EL VOTO A CARRIÓ, SEGÚN PASAN LOS AÑOS

Viernes 20 de Septiembre de 2013 Es protagonista de la vida pública argentina en la última década y media. Su principal campo de acción y casi único distrito en el que sus diferentes creaciones han dado pelea por el liderazgo ha sido la Ciudad de Buenos Aires. La siguiente nota analiza cómo fueron virando los bastiones electorales de Elisa Carrió en la Capital Federal, desde aquella “rebelde periférica” hasta la líder actual, que la encuentra en “el cen-tro”, según afirma. Un viaje de Almagro a Recoleta.
Por: Mariano Beldyk
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Entre 2003 y 2013 , Elisa Carrió
participó directa o indirectamente de seis elecciones con la Ciudad de Buenos Aires, su bastión político: tres presidenciales y tres legislativas, incluyendo las últimas PASO de agosto. Protagonizó victorias y fracasos y, en el camino, hubo rivales que se volvieron socios y aliados que se alejaron acusándola de traición ideológica. Causa o efecto de aquellos cambios a lo largo de diez años, también su electorado porteño mutó en número y perfil socioeconómico, al punto que las fortalezas territoriales de ayer son hoy sus puntos flacos de cara a la campaña hacia octubre que ya está en marcha.
¿Cómo se describe este vuelco en la composición de su voto?
«Si uno observa el desplazamiento del voto a Carrió a lo largo de la última década se advierte claramente cómo pasa de concentrarse en el centro y oeste de la Ciudad en 2003-2005, al norte y este a partir de 2007, cuando sale segunda en las presidenciales como principal alternativa a Cristina de Kirchner» , resumió a Viernes el politólogo Andy Tow . A su entender, «esto revela, en términos espaciales y de nivel socioeconómico, su ‘giro a la derecha’, apoyada en adelante por un electorado más típicamente de centroderecha».
El Atlas Electoral en la web que lleva su nombre (andytow.com) recoge con precisión los datos electorales oficiales para plasmarlos en mapas e histogramas. Su análisis comparativo prueba cómo el componente social del «voto Carrió» viró desde 2003 al día de hoy. Lo que abre el interrogante: ¿cambió Carrió o el contexto político-económico que motiva las preferencias de los diversos sectores?
«La percepción es una cosa compleja», respondió a este suplemento Fernando Sánchez , tercer candidato en la lista para diputados nacionales de UNEN. Y añadió: «Nosotros no cambiamos en nuestros principios, mantenemos nuestra coherencia en cuanto a proyectos y votaciones que son los que definen políticamente a una fuerza. Esa coherencia, a veces cae bien y, a veces, mal».
NO TODOS COINCIDEN CON ÉL
«En la campa ña 2003 terminamos cantando ‘Hasta siempre, comandante’ con distintas organizaciones sociales y este año la cerraron con diversos economistas del sistema», remarcó a Viernes Eduardo Macaluse . Este exdiputado que emergió del sindicalismo docente había conseguido en 2007 su banca en la Cámara de Diputados por la Coalición Cívica, pero luego se separó para conformar el bloque Solidaridad e Igualdad junto a otros desencantados, cuando Carrió se posicionó en la batalla por la 125 como una de las más férreas defensoras de las posturas del campo.
Como él, también hubo votantes que viraron hacia distintas opciones de centroizquierda cuando ya no se sintieron representados por «Lilita».
GORDA Y PERIFÉRICA
Tras el vac ío institucional de 2001 y la crisis de 2002, los argentinos volvieron a las urnas para elegir presidente el 27 de abril de 2003. Sorteando el trámite de una interna por la imposibilidad de consensuar un único líder, el peronismo resolvió dirimir en las elecciones generales su lucha facciosa.
El expresidente Carlos Menem se presentó junto al entonces gobernador salteño Juan Carlos Romero por la línea neoliberal-populista que buscaba el voto nostálgico del 1 a 1 en tiempos de ahorros licuados y deudas dolarizadas. Frente a ellos, se posicionaron el «realismo mágico» puntano de Adolfo Rodríguez Saá y Melchor Posse (padre del hoy «macrista» o «massista» de San Isidro Gustavo ) y una tímida centroizquierda sureña que agitaba las banderas románticas del peronismo setentista con Néstor Kirchner aliado al justicialista de centroderecha, creación política de Menem, Daniel Scioli .
