Los maridajes cruzados de la geopolítica latinoamericana

En términos de relación de Estados, sobre todo la de América latina con Estados Unidos, eso tiene nombre. ¿Hacia dónde girará el continente en el próximo período? ¿A la Alianza del Pacífico, a un acuerdo geopolítico de proporciones, promovido por los Estados Unidos y conformado por Chile, México, Perú y Colombia? ¿O hacia la Unasur y el Mercosur, o la Alianza Bolivariana de las Américas?
Por curioso que pueda parecer, las relaciones ingresaron a una zona de maridajes cruzados entre uno y otro proyectos, con la misma amoralidad que se disfruta en la vida sexual de las parejas humanas.
Cuando Paraguay no quiere. Todos los mensajes cariñosos en términos de diplomacia, enviados desde el Mercosur para la asunción del nuevo gobierno de Paraguay, no fueron suficientes para que la política exterior de otro mandato del Partido Colorado, esta vez en manos de un empresario como Horacio Cartes, sea seducida por el Mercosur, ni siquiera cuando la cosa se trata de negocios y no de ideologías.
Para el gobierno de Asunción, su discordia con las autoridades del bloque por la suspensión del año pasado y el ingreso de Venezuela en su lugar, no es negociable. No en los términos actuales de aquello que las economías del bloque, incluyendo a la petrolera venezolana, le ofrecen como resarcimiento o compensación.
La amable participación de las presidentas Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff en la toma de posesión de Cartes en la capital paraguaya no servirá de mucho a la hora de evaluar los costos y las ganancias de la presencia del país guaraní en el bloque comercial sureño. No bastaron la tolerancia ante los abucheos de militantes del Partido Colorado el día que Cartes tomó posesión.
De poco valió el anuncio de la mandataria argentina de hacer una devolución de los trofeos de guerra capturados por el poder rioplatense en la Guerra de la Triple Alianza y el reconocimiento de su admiración por el héroe nacional paraguayo Francisco Solano López.
Menos fibras removió en Asunción la carta enviada por el presidente bolivariano Nicolás Maduro, titular pro témpore del Mercosur, desde julio de este año: “Quiero hacerle llegar mis sinceras felicitaciones en el día de su toma de posesión (…) con la esperanza de que con ella se inicie una nueva etapa de la democracia paraguaya” (y que) “se abran también los caminos para retomar las relaciones” (AVN, Caracas 15 de agosto).
Venezuela rompió relaciones con el Estado paraguayo al día siguiente que el Senado de ese país expulsara al por entonces presidente Fernando Lugo del poder. Aún así, Venezuela nunca retiró el beneficio otorgado por la petrolera estatal Pdvsa al Estado paraguayo.
Otra inclinación amistosa le llegó al nuevo presidente paraguayo desde Brasil, en el momento en que Dilma Rousseff le tocó un punto sensible. Paraguay es el Estado más beneficiado por el Fondo de Convergencia del Mercosur, un programa para compensar las asimetrías en las economías más débiles.
“Rousseff, tras reunirse con él (Cartes), recordó que el Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur (Focem), que fundamentalmente privilegia a los países que más lo precisan, como Paraguay, prestó a este país 550 millones de dólares para construir la línea (de alta tensión) que asegura la absorción del Paraguay de energía eléctrica de Itaipú, la represa que comparte con Brasil. Es algo muy importante, sin eso habría dificultades de estructurar el financiamiento y hoy el Mercosur cuenta con fondos bastante significativos para esos proyectos de integración de la estructura eléctrica del continente, añadió la presidenta de Brasil”. (Télam, 14 agosto)
Nada sirvió para conmover al nuevo gobierno paraguayo. Y sin duda no se trata de un asunto afectivo.
Su nuevo canciller, Eladio Loizaga, un diplomático estrechamente ligado a los Estados Unidos, adelantó la que será un eje en la política externa de Cartes: “Cartes no se apeará de su declaración emitida tras la cumbre del Mercosur celebrada en Montevideo en julio pasado. Las irregularidades jurídicas del ingreso de Venezuela como miembro pleno del Mercosur, en julio de 2012, no fueron subsanadas conforme a las normas legales a que se debe ajustar el ingreso de un nuevo miembro”, había dicho entonces el mandatario electo. “El mero transcurso del tiempo o decisiones políticas posteriores no restablecen, por sí, el imperio del derecho. El derecho concerniente internacional y nacional debe ser reconocido, respetado y cumplido tal como se ha acordado, agregó en aquel momento” ( ABC Color , Asunción 14 de agosto).
Tamaña reluctancia explica la negación del presidente Cartes a la propuesta de los jefes de Estado de Argentina, Brasil y Uruguay de sostener una reunión en medio de los actos, aunque fuera de carácter simbólico, pero los cuatro, en forma conjunta, como en los viejos tiempos del bloque.
