Mauricio Macri a-nunció oficialmente que no le dedicará, completos, los próximos años de su vida a su hija Antonia, como anunció más de una vez. A partir de ahora pondrá su mayor energía en transformarse en Presidente de los argentinos en diciembre de 2015. El Presidente del cambio, precisó, en las entrevistas que concedió a La Nación, Clarín y Perfil, ayer. Después de su malogrado acuerdo con Sergio Massa, el jefe de gobierno de la Ciudad ya decidió que irá solo. Es decir: sin estar pendiente de la interna del Partido Justicialista o de la Unión Cívica Radical. El diagnóstico que hizo junto a su plana política mayor, que integran Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta y Miguel de Godoy, entre otros, es que el pejotismo se dividirá en dos y que él por un lado y el panradicalismo, por el otro, liderarán los otros dos cuartos de la política nacional. En las presidenciales de 2015 habrá segunda vuelta. Y de acá a dos años mucha gente se va a terminar de dar cuenta que nosotros somos lo más nuevo que tienen para elegir, interpretó uno de los dirigentes que trabajan con más insistencia en la precampaña de Macri presidente 2015 para explicar que las posibilidades del expresidente de Boca están intactas. Basan su optimismo en lo que consideran excelentes resultados de las PASO, no solo en la Ciudad sino también en Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y San Juan. Macri cree que, en octubre, la candidata a senadora nacional Gabriela Michetti pasará los 35 puntos y ampliará la diferencia sobre el segundo candidato, sea Fernando Pino Solanas o Daniel Filmus. También está seguro que Sergio Bergman superará a Elisa Carrió por mucho, en la lista de candidatos a diputados. Es imposible que UNEN sume los votos de todos los candidatos de la primarias ni para el Senado ni para diputados asegura. Y descuenta que tanto Miguel del Sel, como Alfredo De Angeli, Héctor Baldassi y Eduardo Cáceres obtendrán más votos que en agosto, porque nadie esperaba tanto y ahora los están viendo como una opción distinta y mejor.
El otro gran impulso de Macri está sustentado en dos resultados de encuestas cualitativas que mandaron a preparar especialmente. En una, la imagen positiva de la gestión del gobierno de la Ciudad supera largamente el 70%. La gran estrella de la administración es el Metrobus de la avenida 9 de julio, con picos de hasta el 85%. En la otra, Macri aparece como uno de los dirigentes más alejados de la vieja política, junto con intendente de Tigre. El problema es que Massa forma parte de la vieja política, aunque el envase parece nuevo, le oyeron decir a Macri esta semana, en varias de las charlas que viene manteniendo con lo que él llama el círculo rojo. Es decir: los formadores de opinión, sindicalistas, hombres de negocios y otros políticos. De las cerca de 90 personas que compartieron un par de horas con él en el Club Político, hace unos días, un tercio se mostró muy de acuerdo con lo que dijo, otro tercio se manifestó muy sorprendido, y para bien, después de su presencia y sus respuestas, y otro tercio dio a entender que no lo votaría nunca en su vida, aunque aparezca con una remera de Ernesto Che Guevara.
¿Por qué Macri insiste en que ahora sí, está convencido de que tiene que jugar y se encarga de comunicarlo para que a nadie le quede dudas? Porque interpreta que el círculo rojo tiene más prejuicios sobre él y sus posibilidades de pelear por la presidencia que, por ejemplo, los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires, quienes opinan, en su gran mayoría, que la de Mauricio es la mejor gestión de los últimos 30 años. Parte del círculo rojo no termina de creer en sus intenciones porque Macri ya había amagado con lo mismo en 2011, hasta que Jaime Durán Barba lo convenció de que era imposible ganarle a una viuda como Cristina y con la economía en plena expansión. Sus incondicionales dicen que ahora está lanzado. Que no ve la hora de que llegue el lunes siguiente de las elecciones para anunciar oficialmente que intentará suceder a Cristina Fernández de Kirchner. Que se ocupará de caracterizar al peronismo y parte del radicalismo como dos corporaciones políticas que, desde 1983, se vienen repartiendo las llaves del Estado para robar, pero a la vez para generar más pobreza, más atraso y menos desarrollo. Te juro: hasta parece otro tipo, me dijo alguien que lo ve todos los días. Se trata de la misma persona que me contó la siguiente anécdota para probar que la cosa ahora va en serio. Habría sucedido en el último encuentro convocado por el Council of the Americas en el Hotel Alvear. Ignacio de Mendiguren lo fue a saludar y le pidió una foto. Macri no le hizo oso cuando el candidato de Massa le tendió la mano. Sin embargo se negó a aparecer retratado con el dirigente de la Unión Industrial Argentina. Vos estás del otro lado. Te quedaste del lado de lo viejo. Yo no tengo más nada que ver con vos ¿para qué nos vamos a sacar una foto juntos?, lo cortó. Lo mismo le mandó a decir a Massa. Si los que piensan la política con vos son Alberto Fernández y Felipe Solá mejor quedate con ellos. Ya no necesito más pruebas para saber que tu proyecto es más de lo mismo.
