-Mart
ín, eso sólo se le puede ocurrir a un facho. ¿Por qué no consultaste?
-A mí me dejaron solo y en la peor. Ahora no consulto más nada.
– Entonces olvidate de la ley. Soy la jefa del bloque y ese proyecto no se va a tratar.
Empezó mal y terminó peor la charla entre Martín Insaurralde y Juliana Di Tullio , los top de la lista bonaerense K. Áspero, el entrevero ocurrió sobre el fin de la semana pasada en una charla citada para discutir la propuesta para bajar la edad de imputabilidad, idea que además del cortocircuito con el libreto oficial tuvo otro error de origen en la oportunidad, porque el alcalde lo voceó en momentos en que el kirchnerismo podía disfrutar unas horas positivas a partir del cambio en Ganancias.
La riña entre Insaurralde y Di Tullio derivó en un reproche genérico del cacique de Lomas por lo que cree un destrato de la Casa Rosada, que tiene, como dato más visible, la gambeta de ministros y funcionarios K, que le huyen como a una mancha venenosa. Sólo Daniel Scioli -y por indicación de éste, Cristina Álvarez Rodríguez , a la que llaman «Cristinita» para que no se confunda nominativamente con la Presidente- se mueve a su lado por necesidad y porque se cree portador de un antídoto.
El intendente destila furia sobre los caudillos K Julián Domínguez y Florencio Randazzo , en quienes adivina el íntimo deseo de un fracaso que borre al lomense de la constelación del peronismo que viene.
La invisibilidad se convirtió en regla. «Cuando quise no me dejaron; ahora no juego» , le dijo un dirigente K a un candidato que le pidió que lo ayude en la campaña. Ayer, por principios o como ebullición de aquel espadeo, Carlos Kunkel y Diana Conti , protectores de Di Tullio en el Congreso, refutaron la baja de la edad de imputabilidad.
El aislamiento que reprocha Insaurralde tiene un anexo. La suposición de que su candidatura, que tuvo como precondición dejar la intendencia de Lomas , venía con una cláusula gatillo para trepar como jefe del bloque K o, incluso, llegar a presidir la Cámara en caso de que Domínguez evolucione a ministro, aparece ahora, más que nunca antes, anulada.
Ante un destino incierto, ¿después de octubre Insaurralde ensayará una pirueta y montará un operativo clamor para no tener que dejar el condado de Lomas?
Un Plutarco criollo que se pose en la galaxia política bonaerense podría bosquejar microbiografías de Insaurralde y Sergio Massa , pero en vez de los paralelismos que exploró el historiador, las instantáneas de los alcaldes, uno del norte y otro del sur -así como Plutarco empardó a un romano con un griego-, sólo encontrarían disparidades.
De aquellas «Vidas paralelas» a estas «Vidas perpendiculares». La mala hora del lomense es la contracara del clima celebratorio, mal disimulado, en que vive el alcalde de Tigre.
– «Ojalá la elección fuese mañana», dijo Massa el fin de semana, durante una sobremesa en su paso por Mar del Plata. Sus escoltas festejaron la ocurrencia porque desayunan cada día con sondeos que proyectan un 27 de octubre con índices cercanos al 45%. En el territorio deseo, para Massa es el momento exacto para convertir la espuma de los días en votos sólidos y computables.
Es, claro, una metáfora. Es estos días Massa vampirizó de todos los cuellos: se nutrió de macristas, de kirchneristas sin destino y de peronistas de olfato supuestamente entrenados en sucesiones. Lo hace, en la cima de de la gloria, sin repartir promesas ni bendiciones cuando bíblico deja que los desamparados -sobre todos los que se quedan sin fuero en diciembre próximo- peregrinen a Tigre.
– Igual el gobierno nos sigue haciendo favores -aportó un dirigente con mucho rodaje y detalló la teoría según la cual la Casa Rosada y Scioli operan como ecos de Massa.
La designación de Alejandro Granados como ministro de Seguridad es, en clave Tigre, la ejecución del planteo massista de que la seguridad debe estar en manos de un alcalde. Hay, sobre ese expediente, otros ruidos. Granados se vio el viernes con Ricardo Casal , su antecesor, y dio indicios de que desemabarcará con su libreto y su gente, lo que invita a pensar que antes de la elección podría haber un cambio de jefatura en la Bonaerense.
Uno de los elementos que cotejó Scioli para cerrar el ciclo Casal fue que, además de los chispazos con el resto del gabinete bonaerense, el ministro estaba en tensión permanente con la jerarquía policial.
El massismo descree de la hipótesis de que los cambios en Seguridad puedan repercutir positivamente en las urnas para el FpV. Por lo pronto, aunque tentado con la parálisis, el candidato del Frente Renovador se animará a caminar Lomas de Zamora y hará una veloz excursión por La Matanza para saludar a los fiscales que cuidaron su boleta el 11-A.
En la psicología del macho alfa, es un desafío a Fernando Espinoza , que transita entre su pacto con Scioli y la convicción de que la Casa Rosada cometió un sinnúmero de errores en la campaña. Espinoza se replegó en su territorio, ordenó desmentir los rumores de fuga de concejales al massismo y le ordenó a las cuadrillas municipales que desraticen los paredones de La Matanza de afiches del Frente Renovador.
Teme, como los demás caciques K, que la desintegración de la alianza entre Francisco De Narvaez y Hugo Moyano derrame votos y dirigentes hacia Massa. Confía en los misterios de la política para que siga en pie Javier Castrilli sostenido por De Narvaez y Mauricio Macri , sabedor de los hilos que vinculan al ex árbitro con la jefatura de Gobierno porteño a través de Emilio Monzó.
