De la Serna: «El pueblo capturó el Himno y hasta lo canta con pogo»

Eduardo de la Serna camina a diario las calles del Conurbano profundo. Está a cargo de la parroquia Jesús el Buen Pastor, en una calle con número y sin nombre, en San Francisco Solano. Allí, en una de las salitas de la iglesia, repasará para Tiempo Argentino, 30 años de democracia. Pero antes, al ver al fotógrafo preparar su equipo, pedirá un momento para cambiarse las alpargatas, a cuadritos blancos y negros.
–Es que parecen de la Metropolitana, dirá para aparecer luego en sandalias.
Luego, dejará en una mesa su Biblia, el mate y un termo azul con una discreta calcomanía que dice «Clarín miente».
–Siempre es bueno recordar, explica.
–¿Dónde andaba hace 30 años?
–Esperaba el resultado de las elecciones desaforadamente junto a un grupo de jóvenes con quienes habíamos tenido un acercamiento a algunos aspectos de lo político. Todos insistíamos en la importancia de la vuelta de la democracia. Yo estaba desesperado y ansioso. Los resultados, que no me causaron mucha alegría. Pero la vuelta a la democracia fue una fiesta más allá del resultado.
–¿Tenía filiación política?
–Antes de entrar al seminario tenía militancia política. Cuando entré, dejé la militancia pero no los afectos políticos. De hecho, padecí mucho la dictadura y con el retorno de la democracia mis afectos estaban más allá de las personas.
–¿Qué significa «padecí la dictadura»?
–Prácticamente todos mis amigos desaparecieron, salvo algunos que se pudieron exiliar. En los afectos, me quedé solo, lo cual no era lo más grave. Entré en lo que Solanas, cuando era bueno en El exilio de Gardel, llamaba el exilio interno. Luego empecé a respirar pero tardé bastante en salir de ese exilio interno.
–¿Todos sus amigos desaparecieron?
–Sí. De hecho, tuve que empezar una vida nueva. Todos mis amigos no estaban más y tuve que empezar a tener una vida intraeclesiástica porque estaba en el seminario. Antes era mucho más plural, mucho más genérico, gente de discusión. Fue muy novedosa para mí la vuelta a la democracia porque empezaba a surgir la vida.
–Su suerte fue diferente a la de sus amigos.
–Porque estaba en el seminario y al cardenal Aramuru no le tocaron un cura. La sensación que tengo, y todavía no me la he podido quitar, es que Aramburu pudo haber dicho «a mí no me tocan ningún cura y yo no hablo. Si me tocan un cura, yo hablo.» Es interesante que Pablo Gazzarri desapareció el día que dejó de ser cura en Buenos Aires para pasar a los Hermanitos del Evangelio.
–Hagamos un repaso, gobierno por gobierno. Alfonsín, ya lo dijo, no lo alegró.
–Siempre he creído que, y nunca me han dado ningún elemento para dejar de creer, los radicales son el monumento a la ineptitud. Son tipos que hablan con mucha convicción y muy bien pero no acompañan su discurso. A Alfonsín, a la distancia, le reconoceré algunas cosas. El partido militar tenía todavía fuerza y la Ley de Obediencia Debida fue positiva pero también le dio una mano a los militares genocidas. Por ejemplo que en el juicio a los comandantes no apareciera Harguindeguy, compañero de Liceo Militar de Alfonsín.
–Ni un manto de piedad para los radicales.
–Me cuesta mucho reconocerles algo. Mi posibilidad de votarlos es nula. Ni a ellos ni a nadie que venga de su partido. Son expresión de lo que más aborrezco de la clase media argentina. Aun así no le puedo negar a Alfonsín ni por asomo el respeto a las libertades. Sin embargo, todavía conservo la granada lacrimógena que nos tiraron cuando fue lo de Modart. Ni hablar del FMI. Creo que lo positivo del gobierno de Alfonsín fue haber servido de colchón entre la democracia y la dictadura. Eso no me parece nada poco. Y que hubiera una valoración de la democracia se debe a Alfonsín, que fue un demócrata. Pero hay algo que les reconozco a todos y es la gestación del Mercosur. Eso lo empezó a Alfonsín, lo siguió Menem, de la Rúa no lo anuló y continúa con otros colores más interesantes con Néstor y Cristina. A mí me importa mucho lo latinoamericano y en ese sentido Alfonsín fue positivo. Menem no acabó con el Mercosur porque en esa época había gobiernos gemelos: Alfonsín y Sarney, Menem y Color de Melo, Menem y Cardoso, Batlle en Uruguay. El Mercosur tenía elementos para continuar.
–Vamos por Menem.
–Si Alfonsín era un demócrata, Menem era un traidor. Es un personaje detestable, que fue el paradigma de la antipolítica. Con él se pudo decir que la política es mala palabra. Mostró que no sirve para nada, que es un arreglo de poderes. Fue un logro perverso. ¡Y no hablemos de la parte económica del menemismo que siguió el modelo iniciado con el borrador que le dio Rodrigo con el plan que trazó Martínez de Hoz! Menem hizo, como muchos dicen por ahí, un genocidio económico planificado. Todo eso podría servir para aprender si tuviéramos memoria.
