Países desde Turquía hasta Brasil y China acusan los golpes asestados por una combinación brutal de acontecimientos: la desaceleración de sus economías, la salida de capitales, un derrumbe en los precios de las materias primas y manifestaciones políticas. Todo esto sirve como recordatorio de que no siempre es fácil ganar dinero en los mercados emergentes.
El retiro de fondos de los mercados emergentes se ha acelerado en el último mes, en medio de las expectativas de algunos inversionistas de que los días del crédito fácil a nivel global están llegando a su fin conforme la economía de EE.UU. se recupera.
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Manifestantes en el centro de Rio de Janeiro el 24 de junio.
A su vez, una escasez de liquidez orquestada por el banco central chino se ha sumado a las preocupaciones de una mayor desaceleración de la segunda economía del mundo, lo que ha repercutido en otros países. Por si esto fuera poco, las débiles cifras de producción industrial difundidas el lunes acentuaron las dudas acerca del desempeño de China.
Los inversionistas han retirado US$12.000 millones de los US$100.000 millones en activos de fondos mutuos dedicados a los bonos de los mercados emergentes en las últimas cinco semanas, la mayor salida ininterrumpida de capitales desde 2009, según el proveedor de datos EPFR. «En abril, los mercados emergentes eran lo mejor que había ocurrido desde la invención de las rebanadas de pan. Hace dos semanas eran tóxicos», dice Jan Dehn, director de estudios de Ashmore Investment Management, una firma de inversiones especializada en países emergentes que gestiona unos US$77.700 millones en activos.
El giro no podría ser más pronunciado para estos países, cuyo crecimiento ayudó a compensar la debilidad de Estados Unidos y Europa durante la crisis financiera. En su búsqueda por obtener retornos más altos, los inversionistas privilegiaron las economías emergentes en los últimos cuatro años.
Los ingresos de capitales privados a los mercados emergentes ascendieron a US$4,2 billones (millones de millones) entre 2009 a 2012, más que todo el dinero invertido en la Bolsa de Valores de Tokio, según el Instituto de Finanzas Internacionales, un grupo que representa a la banca.
Aunque las salidas de capital no han alcanzado los niveles vistos durante la crisis financiera de 2008, se prevé que continúen conforme el ánimo se deteriora.
«Todos los mercados, todo cayó», señaló el sábado Aliko Dangote, el magnate nigeriano del cemento y el empresario más acaudalado de África, mientras esperaba un discurso de Barack Obama en Soweto, en las afueras de Johannesburgo. «En estos momentos, el dinero no tiene fronteras».
La ola de ventas en los mercados emergentes ha evocado otros episodios de pánico en los mercados, cuando un alza en las tasas de interés estadounidenses tuvo serias repercusiones en otros países. La crisis mexicana de 1994 y la crisis asiática que se inició en 1997 son dos ejemplos.
En todo caso, pocos predicen que los actuales problemas se transformarán en una nueva crisis global. Los mercados emergentes están, con pocas excepciones, en mejor pie para soportar los embates económicos. Cuentan con amplias reservas a su disposición y tienen menos deuda denominada en moneda extranjera, un ingrediente clave que agravó la crisis asiática.
Aunque los niveles de endeudamiento han aumentado en los últimos años, especialmente en Asia, los bancos de los mercados emergentes están bien capitalizados y los gobiernos tienen deudas manejables, lo que les otorga la capacidad de aumentar el gasto fiscal para estimular sus economías en caso de ser necesario.
Las economías emergentes crecerán en torno a 4% en el segundo trimestre, su menor nivel desde 2009 y una cifra muy inferior a la expansión promedio de 7% de la última década, según la consultora londinense Capital Economics.
China, que había impulsado el crecimiento en muchas de estas economías, ahora se ha vuelto una carga.
El banco central emprendió una campaña para erradicar lo que considera como préstamos peligrosos en semanas recientes. La ofensiva elevó las tasas de interés a corto plazo, lo que apunta a una mayor desaceleración del crecimiento. La Bolsa de Valores de Shanghai alcanzó su nivel más bajo desde 2009.