En el segmento no peronista, el voto de la centroderecha se concentró en la figura conservadora y ortodoxa del economista Ricardo López Murphy y el senador salteño Ricardo Gómez Diez .
En ese contexto, con la consigna «piquete, cacerola, la lucha es una sola» todavía candente, no fue difícil para Carrió ubicarse ante la opinión pública como la opción de centroizquierda no peronista, una alternativa a la partidocracia del PJ y la UCR, jugando con su autodefinición de «gorda, periférica y provinciana» .
Tras la frustración de la Alianza, su movimiento Argentinos por una República de Iguales había servido de plataforma de fuga para los sectores de centroizquierda de la coalición que llevó a Fernando de la Rúa a la Casa Rosada, desde socialistas arrepentidos hasta radicales díscolos, además de otras fuerzas menores. Luego, algunos de ellos labraron el acta fundacional del partido Afirmación para una República Igualitaria (ARI) que presentó a la chaqueña como su candidata a presidenta en 2003 con el «ganso» mendocino Gustavo Gutiérrez como escolta, un hombre de ideario conservador que se había acercado a la chaqueña vía denuncias de corrupción.
Pese a terminar quintos en las generales, el ARI quedó segundo en la Ciudad de Buenos Aires con el 19,8 por ciento de los votos, cinco puntos por debajo de Recrear pero medio por encima de la dupla Kirchner-Scioli , y se probó como una opción urbana de centroizquierda. En el camino quedó en el olvido alguna photo-opportunity entre Kirchner, Carrió y Aníbal Ibarra . La chaqueña sólo mantendría palabras amables hacia el santacruceño por algunos meses para luego mantener un discurso parejo de oposición extrema.
Lo notable, sin dudas, fue la distribución del voto en la geografía social porteña.
«La Ciudad de Buenos Aires se divide en dos grandes zonas: un norte desarrollado que en los últimos diez años ha vivido un boom inmobiliario y un éxodo de población, y un sur poco desarrollado que ha recibido a gran parte de los expulsados del otro polo», explicó a este suplemento la socióloga Cecilia Zapata , becaria del Conicet e investigadora del área de Estudios Urbanos del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires.
El nivel de ingresos medios en los hogares es clave para comprender esta brecha social en el mapa porteño. «Si el ingreso promedio mensual de un habitante de la Ciudad en 2012 fue de 4.842 pesos, según la Encuesta Nacional de Hogares del INDEC, en las comunas del sur, como la 8 (Lugano, Riachuelo y Soldati), el ingreso rondó el año pasado los 3.175, mientras que en la 13 (Núñez, Belgrano y Colegiales) alcanzó los 7.084 pesos, más del doble que en un hogar del sur», detalló Zapata.
Entre ambos extremos, subsiste una extensa franja de comunas correspondientes a los barrios más próximos al promedio y que menos transformaciones socioeconómicas sufrieron en los últimos diez años: desde Boedo y Almagro hasta Liniers y Versalles, y desde Flores y Parque Chacabuco hasta Coghlan y Saavedra pasando por Caballito y Villa Crespo.
Fue en esa región de sectores de mediano poder adquisitivo en el centro y oeste de la urbe donde el «voto Carrió» arraigó en 2003, repartido de un modo parejo con un promedio del 20 por ciento entre las comunas 12, 15, 6, 5, 11, 10, 9 y 7. El norte de la Ciudad, por su parte, con barrios como Palermo, Recoleta y Belgrano, vio una clara hegemonía del tándem de centroderecha López Murphy-Gómez Diez. El kirchnerismo hizo pie en los barrios medios y triunfó en el bastión tradicional peronista en el sur, cuyo componente social es parecido al promedio del Gran Buenos Aires.
Dos años después, Carrió se batió en las urnas en las legislativas de 2005 por primera vez con el empresario xeneize Mauricio Macri al mando de una propuesta de centroderecha liberal y con aires de renovación como el ARI. De las 13 bancas en juego para diputados nacionales por la Ciudad de Buenos Aires, el macrismo se quedó con 6 de ellas al imponerse con el 34 por ciento de los votos y superar el techo de Recrear de dos años antes por más de 100 mil votos. También a Carrió y al ARI les fue mejor, aunque en menor medida: obtuvieron 4 bancas como segunda fuerza porteña e incrementaron su caudal aunque apenas unos 5.052 votos. Aún así, bastaron para volver a ganar por escaso margen al kirchnerista Rafael Bielsa.
