Con un impresionante show de fuegos artificiales concluyeron los festejos en la Plaza de Mayo. Foto: Hernán Zenteno
Aunque la mayoría de los que se movilizaron lo hicieron encuadrados en organizaciones sindicales y políticas, también hubo muchas familias, grupos de jóvenes y curiosos, sin afiliación partidaria, que se acercaron ayer a la Plaza de Mayo.
Entre las personas consultadas por LA NACION prevalecía ayer un espíritu de festejo por la década de gobierno kirchnerista. Los aspectos más mencionados fueron la política de derechos humanos y la Asignación Universal por Hijo (AUH).
Las familias fueron quienes llegaron más temprano a la Plaza, a partir de las tres de la tarde. Muchos con mate y algunos con sillas plegables, que, una vez que se llenó la Plaza, debieron dejar de lado. Los grupos de amigos jóvenes llegaron, en su mayoría, un poco más tarde.
Soraya y Carlos, de 34 años, vinieron a celebrar «el 25 de Mayo y los diez años» desde Quilmes, con sus tres hijos. «Después de 2001 nuestra situación familiar era muy difícil, teníamos trabajo pero muy inestable», señaló Carlos. Soraya contó, con orgullo, que está estudiando trabajo social en la Universidad Nacional de José C. Paz, que «inauguró Néstor». Ambos coinciden en señalar las mejoras laborales y la AUH como los rasgos que más rescatan de los últimos diez años de gobierno.
Entre quienes celebraron ayer, también hubo algunos que, sin dejar de valorar los «logros», admitieron que «faltan cosas por hacer». Es el caso de Adriana y Horacio, un matrimonio de Quilmes que fue a la Plaza sin estar encolumnado con ninguna organización, pero en «apoyo del gobierno nacional y popular» con el que «se identifican». Coincidieron los dos en destacar al matrimonio igualitario y la AUH como las medidas más destacadas. «Entre muchas, claro», dijo Adriana, quien señaló «la falta de aborto legal» como «una de las cuentas pendientes».
También hubo varios turistas sorprendidos por la multitudinaria movilización, como el sudafricano Justin Flenner, de 40 años, que visita Buenos Aires por primera vez. «Entiendo que están festejando por los 203 años de independencia», dice Justin, que se muestra sorprendido al saber que también se celebran diez años desde la asunción del marido de la actual presidenta. «Están terminando su gobierno, ¿no?», consulta, intrigado, Justin.
«La oposición no tiene ninguna propuesta; acá la única oposición son los medios», dijo Sara Abelardo. Y agregó: «En 66 años nunca vivimos tantos logros», mientras señalaba a su marido, quien, al igual que ella, trabaja en la industria cultural.
«No hay mayor felicidad que tener un proyecto que te represente, porque con el odio, como el de los que insultan a la Presidenta, no se construye nada», sostuvo Sara, que afirmaba haber participado de «todos los actos», pese a no «ser de ninguna organización política».
Cerca de las seis de la tarde, ya era difícil ingresar a la Plaza, aunque algunos jóvenes lograban pasar los embudos que las obras del gobierno porteño creaban en las calles colindantes. Rosario, de 17 años, había venido a «apoyar al Gobierno», pero, por el momento, no tenía interés en integrarse a ninguna agrupación.
También hubo familias y votantes no partidarios. Foto: Ezequiel Muñoz
Algunos grupos familiares se retiraron antes de que comenzara el discurso de Cristina, pero muchos otros se quedaron hasta el final.
Flanqueados por la columna de Miles y de La Cámpora, un grupo sin identificaciones partidarias se sumaba a las consignas que cantaban los militantes frente a la Catedral, pero cuando se cantó el Himno y comenzaba el discurso de la Presidenta, reclamaban a los que seguían batiendo los bombos que dejaran escuchar.
La desconcentración, al igual que el acto, ocurrió con tranquilidad. Natalia y Nicolás, estudiantes de 19 y 20 años, habían venido «más que todo por los grupos y la música». Pero destacaron que el ambiente «era muy tranquilo», por lo que decidieron quedarse al discurso y disfrutaron del espectáculo de fuegos artificiales que siguió a las palabras de la primera mandataria.
Su caso era la excepción, porque la mayoría de las personas sin identificaciones militantes aseguraban que habían participado de otras celebraciones y actos convocados por el Gobierno.