–¿No cree que tengamos memoria?
–A veces parece que no. Cuando vemos que en Salta volvió a ganar el intendente descubierto en un prostíbulo, pensamos que hay cosas que están mal. Que el hijo de Bussi salga segundo o tercero en una elección en Tucumán. ¿Qué pasa?
–Capaz que la idea de memoria no les llegó a todos por igual.
–O hay algunos que no valoran lo que yo valoro. Si ese intendente de Salta va con una prostituta, es un problema absolutamente personal. Si estamos hablando de prostíbulos en tiempos en que el tema de la trata es serio y grave, entonces me parece que no es fácil de tener en cuenta tan livianamente que el tipo es así. Me acuerdo el caso de un cura que luego fue juzgado por pederasta y yo me iba a ir de una parroquia y le tocaba ir a él. ¡No sabía qué hacer! Al final, en privado, hablé con la gente de la comunidad, les expliqué las denuncias que tenía y les pedí que cuidaran a los chicos. Y uno de los tipos me dijo: «Está bien. Nosotros vamos a cuidar a los chicos pero esa es su vida.» Entonces, la valorización era otra. Ahora cambió un poco por casos públicos como el caso Grassi. Por eso digo que la memoria no es todo lo que uno quisiera. Creo que habría que mostrarle pedagógicamente a la gente que la dictadura no fue militar, que no fue para instaurar la paz interior amenazada por los trapos rojos, si no que fue para instalar un modelo económico. Y ese modelo económico no se va a rendir tan fácil como los militares.
–A esta altura vamos llegando a De la Rúa.
–La ineptitud radical llevada a su máxima expresión. Así como creo que el neoliberalismo se encontró que con la dictadura no podía tener entrada y necesitó un traidor y encontró en Menem alguien que lo hiciera popular, creo que la Alianza quiso mostrar lo mismo desde la perspectiva de la honestidad y la transparencia. Pero eso no es importante porque, te juro, yo soy un tipo honesto pero a mí no me votes. No sabría gobernar, no son mis capacidades. De la Rúa era un inepto, un incapaz para todo. Pero la democracia siguió andando por su propio dinamismo interno. Cuando era adolescente prefería salir desnudo que salir sin documentos. Lo primero que hacía era ver si tenía los documentos en el pantalón. Esa angustia desapareció. Y De la Rúa fue otro demócrata en ese sentido. Un tipo del que todo el mundo sabía que iba a caer por inepto. La única preocupación de su mujer era llegar antes del casamiento de Máxima. Eso revela mucho. Qué te importa la vida, el país, la gente, la justicia. Toda esa corrupción política.
–Puerta, Caamaño y Duahlde.
–Y no nos olvidemos del efímero Rodríguez Saá.
–¡Es verdad!
–Puerta estuvo por ser presidente del Senado y Caamaño por ser de Diputados pero los que estuvieron a cargo fueron Rodríguez Saá y después Duhalde. Los dos primeros pasaron a la historia por ocuparse de lo que se ocuparon. Con Rodríguez Saá fue el default y el no pago de la deuda externa. No era por lo que muchos de nosotros creemos que no hay que pagar, era porque no se podía y parecía Sierra Leona. A mí me da la sensación de que todo eso fue gestado por el aparato duhaldista para quitarle el apoyo a Rodríguez Saá y que vuelva el poder al aparato duhaldista. Luego vino una dispersión de las listas históricas que fue interesante.
–Y llegó mayo de 2003.
–Como yo vengo de la militancia peronista vivía con angustia la posibilidad de que ganara Menem y por lo tanto había apoyado a Néstor Kirchner sin tener mayores referencias de él. Tuvo como ventaja que las aguas se habían aquietado un poco. Y personalmente creo que Néstor, y Cristina, es lo mejor que nos ha pasado en los últimos 50 años. Por muchas cosas pero por sobre todo porque soy muy entusiasta de lo latinoamericano y eso no está para mí ni en segundo ni en tercer lugar. El otro día Cristina preguntó en el reportaje con Rial, por qué no pasan en los noticieros temas internacionales. Y eso es absolutamente cierto. Mirar la realidad de otros países de América Latina es muy interesante. Es fascinante y dramática y ayuda a ver pero no para comparar si no para tener una dimensión justa. Yo viví un año en Bogotá y allí el 40% de las concesionarias venden las camionetas blindadas. Las venden así. ¿Y eso qué quiere decir? Que la realidad es totalmente otra. La apertura a lo latinoamericano que tuvo Néstor, y Cristina con el Bicentenario, por ejemplo, en