RIO DE JANEIRO-El empresario brasileño Eike Batista, que protagoniza una de las pérdidas de riqueza más grandes de la historia, está apuntando con el dedo a las personas que culpa por el colapso.
En una entrevista con The Wall Street Journal -la primera desde que su imperio empezó a desmoronarse este año- el magnate de 56 años dijo que el grupo de ejecutivos petroleros que solía llamar su «Dream Team» lo engañó. Añadió que sus inversionistas se echaron atrás anticipadamente y también le echó la culpa a la mala suerte.
«Yo soy el mayor perdedor en esto. Intenté crear riqueza para todos nosotros, ese era el motivo por el que recaudamos todo este dinero, para crear riqueza y compartirla», apuntó el ejecutivo.
En solo un año, el ostentoso empresario pasó de ocupar el séptimo lugar en la lista de los más ricos del mundo, con un patrimonio en torno a los US$30.000 millones, a salir de ella en una de las mayores implosiones financieras de los tiempos modernos.
Este año, las acciones de sus seis empresas que cotizan en bolsa se precipitaron 90%, después de que su compañía petrolera no lograra producir buena parte de los 10.000 millones de barriles que dijo que potencialmente estaban a su alcance. Desde Nueva York hasta Rio de Janeiro, los tenedores de unos US$10.000 millones en deuda emitida por las empresas de Batista luchan por encontrar formas de recuperar su dinero en una de las mayores reestructuraciones de deuda a nivel mundial.
El declive de Batista se ha convertido en una parábola sobre los excesos del auge de los mercados emergentes que catapultó a Brasil en la última década. A lo largo de un período de cinco años, inversionistas del peso de BlackRock, Pacific Investment Management Co. y el fondo soberano de Abu Dhabi financiaron sus empresas. Todos los nombres de sus compañías terminaban en «X», un símbolo para la multiplicación de riqueza.
A Batista le gustaba calificar estos activos como «a prueba de idiotas». Pero años después de llevarlos al mercado, ninguno de ellos ha generado ganancias.
Batista indicó que podría recaudar US$1.000 millones vendiendo sus plataformas de perforación, pero no ofreció muchos detalles sobre la serie de negociaciones de reestructuración que está manteniendo desde Nueva York a Rio. En Nueva York, los tenedores de US$3.600 millones en bonos de su petrolera OGX -que ahora valen apenas unos centavos por cada dólar- intentan obligar a Batista a invertir US$1.000 millones más en la empresa. Al mismo tiempo, el empresario está pidiendo a los tenedores de bonos que coloquen su dinero en OGX. Dijo que los bonistas probablemente asumirán el control de OGX. De no haber acuerdo, la reestructuración podría terminar en los tribunales.
Aunque el futuro de OGX se ve sombrío, dicen analistas, Batista ha logrado vender participaciones en algunas de sus otras compañías en una racha de acuerdos en las últimas semanas. En agosto, EIG Management Company LLC acordó inyectar hasta US$560 millones por una participación de control en el operador portuario LLX. En julio, el brasileño vendió el control de la generadora de electricidad MPX Energia SA a la empresa alemana de servicios públicos E.ON. Su minera MMX vendió un puerto en el sur de Brasil a Trafigura Beheer BV y Mubadala Development Co. en una operación de US$400 millones.
Batista ofreció a los inversionistas una oportunidad para aprovecharse del meteórico ascenso económico de Brasil en momentos en que buscaban alternativas a las atribuladas economías de EE.UU. y Europa. El país, rico en recursos naturales, tuvo por años una de las bolsas con uno de los mejores desempeños del mundo y, en 2008, pareció esquivar la crisis financiera global tras el colapso de Lehman Brothers. Como si esto fuera poco, Brasil descubrió las reservas de petróleo en aguas profundas más grandes de la historia justo cuando los precios del crudo estaban al alza.
«Brasil era el mercado favorito de todo el mundo. Es fácil tirar piedras ahora, pero nadie apuntó con una pistola a nadie para obligarlo a comprar», dijo Will Landers, director de fondos de acciones de América Latina de BlackRock, el mayor gestor de portafolio del mundo.
Batista dijo que reconoce ahora que el alza de los precios del petróleo fue una burbuja que impulsó su ascenso. Aún cree que el optimismo sobre la economía brasileña y sus recursos naturales no fue exagerado. «Brasil es el gigante que supuestamente debe caer en un hoyo y nunca lo hace porque siempre es más grande que el hoyo», aseveró.
Ninguna de sus empresas despertaba tanto entusiasmo como OGX. Para fundarla, Batista reunió a los más altos ejecutivos de la petrolera estatal Petróleos Brasileiros SA que según los inversionistas eran los mejores para seleccionar los mejores campos petrolíferos.
Ahora Batista dice que esos ejecutivos eran expertos en encontrar crudo pero no en producirlo. Lo que es peor, aseguró el empresario, es que le pasaron informes demasiado positivos para persuadirlo a que repartiera grandes bonificaciones. «La motivación no era necesariamente traerme la verdad», manifestó. Algunos ex ejecutivos de OGX declinaron hacer comentarios para este artículo.
Batista dice que no le incomoda culpar a sus gerentes porque, como un ejecutivo minero, él no disponía del conocimiento para cuestionar sus informes. «Soy el propietario de un gran conglomerado. Yo solo no puedo hacerlo. Digamos que soy el propietario de un hospital, pero sin 50 cirujanos en sus especialidades no eres nada (…) No le pedirías al propietario de un hospital que te opere un riñón», añadió.
