Tengo en mi biblioteca cuatro libros que tratan sobre el Grupo Clarín. La Noble Ernestina, de Pablo Llonto; Diario de guerra. Clarín, el gran engaño argentino, de Claudio Díaz; Pecado original. Clarín, los Kirchner y la lucha por el poder, de Graciela Mochkofsky; y Clarín, el gran diario Argentino. Una historia, de Martín Sivak, según orden de aparición a la venta. Que pueden ser agrupados de distintas formas.
Dos de ellos, además de estar muy bien escritos, son rigurosos, metódicos y están sustentados en profusa documentación (el de Llonto y el de Sivak –que es una verdadera joya, la única del cuarteto–); otro, el de Mochkofsky, es bastante flojo tanto a nivel redacción como en cuanto hace a soportes; y el restante (Díaz) es apenas un panfleto insultoso: se comprende por la situación personal del autor al momento de concebir el texto y por la forma en que fue corrido de su puesto en el diario. Pero, aunque va de suyo que este comentarista comparte la esencia del mensaje que transmite, en honor a la verdad, lo cierto es que no daba para libro.
Tanto el de Pablo Llonto como el de Martín Sivak se iniciaron antes de estallar la pelea entre los Kirchner y Magnetto y compañía (el primero, por completo, aunque una edición posterior incluyó un capítulo extra sobre la batalla que se inició en concomitancia con el “conflicto con ‘el campo’”; el segundo, se desarrollaba cuando alumbró el litigio). El de Claudio Díaz y el de Graciela Mochkofsky, en cambio, empezaron y terminaron en pleno apogeo del asunto.
Llonto y Díaz ejercieron su oficio en Clarín, y ambos finalizaron sus vínculos de modo conflictivo (el también abogado, con motivo de su actuación gremial representativa; el militante peronista, a causa de su opinión sobre la postura editorial de sus patrones frente a la reacción agraria contra el Estado por las retenciones móviles a la soja). Sivak y Mochkofsky, en cambio, desarrollaron sus respectivas carreras por entero fuera del conglomerado empresarial con posición dominante en el mercado multimediático.
Pero hay, con todo, un detalle de mayor interés que cualquier otro de los hasta aquí anotados, a nuestro criterio.
La mitad del póker (Llonto y Díaz) son especialmente condenatorios del rol que ha ocupado el autodenominado «gran diario argentino» como actor socio-político en la historia argentina; los restantes, por su parte, logran con bastante éxito equidistancia e imparcialidad respecto del objeto de estudio en cuestión –lo que corresponde muy especialmente reconocer acá, dado nuestro escepticismo acerca de la posibilidad misma de existencia real de tal cosa (la neutralidad)–.
Y pendiendo de esto último, pues, circula lo que por lejos nos resulta lo más llamativo.
No es para nada menor que en un país en que la mirada desconfiada y enojosa para con la política es de rango cuantitativamente crítico, y que cuenta con un considerable y consolidado sector de clase media –no sólo por ingresos: sino y fundamentalmente cultural–, por tanto sensible a temáticas como la libertad de expresión –aún cuando no hay quien en su sano juicio pueda creer que esto es lo que se discute hoy día, ni los propios abogados de Clarín–, en medio de una puja que ha escalado a niveles nunca antes vistos entre un gobierno nacional y el holding por posiciones de poder –otro ítem (el poder) que genera tirria en amplias franjas sociales–, nadie que no esté vinculado laboral o comercialmente en la actualidad a la empresa impugnada salga a decir que es ésta la que tiene razón.
Algo que también se pudo observar durante las audiencias públicas que convocó la Corte Suprema de Justicia como último trámite previo al dictado de la sentencia que hay pendiente sobre la causa que inició Magnetto contra la constitucionalidad de la ley audiovisual, en la que sólo hablaron a favor de la actora quienes tienen alguna ligazón dineraria con ella. Esto sí es probable que se pueda apuntar en el haber del kirchnerismo como triunfo cultural, tanto que se clama por uno de ellos –a nuestro juicio con exceso– desde los sectores no peronistas del kirchnerismo.
Alejandro Horowicz suele decir que el primer peronismo cayó por su “incapacidad de dar batalla fuera del hemiciclo parlamentario”. Ahora da la sensación, respecto del disciplinamiento de Clarín, de ser distinto. Resta ver si la Corte Suprema comparte y recoge esta tesis.
Conecto tu post con una propuesta muy valiosa que leí hace poco en página: Por una soberanía idiomática http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-229172-2013-09-17.html
Saludos!
Pablo D:Me da la impresion de que tu entrada esta inconclusa.Bien fundada por bibliografia,el ultimo parrafo,sin embargo,no se si quiere alertar sobre otro fracaso o se quda en el pasado.
Faaaaaa …como cuatro libros leyó Pablito.
4-0 te gano, bobo. Ya dije mil veces: estas cosas, en la cara. Pone fecha, hora y lugar y me lo repetís de frente, cagón.