Economistas como Hongbin Qu, de HSBC, que en su momento fueron optimistas, ahora estiman que China podría crecer apenas 7,4% este año y el próximo, un cambio significativo frente a la última década, cuando el país a menudo crecía 10% o más.
El enfriamiento de China ha tenido repercusiones globales, afectando tanto a compañías de equipos mineros como a proveedores de materias primas, como productores de cobre en Chile y mineros del carbón en Indonesia.
China, por ejemplo, es el mayor socio comercial de Brasil y las caídas en los precios del mineral de hierro y el petróleo han contribuido al crecimiento anémico de la mayor economía de América Latina. La bolsa de valores brasileña acumula un descenso de 22% este año, que se ha visto exacerbado por un declive de casi 10% en el valor del real. Los brasileños han salido a las calles en semanas recientes para protestar contra el alza de los costos en una economía débil.
Mientras tanto, la desaceleración de la economía de India coincide con el estancamiento de las reformas. Un brote inflacionario y un creciente déficit de cuenta corriente han obstaculizado el crecimiento. La moneda del país, la rupia, alcanzó en junio un mínimo histórico frente al dólar.
En Turquía, que se ha visto afectada por la debilidad de la economía europea, los mercados fueron duramente golpeados por los temores de que la Fed pondrá fin pronto a sus programas de estímulo. A ello hay que añadir los disturbios políticos que se produjeron a raíz de un polémico plan para demoler un parque ubicado en el centro de Estambul. La Bolsa de Estambul descendió 11% en el primer trimestre, mientras que el dólar se fortaleció 9% contra la lira durante el mismo lapso.
En tanto, Sudáfrica está sufriendo las consecuencias de huelgas y la debilidad en los precios del oro. El rand ha perdido 20% de su valor frente al dólar este año, alimentando un problema de inflación y perjudicando la capacidad del banco central para recortar las tasas de interés.
—Mathew Cowley, en São Paulo, y Prabha Natarajan, en Nueva York, contribuyeron a este artículo.
El retiro de fondos de los mercados emergentes se ha acelerado en el último mes, en medio de las expectativas de algunos inversionistas de que los días del crédito fácil a nivel global están llegando a su fin conforme la economía de EE.UU. se recupera.
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Manifestantes en el centro de Rio de Janeiro el 24 de junio.
A su vez, una escasez de liquidez orquestada por el banco central chino se ha sumado a las preocupaciones de una mayor desaceleración de la segunda economía del mundo, lo que ha repercutido en otros países. Por si esto fuera poco, las débiles cifras de producción industrial difundidas el lunes acentuaron las dudas acerca del desempeño de China.
Los inversionistas han retirado US$12.000 millones de los US$100.000 millones en activos de fondos mutuos dedicados a los bonos de los mercados emergentes en las últimas cinco semanas, la mayor salida ininterrumpida de capitales desde 2009, según el proveedor de datos EPFR. «En abril, los mercados emergentes eran lo mejor que había ocurrido desde la invención de las rebanadas de pan. Hace dos semanas eran tóxicos», dice Jan Dehn, director de estudios de Ashmore Investment Management, una firma de inversiones especializada en países emergentes que gestiona unos US$77.700 millones en activos.
El giro no podría ser más pronunciado para estos países, cuyo crecimiento ayudó a compensar la debilidad de Estados Unidos y Europa durante la crisis financiera. En su búsqueda por obtener retornos más altos, los inversionistas privilegiaron las economías emergentes en los últimos cuatro años.
Los ingresos de capitales privados a los mercados emergentes ascendieron a US$4,2 billones (millones de millones) entre 2009 a 2012, más que todo el dinero invertido en la Bolsa de Valores de Tokio, según el Instituto de Finanzas Internacionales, un grupo que representa a la banca.
