¿Qué significó dejar la presidencia del bloque del Frente para la Victoria de la Cámara de Diputados, con la lógica cuota de intensidad, exposición y adrenalina de todos esos años, y pasar a ser ministro de Defensa?
–Está claro que las funciones son muy distintas. Quizás la adrenalina de lo que significaban las sesiones, los discursos, las votaciones en la Cámara, es muy diferente de alguna manera en términos de ese tipo de intensidad a lo que significa la gestión en un ministerio, y en particular, el de Defensa, que es un ministerio que tiene muchas facetas. Uno dice Defensa y piensa solamente en la relación con las Fuerzas Armadas, pero tenemos quince hospitales y toda una política de salud que incluye la obra social de las Fuerzas Armadas que hemos modificado. Luego está el área de política exterior con los agregados militares; el área de industria con lo que significa toda la industria en Defensa; la relación con la acción de la emergencia, la Asociación Civil; todo el mundo relacionado con ciencia y tecnología y allí también los institutos educativos y todo lo relacionado con el ámbito de la educación. Es decir, es un ministerio amplísimo que exige una cantidad de horas importantes en la gestión y de manera permanente. Si la respuesta la tuviera que ejemplificar con un gráfico de barras, tengo una tarea como ministro que es prácticamente horizontal, sin picos. La tarea como presidente del bloque de Diputados tenía picos y valles. Picos cuando hay sesiones intensas y, después, valles cuando no se sesiona. Como presidente del bloque tenía el apoyo de la Presidenta y siempre es un poder delegado, entonces hay 120/130 diputados que confían en vos. Acá, con esos diputados uno es un primus inter pares, nada más. En el ministerio, quien delega poder es la Presidenta de la Nación y el resto tiene una situación de subordinación jerárquica, por decirlo de alguna manera. En cuanto al grado de exposición pública es cierto que es distinto. Una cosa es ser presidente de bloque y hablar de todo y sobre todo, y otra ser ministro de Defensa, donde se está circunscripto a un área específica. Si bien yo trato de salir de ese encasillamiento, son situaciones distintas. En términos personales, me siento halagado que la Presidenta haya pensado en mí como ministro de Defensa. Siempre tuve un profundo agradecimiento tanto hacia Néstor (Kirchner) como a Cristina (Fernández). Recuerdo haberlo dicho también en el discurso por la nacionalización de YPF. Agradecimiento por haberme dado la posibilidad de presidir el bloque de Diputados. Cuando llegué a la Cámara baja, en el año 2005, era desconocido como presidente de bloque. Venía de ser concejal en Rosario y, sin tránsito, fui diputado nacional y presidente de bloque, y eso fue una muestra de confianza que siempre agradeceré y que agradecí cada año en que fui confirmado como presidente de bloque. Más aún en algunos momentos con situaciones singulares, como cuando venía de perder las elecciones en Santa Fe, la Presidenta, que podría haber pensado en otra alternativa legítimamente, ratificó esa designación, la que agradecí profundamente.
Cuando la Presidenta me convocó para estar al frente del Ministerio de Defensa, para mi fue un halago y una nueva una muestra de confianza. Y la verdad es que no sentí el cambio y no extraño otras situaciones. Desde el primer momento me sentí muy cómodo. La Presidenta me convocó a la casa Rosada, y no sabía para qué iba. Fue al otro día de la sesión donde aprobamos el blanqueo de capitales. Me dijo lo que había pensado, y yo le dije que sí. Desde el mismo momento que salí de allí ya pensando en el ministerio de Defensa. Recuerdo que eso fue un jueves. Yo tenía mi valijita hecha en el auto para irme a Rosario que como diputado me iba todos los jueves y hacía mi actividad política en la provincia. Lo dije al chofer no vamos a Rosario, volvemos a la Cámara. Ahí convoqué e informé a los colaboradores, aunque cuando llegué la noticia ya estaba en los medios. Luego tuve un par de reuniones con Arturo Puricelli, entonces ministro de Defensa, que me transmitió un cuadro de situación del ministerio y luego vino la asunción. La realidad es que siempre pensé que todas las etapas tienen que tener algún final y creo que el momento en que la Presidenta decidió para que mi etapa como presidente de bloque tuviese un final, fue un buen momento. Me fui conforme, con la sensación de haber cumplido una buena tarea. Haberme ido con el cariño y acompañamiento de mis compañeros de bloque y con el respeto de toda la Cámara, me permitió poner en valor la gestión de esos años. Comencé inexperto y terminé siendo el presidente de bloque con más años en la Cámara. Fui presidente de bloque con mayorías holgadas y ajustadas. A partir de la Resolución 125, nos tocó mucho protagonismo desde el Congreso de la Nación, lo que permitió poner la salida de la Cámara en valor. Recuerdo palabras muy generosas de Juliana Di Tullio, que me reemplazo al frente del bloque, de Julián Domínguez y también del resto de los diputados.
–Para la militancia usted es considerado como un ejemplo de lealtad, y de poner el cuerpo durante los ocho años que presidió el bloque del FpV. ¿Cómo juega ese reconocimiento en su vida política, en su futuro?