relación con el Centenario cuando se recortaron partes del Himno porque vino la Infanta Isabel. Acá vinieron todos los presidentes latinoamericanos y el Himno lo cantó el pueblo. El pueblo capturó el Himno. Antes de entrar al seminario, en las fiestas, por ejemplo algún 24 de mayo, se cortaba la música y se cantaba el Himno. De militancia. Yo tenía bandera en mi cuarto. Y cuando vino la dictadura la saqué. Ahora el Himno vuelve y se lo apropia el pueblo con pogo y todo (canta). Eso me parece fantástico. A nivel simbólico es muy fuerte e interesante. La valorización de lo propio es impensado desde la dictadura y post dictadura. Otro tema es el tema del trabajo. Yo asumí en esta parroquia el mismo día que Néstor. Te juro que acá no podías poner una botella en el tacho de basura de la calle porque antes que llegaras vos con la botella, te la sacaban de las manos los cartoneros. Pasaban ejércitos por la calle. Todos eran cartoneros o personal doméstico. En Caritas había centenares. Hoy vienen dos personas, y los fines de semana. Se han asfaltado calles, hay cloacas, agua corriente. Y hay trabajo. Todavía falta porque hay mucha gente con trabajo informal y muchos que todavía no tienen todo lo que uno desearía. La maestra y catequista del barrio se compró su autito por primera vez, otros pusieron rejas en sus casas, el piso, otro hace un viaje. Eso significa algo y tiene que ver con un proyecto inclusivo. Sólo hay una clase de hombres, dijo un filósofo argentino contemporáneo, Juan Domingo… los que trabajan.
–¿Qué dos cosas faltan?
–El trabajo informal es una de ellas. Y el otro tema que es muy complicado es el que tiene que ver con el medio ambiente. La minería, el glifosato, etcétera. Un tema que está presente en toda Latinoamérica y que tiene que ver con un modelo desarrollista que busca ingresar divisas para que haya distribución del ingreso.
–Y hace 30 años, cuando militaba por un país mejor, ¿se imaginaba algo semejante a lo que pasa?
–Lo que pasa es que desde hace 30 años hasta hace poco era más fácil porque se militaba en contra. Ningún cura del grupo (Opción por los Pobres) está a favor del modelo neoliberal como los del Tercer Mundo estaban en contra de los presos políticos y de la tortura. El problema empieza cuando llega el momento de hacer propuestas. Cuando llega ese momento los curas del Tercer Mundo se pelean entre los que creen que va por el peronismo y los que creen que va por algún tipo de socialismo. En este momento está el grupo que cree que el kirchnerismo es lo mejor que nos puede pasar y los que están más cerca de otros grupos.
–¿Y a la Iglesia en estos 30 años?
– Rescato que la Iglesia haya hecho por primera vez una defensa explícita del modelo democrático, más allá de que a veces no lo crean muchos, ya en los documentos está. Está claro que la Iglesia opta por la democracia y eso es muy bueno porque no hubo golpe de Estado en la Argentina en que la Embajada y la Iglesia no hayan sido cómplices o por lo menos bendecido. Igual el Episcopado en general, que ha sido característicamente timorato, no quiso hincarle el diente a la democracia en muchas cosas y entonces, por ejemplo en el tema Derechos Humanos, no tuvo la valentía de decir cuáles fueron sus complicidades y los responsables en la dictadura. Por eso como grupo de Curas en Opción por los pobres hemos sido una voz bastante disonante. Y nos alegra haberlo sido. La Iglesia jerárquica no supo estar a la altura de la democracia. «
Por qué Eduardo de la Serna
Porque eligió caminar al lado de los pobres y lo hizo su modo de vida y su idea de resistencia. Porque coordina un grupo de sacerdotes, el Grupo de Curas en Opción por los Pobres, que sigue el mismo camino. Porque levanta la voz sin miedo de las consecuencias. Porque es coherente con la lucha que mantiene desde hace más de 30 años por las banderas de la igualdad y de la justicia. Porque es un estudioso de la Biblia, un escritor ferviente, un amigo entrañable.
mugica
«Para mí la fiesta de la democracia es el Bicentenario por el pueblo. Ahí estuvo el pueblo de manera absolutamente pacífica. Feliz, cantando, alegre. Todos. Los presidentes latinoamericanos, todos, de izquierda y de derecha. Y sobre todo verlo a Carlitos Mugica proyectado sobre el Cabildo. Me emocionó porque vi al fin una presencia de Iglesia como yo quiero. Y pensé: «Este gobierno, con esta Iglesia, con este pueblo.»

Acerca de Artepolítica

El usuario Artepolítica es la firma común de los que hacemos este blog colectivo.

Ver todas las entradas de Artepolítica →

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *