Por Lic. Fernando Pisani (*)
La ministra de Educación de Santa Fe manifestó que el 18 por ciento de los alumnos santafesinos abandona la secundaria (La Capital, 24/06/13). La cifra, chocante para una provincia rica económicamente y en historia educativa, da lugar a una imagen doblemente engañosa: la realidad es mucho peor que dicha cifra y al mismo tiempo, aunque parezca contradictorio, es esperanzadora.
Cualquiera que trabaje en una escuela secundaria sabe la cantidad de alumnos que hay año a año en el primer año y la cantidad de alumnos que terminan en el último. Y el 18 por ciento se queda corto. Y se incrementa muchísimo más en escuelas que atienden a sectores más vulnerables o en zonas rurales, donde por cada 10 no terminan 3 ó 4.
Por otro lado, la cifra no contempla dos problemas también graves: ese 18 por ciento no incluye a los alumnos que deberían haber ido a la secundaria y no fueron, por lo que la población de jóvenes que no termina la secundaria es mucho mayor. Y por último, la cifra pone en velo sobre los aprendizajes reales del 82 por ciento que no abandona. Si estos egresados se les tomara el examen de ingreso a la secundaria que se hacía cincuenta años atrás, es decir, sólo con los conocimientos de aquella primaria, muchos no lo aprobarían en matemática o en lengua.
En realidad Santa Fe, como otras provincias, aún es productora de gravísimas desigualdades. Tenemos escuelas donde el 100 por ciento de sus alumnos ingresan a la universidad, y otras donde ningún alumno terminará una carrera universitaria.
Naturalmente hay motivos para cada cosa: sociales, políticos, económicos, educativos.
Y si bien es necesario y loable realizar planes para recuperar «desertores», como la ministra señala que lo están intentando en las ciudades de Rosario y Santa Fe, ¿no habría que trabajar sobre las causas que provocan esas situaciones y contrarrestarlas antes de que sea tarde?, pues es sabido que es más fácil y menos costoso mantener en la escuela alguien que está, que hacer volver a ingresar alguien que se fue.
No nos engañemos: la deficiencia en los aprendizajes es una de las causas educativas principales de la repitencia, la sobreedad y el abandono. Muchos alumnos y alumnas llegan a la secundaria sin los aprendizajes básicos imprescindibles para desenvolverse en el nivel y en cada año que avanzan para muchos la mochila se le hace más y más pesada, acumulando previas o repitiendo. Y a medida que se atrasan en sus estudios, su edad no atrasa, y las demandas personales, familiares y sociales los llevan a un dilema: abandonar con la idea de algún día terminar en un EEMPA o simplemente abandonar.
Recordemos que los planes de estudio, escuelas, etcétera, dependen de cada provincia, no de la Nación. Por eso en Santa Fe los planes de estudio de la ley federal siguieron vigentes bajo el gobierno de Binner a pesar de que la ley federal se derogó nacionalmente en el 2006 y aún hoy tienen influencia en los planes de estudio actuales. Mientras que otras provincias tratan de salir de aquel modelo dictando nuevas leyes educativas provinciales, Santa Fe tiene una ley obsoleta en el tiempo y con normas producidas incluso bajo gobiernos de facto.
Además, lejos de dar una participación real a las escuelas en la elaboración de los cambios necesarios, el gobierno local no se ha dado cuenta aún que el autismo es mal consejero, al menos para resolver los problemas reales de nuestros jóvenes. Las improvisaciones en las carreras de formación docente, o en la elaboración de la «reforma» curricular del secundario (el caso de historia, como que hoy sigan eliminadas carreras de técnico electricista o técnico en aire acondicionado y refrigeración, por poner dos ejemplos, para no hablar el resistido intento de que los futuros docentes tuviesen que asistir a clases de burako, salsa o tejido), permiten entender la existencia de aquella cifra del 18 por ciento y que el énfasis esté puesto en tratar de hacerlos ingresar de nuevo cuando sería más fácil evitar que se fueran, aunque no con esas políticas, claro.
