsables detrás de la estampida devaluacionista y la defensa del modelo productivo. El segundo episodio, menos refinado en su elaboración, pero igualmente contundente, fue la presencia del gabinete económico en pleno para el anuncio. Allí estaban los protagonistas de las presunciones más disparatadas y más elucubradas que se lanzaron en los últimos tiempos para mostrar diferencias, rupturas y supuestas confrontaciones dentro de ese quinteto. Todos juntos para presentar y explicar una única propuesta con dos instrumentos.
Los intereses que juegan contra el rumbo económico apuestan a la incertidumbre y el miedo. El Gobierno juega sus cartas para protegerlo. Pequeños, medianos y grandes capitalistas están llamados, desde un lado y del otro, a dar respuesta.
La magnitud del impacto dependerá del dinero que decida blanquearse. Es difícil aventurar cuál puede ser la reacción de quienes fugaron su dinero al exterior, a una cuenta secreta en un paraíso fiscal y descreen tanto de las políticas del Gobierno como de sus intenciones. Aunque por una cuestión de oportunidad el desarrollo de un negocio alternativo en el país, falta de transacciones atractivas y seguras en el exterior podrían verse tentados de aprovechar la opción de repatriación sin costo. La oportunidad podría resultar más cercana para quienes tienen sus activos no declarados y en divisas dentro del país. Son tres meses, a partir de la aprobación del proyecto en el Congreso, que habrá que esperar para dimensionar el resultado.
Los fondos que ingresen por esa vía estarán orientados al mercado inmobiliario, al de la construcción y a financiar proyectos energéticos y de infraestructura. Los dos primeros son rubros que el Gobierno busca reactivar tras haber sido muy impactados por la explosión del dólar marginal y su planeada amplificación. Los otros dos son sectores estratégicos para garantizar las condiciones de continuidad del proceso de crecimiento. La propuesta ratifica lo enunciado por Cristina veinticuatro horas antes del anuncio: se cuida el modelo de producción, la generación de empleo y se descarta la alternativa de la devaluación como salida, por sus efectos perniciosos en materia de distribución del ingreso, consumo y poder adquisitivo de la población.
El Gobierno tampoco se desdice en su convicción de que el dólar ilegal o negro no es una variable relevante, sino una construcción de un grupo de presión, en este caso con el objetivo concreto de lograr una devaluación del dólar que se usa para el comercio exterior y las transacciones financieras legales (el dólar oficial). Las medidas propuestas lo confirman: no apuntan a desarmar, combatir o incidir en forma directa sobre el mercado del candorosamente llamado dólar blue. Sí tratan de despejar el impacto que su volatilidad provoca sobre la actividad de la construcción y las cotizaciones del mercado inmobiliario.
Si el nuevo certificado de depósitos nominado en dólares, que se pondrá en circulación a partir del blanqueo, logra un nivel de aceptación importante y circula en el mercado inmobiliario en una magnitud significativa, podría reemplazar parte de la demanda de dólares de parte de los vendedores de propiedades. Y aunque no sea un instrumento de uso extendido, su sola presencia podría aportar a descomprimir un mercado que, por una dolarización exacerbada, prácticamente se paralizó en el primer trimestre. La no convalidación de la actualización de las cotizaciones al ritmo del dólar marginal frenó el mercado, tal cual destacó el diputado nacional Carlos Heller al destacar como hecho positivo el rechazo a esa práctica, promovida por algunas grandes inmobiliarias.
El bono que se emitirá en dólares, a tres años (Baade), es una opción de atesoramiento para quienes buscan refugiar sus ahorros en divisas. El acceso al mismo es exclusivamente por vía del blanqueo, en una primera instancia, y luego por transferencia en el mercado. Como alternativa a tener los dólares debajo del colchón, puede ser una opción atractiva sobre todo para ahorristas locales, más que para los que fugaron sus activos fuera del país. Otra vez, hay que decir que el resultado en cuanto a su magnitud de captación es incierto, pero en cambio está muy clara la orientación de la medida: esos dólares serán acumulados por el Banco Central para financiar proyectos de desarrollo. Una vez más, la apuesta es al modelo productivo e industrializador. Buscar desdolarizar incorporando al circuito productivo esos ahorros, pero no por vía de una devaluación.
El impacto es incierto, porque en economía no hay medidas que tengan resultados garantizados. Salvo los negativos, como el efecto que tendría una devaluación sobre los asalariados. El Gobierno se hace cargo de que la disparada del dólar negro está contaminando la economía real, por vía de contagio sobre los precios (mercado inmobiliario) o por expectativas desfavorables (construcción). Los dos instrumentos que lanzó buscan contrarrestar ese efecto.
La señal política es más concreta. No sólo porque ratifica el modelo económico en marcha, sino porque, además, el Gobierno retoma la iniciativa en un tema en el que la especulación pro devaluación parecía amenazar con llevarse puesto el modelo. Los datos de la economía real no corroboraban esa impresión, pero la pasividad del Gobierno ante la trepada interminable del dólar ilegal terminaba abonando esa sensación que comentaristas del establishment instalaban.
El regreso del Gobierno a escena se produjo con dos episodios fuertes. El lapidario discurso de Cristina respecto de las expectativas de devaluación y su pormenorizado relato de las consecuencias de devaluaciones pasadas, la remarcación de los responsables detrás de la estampida devaluacionista y la defensa del modelo productivo. El segundo episodio, menos refinado en su elaboración, pero igualmente contundente, fue la presencia del gabinete económico en pleno para el anuncio. Allí estaban los protagonistas de las presunciones más disparatadas y más elucubradas que se lanzaron en los últimos tiempos para mostrar diferencias, rupturas y supuestas confrontaciones dentro de ese quinteto. Todos juntos para presentar y explicar una única propuesta con dos instrumentos.
Los intereses que juegan contra el rumbo económico apuestan a la incertidumbre y el miedo. El Gobierno juega sus cartas para protegerlo. Pequeños, medianos y grandes capitalistas están llamados, desde un lado y del otro, a dar respuesta.
desconfio de nuestro patriotismo.Somos europeos en America.Se ha logrado crear tal grado de desconfianza que,sumado al permanente bombardeo de desprestigio del gobierno,es dificiil que se cambien las tendencias.Se que mas que de sentimientos se trata del afan de ganancia,y en esto ignoro como se ecaluaran los beneficios de acatar las medidas.Ojala me equivoque.