Roy Cortina es un buen ejemplo de la complejidad de fuerzas políticas entrecruzadas que componen el universo de la oposición no peronista. Es diputado nacional por el Partido Socialista; en la Cámara Baja forma parte del interbloque del Frente Amplio Progresista (FAP), que reúne al socialismo con otras fuerzas; y en su distrito, la Ciudad de Buenos Aires, por si faltaba algo, forma parte del frente UNEN.
«Necesitamos una construcción nacional superadora», afirma, algo que parece casi una necesidad para poder simplificar el entramado.
Cortina no descansa durante el mes de enero. Recibe a Tiempo Argentino en un edificio antiguo cercano al Congreso Nacional. El ascensor estaba en reparación a la hora de la entrevista. Así que había que subir tres pisos por una escalera empinada y con forma de caracol. Tres pisos antiguos, por los techos altos, equivalen a cinco en una construcción moderna. Luego de abrir la puerta, el diputado ofrece un vaso de agua. Después invita a pasar a una de las oficinas. Se sienta detrás de un escritorio y se prepara a realizar un análisis, filoso, picante, sobre el presente y el futuro del archipiélago «panradical», (nombre que al legislador no le parece apropiado para describir las coaliciones que las fuerzas del FAP armaron con la UCR en 16 distritos para las últimas elecciones).
«Siempre, en la Argentina, hay excusas institucionales o ideológicas para no invitar a todos los dirigentes a una reunión. Se dice, por ejemplo: ‘Es un amigo del alma, pero era una reunión sólo legislativa'». Esta es su primera reflexión respecto de las cumbres paralelas que protagonizaron esta semana, por un lado, Hermes Binner con Ernesto Sanz, y por otro, Julio Cobos con Fernando Pino Solanas.
–¿Le parece que Binner y Sanz dijeron que la reunión era sólo para jefes de partido como excusa para no compartir protagonismo?
–No sólo ellos usan esas excusas. Todos las usan. Las reuniones de esta semana están al límite. La foto que pide la sociedad es una en la que estemos todos juntos. Esa debería haber sido la foto. La búsqueda de protagonismo es parte de la naturaleza humana. Lo que pasa es que si se exagera es contraproducente. Atenta contra la pretendida grandeza de la construcción que se impulsa. De hecho, el resultado es que del otro lado se arma un grupo con otros referentes que también están ávidos de protagonismo. Eso es peligroso y ya pasó en otros momentos.
–¿Qué quiere decir con que las reuniones estuvieron al límite?
–Las vanidades personales pueden complicar la construcción de esta alternativa. Si todas las fotos van mostrando la consolidación de facciones separadas es contraproducente. Entonces, la foto debería ser la de todos juntos. Porque, además, con el progresismo no alcanza para ser competitivo electoralmente y gobernar. Así que me parece que deberíamos tener una apuesta lo más amplia posible. Si no alcanza sólo con el progresismo, mucho menos con una parte, que es lo que representan la UCR y el socialismo.
–¿Cómo vio la “otra cumbre”, la de Pino y Cobos?
–Toda la dirigencia política progresista está haciendo un curso acelerado de seducción del radicalismo. Están todos cortejando a la UCR. Pino descubrió la importancia de incorporar a los radicales y está muy bien. Nosotros se lo venimos planteando hace más de tres años. Unen sirvió, entre otras cosas, para que se perdieran prejuicios y mostráramos que se puede discutir y pelear sin dividirse, como en una familia. Ahora debemos ser inteligentes en la convocatoria
–Los cinco presidenciables de este espacio político son parlamentarios. (NdR: el diputado se refiere a los senadores Fernando Pino Solanas (UNEN), Ernesto Sanz (UCR) y los diputados Elisa Carrió (UNEN), Julio Cobos (UCR), y Hermes Binner (FAP). El gobierno va a convocar a extraordinarias. Sería una buena señal que estos parlamentarios planteen una agenda de los temas que nosotros pensamos que hay que tratar, en lugar de andar dando vueltas por el país sacándose fotos. El progresismo peca de exceso de fotos.