Pero a pesar de todo lo dicho, el panorama es esperanzador. En el país normal la cantidad de jóvenes que terminaba la secundaria no pasaba del 40 por ciento. Por ejemplo un «buen» índice fue en el 2003, con un 39 por ciento. A partir del 2007, gracias a la decisión argentina -2006- de establecer el nivel secundario como obligatorio (ejemplo para otros países que no lo tienen), la cantidad de egresados de la secundaria fue incrementándose y hoy podemos hablar que más del 56 por ciento termina la secundaria. Y aquella masa del 18 por ciento que aún seguimos expulsando del sistema educativo, lo es sobre una base mucho mayor de alumnos que están en el sistema gracias a diversas políticas como la asignación universal, incremento del presupuesto educativo como nunca se vio en Argentina, equipamientos para escuelas, etc, etc.
Pero lamentablemente aún no estamos a la altura de las circunstancias. Toda la sociedad está haciendo un gran esfuerzo, una gran inversión en educación. Pero no todos los gobiernos provinciales, no todos los actores sociales, actúan en consecuencia. Un ejemplo de ello en Santa Fe es el reparto de netbook a miles de alumnos. Es un esfuerzo económico formidable, que se debería traducir en aprendizajes y motivación. Pero para ello lo primero que debería ocurrir es que se prendan en el aula y se usen. Pero en muchísimos casos, ni siquiera se la hacen llevar a la escuela. Y que no ocurra si bien es responsabilidad en primer lugar de las autoridades provinciales, que no sólo no bajan directivas al respecto, sino que incapacitan a supervisores y directivos a que sean los líderes pedagógicos de las escuelas, al sobrecargarlos de tareas burocráticas, ello no tapa las nuestras, como docentes, como escuela.
Bajar aquel 18 por ciento es responsabilidad de todos nosotros. Y es alentador que esa cifra sea sobre la base de una masa mucho más grande de alumnos que antes, pues en Argentina salimos del país donde era normal una escuela secundaria para pocos, y tendemos a una secundaria para todos y todas. Ya tenemos más del 82 por ciento de los alumnos en el sistema educativo. El reto es seguir aumentando esa cifra, bajando la sobreedad, la deserción, la repitencia, y por supuesto: aumentando la calidad de los aprendizajes. Y es posible si cada uno asume sus responsabilidades desde su propio lugar. Como decía los otros días el ministro de la Nación, Sileone, «Creemos y trabajamos para hacer una escuela secundaria distinta. Que respete los valores de los jóvenes, que los escuche, que se deje interpelar y se sitúe en el punto de vista de ellos. Una escuela que consolide la autoridad de los adultos, porque sin esa autoridad no hay aprendizaje ni hay institución. Una escuela que tenga normas que cumplan todos, docentes y alumnos. Una escuela donde se respete la asimetría del vínculo pedagógico, pero se defienda la absoluta igualdad del vínculo humano. Queremos una escuela exigente, donde se aprenda para el trabajo y la vida. Esta es la escuela que anhelamos construir y defender entre todos: el Estado, los docentes, y los alumnos, los padres, la sociedad entera».
(*) Docente en escuelas técnicas
La ministra de Educación de Santa Fe manifestó que el 18 por ciento de los alumnos santafesinos abandona la secundaria (La Capital, 24/06/13). La cifra, chocante para una provincia rica económicamente y en historia educativa, da lugar a una imagen doblemente engañosa: la realidad es mucho peor que dicha cifra y al mismo tiempo, aunque parezca contradictorio, es esperanzadora.
Cualquiera que trabaje en una escuela secundaria sabe la cantidad de alumnos que hay año a año en el primer año y la cantidad de alumnos que terminan en el último. Y el 18 por ciento se queda corto. Y se incrementa muchísimo más en escuelas que atienden a sectores más vulnerables o en zonas rurales, donde por cada 10 no terminan 3 ó 4.
