Hace poco dijimos que la frecuencia de posteo había disminuido considerablemente en la blogósfera. Que costaba encontrar planteos originales sobre la coyuntura actual, también por los canales tradicionales. Cabe repetir, acá y ahora, aquel diagnóstico, creemos.
El gobierno nacional rehúsa con fiereza y, todo debe decirse, también mediante la ingesta de batracios varios –en muchos casos de porte grueso, como ser el famoso nuevo blanqueo de capitales–, afrontar los desafíos que suponen las limitaciones que experimenta el programa económico inaugurado en 2003 –conforme recorre sucesivas etapas en su despliegue– a partir de recetas ortodoxas que supongan como variable de ajuste única el bolsillo asalariado, cuyos resultados nos son históricamente familiares. La heterodoxia consentida tampoco ofrece rutas alternativas aceptables.
Que a diez años vista de iniciado un proyecto político se avisten fronteras tales no debería extrañar, así es esto, menos aún cuando la mayoría de ellas son resultante de las conquistas sociales que se elaboraron durante una década.
Ya se ha dicho hasta el cansancio, las encrucijadas, otras, que amenazaban en 2003 no permitían un margen de acción amplio; se hizo, así, más lo que se pudo que lo que se querría en situaciones ideales, que aquella no lo era. Las inconsistencias que se arrastran desde aquello, pues, son un precio menor a las opciones de pretendida sensatez académica desde las que se reprocha al kirchnerismo «por su deriva populista». Que haya tenido y aún tenga que ver en todo esto una ciertamente inexplicable apuesta oficial al intento de recrear una burguesía nacional no obsta a la idea organizadora dominante aquí enunciada.
El litigio central de la hora se expresa en toda su dimensión en pocos lugares mejor que en la participación de Guillermo Moreno y Axel Kicillof en la asamblea de accionistas del Grupo Clarín. La información es un combustible esencial a la hora de la toma de decisiones de gobierno, y el kirchnerismo cuenta con un bagaje interesante de ello desde que en 2011 concretó su participación en los directorios de varias empresas privadas de las que heredó tenencias accionarias en virtud de la re nacionalización del sistema previsional de 2008.
Y sobre todo, a partir de semejante movida, que implican una sana sofisticación de la caja de herramientas de intervención estatal, las perspectivas para operar el programa económico son muy otras.
Decía nuestro amigo Mariano Grimoldi cuando se anunció esta innovación: “El kirchnerismo nunca ha puesto en cuestión los mecanismos de acumulación sobre los que se asienta el sistema capitalista. (…) Sin embargo, la postura mencionada (tema directorios-ANSeS) se inscribe en algo para lo cual el kirchnerismo mostró un atisbo de posicionamiento ideológico y estratégico, que es la disputa por la libre disponibilidad de las utilidades empresariales. Todo el esquema económico está asentado sobre este pilar, que es ideológico y que no puede entenderse sin aceptar la existencia real del sistema capitalista como dominante en el ámbito de la generación de riquezas.”
Y cerraba así: “(…) el tema adquiere volumen cuando se trata de ver quiénes y con qué criterio y en qué marco de libertad pueden disponer de los excedentes de la economía. (…) la imposibilidad de ver el cuadro completo está dada en la aceptación de un dato real pero no todo lo significativo que se cree: el crecimiento de la facturación de las grandes empresas. Pero no dice nada eso, si no sabemos qué se puede hacer con esa facturación (…) En fin, una serie de cuestiones que complejizan mucho los pormenores de la disponibilidad de excedentes y los usos públicos y privados de los mismos, que hacen del kirchnerismo un elemento revulsivo más por factores reales que simbólicos.”
Guillermo Moreno preguntando en Clarín por los honorarios que percibe el canciller del holding, Jorge Rendo, significa una cuestión inaceptable para los más encumbrados elementos del capitalismo argentino, que se acostumbraron durante demasiado tiempo a operar en el secretismo y a desestimar la variable de la responsabilidad social del capital en la ecuación de sus respectivos giros comerciales.
Desde iniciado 2013, el gobierno nacional encara la corrección del nivel de inflación de la economía nacional. La novedad, esta vez, pasa por el dato de que ya no son los salarios y las transferencias de ingresos desde el Estado los que, en exclusiva, cargan sobre sus espaldas con las cuentas del asunto, como otrora era descontado. Eso son el congelamiento y la vigilancia de precios, la revisión de la estructura de costos empresariales (como hacía Moreno en la asamblea del Grupo Clarín), la Moreno Card , las intervenciones en las opciones de ahorro e inversión privados.
Ciertas plumas desencantadas con el oficialismo no dudan en tratarlo, desde hace un tiempo, de conservador porque, dicen, ya no va más allá de repetir la cita de logros de años pasados. Conviene entender, frente a eso, que la condición material de posibilidad del sostenimiento y la profundización de ellas, las razones que supusieron el éxito electoral oficialista, se cifra en el antecedente ineludible de la relación que elaboró el gobierno nacional con el establishment: si bien no rupturista, sí distinta de lo antes conocido, esto es, la mera convalidación indiscutida de negocios privados sin beneficio de inventario por parte del Estado.
Es cierto, entonces: la cuestión principal no pasa por la enumeración de mejoras como las que la presidenta CFK anunció para la Asignación Universal por Hijo y otras similares. Sí que cuesta expandir la reinvención de metas cuando ya se parte desde la concreción de beneficios. Antes bien se trata de discutir qué es lo que permite que no se deba recurrir a recortes en esas áreas, o directamente a eliminarlas, al tiempo que además el país se desendeuda con recursos propios –por citar razones que hacen a un país serio, y no sólo las que caracterizan a los regímenes demagógicos–, cuando se requiere de reconsiderar ciertos aspectos del rumbo general de la marcha.
Y luego de ello, observar a los competidores. Indagar en cuál de ellos logrará sostener esta tensión, por capacidad y voluntad. Así se podrá, quizás, revisar mejor la calificación de conservadora que ha merecido la actual experiencia de gobierno.