Por Alejandro Bercovich
Fue la primera vez que les pidió abiertamente a los empresarios que inviertan. Les dijo que les conviene pagar mejores salarios y no peores, como les hizo descubrir Keynes a los capitalistas fundidos de los años 30 y como había descubierto antes el polaco Kalecki, verdadero padre de la idea. Aunque le siguen facturando un supuesto marxismo, Axel Kicillof dejó en claro ayer que no se guía por el concepto de que “la voluntad del capitalista consiste en embolsarse lo más que pueda”, como escribió el creador de la I Internacional en Salario, Precio y Ganancia.
En su minigira por cumbres empresariales como flamante ministro, que empezó el martes pasado en la Cámara de la Construcción, que continuó ayer en el Sofitel Cardales y que seguirá mañana en el Alvear con el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP) si no viaja a China y Rusia con Julio De Vido, Kicillof tiene por objetivo advertir a los dueños del capital que la crisis mundial es más grave de lo que creen y a la vez convencerlos de que apuesten al mercado interno en un contexto en el que los destinos de exportación se seguirán cerrando. La mayoría lo mira todavía con desconfianza, especialmente tras la expropiación de la mayoría accionaria de YPF. Pero salvo por excepciones como ésa, Kicillof no pretende que el Estado se quede con más empresas sino que empuje las inversiones privadas, generando incentivos como el anunciado ayer para los biocombustibles o interviniendo directamente como viene haciendo en los directorios de grandes firmas desde que se sentó en la silla que le correspondía a la ANSES en Techint.
Keynes aclaró en su Teoría General que no abogaba “por un sistema de socialismo de Estado que abarque la mayor parte de la vida económica de la comunidad” y que “no es la propiedad de los medios de producción la que conviene al Estado asumir”. En eso, Kicillof también se muestra y actúa como keynesiano.
Fue la primera vez que les pidió abiertamente a los empresarios que inviertan. Les dijo que les conviene pagar mejores salarios y no peores, como les hizo descubrir Keynes a los capitalistas fundidos de los años 30 y como había descubierto antes el polaco Kalecki, verdadero padre de la idea. Aunque le siguen facturando un supuesto marxismo, Axel Kicillof dejó en claro ayer que no se guía por el concepto de que “la voluntad del capitalista consiste en embolsarse lo más que pueda”, como escribió el creador de la I Internacional en Salario, Precio y Ganancia.
En su minigira por cumbres empresariales como flamante ministro, que empezó el martes pasado en la Cámara de la Construcción, que continuó ayer en el Sofitel Cardales y que seguirá mañana en el Alvear con el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP) si no viaja a China y Rusia con Julio De Vido, Kicillof tiene por objetivo advertir a los dueños del capital que la crisis mundial es más grave de lo que creen y a la vez convencerlos de que apuesten al mercado interno en un contexto en el que los destinos de exportación se seguirán cerrando. La mayoría lo mira todavía con desconfianza, especialmente tras la expropiación de la mayoría accionaria de YPF. Pero salvo por excepciones como ésa, Kicillof no pretende que el Estado se quede con más empresas sino que empuje las inversiones privadas, generando incentivos como el anunciado ayer para los biocombustibles o interviniendo directamente como viene haciendo en los directorios de grandes firmas desde que se sentó en la silla que le correspondía a la ANSES en Techint.
Keynes aclaró en su Teoría General que no abogaba “por un sistema de socialismo de Estado que abarque la mayor parte de la vida económica de la comunidad” y que “no es la propiedad de los medios de producción la que conviene al Estado asumir”. En eso, Kicillof también se muestra y actúa como keynesiano.