-Loretta Chao contribuyó a este artículo .
En una entrevista con The Wall Street Journal -la primera desde que su imperio empezó a desmoronarse este año- el magnate de 56 años dijo que el grupo de ejecutivos petroleros que solía llamar su «Dream Team» lo engañó. Añadió que sus inversionistas se echaron atrás anticipadamente y también le echó la culpa a la mala suerte.
«Yo soy el mayor perdedor en esto. Intenté crear riqueza para todos nosotros, ese era el motivo por el que recaudamos todo este dinero, para crear riqueza y compartirla», apuntó el ejecutivo.
En solo un año, el ostentoso empresario pasó de ocupar el séptimo lugar en la lista de los más ricos del mundo, con un patrimonio en torno a los US$30.000 millones, a salir de ella en una de las mayores implosiones financieras de los tiempos modernos.
Este año, las acciones de sus seis empresas que cotizan en bolsa se precipitaron 90%, después de que su compañía petrolera no lograra producir buena parte de los 10.000 millones de barriles que dijo que potencialmente estaban a su alcance. Desde Nueva York hasta Rio de Janeiro, los tenedores de unos US$10.000 millones en deuda emitida por las empresas de Batista luchan por encontrar formas de recuperar su dinero en una de las mayores reestructuraciones de deuda a nivel mundial.
El declive de Batista se ha convertido en una parábola sobre los excesos del auge de los mercados emergentes que catapultó a Brasil en la última década. A lo largo de un período de cinco años, inversionistas del peso de BlackRock, Pacific Investment Management Co. y el fondo soberano de Abu Dhabi financiaron sus empresas. Todos los nombres de sus compañías terminaban en «X», un símbolo para la multiplicación de riqueza.
A Batista le gustaba calificar estos activos como «a prueba de idiotas». Pero años después de llevarlos al mercado, ninguno de ellos ha generado ganancias.
Batista indicó que podría recaudar US$1.000 millones vendiendo sus plataformas de perforación, pero no ofreció muchos detalles sobre la serie de negociaciones de reestructuración que está manteniendo desde Nueva York a Rio. En Nueva York, los tenedores de US$3.600 millones en bonos de su petrolera OGX -que ahora valen apenas unos centavos por cada dólar- intentan obligar a Batista a invertir US$1.000 millones más en la empresa. Al mismo tiempo, el empresario está pidiendo a los tenedores de bonos que coloquen su dinero en OGX. Dijo que los bonistas probablemente asumirán el control de OGX. De no haber acuerdo, la reestructuración podría terminar en los tribunales.
Aunque el futuro de OGX se ve sombrío, dicen analistas, Batista ha logrado vender participaciones en algunas de sus otras compañías en una racha de acuerdos en las últimas semanas. En agosto, EIG Management Company LLC acordó inyectar hasta US$560 millones por una participación de control en el operador portuario LLX. En julio, el brasileño vendió el control de la generadora de electricidad MPX Energia SA a la empresa alemana de servicios públicos E.ON. Su minera MMX vendió un puerto en el sur de Brasil a Trafigura Beheer BV y Mubadala Development Co. en una operación de US$400 millones.
Batista ofreció a los inversionistas una oportunidad para aprovecharse del meteórico ascenso económico de Brasil en momentos en que buscaban alternativas a las atribuladas economías de EE.UU. y Europa. El país, rico en recursos naturales, tuvo por años una de las bolsas con uno de los mejores desempeños del mundo y, en 2008, pareció esquivar la crisis financiera global tras el colapso de Lehman Brothers. Como si esto fuera poco, Brasil descubrió las reservas de petróleo en aguas profundas más grandes de la historia justo cuando los precios del crudo estaban al alza.
«Brasil era el mercado favorito de todo el mundo. Es fácil tirar piedras ahora, pero nadie apuntó con una pistola a nadie para obligarlo a comprar», dijo Will Landers, director de fondos de acciones de América Latina de BlackRock, el mayor gestor de portafolio del mundo.
Batista dijo que reconoce ahora que el alza de los precios del petróleo fue una burbuja que impulsó su ascenso. Aún cree que el optimismo sobre la economía brasileña y sus recursos naturales no fue exagerado. «Brasil es el gigante que supuestamente debe caer en un hoyo y nunca lo hace porque siempre es más grande que el hoyo», aseveró.
Ninguna de sus empresas despertaba tanto entusiasmo como OGX. Para fundarla, Batista reunió a los más altos ejecutivos de la petrolera estatal Petróleos Brasileiros SA que según los inversionistas eran los mejores para seleccionar los mejores campos petrolíferos.
Ahora Batista dice que esos ejecutivos eran expertos en encontrar crudo pero no en producirlo. Lo que es peor, aseguró el empresario, es que le pasaron informes demasiado positivos para persuadirlo a que repartiera grandes bonificaciones. «La motivación no era necesariamente traerme la verdad», manifestó. Algunos ex ejecutivos de OGX declinaron hacer comentarios para este artículo.
Batista dice que no le incomoda culpar a sus gerentes porque, como un ejecutivo minero, él no disponía del conocimiento para cuestionar sus informes. «Soy el propietario de un gran conglomerado. Yo solo no puedo hacerlo. Digamos que soy el propietario de un hospital, pero sin 50 cirujanos en sus especialidades no eres nada (…) No le pedirías al propietario de un hospital que te opere un riñón», añadió.
-Loretta Chao contribuyó a este artículo .