Para muchos frenteamplistas, abrazados a la galena esperanza electoral, la campaña de Vázquez iba a ser algo así como un tranquilo paseo por el rosedal del Prado en una tardecita de verano. Seguros de contar con el candidato favorito, y convencidos de que la oferta de la oposición es floja, creyeron que todo sería muy fácil. Sin embargo, no contaron con esta temprana irritación de Vázquez que, naturalmente, más tarde o más temprano pondrá de malhumor al electorado.
Porque en definitiva nada muy complicado tenía que responder Vázquez en Florida. Simplemente, decir lo que ya había declarado sobre el tema en televisión. Solo que esta vez, claro está, asumiendo las consecuencias críticas de esa postura en el mano a mano con la gente.
Hay muchas otras preguntas, más graves, que el candidato del Frente Amplio deberá enfrentar en este proceso electoral. A modo de ejemplo: ¿cuál ha sido en estos años su vinculación social con Campiani, Casal y López Mena? De ganar las elecciones, ¿mantendrá sus tareas de médico y será un presidente a tiempo parcial? ¿Qué opina del envío que hizo por unanimidad el Tribunal de Cuentas a la justicia penal de las actuaciones de la Corporación Nacional para el Desarrollo sobre el caso Metzen y Sena de 2009? ¿Qué grado de libertad cree que pueda tener él en fijar una política exterior distinta a la que definió el reciente congreso del Frente Amplio, cuando los antecedentes señalan que en 2008 fue el presidente responsable de perder el tren del acuerdo de libre comercio con Estados Unidos? ¿Qué responsabilidad cree que tenga la ley de educación aprobada en su gobierno en el actual fracaso educativo del país?
Si llega a presidente, ¿está dispuesto a seguir perdiendo dinero del Fondes en proyectos nada rentables? Cuando plantee en los próximos meses alguna propuesta para mejorar la seguridad, algún periodista seguramente preguntará: Doctor, ¿porqué no se la pasó antes a su hermano que es subsecretario del Ministerio del Interior, así se podía ir aplicando en estos años? Finalmente, Vázquez ha señalado su voluntad de cambiar la Constitución porque esta no sirve al modelo de país del Frente Amplio; ha apoyado a este gobierno que anuló la ley de caducidad, que había sido dos veces refrendada por el pueblo; y antes había declarado que las mayorías no siempre tienen razón. Es razonable entonces que algún joven periodista le pueda preguntar: ¿qué garantías da el candidato Vázquez de asegurar que el Uruguay mantendrá su histórico camino republicano y democrático con la reforma que Ud. plantea? Y cuando responda, quizá con una sonrisa condescendiente, que él siempre ha sido democrático en su accionar, y en una repregunta rápida el periodista le recuerde entonces sus vínculos con la dictadura, claramente señalados en la última investigación del periodista Álvaro Alfonso, ¿también se va a molestar?
Todas estas preguntas son válidas, sencillas, y buscan conocer mejor la posición del candidato de izquierda sobre temas nacionales relevantes. Simplemente, lo que hace a esta campaña de Vázquez algo bastante más complicado que un paseo por el rosedal del Prado es que, esta vez, a diferencia de 2004, tiene que hacerse cargo de una década de gobiernos frenteamplistas.
En este esquema, lo más sencillo es enfrentar las preguntas y responderlas con claridad. Y si no es el caso, al menos podría aceptar participar en varios debates presidenciales, como ocurre en todas las democracias serias del mundo, para conocer sus posiciones sobre los diferentes temas del país. Sin embargo acaba de declarar que tampoco dará debates porque no quiere «shows mediáticos».
En resumidas cuentas: el candidato favorito de la izquierda, de casi 74 años de edad, sale de gira y aparece en televisión a los pocos días con una notoria cara de cansado. Además, se irrita cuando se le hace alguna pregunta sencilla sobre un tema de actualidad. Y por si fuera poco, tampoco está dispuesto a debatir con sus adversarios en televisión sobre propuestas concretas para el país.