Aunque las salidas de capital no han alcanzado los niveles vistos durante la crisis financiera de 2008, se prevé que continúen conforme el ánimo se deteriora.
«Todos los mercados, todo cayó», señaló el sábado Aliko Dangote, el magnate nigeriano del cemento y el empresario más acaudalado de África, mientras esperaba un discurso de Barack Obama en Soweto, en las afueras de Johannesburgo. «En estos momentos, el dinero no tiene fronteras».
La ola de ventas en los mercados emergentes ha evocado otros episodios de pánico en los mercados, cuando un alza en las tasas de interés estadounidenses tuvo serias repercusiones en otros países. La crisis mexicana de 1994 y la crisis asiática que se inició en 1997 son dos ejemplos.
En todo caso, pocos predicen que los actuales problemas se transformarán en una nueva crisis global. Los mercados emergentes están, con pocas excepciones, en mejor pie para soportar los embates económicos. Cuentan con amplias reservas a su disposición y tienen menos deuda denominada en moneda extranjera, un ingrediente clave que agravó la crisis asiática.
Aunque los niveles de endeudamiento han aumentado en los últimos años, especialmente en Asia, los bancos de los mercados emergentes están bien capitalizados y los gobiernos tienen deudas manejables, lo que les otorga la capacidad de aumentar el gasto fiscal para estimular sus economías en caso de ser necesario.
Las economías emergentes crecerán en torno a 4% en el segundo trimestre, su menor nivel desde 2009 y una cifra muy inferior a la expansión promedio de 7% de la última década, según la consultora londinense Capital Economics.
China, que había impulsado el crecimiento en muchas de estas economías, ahora se ha vuelto una carga.
El banco central emprendió una campaña para erradicar lo que considera como préstamos peligrosos en semanas recientes. La ofensiva elevó las tasas de interés a corto plazo, lo que apunta a una mayor desaceleración del crecimiento. La Bolsa de Valores de Shanghai alcanzó su nivel más bajo desde 2009.
Economistas como Hongbin Qu, de HSBC, que en su momento fueron optimistas, ahora estiman que China podría crecer apenas 7,4% este año y el próximo, un cambio significativo frente a la última década, cuando el país a menudo crecía 10% o más.
El enfriamiento de China ha tenido repercusiones globales, afectando tanto a compañías de equipos mineros como a proveedores de materias primas, como productores de cobre en Chile y mineros del carbón en Indonesia.
China, por ejemplo, es el mayor socio comercial de Brasil y las caídas en los precios del mineral de hierro y el petróleo han contribuido al crecimiento anémico de la mayor economía de América Latina. La bolsa de valores brasileña acumula un descenso de 22% este año, que se ha visto exacerbado por un declive de casi 10% en el valor del real. Los brasileños han salido a las calles en semanas recientes para protestar contra el alza de los costos en una economía débil.
Mientras tanto, la desaceleración de la economía de India coincide con el estancamiento de las reformas. Un brote inflacionario y un creciente déficit de cuenta corriente han obstaculizado el crecimiento. La moneda del país, la rupia, alcanzó en junio un mínimo histórico frente al dólar.
En Turquía, que se ha visto afectada por la debilidad de la economía europea, los mercados fueron duramente golpeados por los temores de que la Fed pondrá fin pronto a sus programas de estímulo. A ello hay que añadir los disturbios políticos que se produjeron a raíz de un polémico plan para demoler un parque ubicado en el centro de Estambul. La Bolsa de Estambul descendió 11% en el primer trimestre, mientras que el dólar se fortaleció 9% contra la lira durante el mismo lapso.
En tanto, Sudáfrica está sufriendo las consecuencias de huelgas y la debilidad en los precios del oro. El rand ha perdido 20% de su valor frente al dólar este año, alimentando un problema de inflación y perjudicando la capacidad del banco central para recortar las tasas de interés.
—Mathew Cowley, en São Paulo, y Prabha Natarajan, en Nueva York, contribuyeron a este artículo.