Los turistas caminan y comparan precios antes de decidir dónde comer en Punta del Este. Foto: Fernando Fon
PUNTA DEL ESTE.- Juan Paiva (30) llegó a su casa en estas playas con cuatro amigos en la madrugada del 26, manejando 800 kilómetros desde Rosario. Hambrientos, descargaron el auto y fueron directo a comer a una pizzería en Manantiales: tres pizzas grandes, cervezas y una caipi cada uno, risas y festejos. Cuando llegó la cuenta respiraron hondo: la cena les había costado $ 400 por persona. Pagaron con tarjeta. No sólo para poder recuperar, eventualmente, el 22% de IVA, como parte de los incentivos al turismo extranjero. No querían desprenderse de dólares.
Al día siguiente fueron al mercado de Manantiales y pagaron $ 211 ($ 380 uruguayos) el kilo de bondiola para el asado. Cerraron la noche en Soho, un boliche del puerto, y el brindis les costó carísimo: $ 800 un champagne Chandon que en Rosario, dicen, cuesta $ 250. Pero antes de irse a dormir cargaron el tanque del auto: desembolsaron $ 1000 -apuntan a LA NACION-, el doble de lo que les cuesta en la Argentina.
«Sabíamos que Punta del Este iba a estar caro -dice ahora Paiva, sentado junto a Sebastián Brachetta y el resto de sus amigos en su departamento de Bikini-, por eso cargamos el auto de víveres. Pero nos encontramos con que está imposible de caro.»
Ya no se trata de la heterogeneidad de precios y de la desatención del veraneante por dónde consume. Ni siquiera de las tarifas en alta temporada. De hecho, los precios generales, sobre todo en servicios y restaurantes, no presentan mayores variaciones respecto del año anterior. A pesar del 8,5% de inflación local, hubo acuerdo entre los prestadores por mantenerlos.
El problema, según coinciden aquí, es de tipo cambiario: el dólar está bajo en Uruguay (US$ 1 = $20,5 uruguayos). «Pero contra la debacle del peso argentino ($ 1 = $ 1,80 uruguayos), nadie aquí puede hacer nada», dice Marcelo Suárez Bidondo, el porteño dueño de Chivitos Rex, ante una consulta de precios de LA NACION. Allí, un chivito completo cuesta $ 177; una gaseosa o un cortado, $ 55; un licuado, $ 86, y una ensalada César, $ 133. Son tarifas que el público juzga de «un piso medio» en este balneario y que se van incrementando según el lugar.
Un sondeo de precios arrojó que un plato de brótola o corvina en un bodegón de la Punta cuesta $ 230; un plato de pastas, $ 190; una cerveza Corona, $ 80; un entrecot, $ 235, y una ensalada gourmet, $ 200.En Manantiales y José Ignacio hay que calcular entre un 15 y un 25% más. Un rito esteño delicioso, como es el binomio de rabas más caipiroska en un muy lindo lugar como La Huella, sale $ 336.
Sorprendentemente, los costos más accesibles hoy se encuentran en los chiringuitos de las playas, donde pareciera haber un monitoreo tácito de precios. Así, una gaseosa cuesta $ 33; un choclo, $ 44; un pancho, $ 38, y una cerveza uruguaya, $ 66.
Las largas distancias que suelen recorrer para moverse quienes veranean aquí son otro punto a atender, apunta Marcelo Orcoeyen, padre de tres preadolescentes, a quienes lleva desde El Chorro a La Punta o La Barra, en múltiples travesías durante el día. El litro de nafta premium cuesta $ 23,30, y la súper, $ 22,50.
«No comemos afuera en familia. Sólo voy con mi mujer», revela Orcoeyen. «En Novecento de La Barra, que sólo en los mediodías tiene menús de $ 300, de pollo con vegetales más una bebida, pagamos a ayer a la noche US$ 80 por persona. Y las compras de comestibles las hacemos en los súper de la Punta», dice.
Pero, contrariamente, a lo que puede pensarse en Buenos Aires, aquí no hay quejas. Al menos en voz fuerte. Quienes veranean en el Este sabían antes de llegar que hay que cuidarse en los gastos.
«Para nosotros venir aquí, aunque nos cueste más, sigue valiendo la pena. Acá se paga por tranquilidad, exclusividad, seguridad, un buen ambiente de gente y por estar en playas realmente lindas. Entrar en esta «burbuja» tiene siempre un alto costo», agrega Nicolás Forguera, el amigo rosarino de Paiva. Su otro amigo, Pablo Ferrari, agrega: «El único lugar que evitamos es Tequila: US$ 100 por entrar sí nos parece un robo». .