–¿Cuál es el hilo que hilvana a estas fuerzas políticas?
–Los frentes son políticos. Se habla mucho de cuestiones programáticas, pero eso tiene un límite. El que dice que un frente es programático miente. (Beatriz) Sarlo, en una nota reciente, planteó que los frentes son ideológicos. Eso me gusta más. Es más amplio. Pero en esencia son políticos. Tienen que ver con construcciones muy concretas. Si no fuera así, que alguien me explique por qué el FAP no quiso hacer una alianza con la UCR en 2011 y ahora busca un acuerdo institucional. Y por qué Pino, que era antiradical, ahora quiere hablar con todos los radicales.
–Quizás usted tenga la respuesta…
-–(Risas) Porque los frentes son políticos. Tienen que ver mucho con las relaciones de fuerza existentes. Por supuesto que los componentes programáticos y los ideológicos están. Es inimaginable que este espacio pueda hacer un acuerdo con (Mauricio) Macri.
–¿A qué a punta con este análisis?
–A que no hay que andar con tantos dobleces. Todo el mundo sabe que es inexorable que vayamos juntos, (en 2015). Entonces, tenemos que perder menos tiempo en las pulseadas internas y armar carriles de confluencia: uno parlamentario, otro partidario, a nivel nacional y distrital, y armar una agenda que no deje afuera a referentes importantes.
–Al inicio de la entrevista sostuvo que con el progresismo no alcanza. ¿Qué otros sectores hay que sumar?
–No es una cuestión de nombres. La gente vota al macrismo, al kirchnerismo, o este frente, con pocos pruritos ideológicos y sin una identificación tan clara. Nosotros tenemos que apostar a las grandes mayorías del pueblo argentino. Pararnos en el centro y derramar hacia ambos lados. No hay 10 millones de intelectuales orgánicos del centro izquierda. Si yo digo que hay que buscar una solución a la inflación, basada en la concertación; si digo que hay que ser inflexible con la ética pública; si digo que es necesario frenar el avance del narcotráfico, la gente va a coincidir. Tenemos que discutir el sistema impositivo, los números del Indec. No se trata de un programa super ideológico. Se trata de ocuparse de las urgencias de la gente…
–Esa frase se parece a las consignas del PRO…
–Nooo… el macrismo dice eso, pero después pacta con el kirchnerismo en la Legislatura porteña para muchísimas leyes. Así que tienen bastante en común.
–UNEN es un armado porteño. Además, de su participación en un frente nacional necesitará un candidato a jefe de gobierno. ¿Le gustaría ese lugar?
–Sí, por supuesto. Seguramente habrá otros, como (Martín) Lousteau, (Elisa) Carrió o (Alfonso) Prat Gay. Yo voy a ser candidato. Creo que uno de los problemas que ha tenido la Ciudad es que, desde que se impulsó la autonomía, sus jefes de gobierno asumían pensando en ser presidentes. Su energía estaba dividida: gobernar la Ciudad y usarla de trampolín para la presidencia. Muchos de los que acabo de nombrar, de mi propio espacio, apuestan a la presidencia, yo no. Quiero gobernar la Capital y soy el que más experiencia tiene dentro de este espacio. Fui convencional constituyente de la Ciudad, fui legislador porteño, fui autor de la Ley de Comunas, ministro, y ahora diputado nacional por la Ciudad. Es decir, soy el que más la conoce.
–Luego de la experiencia de la Alianza, se instaló la idea, comprensible, de que sólo el peronismo puede gobernar la Argentina. ¿Se puede gobernar sin el PJ?
–Sí, entre otras cosas porque el peronismo no es más orgánico. Tuvimos dos grandes ciclos durante estos 30 años de democracia. Primero fue el peronismo liberal, durante los noventa, y ahora el peronismo estatista. Es una ficción hablar del peronismo. Toda la construcción de (Sergio) Massa es con ex kirchneristas y la del kirchnerismo tuvo muchos ex menemistas. Así que desde el punto de vista dirigencial es imposible hablar de cohesión. Y tampoco hay ya un voto cautivo del PJ que sea determinante. Lo importante es dirigirse a las bases del peronismo, como hizo (Raúl) Alfonsín en el ’83. «
«Necesitamos una construcción nacional superadora», afirma, algo que parece casi una necesidad para poder simplificar el entramado.