Es posible que esos tiempos ya se hayan ido, o se estén yendo, de la mano de la Alianza del Pacífico, el nuevo factor regional de poder, al que los países menos progresistas ven como una alternativa de colocación geopolítica.
Como todo tiene precio en el sistema del capital, el gobierno paraguayo deberá calcular entre los costos y los beneficios. Una salida completa del bloque a favor de la Alianza del Pacífico reportará más pérdidas que ganancias, hasta que su economía se desacople del Mercosur y se acople al nuevo espacio económico neoliberal.
El analista paraguayo Amílcar Ferreyra resumió ese cálculo de costos en pocas palabras: “Creo que tiene mucho sentido que nos integremos y volvamos al Mercosur”. Paraguay es el 1% de lo que es Brasil… y que vengan 10 a 15 empresas hará un bien al país. (ULTIMAHORA.COM., 15 de agosto)
Los negocios frugales del empresariado paraguayo se realizan dentro del Mercosur. Allí factura más de la mitad de su cuenta externa. Cambiar esa estructura comercial es de alta complejidad, como lo es, por ejemplo, para el gobierno ecuatoriano del progresista Correa, trastocar de la noche a la mañana la caja de convertibilidad que mantiene atado al Sucre, su moneda nacional, al dólar de Estados Unidos.
Es menos flexible la relación estructural de la frágil economía de Paraguay con el Mercosur cuando se la mide desde su dependencia energética e infraestructural de Brasil y Argentina, además de las inversiones y la radicación de empresas comerciales y de servicios.
Lo más probable es que el gobierno de Cartes haga por un tiempo, y casi sin remedio, lo que está haciendo el de Montevideo. Mantener una posición ambivalente, intermedia, cruzada por relaciones amorosas furtivas entre los dos bloques geopolíticos.
Aunque se trata de una posición incómoda para los partner de tan singular relación, se los permite la debilidad política de la Unasur, atrapada entre su indefinición ideológica y su necesidad geopolítica, y un ALBA, cuya fuerza testimonial no supera su limitado peso regional.
Uruguay sí quiere. Desde el compromiso del gobierno de Tabaré Vázquez con el de los Estados Unidos y la UE, Uruguay como sociedad y gobierno navega entre dos mundos geopolíticos.
El tiempo colocó esta ambivalencia a favor del lado derecho de ella. El vicepresidente de Uruguay, Danilo Astori, jefe del lobby más fuerte dentro del Frente Amplio, defiende “la intención de su país de incorporarse a la Alianza del Pacífico, el bloque formado por México, Colombia, Chile y Perú, tras denunciar el actual estado de inacción del Mercosur. Desde la Cumbre de Cali es un Estado observador, pero pretende ser cuanto antes un Estado candidato a miembro pleno y ojalá pueda darse lo antes posible la calidad de miembro pleno para Uruguay”. (EfeEconomía, Montevideo 3 de junio 2013)
Astori es vicepresidente del país y presidente del parlamento. Representó a Uruguay en la última cumbre de la Alianza del Pacífico en la ciudad colombiana de Cali a fines de mayo. En el mismo sentido que declararon las autoridades paraguayas desde julio de 2012, “el objetivo de ese plan es diversificar aún más la inserción internacional de Uruguay”, porque según Astori, esos países son “muy abiertos y, además, esas naciones apuntan a la región que es el principal factor de la correlación de fuerzas mundiales, Asia Pacífico”, explicó Astori.
Astori se apoya en un dato cierto. El 38% del comercio global de Uruguay es con ese bloque y con los países no americanos del Pacífico.
Se le olvidó un detalle: en la geopolítica manda la política, no el comercio externo, menos para un país de economía tan pequeña.
Uruguay, como Paraguay, siempre mantuvieron relaciones tensas con los dos socios mayores del Mercosur. En muchos casos, los empresarios y las leyes de Argentina y Brasil fueron los culpables. Ésa es la desigualdad neoliberal aplicada al comercio.
Entre 1995 y 2005, Uruguay denunció más de 64 veces a Brasil y Argentina por el trato desigual en lo estructural, en inversiones y en bandas arancelarias. Paraguay, un poco más, 83 veces, acusó a los dos mayores de “extorsionar la economía del país”, como dijo Federico Franco en enero de 2012, cinco meses antes de echar a Lugo.
Presidentes, ministros de Economía y cancilleres de Uruguay y Paraguay amenazaron con retirarse del bloque en 27 oportunidades entre 1995 y 2005, como se reseñó en el libro Venezuela en el Mercosur.
Las buenas razones que tienen ambos países en buena parte de las denuncias comerciales y arancelarias, contra las dominantes estructuras comerciales de Brasil y Argentina, las pierden al suponer que los Estados Unidos y la Alianza del Pacífico les abrirán el camino al desarrollo o una relativa autonomía.

Acerca de Napule

es Antonio Cicioni, politólogo y agnotólogo, hincha de Platense y adicto en recuperación a la pizza porteña.

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