PUNTA DEL ESTE.- Juan Paiva (30) llegó a su casa en estas playas con cuatro amigos en la madrugada del 26, manejando 800 kilómetros desde Rosario. Hambrientos, descargaron el auto y fueron directo a comer a una pizzería en Manantiales: tres pizzas grandes, cervezas y una caipi cada uno, risas y festejos. Cuando llegó la cuenta respiraron hondo: la cena les había costado $ 400 por persona. Pagaron con tarjeta. No sólo para poder recuperar, eventualmente, el 22% de IVA, como parte de los incentivos al turismo extranjero. No querían desprenderse de dólares.
Al día siguiente fueron al mercado de Manantiales y pagaron $ 211 ($ 380 uruguayos) el kilo de bondiola para el asado. Cerraron la noche en Soho, un boliche del puerto, y el brindis les costó carísimo: $ 800 un champagne Chandon que en Rosario, dicen, cuesta $ 250. Pero antes de irse a dormir cargaron el tanque del auto: desembolsaron $ 1000 -apuntan a LA NACION-, el doble de lo que les cuesta en la Argentina.
«Sabíamos que Punta del Este iba a estar caro -dice ahora Paiva, sentado junto a Sebastián Brachetta y el resto de sus amigos en su departamento de Bikini-, por eso cargamos el auto de víveres. Pero nos encontramos con que está imposible de caro.»
Ya no se trata de la heterogeneidad de precios y de la desatención del veraneante por dónde consume. Ni siquiera de las tarifas en alta temporada. De hecho, los precios generales, sobre todo en servicios y restaurantes, no presentan mayores variaciones respecto del año anterior. A pesar del 8,5% de inflación local, hubo acuerdo entre los prestadores por mantenerlos.
El problema, según coinciden aquí, es de tipo cambiario: el dólar está bajo en Uruguay (US$ 1 = $20,5 uruguayos). «Pero contra la debacle del peso argentino ($ 1 = $ 1,80 uruguayos), nadie aquí puede hacer nada», dice Marcelo Suárez Bidondo, el porteño dueño de Chivitos Rex, ante una consulta de precios de LA NACION. Allí, un chivito completo cuesta $ 177; una gaseosa o un cortado, $ 55; un licuado, $ 86, y una ensalada César, $ 133. Son tarifas que el público juzga de «un piso medio» en este balneario y que se van incrementando según el lugar.
Un sondeo de precios arrojó que un plato de brótola o corvina en un bodegón de la Punta cuesta $ 230; un plato de pastas, $ 190; una cerveza Corona, $ 80; un entrecot, $ 235, y una ensalada gourmet, $ 200.En Manantiales y José Ignacio hay que calcular entre un 15 y un 25% más. Un rito esteño delicioso, como es el binomio de rabas más caipiroska en un muy lindo lugar como La Huella, sale $ 336.
Sorprendentemente, los costos más accesibles hoy se encuentran en los chiringuitos de las playas, donde pareciera haber un monitoreo tácito de precios. Así, una gaseosa cuesta $ 33; un choclo, $ 44; un pancho, $ 38, y una cerveza uruguaya, $ 66.
Las largas distancias que suelen recorrer para moverse quienes veranean aquí son otro punto a atender, apunta Marcelo Orcoeyen, padre de tres preadolescentes, a quienes lleva desde El Chorro a La Punta o La Barra, en múltiples travesías durante el día. El litro de nafta premium cuesta $ 23,30, y la súper, $ 22,50.
«No comemos afuera en familia. Sólo voy con mi mujer», revela Orcoeyen. «En Novecento de La Barra, que sólo en los mediodías tiene menús de $ 300, de pollo con vegetales más una bebida, pagamos a ayer a la noche US$ 80 por persona. Y las compras de comestibles las hacemos en los súper de la Punta», dice.
Pero, contrariamente, a lo que puede pensarse en Buenos Aires, aquí no hay quejas. Al menos en voz fuerte. Quienes veranean en el Este sabían antes de llegar que hay que cuidarse en los gastos.
«Para nosotros venir aquí, aunque nos cueste más, sigue valiendo la pena. Acá se paga por tranquilidad, exclusividad, seguridad, un buen ambiente de gente y por estar en playas realmente lindas. Entrar en esta «burbuja» tiene siempre un alto costo», agrega Nicolás Forguera, el amigo rosarino de Paiva. Su otro amigo, Pablo Ferrari, agrega: «El único lugar que evitamos es Tequila: US$ 100 por entrar sí nos parece un robo». .