Cortina no descansa durante el mes de enero. Recibe a Tiempo Argentino en un edificio antiguo cercano al Congreso Nacional. El ascensor estaba en reparación a la hora de la entrevista. Así que había que subir tres pisos por una escalera empinada y con forma de caracol. Tres pisos antiguos, por los techos altos, equivalen a cinco en una construcción moderna. Luego de abrir la puerta, el diputado ofrece un vaso de agua. Después invita a pasar a una de las oficinas. Se sienta detrás de un escritorio y se prepara a realizar un análisis, filoso, picante, sobre el presente y el futuro del archipiélago «panradical», (nombre que al legislador no le parece apropiado para describir las coaliciones que las fuerzas del FAP armaron con la UCR en 16 distritos para las últimas elecciones).
«Siempre, en la Argentina, hay excusas institucionales o ideológicas para no invitar a todos los dirigentes a una reunión. Se dice, por ejemplo: ‘Es un amigo del alma, pero era una reunión sólo legislativa'». Esta es su primera reflexión respecto de las cumbres paralelas que protagonizaron esta semana, por un lado, Hermes Binner con Ernesto Sanz, y por otro, Julio Cobos con Fernando Pino Solanas.
–¿Le parece que Binner y Sanz dijeron que la reunión era sólo para jefes de partido como excusa para no compartir protagonismo?
–No sólo ellos usan esas excusas. Todos las usan. Las reuniones de esta semana están al límite. La foto que pide la sociedad es una en la que estemos todos juntos. Esa debería haber sido la foto. La búsqueda de protagonismo es parte de la naturaleza humana. Lo que pasa es que si se exagera es contraproducente. Atenta contra la pretendida grandeza de la construcción que se impulsa. De hecho, el resultado es que del otro lado se arma un grupo con otros referentes que también están ávidos de protagonismo. Eso es peligroso y ya pasó en otros momentos.
–¿Qué quiere decir con que las reuniones estuvieron al límite?
–Las vanidades personales pueden complicar la construcción de esta alternativa. Si todas las fotos van mostrando la consolidación de facciones separadas es contraproducente. Entonces, la foto debería ser la de todos juntos. Porque, además, con el progresismo no alcanza para ser competitivo electoralmente y gobernar. Así que me parece que deberíamos tener una apuesta lo más amplia posible. Si no alcanza sólo con el progresismo, mucho menos con una parte, que es lo que representan la UCR y el socialismo.
–¿Cómo vio la “otra cumbre”, la de Pino y Cobos?
–Toda la dirigencia política progresista está haciendo un curso acelerado de seducción del radicalismo. Están todos cortejando a la UCR. Pino descubrió la importancia de incorporar a los radicales y está muy bien. Nosotros se lo venimos planteando hace más de tres años. Unen sirvió, entre otras cosas, para que se perdieran prejuicios y mostráramos que se puede discutir y pelear sin dividirse, como en una familia. Ahora debemos ser inteligentes en la convocatoria
–Los cinco presidenciables de este espacio político son parlamentarios. (NdR: el diputado se refiere a los senadores Fernando Pino Solanas (UNEN), Ernesto Sanz (UCR) y los diputados Elisa Carrió (UNEN), Julio Cobos (UCR), y Hermes Binner (FAP). El gobierno va a convocar a extraordinarias. Sería una buena señal que estos parlamentarios planteen una agenda de los temas que nosotros pensamos que hay que tratar, en lugar de andar dando vueltas por el país sacándose fotos. El progresismo peca de exceso de fotos.
–¿Cuál es el hilo que hilvana a estas fuerzas políticas?
