–¿Cuánto lo perturba que le haya ido tan mal en las recientes parlamentarias?
–Sabía los riesgos que corría. Pero yo lucho. Quiero a mi país, tengo ideas para la solución de muchos de sus problemas. Las expongo. Las defiendo. Estoy siempre abierto al debate que no siempre me dan. No soy de los hombres públicos que ante el menor inconveniente se van rumiando a su casa… no, no.
–No es intención de esta nota hablar de su paso por el poder. Hay mucha tinta sobre eso. ¿Pero cómo se siente ante la historia?
–Orgulloso por el hecho de haber sido protagonista de un proceso que modernizó la organización económica del país. Frustrado porque veo que retrocedemos.
–¿Hacia dónde?
–Hacia el país de los 80, ese país que como organización económica, monetaria derivó en desorden mayúsculo que se transformó en orden con la convertibilidad. Pero no ignoro que hoy una gran parte de la sociedad piensa que nuestra gestión en economía dejó un saldo negativo. Como que hoy la dirigencia política, incluso opositora al kirchnerismo, sigue rechazando lo hecho en los 90… rechazan todo lo positivo que tuvo la convertibilidad que, sin embargo, avanzado el 2001 tenía respaldo en la sociedad, y cuando ingresé al gobierno de Fernando de La Rúa, yo tenía muy buena imagen en la opinión pública…
–¿Qué reflexión hace en relación a ese ingreso alentado, entre otros, por Pablo Verani, gobernador rionegrino en ese momento, pero fundamentalmente por «Chacho» Álvarez, que aunque se había ido del gobierno venía de ser muy crítico suyo?
–Mire, lo dejo para la historia. En todo caso, ese respaldo en una hora tan crítica como la que me tocó asumir fue un reconocimiento a la convertibilidad, un proceso que tuvo el respaldo de todo el peronismo, gran parte del radicalismo y del resto del sistema político más gravitante. ¿Por qué? Porque tuvimos ideas para rescatar al país del desguace que implicó la hiperinflación. Hoy toda esa dirigencia maldice la convertibilidad. En el fondo lo que rechazan es la estabilidad económica, la apertura económica, la vinculación con el mundo que esto implicó, y cuando hay crisis energética, como en el presente, les echan la culpa a las privatizaciones en el campo energético cuando fue ese proceso el que rescató a la Argentina de la crisis energética que padecimos en los 80…
–¿Desde dónde se aproxima este presente a los 80 en materia económica?
–Dos parámetros. Estamos en un proceso inflacionario muy complejo de dominar y aislados del mundo… Y, como en los 80, no hay ninguna política destinada a modernizar el aparato de Estado, cuestión en la que nosotros habíamos avanzado sustancialmente. Pero mucho de lo que está sucediendo, si bien es responsabilidad de los Kirchner, tiene origen intelectual en otros lados.
–Suena a Eduardo Duhalde. ¿Sigue enojado con él?
–Se trata de política, de decisiones. Él es responsable, por ejemplo, de comenzar el abandono de políticas destinadas a la estabilidad. Cuando dijo que todos los contratos firmados en dólares se transformaban en pesos y se produjo una devaluación de la magnitud de la que se produjo, se destruyó toda la base contractual de la economía… Y cuando se dijo: «Recuperamos la moneda», la pregunta es cómo recuperarla si hay déficit fiscal que tiene como contrapartida más y más emisión: igual, inflación. Además, demagogia en el congelamiento de las tarifas públicas, que hoy estamos pagando. Se alentó la demanda y se desalentó la oferta. Además Duhalde, como gobernador, fue responsable de un endeudamiento muy grande de la provincia de Buenos Aires con su propio banco y el resto del sistema bancario, problemas que también tuvo Córdoba, entre otras provincias, endeudamiento que es génesis de las causas de la crisis fiscal del 2001.
–¿Qué haría su volviese a Economía?
–Volver a crear un régimen monetario de convertibilidad no rígida. Sin moneda no hay país. La convertibilidad le dio a la gente la oportunidad, la libertad de elegir en qué moneda tener sus ahorros sin desvalorizar, los puede tener en dólares. De hecho, el peso convertible compitió con el dólar en cuanto en esas decisiones personales. Hoy, en el marco de inflación creciente y creciente que azota al país, a la gente le quema la desvalorización permanente. Entonces se fuga al consumo o a otras monedas.
–Si estuviera en Economía, volvería a la convertibilidad. ¿Con tipo de cambio fijo?
–No, eso no lo creería la sociedad. Nada de uno a uno. Tendría que ser con tipo de cambio flotante. En este sentido vale el ejemplo de lo hecho por Perú, donde el sol compite con el dólar sin fijar el tipo de cambio…
–Pero el sistema que montaron no fue tan rígido como el de la convertibilidad…
–A eso iba. Y ésa es la razón por la cual la inflación no bajó tan drásticamente como aquí, pero bajó. Pero el sistema que montaron fue lo suficiente flexible como para qué, por un caso, los valores de las exportaciones bajaban. El sol se podía devaluar en términos de mecanismo de mercado. Medidas que sin embargo no generaron desconfianza en la gente; no asumieron la decisión del retorno de la devaluación como cultura permanente, como para el manejo de la economía. Inyectaron confianza en la gente… Así de sencillo…
–¿Es sencillo en este presente de Argentina?
