Independiente es una anécdota dentro de la historia de un país. Lo dice un hincha al que le duele cada letra que teclea. Pero, para ser sinceros, soy de los que creen que ahora no podemos llorar como mujeres lo que no supimos defender como hombres, parafraseando a la madre de Boabdil cuando perdió Granada en manos de los Reyes Católicos.
Salvando las distancias y los extremos, el posible descenso de Independiente va más allá de un hecho deportivo.
Independiente es un grande, pero cuando se cae un grande hace ruido.
Y el ruido siempre ensordece, nos desestabiliza y no nos deja ver claramente. Déjenme hilvanar algunos antecedentes para desarmar esta pregunta tan dolorosa: ¿nos vamos al descenso?
En principio nos fuimos todos, el país entero, al descenso, cuando dos generaciones quedaron bajo la línea de pobreza por impericia de funcionarios, políticos, empresarios y la dirigencia en pleno.
Nos fuimos al descenso también cuando la política se enfrentó a la producción y dejó heridos y enemigos para siempre.
La Argentina es un grande, un gran país, y siempre jugó en Primera. Nos lo hicieron creer y debe ser cierto porque algún campeonato ganamos. Recibimos la copa del Premio Nobel, en disciplinas que no disputamos por equipos, pero la ganamos.
También ganamos un par de mundiales de fútbol. Uno que para el relato no existe y otro que si no fuera por el mejor Maradona y el bidón de Bilardo, hubiese quedado en el olvido.
Siempre hay una oportunidad para volver, pero cada vez cuesta más. Ya lo vimos y lo sentimos en carne propia. Valga la imagen, ahora que Paraguay exporta más carne que la Argentina.
Los grandes se van al descenso cuando no hacen bien las cosas. Porque para ser competente se necesita fortaleza emocional, destreza instrumental y lucidez intelectual.
Valores que en este país y en otros, por qué no decirlo, no suelen exigirse.
Los grandes se van al descenso cuando no cuidan a su gente, no le pagan lo que le deben y le mienten. Cuando lo normal es anormal y cuando cualquiera se puede morir en un boliche, en un tren o en un temporal.
Claro que los grandes descienden por más que tengan todas las herramientas y todos los prodigios naturales a su alcance.
Los grandes también son sus gentes que ascienden y descienden según sus intereses egoístas y cortoplacistas. Sería injusto no mencionar a las hinchadas que, alimentadas por los favores de turno, se ponen y se sacan la camiseta según corra el viento.
Pero aquí estamos, hoy, al borde del descenso. Sí, claro, algunos partidos los ganamos y otros los empatamos. Pero si seguimos en esta ruta, les aseguro con dolor que no vamos a salir campeones.
Salvando las distancias y los extremos, el posible descenso de Independiente va más allá de un hecho deportivo.
Independiente es un grande, pero cuando se cae un grande hace ruido.
Y el ruido siempre ensordece, nos desestabiliza y no nos deja ver claramente. Déjenme hilvanar algunos antecedentes para desarmar esta pregunta tan dolorosa: ¿nos vamos al descenso?
En principio nos fuimos todos, el país entero, al descenso, cuando dos generaciones quedaron bajo la línea de pobreza por impericia de funcionarios, políticos, empresarios y la dirigencia en pleno.
Nos fuimos al descenso también cuando la política se enfrentó a la producción y dejó heridos y enemigos para siempre.
La Argentina es un grande, un gran país, y siempre jugó en Primera. Nos lo hicieron creer y debe ser cierto porque algún campeonato ganamos. Recibimos la copa del Premio Nobel, en disciplinas que no disputamos por equipos, pero la ganamos.
También ganamos un par de mundiales de fútbol. Uno que para el relato no existe y otro que si no fuera por el mejor Maradona y el bidón de Bilardo, hubiese quedado en el olvido.
Siempre hay una oportunidad para volver, pero cada vez cuesta más. Ya lo vimos y lo sentimos en carne propia. Valga la imagen, ahora que Paraguay exporta más carne que la Argentina.
Los grandes se van al descenso cuando no hacen bien las cosas. Porque para ser competente se necesita fortaleza emocional, destreza instrumental y lucidez intelectual.
Valores que en este país y en otros, por qué no decirlo, no suelen exigirse.
Los grandes se van al descenso cuando no cuidan a su gente, no le pagan lo que le deben y le mienten. Cuando lo normal es anormal y cuando cualquiera se puede morir en un boliche, en un tren o en un temporal.
Claro que los grandes descienden por más que tengan todas las herramientas y todos los prodigios naturales a su alcance.
Los grandes también son sus gentes que ascienden y descienden según sus intereses egoístas y cortoplacistas. Sería injusto no mencionar a las hinchadas que, alimentadas por los favores de turno, se ponen y se sacan la camiseta según corra el viento.
Pero aquí estamos, hoy, al borde del descenso. Sí, claro, algunos partidos los ganamos y otros los empatamos. Pero si seguimos en esta ruta, les aseguro con dolor que no vamos a salir campeones.
¿Así que este tipo es gerente periodístico de una inportante radio? Lamentable
pobre