Australia: el último modelo exitoso al que le está pasando su cuarto de hora

MARTÍN BURBRIDGE Buenos Aires
Hay una constante en los países emergentes que ahora, que las cosas empiezan a andar peor, se nota cada vez más y les empieza a pasar la factura. Se trata de su excesiva dependencia de las exportaciones de productos primarios, algo que no debería ser un problema en las economías más desarrolladas (con una matriz productiva más diversificada y exportadoras de bienes con mayor valor agregado), pero que en el caso de Australia, una economía desarrollada con algunos vicios emergentes, comienza a hacerse sentir.
En los últimos meses, el foco mundial estuvo puesto en las manifestaciones de Turquía y Brasil, dos países muy diferentes entre sí pero con problemas de desarrollo inacabado y de desigualdades sociales profundas. Sobre todo en la economía brasileña, considerada como la “cenicienta” de la economía mundial de la última década, a la que en reconocimiento a sus buenos resultados se le otorgó la organización del Mundial de Fútbol y de los Juegos Olímpicos (emblema de que un país alcanzó el club de los desarrollados, aunque al final termina siendo relativo como en el caso de España o Grecia).
Sin embargo, de a poco empieza a hacerse notar una cierta preocupación entre los analistas e inversores respecto de Australia, un modelo a seguir para todos (hasta ahora), cuya economía no dejó de crecer en los últimos… ¡21 años! Su gran secreto ha sido también lo que está poniendo en riesgo al conjunto de la economía: el sector primario, y más precisamente los commodities minerales.
El año 2013 va a quedar registrado como el fin del superciclo de auge de estos productos básicos, que empezó a principios de 1999, lapso durante el cual el índice S&P GSCI quintuplicó su valor. Pero que ahora, enfrentado a la doble coyuntura de una desaceleración de China, el principal demandante mundial y que llegó a consumir cerca de la mitad de los metales disponibles, y de la posible suba de tasas de interés en EE.UU., está perdiendo rápidamente su atractivo como alternativa de inversión.
Para Australia, la noticia está cayendo como una bomba, porque tentado por la posibilidad de dinero fácil gracias a los precios récord de los commodities durante la última década, el país se “olvidó” del resto de la economía, generando una significativa distorsión en su balanza comercial. “El boom de las materias primas en China ha terminado. El volumen de las exportaciones de commodities aumenta pero los precios cayeron cerca de un 25% con respecto a su valor más alto y podrían disminuir aún más. La fase de inversiones en la minería pierde impulso. Nuestra economía se encuentra en un cruce de caminos”, dijo Kevin Rudd, flamante primer ministro elegido tras un golpe de palacio dentro del Partido Laborista que desplazó a Julia Gilliard.
Si, a menos de tres meses de las elecciones legislativas, los laboristas decidieron desplazar a la primera mujer en gobernar Australia para reemplazarla por Rudd (otrora primer ministro hasta 2010, cuando fue desplazado a su vez por otra rebelión interna orquestada por Gilliard), se debe al clima de nerviosismo que existe en el país con respecto a la marcha de la economía y a que las encuestas anticipan una dura derrota para el oficialismo. Pero a pesar de que los laboristas jueguen esta última carta para tratar de torcer el rumbo de las elecciones, la economía no se va a recuperar tan rápido.
En realidad, lo que se espera es un lento descenso del pedestal AAA adonde todavía se encuentra Australia, en momentos en que países más poderosos como EE.UU., Francia o Italia han perdido su máxima calificación crediticia. Con una deuda pública equivalente al 27% del PIB, una tasa de crecimiento anual del 2,5% y un nivel de desempleo del 5,7%, ¿qué país de la zona euro no firmaría ya mismo poder exhibir estos datos, y sin tener que retocar las estadísticas? Sin embargo, en mayo pasado Standard & Poor’s avisó que, si bien mantenía la triple A para la deuda australiana, la quitaría en caso de que los déficits fiscal y comercial se ampliaran más allá de lo previsto.
Porque a pesar de que el país haya mantenido un déficit en su balanza comercial crónico, lo pudo sostener estas dos últimas décadas gracias a sus exportaciones mineras hacia China (su principal cliente, que compra más de un tercio de todo lo exportado por Australia). Junto con el sector financiero, la minería explica casi el 20% del PIB australiano y ambos han sido los motores del crecimiento desde principios de los años ’90. Por lo que la caída de la demanda china representa un verdadero desafío.
“En el futuro, el crecimiento en el sector no minero y en las inversiones inmobiliarias deberían asegurar un potencial si regresa la confianza”, explicó el nuevo ministro de Finanzas Chris Bowen. En línea con el gobierno, el Banco de Australia decidió rebajar su tasa de interés de referencia en 75 puntos básicos hasta el 2,75% (se habla de que habría más bajas) e impulsó la depreciación del dólar australiano (13% menos en los últimos tres meses), muy sobrevaluado durante esta década por la entrada de inversión extranjera directa.
Al estilo de la Argentina de los ’90 o Brasil de los años 2000, la dependencia económica de Australia de su sector primario le comienza a jugar una mala pasada. Si bien esto le permitió salir airoso de dos crisis como la de las puntocom en 2000 y la de las subprime en 2008, esta vez el modelo parece agotado para evitar la caída.
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