–Los frentes son políticos. Se habla mucho de cuestiones programáticas, pero eso tiene un límite. El que dice que un frente es programático miente. (Beatriz) Sarlo, en una nota reciente, planteó que los frentes son ideológicos. Eso me gusta más. Es más amplio. Pero en esencia son políticos. Tienen que ver con construcciones muy concretas. Si no fuera así, que alguien me explique por qué el FAP no quiso hacer una alianza con la UCR en 2011 y ahora busca un acuerdo institucional. Y por qué Pino, que era antiradical, ahora quiere hablar con todos los radicales.
–Quizás usted tenga la respuesta…
-–(Risas) Porque los frentes son políticos. Tienen que ver mucho con las relaciones de fuerza existentes. Por supuesto que los componentes programáticos y los ideológicos están. Es inimaginable que este espacio pueda hacer un acuerdo con (Mauricio) Macri.
–¿A qué a punta con este análisis?
–A que no hay que andar con tantos dobleces. Todo el mundo sabe que es inexorable que vayamos juntos, (en 2015). Entonces, tenemos que perder menos tiempo en las pulseadas internas y armar carriles de confluencia: uno parlamentario, otro partidario, a nivel nacional y distrital, y armar una agenda que no deje afuera a referentes importantes.
–Al inicio de la entrevista sostuvo que con el progresismo no alcanza. ¿Qué otros sectores hay que sumar?
–No es una cuestión de nombres. La gente vota al macrismo, al kirchnerismo, o este frente, con pocos pruritos ideológicos y sin una identificación tan clara. Nosotros tenemos que apostar a las grandes mayorías del pueblo argentino. Pararnos en el centro y derramar hacia ambos lados. No hay 10 millones de intelectuales orgánicos del centro izquierda. Si yo digo que hay que buscar una solución a la inflación, basada en la concertación; si digo que hay que ser inflexible con la ética pública; si digo que es necesario frenar el avance del narcotráfico, la gente va a coincidir. Tenemos que discutir el sistema impositivo, los números del Indec. No se trata de un programa super ideológico. Se trata de ocuparse de las urgencias de la gente…
–Esa frase se parece a las consignas del PRO…
–Nooo… el macrismo dice eso, pero después pacta con el kirchnerismo en la Legislatura porteña para muchísimas leyes. Así que tienen bastante en común.
–UNEN es un armado porteño. Además, de su participación en un frente nacional necesitará un candidato a jefe de gobierno. ¿Le gustaría ese lugar?
–Sí, por supuesto. Seguramente habrá otros, como (Martín) Lousteau, (Elisa) Carrió o (Alfonso) Prat Gay. Yo voy a ser candidato. Creo que uno de los problemas que ha tenido la Ciudad es que, desde que se impulsó la autonomía, sus jefes de gobierno asumían pensando en ser presidentes. Su energía estaba dividida: gobernar la Ciudad y usarla de trampolín para la presidencia. Muchos de los que acabo de nombrar, de mi propio espacio, apuestan a la presidencia, yo no. Quiero gobernar la Capital y soy el que más experiencia tiene dentro de este espacio. Fui convencional constituyente de la Ciudad, fui legislador porteño, fui autor de la Ley de Comunas, ministro, y ahora diputado nacional por la Ciudad. Es decir, soy el que más la conoce.
–Luego de la experiencia de la Alianza, se instaló la idea, comprensible, de que sólo el peronismo puede gobernar la Argentina. ¿Se puede gobernar sin el PJ?
–Sí, entre otras cosas porque el peronismo no es más orgánico. Tuvimos dos grandes ciclos durante estos 30 años de democracia. Primero fue el peronismo liberal, durante los noventa, y ahora el peronismo estatista. Es una ficción hablar del peronismo. Toda la construcción de (Sergio) Massa es con ex kirchneristas y la del kirchnerismo tuvo muchos ex menemistas. Así que desde el punto de vista dirigencial es imposible hablar de cohesión. Y tampoco hay ya un voto cautivo del PJ que sea determinante. Lo importante es dirigirse a las bases del peronismo, como hizo (Raúl) Alfonsín en el ’83. «