Por otro lado, la cifra no contempla dos problemas también graves: ese 18 por ciento no incluye a los alumnos que deberían haber ido a la secundaria y no fueron, por lo que la población de jóvenes que no termina la secundaria es mucho mayor. Y por último, la cifra pone en velo sobre los aprendizajes reales del 82 por ciento que no abandona. Si estos egresados se les tomara el examen de ingreso a la secundaria que se hacía cincuenta años atrás, es decir, sólo con los conocimientos de aquella primaria, muchos no lo aprobarían en matemática o en lengua.
En realidad Santa Fe, como otras provincias, aún es productora de gravísimas desigualdades. Tenemos escuelas donde el 100 por ciento de sus alumnos ingresan a la universidad, y otras donde ningún alumno terminará una carrera universitaria.
Naturalmente hay motivos para cada cosa: sociales, políticos, económicos, educativos.
Y si bien es necesario y loable realizar planes para recuperar «desertores», como la ministra señala que lo están intentando en las ciudades de Rosario y Santa Fe, ¿no habría que trabajar sobre las causas que provocan esas situaciones y contrarrestarlas antes de que sea tarde?, pues es sabido que es más fácil y menos costoso mantener en la escuela alguien que está, que hacer volver a ingresar alguien que se fue.
No nos engañemos: la deficiencia en los aprendizajes es una de las causas educativas principales de la repitencia, la sobreedad y el abandono. Muchos alumnos y alumnas llegan a la secundaria sin los aprendizajes básicos imprescindibles para desenvolverse en el nivel y en cada año que avanzan para muchos la mochila se le hace más y más pesada, acumulando previas o repitiendo. Y a medida que se atrasan en sus estudios, su edad no atrasa, y las demandas personales, familiares y sociales los llevan a un dilema: abandonar con la idea de algún día terminar en un EEMPA o simplemente abandonar.
Recordemos que los planes de estudio, escuelas, etcétera, dependen de cada provincia, no de la Nación. Por eso en Santa Fe los planes de estudio de la ley federal siguieron vigentes bajo el gobierno de Binner a pesar de que la ley federal se derogó nacionalmente en el 2006 y aún hoy tienen influencia en los planes de estudio actuales. Mientras que otras provincias tratan de salir de aquel modelo dictando nuevas leyes educativas provinciales, Santa Fe tiene una ley obsoleta en el tiempo y con normas producidas incluso bajo gobiernos de facto.
Además, lejos de dar una participación real a las escuelas en la elaboración de los cambios necesarios, el gobierno local no se ha dado cuenta aún que el autismo es mal consejero, al menos para resolver los problemas reales de nuestros jóvenes. Las improvisaciones en las carreras de formación docente, o en la elaboración de la «reforma» curricular del secundario (el caso de historia, como que hoy sigan eliminadas carreras de técnico electricista o técnico en aire acondicionado y refrigeración, por poner dos ejemplos, para no hablar el resistido intento de que los futuros docentes tuviesen que asistir a clases de burako, salsa o tejido), permiten entender la existencia de aquella cifra del 18 por ciento y que el énfasis esté puesto en tratar de hacerlos ingresar de nuevo cuando sería más fácil evitar que se fueran, aunque no con esas políticas, claro.
Pero a pesar de todo lo dicho, el panorama es esperanzador. En el país normal la cantidad de jóvenes que terminaba la secundaria no pasaba del 40 por ciento. Por ejemplo un «buen» índice fue en el 2003, con un 39 por ciento. A partir del 2007, gracias a la decisión argentina -2006- de establecer el nivel secundario como obligatorio (ejemplo para otros países que no lo tienen), la cantidad de egresados de la secundaria fue incrementándose y hoy podemos hablar que más del 56 por ciento termina la secundaria. Y aquella masa del 18 por ciento que aún seguimos expulsando del sistema educativo, lo es sobre una base mucho mayor de alumnos que están en el sistema gracias a diversas políticas como la asignación universal, incremento del presupuesto educativo como nunca se vio en Argentina, equipamientos para escuelas, etc, etc.