La especulación del jefe de gobierno de la Ciudad es que Massa y Daniel Scioli se van a terminar desangrando, y que la Presidenta no va a hacer nada para evitarlo. Sueña, de alguna manera, con el mismo daño que Carlos Menem le hizo a Eduardo Duhalde para evitar que lo sucediera en 1999. Nunca fue un secreto que Menem prefería entregarle la banda a Fernando De la Rúa, porque fantaseaba con volver después que terminara el mandato. La crisis de diciembre de 2001 trastocó sus planes y en mayo de 2003 Néstor Kirchner se transformó en uno de los primeros dirigentes que supo interpretar la demanda de cambio sintetizada en que se vayan todos. Parece que hubiera pasado un siglo, pero transcurrieron apenas diez años.
Macri, ahora, cree que puede ser el gran beneficiario de un cambio de humor social inédito en la Argentina. Y por eso arrancó tan temprano.
Su primer gran desafío es vencer el justificado prejuicio de los analistas políticos tradicionales.
El otro gran impulso de Macri está sustentado en dos resultados de encuestas cualitativas que mandaron a preparar especialmente. En una, la imagen positiva de la gestión del gobierno de la Ciudad supera largamente el 70%. La gran estrella de la administración es el Metrobus de la avenida 9 de julio, con picos de hasta el 85%. En la otra, Macri aparece como uno de los dirigentes más alejados de la vieja política, junto con intendente de Tigre. El problema es que Massa forma parte de la vieja política, aunque el envase parece nuevo, le oyeron decir a Macri esta semana, en varias de las charlas que viene manteniendo con lo que él llama el círculo rojo. Es decir: los formadores de opinión, sindicalistas, hombres de negocios y otros políticos. De las cerca de 90 personas que compartieron un par de horas con él en el Club Político, hace unos días, un tercio se mostró muy de acuerdo con lo que dijo, otro tercio se manifestó muy sorprendido, y para bien, después de su presencia y sus respuestas, y otro tercio dio a entender que no lo votaría nunca en su vida, aunque aparezca con una remera de Ernesto Che Guevara.
¿Por qué Macri insiste en que ahora sí, está convencido de que tiene que jugar y se encarga de comunicarlo para que a nadie le quede dudas? Porque interpreta que el círculo rojo tiene más prejuicios sobre él y sus posibilidades de pelear por la presidencia que, por ejemplo, los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires, quienes opinan, en su gran mayoría, que la de Mauricio es la mejor gestión de los últimos 30 años. Parte del círculo rojo no termina de creer en sus intenciones porque Macri ya había amagado con lo mismo en 2011, hasta que Jaime Durán Barba lo convenció de que era imposible ganarle a una viuda como Cristina y con la economía en plena expansión. Sus incondicionales dicen que ahora está lanzado. Que no ve la hora de que llegue el lunes siguiente de las elecciones para anunciar oficialmente que intentará suceder a Cristina Fernández de Kirchner. Que se ocupará de caracterizar al peronismo y parte del radicalismo como dos corporaciones políticas que, desde 1983, se vienen repartiendo las llaves del Estado para robar, pero a la vez para generar más pobreza, más atraso y menos desarrollo. Te juro: hasta parece otro tipo, me dijo alguien que lo ve todos los días. Se trata de la misma persona que me contó la siguiente anécdota para probar que la cosa ahora va en serio. Habría sucedido en el último encuentro convocado por el Council of the Americas en el Hotel Alvear. Ignacio de Mendiguren lo fue a saludar y le pidió una foto. Macri no le hizo oso cuando el candidato de Massa le tendió la mano. Sin embargo se negó a aparecer retratado con el dirigente de la Unión Industrial Argentina. Vos estás del otro lado. Te quedaste del lado de lo viejo. Yo no tengo más nada que ver con vos ¿para qué nos vamos a sacar una foto juntos?, lo cortó. Lo mismo le mandó a decir a Massa. Si los que piensan la política con vos son Alberto Fernández y Felipe Solá mejor quedate con ellos. Ya no necesito más pruebas para saber que tu proyecto es más de lo mismo.
La especulación del jefe de gobierno de la Ciudad es que Massa y Daniel Scioli se van a terminar desangrando, y que la Presidenta no va a hacer nada para evitarlo. Sueña, de alguna manera, con el mismo daño que Carlos Menem le hizo a Eduardo Duhalde para evitar que lo sucediera en 1999. Nunca fue un secreto que Menem prefería entregarle la banda a Fernando De la Rúa, porque fantaseaba con volver después que terminara el mandato. La crisis de diciembre de 2001 trastocó sus planes y en mayo de 2003 Néstor Kirchner se transformó en uno de los primeros dirigentes que supo interpretar la demanda de cambio sintetizada en que se vayan todos. Parece que hubiera pasado un siglo, pero transcurrieron apenas diez años.
Macri, ahora, cree que puede ser el gran beneficiario de un cambio de humor social inédito en la Argentina. Y por eso arrancó tan temprano.
Su primer gran desafío es vencer el justificado prejuicio de los analistas políticos tradicionales.