Lo llamativo es que el «voto Carrió», en esta oportunidad, se distribuyó de un modo homogéneo por casi dos tercios de la Ciudad, conservando su promedio del 20 por ciento en el recuento de cada distrito. Incluso llegó a penetrar tímidamente en algunos de los bastiones conservadores del norte porteño como Belgrano, Núñez y Colegiales.
Por su parte, el sur permaneció fiel a su tradición peronista. Ese año, la dupla presidencial tenía otras prioridades y su batalla principal no se libró en suelo porteño sino en la provincia de Buenos Aires, para dirimir contra los Duhalde el dominio sobre el aparato del PJ.
CORTA FUEGOS
«Las construcciones pol íticas de Carrió privilegian la lealtad hacia su persona más que hacia las ideas. ‘Estos son mis valores y tenés que aceptarlos y adaptarte’. No es por minimizar la inteligencia política de ella, pero cuando uno hace política es al revés: lo que priman son las ideas, no las personas» , reflexionó Macaluse.
Tras finalizar su mandato en 2011, Macaluse volvió a su tarea de docente de Literatura en secundarias de Laferrere y Morón. Pero no abandonó su militancia política, aunque ya no lo hace bajo la bandera de Carrió sino con el Frente Amplio Progresista del socialista Hermes Binner . Aún recuerda su ruptura con la Coalición Cívica tras la radicalización política del oficialismo y la oposición en torno a las retenciones a la soja, un año después de haber conquistado la banca en 2007: «Traumática» , la cataloga.
Las elecciones presidenciales de ese año marcaron un antes y un después para la relación de Carrió con su electorado. Mientras el kirchnerismo jugó su carta de la «Concertación» con la entonces senadora por Buenos Aires Cristina de Kirchner , el ARI inició su política de alianzas hacia el lanzamiento de una nueva construcción política: la Coalición Cívica, con la diputada Patricia Bullrich y su partido Unión por Todos como principal sostén. El objetivo era uno y claro: derrotar al kirchnerismo con el «Contrato Moral» como estandarte.
«Hay que entender que la violencia no la ejerce sólo determinado grupo, sino que es parte de nuestra sociedad. Lo que se pide es un reconocimiento profundo de quiénes somos, para construir un orden nuevo basado en la paz», propuso en aquellos días Carrió.
Inspirada en la filosofía de Hannah Arendt , centró su discurso en la necesidad de acuerdos propositivos refundacionales para la Argentina, un ambicioso proyecto social, económico y político inclusivo que encerraba el llamado a una Convención Constituyente para reformar la representatividad legislativa y el sistema judicial, Corte Suprema y el Consejo de la Magistratura. Fue su apogeo político. En la Ciudad de Buenos Aires, su dupla con el senador socialista Rubén Giustiniani se apuntaló como fuerza dominante con el 37,7 por ciento de los votos, unos 13 puntos por encima de la fórmula de CFK y el exgobernador mendocino Julio Cobos, y duplicando el caudal del tándem radical del exministro de Economía Roberto Lavagna con el jujeño Gerardo Morales .
La incorporación de sus nuevos aliados y la moderación (o centramiento) en su discurso surtieron efecto. Y el escaso entusiasmo generado por López Murphy, sobre todo luego de que Macri le retaceara el respaldo ya como jefe de Gobierno porteño, hizo el resto.
El electorado de Carrió se expandió hacia los bastiones del macrismo y en barrios como Palermo, Recoleta, Núñez, Colegiales y Belgrano reunió más del 50 por ciento de los sufragios volviéndolos, por primera vez, enclaves propios. Por su parte, en el territorio del centro y oeste porteño aumentó en casi 10 puntos su promedio llevándolo al 30 por ciento.
Para Tow, 2007 fue un año bisagra en la decodificación socioeconómica del «voto Carrió», particularmente para la proyección de su composición durante los seis años siguientes hasta hoy. En su anclaje sucesivo en los barrios del norte y su retiro cada vez más marcado de las comunas de sectores medios, el politólogo traza un paralelismo con el voto a fuerzas de centroderecha como Recrear en 2003 y, antes que ello, el desempeño del partido del exministro de Economía Domingo Cavallo , Acción por la República, en los comicios de 2001.