–No para este gobierno, que ya no goza de confianza. Minó la credibilidad de la que gozó. Sí para el próximo si realiza un buen diagnóstico realista de la situación que hereda y no se deja acarrear por demagogias. Hay que volver al mercado libre…
–Pero para el próximo gobierno restan dos años. ¿Qué se podría hacerse desde este gobierno para avanzar en línea a lo que usted propone?
–Lo mínimo es dejar que eso que se llama dólar paralelo o dólar blue funcione como mercado libre. Se mantiene el dólar oficial y los controles de cambio y las obligaciones de vender las divisas de exportación en el mercado oficial y desde ahí se aprovisiona a las importaciones permitidas al tipo del cambio oficial. Pero hay que dejar un mercado libre para que el que quiera atesorar en dólares lo pueda hacer; el que quiera remitir utilidades, dividendos al exterior lo pueda hacer, comprando libremente el dólar, y el que quiera traer dólares del exterior que no se vea obligado a vender a un precio que se sabe que no es real… Esto alentaría el ingreso de capitales.
–Pero en el medio de todo este tramado no están sólo quienes quieran ahorrar en dólares, traerlos, etc. Hay factores productivos en juego. ¿Cómo ingresar en ese tramado a las economías regionales hoy dañadas por la paridad cambiaria?
–Si el gobierno sigue obligando a que las exportaciones de esas economías y de algunos sectores manufactureros con mano de obra intensiva tengan que vender al dólar oficial, sólo resta que quiebren. El gobierno podría, ya ocurrió en otros tiempos, permitir que un cierto porcentaje de las divisas obtenidas vía esas exportaciones se liquiden en el mercado libre del que hablamos. Esta decisión generaría una mejora en el tipo de cambio, selectivo a las exportaciones más castigadas. Este mecanismo alentaría el tránsito hacia un único mercado libre. Mire, de cara al futuro, la dirigencia política debe asumir que hay que darle a la gente la libertad de optar con qué moneda quiere manejarse, colocarla en esa opción que tiene mucho de creadora y que obliga al poder a cumplir reglas de juego…
–Sabía los riesgos que corría. Pero yo lucho. Quiero a mi país, tengo ideas para la solución de muchos de sus problemas. Las expongo. Las defiendo. Estoy siempre abierto al debate que no siempre me dan. No soy de los hombres públicos que ante el menor inconveniente se van rumiando a su casa… no, no.
–No es intención de esta nota hablar de su paso por el poder. Hay mucha tinta sobre eso. ¿Pero cómo se siente ante la historia?
–Orgulloso por el hecho de haber sido protagonista de un proceso que modernizó la organización económica del país. Frustrado porque veo que retrocedemos.
–¿Hacia dónde?
–Hacia el país de los 80, ese país que como organización económica, monetaria derivó en desorden mayúsculo que se transformó en orden con la convertibilidad. Pero no ignoro que hoy una gran parte de la sociedad piensa que nuestra gestión en economía dejó un saldo negativo. Como que hoy la dirigencia política, incluso opositora al kirchnerismo, sigue rechazando lo hecho en los 90… rechazan todo lo positivo que tuvo la convertibilidad que, sin embargo, avanzado el 2001 tenía respaldo en la sociedad, y cuando ingresé al gobierno de Fernando de La Rúa, yo tenía muy buena imagen en la opinión pública…
–¿Qué reflexión hace en relación a ese ingreso alentado, entre otros, por Pablo Verani, gobernador rionegrino en ese momento, pero fundamentalmente por «Chacho» Álvarez, que aunque se había ido del gobierno venía de ser muy crítico suyo?
–Mire, lo dejo para la historia. En todo caso, ese respaldo en una hora tan crítica como la que me tocó asumir fue un reconocimiento a la convertibilidad, un proceso que tuvo el respaldo de todo el peronismo, gran parte del radicalismo y del resto del sistema político más gravitante. ¿Por qué? Porque tuvimos ideas para rescatar al país del desguace que implicó la hiperinflación. Hoy toda esa dirigencia maldice la convertibilidad. En el fondo lo que rechazan es la estabilidad económica, la apertura económica, la vinculación con el mundo que esto implicó, y cuando hay crisis energética, como en el presente, les echan la culpa a las privatizaciones en el campo energético cuando fue ese proceso el que rescató a la Argentina de la crisis energética que padecimos en los 80…
–¿Desde dónde se aproxima este presente a los 80 en materia económica?
