Por Peer Meinert
Washington, 24 jun (dpa) – Pocas veces en el pasado cercano Estados Unidos sufrió una afrenta de este tipo, y además en público. China y Rusia fueron los principales responsables de ignorar a la potencia mundial en el caso del buscado informante estadounidense Edward Snowden, que además recibió el respaldo de Hong Kong y de Ecuador, que podría aceptar su solicitud de asilo.
En Washington reina el enojo, la frustración y el desconcierto. Pero sobre todo hay una sensación de desamparo que la “capital del mundo” no sentía desde hacía años. ¿Cómo pudo suceder, por qué salió todo tan mal? Solo hay una cosa que no puede hallarse nunca en Washington: autocrítica.
Las olas de indignación golpean fuerte. “Espero que lo sigamos hasta el fin del mundo”, asegura enojado el senador republicano Lindsey Graham. Su colega demócrata Chuck Schumer también está furioso: “Lo realmente molesto es que Vladimir Putin le ofrezca ayuda a Snowden”. Schumer dijo tener la impresión de que Putin quiere poner “palos en la rueda” a Estados Unidos. Y el senador amenazó: “Eso tendrá serias consecuencias”.
Pero nadie en Washington se anima a decir con qué asustaría Estados Unidos a Rusia o China. Las relaciones con ambos países se encuentran congeladas, para decirlo suavemente. La última ofensiva de conquista de Obama con el nuevo presidente chino Xi Jinping no parece haber tenido un efecto decisivo. La agencia estatal china Xinhua calificó a Estados Unidos como el “mayor canalla de estos tiempos”, un tono que hace tiempo no se escuchaba.
Estados Unidos arriesgó mucho: desde hace años Washington denuncia a viva voz ataques de hackers chinos y espionaje industrial. Y finalmente llega el día en que Snowden dice que Estados Unidos interceptó datos de la la universidad china en Hong Kong. Son revelaciones delicadas, que en la discusión pública Washington prefiere esconder bajo la alfombra.
De hecho, los medios estadounidenses están actualmente menos pendientes de la recopilación de datos en todo el mundo por parte de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) que de los enojos y las críticas que eso generó. Desde hace tiempo que el tema es el “caso Snowden”.
La autocrítica por la sorprendente dimensión de la vigilancia estadounidense es actualmente una rareza en Washington. Para los políticos norteamericanos Snowden es un traidor, listo. Y en lugar de hacerse cuestionamientos, los analistas estadounidenses hablan sobre las posibles vías de escape de Snowden: ¿Irá finalmente a Ecuador, Venezuela o Cuba?
También es lamentable la noticia de que Estados Unidos le revocó el pasaporte a Snowden el sábado, posiblemente demasiado tarde. Según el diario, Interpol tampoco fue informado por las autoridades norteamericanas.
El gobierno en Washington, según CNN, pidió desesperado a todos los países que podrían otorgarle asilo a Snowden que le nieguen refugio. Pero las chances de que naciones como Ecuador, Venezuela o Cuba contemplen esta posibilidad son mínimas.
Un ejemplo de la difícil situación en la que quedó Estados Unidos es un dato dado por “The New York Times”: Obama hasta el momento no se contactó personalmente con ningún líder político extranjero para pedir ayuda y se ha ido informando de la situación a través de sus asesores de seguridad.
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Washington, 24 jun (dpa) – Pocas veces en el pasado cercano Estados Unidos sufrió una afrenta de este tipo, y además en público. China y Rusia fueron los principales responsables de ignorar a la potencia mundial en el caso del buscado informante estadounidense Edward Snowden, que además recibió el respaldo de Hong Kong y de Ecuador, que podría aceptar su solicitud de asilo.
En Washington reina el enojo, la frustración y el desconcierto. Pero sobre todo hay una sensación de desamparo que la “capital del mundo” no sentía desde hacía años. ¿Cómo pudo suceder, por qué salió todo tan mal? Solo hay una cosa que no puede hallarse nunca en Washington: autocrítica.
Las olas de indignación golpean fuerte. “Espero que lo sigamos hasta el fin del mundo”, asegura enojado el senador republicano Lindsey Graham. Su colega demócrata Chuck Schumer también está furioso: “Lo realmente molesto es que Vladimir Putin le ofrezca ayuda a Snowden”. Schumer dijo tener la impresión de que Putin quiere poner “palos en la rueda” a Estados Unidos. Y el senador amenazó: “Eso tendrá serias consecuencias”.
Pero nadie en Washington se anima a decir con qué asustaría Estados Unidos a Rusia o China. Las relaciones con ambos países se encuentran congeladas, para decirlo suavemente. La última ofensiva de conquista de Obama con el nuevo presidente chino Xi Jinping no parece haber tenido un efecto decisivo. La agencia estatal china Xinhua calificó a Estados Unidos como el “mayor canalla de estos tiempos”, un tono que hace tiempo no se escuchaba.
Estados Unidos arriesgó mucho: desde hace años Washington denuncia a viva voz ataques de hackers chinos y espionaje industrial. Y finalmente llega el día en que Snowden dice que Estados Unidos interceptó datos de la la universidad china en Hong Kong. Son revelaciones delicadas, que en la discusión pública Washington prefiere esconder bajo la alfombra.
De hecho, los medios estadounidenses están actualmente menos pendientes de la recopilación de datos en todo el mundo por parte de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) que de los enojos y las críticas que eso generó. Desde hace tiempo que el tema es el “caso Snowden”.
La autocrítica por la sorprendente dimensión de la vigilancia estadounidense es actualmente una rareza en Washington. Para los políticos norteamericanos Snowden es un traidor, listo. Y en lugar de hacerse cuestionamientos, los analistas estadounidenses hablan sobre las posibles vías de escape de Snowden: ¿Irá finalmente a Ecuador, Venezuela o Cuba?
También es lamentable la noticia de que Estados Unidos le revocó el pasaporte a Snowden el sábado, posiblemente demasiado tarde. Según el diario, Interpol tampoco fue informado por las autoridades norteamericanas.
El gobierno en Washington, según CNN, pidió desesperado a todos los países que podrían otorgarle asilo a Snowden que le nieguen refugio. Pero las chances de que naciones como Ecuador, Venezuela o Cuba contemplen esta posibilidad son mínimas.
Un ejemplo de la difícil situación en la que quedó Estados Unidos es un dato dado por “The New York Times”: Obama hasta el momento no se contactó personalmente con ningún líder político extranjero para pedir ayuda y se ha ido informando de la situación a través de sus asesores de seguridad.
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