La madre de la expresidenta chilena Michelle Bachelet, Angela Jeria, relató que la dictadura pinochetista la mantuvo diez días encerrada en un cajón, entre otras torturas físicas y sicológicas, antes de ser expulsada de Chile, adonde regresó en 1979 para participar de manera activa en la lucha contra las violaciones a los derechos humanos.
La arqueóloga, de 87 años, contó por primera vez su cautiverio en Villa Grimaldi, el principal campo de concentración bajo la dictadura de Augusto Pinochet, y las instancias de aquellos años a partir del arresto y torturas seguidas de muerte de su esposo, el general Alberto Bachelet, secretario nacional de Distribución del gobierno de Salvador Allende, meses después del golpe militar en septiembre de 1973.
«Estuve encerrada en un cajón durante diez días, sin comer, sin agua y sin salir al baño. Me tenían en un lugar, donde al frente se torturaba. En la noche, se escuchaban los gritos de gente que estaba herida de bala», relató la mujer en una entrevista con Radio Santiago en el ciclo Grandes Mujeres, reproducida por la agencia de noticias Ansa.
A casi 40 años del golpe, Jeria relató que su hogar fue allanado en dos ocasiones antes de la detención del general Bachelet en la Base Aérea de Colina y luego en la Academia de Guerra Aérea, donde fue sometido a torturas hasta morir en marzo de 1974.
La madre de Bachelet resaltó que su esposo, un general constitucionalista que se negó a adherir a las fuerzas golpistas, se mantuvo con optimismo y siempre con la esperanza de ser liberado y, por ello, su muerte en la excárcel pública fue doblemente dolorosa.
«Era como tratar de mirar y tener un telón blanco, como si una parte de mi vida se hubiera acabado. Mi hijo estaba en Australia, desesperado, y le dije: «no vuelvas por ningún motivo.
Tenía el mismo nombre de su padre», reseñó.
A partir de entonces, junto a su hija Michelle, comenzaron a apoyar a los perseguidos por la dictadura, hasta que a principios de 1975 fue detenida y llevada a la Villa Grimaldi.
«Eramos muy ingenuas, nunca supimos de lo que ellos eran capaces, de las cosas que iban a hacer, y también de lo indefensas que estábamos nosotras», evocó.
Tras cuatro años de exilio, en 1979, Jeria regresó a Chile y se integró a las organizaciones de denuncia, por lo que volvió a ser detenida tres veces más.
La mujer recordó la ocasión, en 1986, cuando asistió al velatorio del fotógrafo Rodrigo Rojas de Negri, quien murió por las quemaduras infligidas por parte de una patrulla militar.
«Estábamos en la Comisión Chilena de Derechos Humanos y llegaron los Carabineros. Nos ahogaron con bombas lacrimógenas, la gente se desmayaba. Hubo que salir arrancando con el ataúd para poder llevarlo al cementerio. La situación era violentísima, había un clima de incertidumbre muy grande», afirmó.
«Pero superamos la dictadura, sin armas, con nuestra palabra.
Eso hay que destacar», reflexionó la madre de Bachelet.
Télam
La arqueóloga, de 87 años, contó por primera vez su cautiverio en Villa Grimaldi, el principal campo de concentración bajo la dictadura de Augusto Pinochet, y las instancias de aquellos años a partir del arresto y torturas seguidas de muerte de su esposo, el general Alberto Bachelet, secretario nacional de Distribución del gobierno de Salvador Allende, meses después del golpe militar en septiembre de 1973.
«Estuve encerrada en un cajón durante diez días, sin comer, sin agua y sin salir al baño. Me tenían en un lugar, donde al frente se torturaba. En la noche, se escuchaban los gritos de gente que estaba herida de bala», relató la mujer en una entrevista con Radio Santiago en el ciclo Grandes Mujeres, reproducida por la agencia de noticias Ansa.
A casi 40 años del golpe, Jeria relató que su hogar fue allanado en dos ocasiones antes de la detención del general Bachelet en la Base Aérea de Colina y luego en la Academia de Guerra Aérea, donde fue sometido a torturas hasta morir en marzo de 1974.
La madre de Bachelet resaltó que su esposo, un general constitucionalista que se negó a adherir a las fuerzas golpistas, se mantuvo con optimismo y siempre con la esperanza de ser liberado y, por ello, su muerte en la excárcel pública fue doblemente dolorosa.
«Era como tratar de mirar y tener un telón blanco, como si una parte de mi vida se hubiera acabado. Mi hijo estaba en Australia, desesperado, y le dije: «no vuelvas por ningún motivo.
Tenía el mismo nombre de su padre», reseñó.
A partir de entonces, junto a su hija Michelle, comenzaron a apoyar a los perseguidos por la dictadura, hasta que a principios de 1975 fue detenida y llevada a la Villa Grimaldi.
«Eramos muy ingenuas, nunca supimos de lo que ellos eran capaces, de las cosas que iban a hacer, y también de lo indefensas que estábamos nosotras», evocó.
Tras cuatro años de exilio, en 1979, Jeria regresó a Chile y se integró a las organizaciones de denuncia, por lo que volvió a ser detenida tres veces más.
La mujer recordó la ocasión, en 1986, cuando asistió al velatorio del fotógrafo Rodrigo Rojas de Negri, quien murió por las quemaduras infligidas por parte de una patrulla militar.
«Estábamos en la Comisión Chilena de Derechos Humanos y llegaron los Carabineros. Nos ahogaron con bombas lacrimógenas, la gente se desmayaba. Hubo que salir arrancando con el ataúd para poder llevarlo al cementerio. La situación era violentísima, había un clima de incertidumbre muy grande», afirmó.
«Pero superamos la dictadura, sin armas, con nuestra palabra.
Eso hay que destacar», reflexionó la madre de Bachelet.
Télam