«En ese sentido, la posterior incorporación al elenco de candidatos de (Alfonso) Prat Gay en 2009 y de (Patricia) Bullrich en 2011 se volverían un complemento ‘natural’ de esta transformación» , apuntó el politólogo.
Aunque a nivel nacional el Frente para la Victoria duplicó en 2007 en cantidad de votos a Carrió-Giustiniani, aún así la Coalición Cívica cosechó unos 4 millones de sufragios que la posicionaron como primera fuerza opositora. A la chaqueña, además, semejante cosecha le abrió las puertas a un reencuentro que jamás había imaginado unos años antes.
«Agradezco la recepción en el Comité Radical. Los aquí reunidos manifestamos la firme voluntad de construir una alternativa de gobierno, sobre una base programática y una vocación de poder», saludó Carrió el 11 de noviembre de 2008 al ser recibida en la sede del Comité Nacional en la calle Alsina. Su presidente, el senador Gerardo «Jerry» Morales , la esperó con un ramo de flores en la mano, en las mismas oficinas donde tanto la habían denostado en 2001 cuando sus acusaciones eran sablazos a la frágil integridad de la Alianza. «Iniciamos un diálogo institucional, tenemos vocación conjunta para la construcción de una alternativa de gobernabilidad ética, republicana y con equidad social», fueron las palabras de Morales.
En las legislativas de 2009, el Acuerdo Cívico y Social que reunió a la Coalición Cívica con la UCR y el socialismo además de partidos provinciales se impuso al kirchnerismo puro (sin aliados) como la fuerza más votada a nivel nacional, con dos bancas más que el FpV. Llegó a 5,8 millones de votos. Sin embargo, en una Ciudad de Buenos Aires en la que cada tanto emerge un centroizquierda no peronista que encarama a sectores «antipolítica», rebeldes varios y conservadores republicanos, la sensación electoral tuvo otro nombre y color político: Fernando Pino Solanas y su Proyecto Sur, que terminaron en segundo lugar tras el macrismo. La sensación generalizada fue que si la campaña duraba dos semanas más, el cineasta, cámara en mano, le ganaba hasta a Gabriela Michetti.
La lista de Carrió finalizó tercera con apenas el 19,1% por ciento de los votos y una fuga de la mitad de su electorado: de los 707.132 de 2007 a 348.261 en apenas dos años. Gran parte de ese éxodo correspondió a las comunas del centro y oeste de la Ciudad que se volcaron a favor de Solanas mientras que, por primera vez desde 2003, el «voto Carrió» se concentró en los barrios de mejor situación económica del norte urbano. Recoleta fue, de hecho, su fortín, con el 28,9 por ciento de los votos. Aunque no todos los «lilitos» supieron leer la advertencia. Tiempo después, reconocen que fue el preludio del desastre que se avecinaba para Carrió. El Acuerdo Cívico y Social saldría dañado de su buen resultado de junio de 2009, como le ocurrió a la alianza de centroderecha entre Macri y Francisco de Narváez, y la diputada volvería a los vaivenes con los radicales, con quienes ha pasado a lo largo de 15 años del «son mi familia» a «son todos corruptos», de la acusación de «tibios» a compañeros de «la resistencia».
Atrás habían quedado asistentes como Rubén Lo Vuolo , su asesor económico en la etapa «periférica», reemplazado hasta hace poco por Prat Gay. En otros planos también hubo un giro que resulta notable si se mide de punta a punta contra 2001. Pese a que siempre mantuvo su condena pública a la dictadura, la diputada llegó a afirmar que los represores mayores de setenta años debían retornar a sus domicilios, algo visto como una herejía para muchos organismos de los derechos humanos en los que alguna vez se referenció.
FÉNIX
«Yo soy la raz ón de la derrota como he sido la razón de muchas victorias. La intransigencia en valores o principios no suma votos» , se lamentó una golpeada Carrió desde la soledad de su atril. Y sentenció: «Siempre supe que este momento iba a llegar. Fui rechazada por el 97 por ciento de la sociedad, que no me quiere».
