Retirarse, el arte de todas las artes políticas

14/01/14
Analizando la vida y personalidad de Fouché, el ministro de Policía que sirvió indistintamente a la Revolución Francesa, al Consulado, a Napoleón y a Luis XVIII, el gran escritor austríaco Stefan Sweig escribió: “Es el único que ha demostrado no solamente que sabe obedecer, sino que sabe también mandar. Fouché nos demuestra reiteradamente sus excelentes cualidades para proceder en los momentos de peligro. Enfrentado a la más difícil situación, la dominará, con la claridad y la audacia que le confiere su energía. Pero si conoce magníficamente el momento de poner la mano y actuar, desconoce en absoluto el arte de todas las artes políticas, la de retirarse, la de abandonar a tiempo. No puede quitar la mano de donde la ha puesto una vez.
” Esta cita nos lleva a reflexionar sobre el misterioso impulso autodestructivo que ciega a los más exitosos hombres públicos, impidiéndoles percibir el momento de saber retirarse .
Los políticos que triunfan se caracterizan por su maravillosa intuición, que les permite percibir los momentos propicios, los reclamos de la sociedad, los cambiantes humores del electorado, las etapas del silencio y las de la alta exposición, lo que deben callar y lo que deben decir… Sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos esos mismos hombres carecen de la percepción del momento oportuno para retirarse, para dar un paso al costado, para dejar paso a nuevas generaciones.
Este no es un fenómeno nacional, sino una situación que se repite constantemente a escala global. Tampoco es un fenómeno del subdesarrollo político o económico, sino que los padecen también los políticos de los países mas desarrollados de la tierra.
Las recientes convulsiones de Oriente Medio son un ejemplo de ello: gobernantes que, en muchos casos, llevaron progreso económico y social a sus países, pretendieron eternizarse en el poder (por treinta o cuarenta años) y dejar como sucesores a sus hijos y parientes, en vez de preparar en tiempos razonables una sucesión ordenada y consensuada democráticamente que les permita dejar el poder en medio del respeto y la consideración de sus compatriotas. Las consecuencias están a la vista.
La delicada elección del momento adecuado para la etapa final es aún más complejo y difícil que el camino hacia el poder.
Es más fácil llegar que saber irse.
En los países desarrollados, Helmut Kohl (Alemania), Tony Blair (Inglaterra), Felipe González (España), entre otros, cruzaron la línea máxima de permanencia democrática y tuvieron serios problemas.
La experiencia indica que el lapso de diez años es aproximadamente el máximo que un régimen democrático puede tolerar como permanencia continuada en el poder de un equipo de gobierno. A partir de él, la sociedad reclama caras nuevas y cambios.
Tuve el privilegio y la oportunidad de participar del gobierno de Carlos Menem, sin ninguna duda uno de los mejores que tuvo la Argentina contemporánea, aunque hoy sea políticamente correcto demonizarlo, especialmente por quienes participaron en él y fueron destinatarios de sus favores. Fui testigo y pude advertirle que estaba cometiendo un grave error con el absurdo intento de una segunda reelección, constitucional y políticamente inviable.
Pudo haberse retirado después de su segundo mandato, en medio del respeto y la consideración de sus conciudadanos, prefirió intentar lo imposible.
El general Juan Domingo Perón, el estadista mas trascendente y astuto de la Argentina contemporánea, incurrió en el mismo error , al transitar su segundo período consecutivo que no pudo terminar por el trágico golpe de 1955, que inaugura una de las etapas de inestabilidad política e intervenciones militares más largas y crueles de nuestra historia.
Es muy difícil analizar esas sensaciones, premoniciones e impulsos que determinan el momento en que un actor político decide que es el propicio para avanzar hacia el poder o el adecuado para alejarse.
La tentación de permanecer es difícil de resistir, sobre todo cuando todo parece encaminarse a la consolidación de los éxitos, al triunfo electoral, cuando el gobernante parece encontrar el vacío de una oposición desorientada … Quizás sea ese el momento de pensar, a la luz de las experiencias históricas, si los aciertos y los logros, no se consolidan y aseguran su permanencia en la democracia de la alternancia , aún dentro del mismo sector político.
Me permito formular estas reflexiones, reconociendo la legitimidad constitucional, legal y política de los mandatos sucesivos dentro del marco institucional.

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