–Dos parámetros. Estamos en un proceso inflacionario muy complejo de dominar y aislados del mundo… Y, como en los 80, no hay ninguna política destinada a modernizar el aparato de Estado, cuestión en la que nosotros habíamos avanzado sustancialmente. Pero mucho de lo que está sucediendo, si bien es responsabilidad de los Kirchner, tiene origen intelectual en otros lados.
–Suena a Eduardo Duhalde. ¿Sigue enojado con él?
–Se trata de política, de decisiones. Él es responsable, por ejemplo, de comenzar el abandono de políticas destinadas a la estabilidad. Cuando dijo que todos los contratos firmados en dólares se transformaban en pesos y se produjo una devaluación de la magnitud de la que se produjo, se destruyó toda la base contractual de la economía… Y cuando se dijo: «Recuperamos la moneda», la pregunta es cómo recuperarla si hay déficit fiscal que tiene como contrapartida más y más emisión: igual, inflación. Además, demagogia en el congelamiento de las tarifas públicas, que hoy estamos pagando. Se alentó la demanda y se desalentó la oferta. Además Duhalde, como gobernador, fue responsable de un endeudamiento muy grande de la provincia de Buenos Aires con su propio banco y el resto del sistema bancario, problemas que también tuvo Córdoba, entre otras provincias, endeudamiento que es génesis de las causas de la crisis fiscal del 2001.
–¿Qué haría su volviese a Economía?
–Volver a crear un régimen monetario de convertibilidad no rígida. Sin moneda no hay país. La convertibilidad le dio a la gente la oportunidad, la libertad de elegir en qué moneda tener sus ahorros sin desvalorizar, los puede tener en dólares. De hecho, el peso convertible compitió con el dólar en cuanto en esas decisiones personales. Hoy, en el marco de inflación creciente y creciente que azota al país, a la gente le quema la desvalorización permanente. Entonces se fuga al consumo o a otras monedas.
–Si estuviera en Economía, volvería a la convertibilidad. ¿Con tipo de cambio fijo?
–No, eso no lo creería la sociedad. Nada de uno a uno. Tendría que ser con tipo de cambio flotante. En este sentido vale el ejemplo de lo hecho por Perú, donde el sol compite con el dólar sin fijar el tipo de cambio…
–Pero el sistema que montaron no fue tan rígido como el de la convertibilidad…
–A eso iba. Y ésa es la razón por la cual la inflación no bajó tan drásticamente como aquí, pero bajó. Pero el sistema que montaron fue lo suficiente flexible como para qué, por un caso, los valores de las exportaciones bajaban. El sol se podía devaluar en términos de mecanismo de mercado. Medidas que sin embargo no generaron desconfianza en la gente; no asumieron la decisión del retorno de la devaluación como cultura permanente, como para el manejo de la economía. Inyectaron confianza en la gente… Así de sencillo…
–¿Es sencillo en este presente de Argentina?
–No para este gobierno, que ya no goza de confianza. Minó la credibilidad de la que gozó. Sí para el próximo si realiza un buen diagnóstico realista de la situación que hereda y no se deja acarrear por demagogias. Hay que volver al mercado libre…
–Pero para el próximo gobierno restan dos años. ¿Qué se podría hacerse desde este gobierno para avanzar en línea a lo que usted propone?
–Lo mínimo es dejar que eso que se llama dólar paralelo o dólar blue funcione como mercado libre. Se mantiene el dólar oficial y los controles de cambio y las obligaciones de vender las divisas de exportación en el mercado oficial y desde ahí se aprovisiona a las importaciones permitidas al tipo del cambio oficial. Pero hay que dejar un mercado libre para que el que quiera atesorar en dólares lo pueda hacer; el que quiera remitir utilidades, dividendos al exterior lo pueda hacer, comprando libremente el dólar, y el que quiera traer dólares del exterior que no se vea obligado a vender a un precio que se sabe que no es real… Esto alentaría el ingreso de capitales.
–Pero en el medio de todo este tramado no están sólo quienes quieran ahorrar en dólares, traerlos, etc. Hay factores productivos en juego. ¿Cómo ingresar en ese tramado a las economías regionales hoy dañadas por la paridad cambiaria?
–Si el gobierno sigue obligando a que las exportaciones de esas economías y de algunos sectores manufactureros con mano de obra intensiva tengan que vender al dólar oficial, sólo resta que quiebren. El gobierno podría, ya ocurrió en otros tiempos, permitir que un cierto porcentaje de las divisas obtenidas vía esas exportaciones se liquiden en el mercado libre del que hablamos. Esta decisión generaría una mejora en el tipo de cambio, selectivo a las exportaciones más castigadas. Este mecanismo alentaría el tránsito hacia un único mercado libre. Mire, de cara al futuro, la dirigencia política debe asumir que hay que darle a la gente la libertad de optar con qué moneda quiere manejarse, colocarla en esa opción que tiene mucho de creadora y que obliga al poder a cumplir reglas de juego…