El buen kirchnerista es el que no puede con su propio genio. Así que, aunque había dispuesto un receso temporal del blog, retomo, aunque sólo para decir una cosita más sobre el cacerolazo de ayer. Finalmente, fue un fracaso rotundo. Acá nos preguntábamos si políticamente no cabía indagar en el posible agotamiento de ese legítimo mecanismo de protesta. Efectivamente, el recurso a la acción directa ha perdido el enorme poder de fuego que exhibiera hace apenas un año. Carlos Pagni escribió sobre el primer 8N que si existiera un líder que hablase a los manifestantes, aquello no habría existido. Es decir, faltaba la representatividad del descontento.
La política, gustos al margen, ha canalizado ese déficit, inaugurado en los casi 38 puntos de distancia con que la presidenta CFK venciera hace dos años. Por ende, la ebullición ha cesado, y el partido cambia de cancha. Todo esto marca, quizá, dos cosas: los contornos del programa de los vencedores del 27 de octubre, por un lado; y la constatación de que un sistema político requiere de opciones con viabilidad seria, por el otro.
El reverso de victorias tan alegres y contundentes como el de 2011 fue la deriva cacerolera, inconveniente, y que por suerte ha mutado, aunque no de modo que agrade a quien esto escribe. Ni los triunfos ni las derrotas son, entonces, tanto como lo que parecen decir de entrada. El tiempo es lo que los ubica conceptualmente.
La democracia republicana sentencia sin atender a nuestras urgencias de coyuntura.
No creo que se haya agotado el fenómeno cacerolero. Es cierto no obstante, que su ´poder de convocatoria se vuelve mucho menor si los concurrentes descubren que son arrastrados por problemáticas distintas e incluso a veces contradictorias (aunque coincidan en identificar a los K como fuente de todos los males).
Los cacerolazos son una buena herramienta si son espontáneos como en 2001, cuando salimos a la calle en ojotas , y caminamos 4 hs hasta la Plaza, sin un plan, sin un objetivo concreto, pero repudiando la politica económica, los asesinatos y el toque de queda (en el caso De La Rua), y repudiando luego a Duhalde («yo no lo voté…»).
Estos cacerolazos armados con merchandising, con globos y remeras, e incitados por los medios de comunicación no tienen futuro, es cierto.
”Simultáneamente a Urbano II, varios predicadores (…) consiguieron inflamar a una gran multitud de gente humilde (…) formando un ejército desorganizado y mal provisto formado por campesinos y pequeños nobles bajo la dirección de Pedro el Ermitaño con la intención de conquistar Jerusalén por su cuenta.»
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En el difícil trayecto murieron unas diez mil personas, cerca de un cuarto de las tropas iniciales de Pedro, si bien el resto llegó a Constantinopla en agosto en relativas buenas condiciones. Una vez ahí volvieron a surgir tensiones debidas a las diferencias culturales y religiosas y a las reticencias a repartir provisiones entre un número tan grande de personas.
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Tras cruzar a Asia Menor, los cruzados comenzaron a discutir entre ellos y el ejército se dividió en dos partidas separadas. Desde allí, la multitud se internó en territorio turco, consiguiendo una victoria inicial, pero descuidando absolutamente la retaguardia. La experiencia militar de los turcos era demasiado para el inexperto ejército cruzado, sin conocimientos prácticos en el arte de la guerra. Finalmente, fueron masacrados y esclavizados fácilmente poco después de haberse internado en territorio selyúcida
La Cruzada de los Pobres
El cacerolazo es un método de protesta, no un partido político. Así como una huelga en el que el sector en cuestión trabajó a pleno durante la jornada de paro no acaba con el método, tampoco ocurre eso con el método de salir a cacerolear tras una convocatoria a destiempo que no tenía consenso a priori ni siquiera en twitter.
me gusta el metodo sin razonamiento ni fundamento….
Uno de los atractivos del cacerolazo, para mas de un cacerolero, es la incidencia que tuvo en la caida del gobierno de Salvador Allende.