A su alrededor, la desazón era indisimulada. Carrió acababa de obtener apenas el 1,8 por ciento de los votos a nivel nacional en su tercer intento por la presidencia en las elecciones de 2011. La misma candidata de los 4 millones en 2007, la que se convirtió en punta de lanza de la oposición en 2009, había terminado muy por detrás del 54 por ciento de Cristina de Kirchner, el 16,8 de Hermes Binner (FAP), el 11 por ciento de Ricardo Alfonsín , el 7,9 del puntano Alberto Rodríguez Saá , el 5,9 de Eduardo Duhalde e, incluso, el 2,3 de Jorge Altamira .
Ni siquiera en la Ciudad de Buenos Aires pudo mitigar la debacle, donde se ubicó un poco más lejos del cero por ciento. Ante el desmadre opositor, el kirchnerismo superó su techo y se impuso con el 30,1 por ciento, con una arrasadora presencia en el cinturón sur, desde Mataderos y Liniers hasta Barracas, pasando por Nueva Pompeya y Villa Soldati. Le siguió el tándem de Duhalde-Das Neves , Binner-Morandini , Rodríguez Saá-Vernet y Alfonsín-González Fraga . Al único candidato que derrotó Carrió en la Ciudad fue a Altamira, autor de un módico milagro.
El voto de los barrios del centro, de medianos ingresos, se volcó mayoritariamente al FAP de Binner y al kirchnerismo, mientras que el norte de la Ciudad más acaudalado se desdobló entre Carrió y el Frente Popular duhaldista. En Recoleta, con su mejor desempeño entre las 15 comunas, Carrió no superó el 13 por ciento de los sufragios. Por último, los barrios de la periferia del oeste, votaron en dosis importantes por la fórmula del exgobernador puntano. Pasadas las primarias, la geografía electoral cambiaría, con Binner congregando muchos de los apoyos que se habían volcado a Duhalde en Belgrano y Barrio Norte, y que vieron que el lomense estaba fuera de toda competición,
En total, Carrió apenas logró reunir el 6,2 por ciento de los votos porteños, 116.635 sufragios, la tercera parte de su piso histórico de 2009. Para muchos, era el epitafio de una carrera política. Y, sin embargo, no estaba escrito el final todavía.
«Por supuesto que no nos gusta sacar pocos votos. Pero cuando perdemos, miramos por qué. Y vemos cuánto tenemos nosotros de responsabilidad y cuánto responde a la valoración que hizo el electorado. Aún con el 1,8 por ciento seguimos peleando contra la corrupción. Y hoy esa preocupación fue compartida por amplios sectores, incluso hombres y jóvenes de 16 a 25 años donde también fuimos opción aunque el electorado fuerte de Lilita siempre fueron las mujeres», reflexionó Sánchez ante este suplemento tras las PASO.
El 11 de agosto pasado, la última construcción política de Carrió, el frente UNEN que sumó a radicales de diversas vertientes y socialistas, se impuso con un 35,5 por ciento en la sumatoria de sus cuatro listas para diputados en competencia interna, por encima de PRO (27,5) y del FpV (18,9). La nueva alianza no se había forjado sin fracturas previas. Luego de 2011, Bullrich había sellado su pase al macrismo y Carrió se unió, junto al radicalismo, a su principal rival porteño desde 2009 para recuperar el voto de los sectores medios, Solanas. En el acto en que se consumó esa alianza, el cineasta perdería casi todos sus aliados de izquierda.
«Nos une el amor a la Nación, no somos unidos y organizados para robar» , desafiaron los gestores del nuevo frente. La maquinaria electoral para equilibrar el voto de sectores medios y altos y revivir el fenómeno de 2007 funcionó, Carrió se impuso en 13 de las 15 comunas con un promedio en torno al 30 por ciento de los votos y picos del 41 y el 45 en su bastión, la zona norte: Núñez, Colegiales, Belgrano y Palermo. Sin embargo, Solanas mantuvo su presencia en el Centro y oeste sin poder hacer pie en los bastiones de los sectores de mayores ingresos donde Carrió fue primera opción. La ingeniería probó ser útil, al menos para Carrió. Si lo será para la subsistencia de UNEN, sólo el tiempo podrá afirmarlo.

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