ín, eso sólo se le puede ocurrir a un facho. ¿Por qué no consultaste?
-A mí me dejaron solo y en la peor. Ahora no consulto más nada.
– Entonces olvidate de la ley. Soy la jefa del bloque y ese proyecto no se va a tratar.
Empezó mal y terminó peor la charla entre Martín Insaurralde y Juliana Di Tullio , los top de la lista bonaerense K. Áspero, el entrevero ocurrió sobre el fin de la semana pasada en una charla citada para discutir la propuesta para bajar la edad de imputabilidad, idea que además del cortocircuito con el libreto oficial tuvo otro error de origen en la oportunidad, porque el alcalde lo voceó en momentos en que el kirchnerismo podía disfrutar unas horas positivas a partir del cambio en Ganancias.
La riña entre Insaurralde y Di Tullio derivó en un reproche genérico del cacique de Lomas por lo que cree un destrato de la Casa Rosada, que tiene, como dato más visible, la gambeta de ministros y funcionarios K, que le huyen como a una mancha venenosa. Sólo Daniel Scioli -y por indicación de éste, Cristina Álvarez Rodríguez , a la que llaman «Cristinita» para que no se confunda nominativamente con la Presidente- se mueve a su lado por necesidad y porque se cree portador de un antídoto.
El intendente destila furia sobre los caudillos K Julián Domínguez y Florencio Randazzo , en quienes adivina el íntimo deseo de un fracaso que borre al lomense de la constelación del peronismo que viene.
La invisibilidad se convirtió en regla. «Cuando quise no me dejaron; ahora no juego» , le dijo un dirigente K a un candidato que le pidió que lo ayude en la campaña. Ayer, por principios o como ebullición de aquel espadeo, Carlos Kunkel y Diana Conti , protectores de Di Tullio en el Congreso, refutaron la baja de la edad de imputabilidad.
El aislamiento que reprocha Insaurralde tiene un anexo. La suposición de que su candidatura, que tuvo como precondición dejar la intendencia de Lomas , venía con una cláusula gatillo para trepar como jefe del bloque K o, incluso, llegar a presidir la Cámara en caso de que Domínguez evolucione a ministro, aparece ahora, más que nunca antes, anulada.
Ante un destino incierto, ¿después de octubre Insaurralde ensayará una pirueta y montará un operativo clamor para no tener que dejar el condado de Lomas?
Un Plutarco criollo que se pose en la galaxia política bonaerense podría bosquejar microbiografías de Insaurralde y Sergio Massa , pero en vez de los paralelismos que exploró el historiador, las instantáneas de los alcaldes, uno del norte y otro del sur -así como Plutarco empardó a un romano con un griego-, sólo encontrarían disparidades.
De aquellas «Vidas paralelas» a estas «Vidas perpendiculares». La mala hora del lomense es la contracara del clima celebratorio, mal disimulado, en que vive el alcalde de Tigre.
– «Ojalá la elección fuese mañana», dijo Massa el fin de semana, durante una sobremesa en su paso por Mar del Plata. Sus escoltas festejaron la ocurrencia porque desayunan cada día con sondeos que proyectan un 27 de octubre con índices cercanos al 45%. En el territorio deseo, para Massa es el momento exacto para convertir la espuma de los días en votos sólidos y computables.
Es, claro, una metáfora. Es estos días Massa vampirizó de todos los cuellos: se nutrió de macristas, de kirchneristas sin destino y de peronistas de olfato supuestamente entrenados en sucesiones. Lo hace, en la cima de de la gloria, sin repartir promesas ni bendiciones cuando bíblico deja que los desamparados -sobre todos los que se quedan sin fuero en diciembre próximo- peregrinen a Tigre.
– Igual el gobierno nos sigue haciendo favores -aportó un dirigente con mucho rodaje y detalló la teoría según la cual la Casa Rosada y Scioli operan como ecos de Massa.
La designación de Alejandro Granados como ministro de Seguridad es, en clave Tigre, la ejecución del planteo massista de que la seguridad debe estar en manos de un alcalde. Hay, sobre ese expediente, otros ruidos. Granados se vio el viernes con Ricardo Casal , su antecesor, y dio indicios de que desemabarcará con su libreto y su gente, lo que invita a pensar que antes de la elección podría haber un cambio de jefatura en la Bonaerense.
Uno de los elementos que cotejó Scioli para cerrar el ciclo Casal fue que, además de los chispazos con el resto del gabinete bonaerense, el ministro estaba en tensión permanente con la jerarquía policial.
El massismo descree de la hipótesis de que los cambios en Seguridad puedan repercutir positivamente en las urnas para el FpV. Por lo pronto, aunque tentado con la parálisis, el candidato del Frente Renovador se animará a caminar Lomas de Zamora y hará una veloz excursión por La Matanza para saludar a los fiscales que cuidaron su boleta el 11-A.
En la psicología del macho alfa, es un desafío a Fernando Espinoza , que transita entre su pacto con Scioli y la convicción de que la Casa Rosada cometió un sinnúmero de errores en la campaña. Espinoza se replegó en su territorio, ordenó desmentir los rumores de fuga de concejales al massismo y le ordenó a las cuadrillas municipales que desraticen los paredones de La Matanza de afiches del Frente Renovador.
Teme, como los demás caciques K, que la desintegración de la alianza entre Francisco De Narvaez y Hugo Moyano derrame votos y dirigentes hacia Massa. Confía en los misterios de la política para que siga en pie Javier Castrilli sostenido por De Narvaez y Mauricio Macri , sabedor de los hilos que vinculan al ex árbitro con la jefatura de Gobierno porteño a través de Emilio Monzó.