Recién arranca y ya es claro que esta campaña electoral será muy cuesta arriba para el cansado e irritado Vázquez.
Porque en definitiva nada muy complicado tenía que responder Vázquez en Florida. Simplemente, decir lo que ya había declarado sobre el tema en televisión. Solo que esta vez, claro está, asumiendo las consecuencias críticas de esa postura en el mano a mano con la gente.
Hay muchas otras preguntas, más graves, que el candidato del Frente Amplio deberá enfrentar en este proceso electoral. A modo de ejemplo: ¿cuál ha sido en estos años su vinculación social con Campiani, Casal y López Mena? De ganar las elecciones, ¿mantendrá sus tareas de médico y será un presidente a tiempo parcial? ¿Qué opina del envío que hizo por unanimidad el Tribunal de Cuentas a la justicia penal de las actuaciones de la Corporación Nacional para el Desarrollo sobre el caso Metzen y Sena de 2009? ¿Qué grado de libertad cree que pueda tener él en fijar una política exterior distinta a la que definió el reciente congreso del Frente Amplio, cuando los antecedentes señalan que en 2008 fue el presidente responsable de perder el tren del acuerdo de libre comercio con Estados Unidos? ¿Qué responsabilidad cree que tenga la ley de educación aprobada en su gobierno en el actual fracaso educativo del país?
Si llega a presidente, ¿está dispuesto a seguir perdiendo dinero del Fondes en proyectos nada rentables? Cuando plantee en los próximos meses alguna propuesta para mejorar la seguridad, algún periodista seguramente preguntará: Doctor, ¿porqué no se la pasó antes a su hermano que es subsecretario del Ministerio del Interior, así se podía ir aplicando en estos años? Finalmente, Vázquez ha señalado su voluntad de cambiar la Constitución porque esta no sirve al modelo de país del Frente Amplio; ha apoyado a este gobierno que anuló la ley de caducidad, que había sido dos veces refrendada por el pueblo; y antes había declarado que las mayorías no siempre tienen razón. Es razonable entonces que algún joven periodista le pueda preguntar: ¿qué garantías da el candidato Vázquez de asegurar que el Uruguay mantendrá su histórico camino republicano y democrático con la reforma que Ud. plantea? Y cuando responda, quizá con una sonrisa condescendiente, que él siempre ha sido democrático en su accionar, y en una repregunta rápida el periodista le recuerde entonces sus vínculos con la dictadura, claramente señalados en la última investigación del periodista Álvaro Alfonso, ¿también se va a molestar?
Todas estas preguntas son válidas, sencillas, y buscan conocer mejor la posición del candidato de izquierda sobre temas nacionales relevantes. Simplemente, lo que hace a esta campaña de Vázquez algo bastante más complicado que un paseo por el rosedal del Prado es que, esta vez, a diferencia de 2004, tiene que hacerse cargo de una década de gobiernos frenteamplistas.
En este esquema, lo más sencillo es enfrentar las preguntas y responderlas con claridad. Y si no es el caso, al menos podría aceptar participar en varios debates presidenciales, como ocurre en todas las democracias serias del mundo, para conocer sus posiciones sobre los diferentes temas del país. Sin embargo acaba de declarar que tampoco dará debates porque no quiere «shows mediáticos».
En resumidas cuentas: el candidato favorito de la izquierda, de casi 74 años de edad, sale de gira y aparece en televisión a los pocos días con una notoria cara de cansado. Además, se irrita cuando se le hace alguna pregunta sencilla sobre un tema de actualidad. Y por si fuera poco, tampoco está dispuesto a debatir con sus adversarios en televisión sobre propuestas concretas para el país.
Recién arranca y ya es claro que esta campaña electoral será muy cuesta arriba para el cansado e irritado Vázquez.