Pero lamentablemente aún no estamos a la altura de las circunstancias. Toda la sociedad está haciendo un gran esfuerzo, una gran inversión en educación. Pero no todos los gobiernos provinciales, no todos los actores sociales, actúan en consecuencia. Un ejemplo de ello en Santa Fe es el reparto de netbook a miles de alumnos. Es un esfuerzo económico formidable, que se debería traducir en aprendizajes y motivación. Pero para ello lo primero que debería ocurrir es que se prendan en el aula y se usen. Pero en muchísimos casos, ni siquiera se la hacen llevar a la escuela. Y que no ocurra si bien es responsabilidad en primer lugar de las autoridades provinciales, que no sólo no bajan directivas al respecto, sino que incapacitan a supervisores y directivos a que sean los líderes pedagógicos de las escuelas, al sobrecargarlos de tareas burocráticas, ello no tapa las nuestras, como docentes, como escuela.
Bajar aquel 18 por ciento es responsabilidad de todos nosotros. Y es alentador que esa cifra sea sobre la base de una masa mucho más grande de alumnos que antes, pues en Argentina salimos del país donde era normal una escuela secundaria para pocos, y tendemos a una secundaria para todos y todas. Ya tenemos más del 82 por ciento de los alumnos en el sistema educativo. El reto es seguir aumentando esa cifra, bajando la sobreedad, la deserción, la repitencia, y por supuesto: aumentando la calidad de los aprendizajes. Y es posible si cada uno asume sus responsabilidades desde su propio lugar. Como decía los otros días el ministro de la Nación, Sileone, «Creemos y trabajamos para hacer una escuela secundaria distinta. Que respete los valores de los jóvenes, que los escuche, que se deje interpelar y se sitúe en el punto de vista de ellos. Una escuela que consolide la autoridad de los adultos, porque sin esa autoridad no hay aprendizaje ni hay institución. Una escuela que tenga normas que cumplan todos, docentes y alumnos. Una escuela donde se respete la asimetría del vínculo pedagógico, pero se defienda la absoluta igualdad del vínculo humano. Queremos una escuela exigente, donde se aprenda para el trabajo y la vida. Esta es la escuela que anhelamos construir y defender entre todos: el Estado, los docentes, y los alumnos, los padres, la sociedad entera».
(*) Docente en escuelas técnicas
noto que el autor acusa a la enseñanza basica(primaria)de insuficiente)y a la secundaria por lo menos de su provincia,de»autista»¿?(sera incomunicada?Como docente y santafecina de origen me duele el tema.No dejo de verlo como»nacional»y sobre todo como social.Hace ya mucho que los estudios de expertos vieron que nuestros paises tienen crisis crecientes debido a la relacion poblacion activa con la poblacion pasiva,que comprende a estudiantes y a jubilados.El presupuesto sera cada vez mas insuficiente,porque el docente no puede mejorar su calidad,y sobre todo no puede mejorar su relacion-contacto con las familias de los alumnos,lo que lleva tiempo y costo.La enseñanza sigue siendo poco relista,demasiado teorica,atrasada respecto al manejo de las tecnologias que los jovenes usan como pasatiempo y no como herramientas de aprendizaje.Una sociedad que,a nivel adulto,no clarifica sus objetivos y sus valores,no puede ser un buen agente educador.Modestamente.
Hola Isabel. No sé, tal vez la brevedad del espacio de un diario no ayuda a clarificar lo expresado. Primero no acuso a la primaria. Si hay un acosado, es decir, un responsable principal, es otro y no es propiamente la escuela, sino las políticas educativas que se vienen desarrollando desde hace décadas. Tampoco me refiero a la secundaria como autista. Me estoy refiriendo al gobierno del FAP-Socialista-radical-progresista.
Justamente debajo de mi nota, hay una del decano de la Facultad de Humanidades y Arte de la UNR, José Goity, donde también realiza un cuestionamiento al ministerio de educación santafesiono, pero aquí referido a la formación (o mejor dicho a la no formación) de los docentes de la provincia en varias áreas.
Y plantea que
Cuando los gobiernos carecen de verdaderas políticas de mediano y largo plazo apelan a recetas coyunturales que pretenden solucionar situaciones de hecho -de las cuales generalmente son responsables- pero que terminan ocasionando nuevos problemas o profundizando los ya existentes. Y creo que estamos ante una de ellas.