Comida rápida, al paso y al aire libre. Foto: Hernán Zenteno
Aunque la mayoría de los que se movilizaron lo hicieron encuadrados en organizaciones sindicales y políticas, también hubo muchas familias, grupos de jóvenes y curiosos, sin afiliación partidaria, que se acercaron ayer a la Plaza de Mayo.
Entre las personas consultadas por LA NACION prevalecía ayer un espíritu de festejo por la década de gobierno kirchnerista. Los aspectos más mencionados fueron la política de derechos humanos y la Asignación Universal por Hijo (AUH).
Las familias fueron quienes llegaron más temprano a la Plaza, a partir de las tres de la tarde. Muchos con mate y algunos con sillas plegables, que, una vez que se llenó la Plaza, debieron dejar de lado. Los grupos de amigos jóvenes llegaron, en su mayoría, un poco más tarde.
Soraya y Carlos, de 34 años, vinieron a celebrar «el 25 de Mayo y los diez años» desde Quilmes, con sus tres hijos. «Después de 2001 nuestra situación familiar era muy difícil, teníamos trabajo pero muy inestable», señaló Carlos. Soraya contó, con orgullo, que está estudiando trabajo social en la Universidad Nacional de José C. Paz, que «inauguró Néstor». Ambos coinciden en señalar las mejoras laborales y la AUH como los rasgos que más rescatan de los últimos diez años de gobierno.
Entre quienes celebraron ayer, también hubo algunos que, sin dejar de valorar los «logros», admitieron que «faltan cosas por hacer». Es el caso de Adriana y Horacio, un matrimonio de Quilmes que fue a la Plaza sin estar encolumnado con ninguna organización, pero en «apoyo del gobierno nacional y popular» con el que «se identifican». Coincidieron los dos en destacar al matrimonio igualitario y la AUH como las medidas más destacadas. «Entre muchas, claro», dijo Adriana, quien señaló «la falta de aborto legal» como «una de las cuentas pendientes».
También hubo varios turistas sorprendidos por la multitudinaria movilización, como el sudafricano Justin Flenner, de 40 años, que visita Buenos Aires por primera vez. «Entiendo que están festejando por los 203 años de independencia», dice Justin, que se muestra sorprendido al saber que también se celebran diez años desde la asunción del marido de la actual presidenta. «Están terminando su gobierno, ¿no?», consulta, intrigado, Justin.
«La oposición no tiene ninguna propuesta; acá la única oposición son los medios», dijo Sara Abelardo. Y agregó: «En 66 años nunca vivimos tantos logros», mientras señalaba a su marido, quien, al igual que ella, trabaja en la industria cultural.
«No hay mayor felicidad que tener un proyecto que te represente, porque con el odio, como el de los que insultan a la Presidenta, no se construye nada», sostuvo Sara, que afirmaba haber participado de «todos los actos», pese a no «ser de ninguna organización política».
Cerca de las seis de la tarde, ya era difícil ingresar a la Plaza, aunque algunos jóvenes lograban pasar los embudos que las obras del gobierno porteño creaban en las calles colindantes. Rosario, de 17 años, había venido a «apoyar al Gobierno», pero, por el momento, no tenía interés en integrarse a ninguna agrupación.
También hubo familias y votantes no partidarios. Foto: Ezequiel Muñoz
Algunos grupos familiares se retiraron antes de que comenzara el discurso de Cristina, pero muchos otros se quedaron hasta el final.
Flanqueados por la columna de Miles y de La Cámpora, un grupo sin identificaciones partidarias se sumaba a las consignas que cantaban los militantes frente a la Catedral, pero cuando se cantó el Himno y comenzaba el discurso de la Presidenta, reclamaban a los que seguían batiendo los bombos que dejaran escuchar.
La desconcentración, al igual que el acto, ocurrió con tranquilidad. Natalia y Nicolás, estudiantes de 19 y 20 años, habían venido «más que todo por los grupos y la música». Pero destacaron que el ambiente «era muy tranquilo», por lo que decidieron quedarse al discurso y disfrutaron del espectáculo de fuegos artificiales que siguió a las palabras de la primera mandataria.
Su caso era la excepción, porque la mayoría de las personas sin identificaciones militantes aseguraban que habían participado de otras celebraciones y actos convocados por el Gobierno.
Comida rápida, al paso y al aire libre. Foto: Hernán Zenteno