Esta sorprendente medida adoptada por la cartera de educación desnuda un problema estructural de años de falta de políticas de planificación educativa en nuestra provincia. Es indudable que con el crecimiento de la matrícula educativa provincial (en consonancia con la del resto del país) la carencia de docentes con formación específica para dictar las asignaturas de Tecnología y Educación Artística se hizo insostenible. Es así como se apela a otorgar competencias docentes a quienes carecen de titulación específica.
¿Cómo se espera que quienes no se han formado en esos saberes, repentinamente los adquieran para estar frente a alumnos? ¿Qué valor se asigna a estas áreas en la formación integral de los ciudadanos si quien no es especialista se forma los fines de semana? ¿Es posible que en este caso, un gobierno socialista, apele a la aplicación de fórmulas propias de las políticas neoliberales?
El ciclo propuesto, que pretende otorgar competencias docentes a aquellos que se encuentran dictando materias y o escalafonados en el año 2013 sin competencias docentes específicas y sólo acreditando estudios secundarios, apunta a solucionar la problemática de los profesores idóneos en las áreas tecnológica y artística. Esto, no sólo no se logra, sino que por el contrario, profundiza y torna estructural el problema de la escasez de profesores. Este déficit debe ser abordado y por lo tanto resuelto en forma integral con políticas de estado a largo y mediano plazo que integren la formulación, el desarrollo y la evaluación de aquellos docentes e instituciones de sólida formación académica y profesional de nuestra provincia.
Estoy convencido de que la no política que se está implementando tendrá como resultado irreparable la consolidación de una situación precaria e irregular que no presenta soluciones a futuro. La única manera de tener más docentes en el sistema es establecer una verdadera política educativa que fortalezca y desarrolle territorialmente las instituciones educativas formadoras y al mismo tiempo aliente a nuestros jóvenes a estudiar para jerarquizar la profesión y las disciplinas.
De eso se trata. La decisión inconsulta, fue tan inconsulta que no tuvo en cuenta ni a los propios institutos de formación docente de la provincia, ni a las instituciones universitarias que desde hace muchos años se dedican a la formación de profesionales.
¿Por qué se soslaya la opinión de las instituciones formadoras consolidadas? Esta precarización afectará, como siempre, en mayor medida a los sectores más vulnerables, aquellos que no pueden enviar a sus hijos a conservatorios, academias y talleres particulares, y que paradójicamente son los que en forma más dramática requieren ampliar su universo simbólico, sus niveles de conocimiento y su capital cultural, características que se construyen jerarquizando todos los saberes.»
el artículo sigue y puede consultarse en el link que pongo más abajo.
Y coincido con vos, Isabel, que duele ver que muchos chicos están siendo expulsados del sistema educativo o incluso terminan en él sin saber lo que deben saber, constituyendo eso una verdadera estafa
Y lo peor que que rara vez se manifiestan rápidamente las consecuencias de malas decisiones en educación, sino que se notan en el tiempo y cuando el daño ya es irreparable.
Pero no es problema de presupuesto, ya que tenemos el más alto de todos los tiempos y más alto que cualquier país latinoamericano. Pero una cosa es las posibilidades que se dan desde ciertas decisiones desde Nación que mejoran las condiciones generales, y otras son las decisiones jurisdiccionales sobre aprovecharlas o no, e incluso lo que hacen los propios docentes al respecto. Y no es fácil salir de tantos años de destrucción, pero parece que hay gente que quire seguir y volver al «país normal» de antes, como se evidencia en las propuestas políticas (o ausencia de ellas o desastres que hacen) de gente que como dije, tiran cifras graves sin considerar que ellos son en gran parte los responsables, tanto por lo que están haciendo ahora como por lo que vienen haciendo desde antes, desde hace varias décadas atrás.
Fernando
http://www.lacapital.com.ar/opinion/El-arbol-tapa-el-bosque-20130627-0018.html