–Una de las cosas que recuerdo con más afecto fue en el 2011, en el cierre de campaña de las PASO de Cristina, en el teatro ND Ateneo. Yo venía de perder las elecciones en Santa Fe y se había conformado un palco con todos los candidatos que encabezaban la lista a diputados nacionales, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, y yo pensaba está bien, es la primera fila, y cuando vamos llegando escucho que dicen: «Los presidentes de los bloques también van arriba». Fui uno de los últimos que subieron, previo a Cristina, y ya estaban casi todos los funcionarios sentados. Era un acto colmado de militantes y cuando ingresé la ovación fue enorme. Lo valoro muchísimo porque sabían que venía de perder una elección. Tener ese reconocimiento de la militancia es una muestra de generosidad enorme de lo que tienen nuestros militantes políticos. Y ese día fue la ratificación de algo que siempre pensé y pienso: las elecciones posicionan, no califican. En cuanto al reconocimiento, en términos generales, hay una mirada que está muy ligada al debate de la 125. Fue un debate difícil. En algún momento debo haber sido, debajo de la Presidenta y de Néstor, una de las voces que más aparecía defendiendo la posición del Gobierno. Las agresiones que recibíamos consolidaron hacia el interior de nuestro espacio político y de la militancia. La lealtad no me costó, me resulta natural. Nunca tuve que defender una ley de la cual esté arrepentido, al contrario. Hasta antes del kirchnerismo, la regla no escrita en el Congreso de la Nación era que la oposición se llevaba el discurso y el oficialismo se llevaba los votos. ¿Qué significaba esto? El oficialismo hablaba poco porque el voto era vergonzante. Desde que fuimos oficialismo eso se terminó. No solamente ganamos las votaciones, sino que la mayoría de las veces ganamos argumentativamente los debates. Perdimos seguramente alguno. Eso también es una cosa que en el paso de éstos siete años y medio en el Congreso, muchos militantes lo reconocen. Encontrarme con gente que me diga, me quedé hasta las tres de la mañana para escuchar tu discurso es gratificante.
–Volvamos a su presente, al del Frente para la Victoria y el futuro
–Tenemos una responsabilidad histórica. Cuadros intermedios como yo tenemos que seguir trabajando para que en 2015 siga un presidente que continúe con éste proyecto político. Pienso que Néstor no nos perdonaría que no hagamos todos los esfuerzos para que en 2015 continúe todo esto que tanto nos costó. Entre otras cosas, la vida de él. Ese es el camino que nosotros tenemos que continuar y llevar adelante en un escenario donde nos quieren hacer creer que eso no es posible. Ese esfuerzo tiene un rol primario que es consolidar el liderazgo de Cristina y después habrá que construir un candidato que exprese la continuidad de este proyecto político. Pusimos muchas cosas durante estos años. Fueron muchísimas gratificaciones, pero también muchísimo esfuerzo. En el discurso que dice en YPF Raúl Scalabrini Ortiz dice «no es tarea fácil la que hemos acometido». Cuando uno decide gobernar en contra de los sectores que siempre han ostentado niveles de privilegio en la Argentina, elige un lugar de incomodidad. El esfuerzo tiene que estar en sostener esa idea. Al menos es lo que voy a hacer yo. En el 2011 cuando ganamos la primaria, para la candidatura de gobernador en Santa Fe, yo decía que habíamos ganado la primaria porque nos presentamos en 2009 y obtuvimos el 9,5% de los votos. El valor de esa elección en 2009 es que habíamos sostenido la bandera aun cuando teníamos un viento en contra, huracanado. Tenemos que poner todo ese esfuerzo para construir una alternativa política, del Frente para la Victoria, que gane las elecciones de 2015 y plantee la continuidad del proyecto. Eso es lo que están esperando esos militantes de los cuales vos hablas.
–Ese militante espera un fiel representante del kirchnerismo.
–Los militantes quieren que siga este modelo y quieren tener herramientas como para defender este modelo de gestión. Este año cumplo 55 años. Soy de la generación que durante muchísimos años creyó que este proceso no iba a existir en la Argentina. Que no íbamos a vivir para ver a alguien que nacionalice YPF, que no le pague al FMI, que diga frente a la cara del presidente de Estados Unidos, no al ALCA, que volviésemos a tener una desocupación del 7%, movilidad social ascendente, que haya mil científicos que hayan vuelto a la Argentina a investigar. Nosotros creíamos que ese país ya se nos había ido. En los ’90 éramos acusados de nostálgicos. Hay una frase de un poeta francés que dice que la nostalgia es uno de los valores más nobles de los dolores humanos. Soy parte de una generación que hasta Néstor y Cristina vivía del pasado. Me incorporé al peronismo por la historia y por el pasado. Ni siquiera por el pasado reciente, porque era el pasado del ’45 al ’55. Del ’74 al ’76, después de la muerte de Perón no era como para referenciarse. Néstor y Cristina devolvieron los sueños, la idea de que la política era una construcción colectiva, de que había posibilidad de construir un país distinto, de que la política era reparadora y ampliadora de derechos, que era inclusiva. En los ’90 la política había quedado reducida a ser el costo social del ajuste, pero nunca a cuestionarlo. Me parece que hay muchísimo para defender y eso es lo que nos tiene que motivar. Ahora vivimos el presente y podemos hablar de una gestión de liderazgo presente con Cristina y si bien Néstor no está, su política está presente. Tenemos que defender el modelo que posibilitó llevar adelante todas esas cosas.
–¿Por dónde concentraría esa mayor defensa del modelo?
–En la situación económica. Está claro que hay toda una andanada de distintos sectores que quieren invalidar el modelo de gestión económica que llevamos adelante. El modelo económico tuvo desde 2003 en el crecimiento del consumo y fortalecimiento del mercado interno la explicación del 65% de la tasa de crecimiento. Desde 2003 hasta 2011 crecimos a tasas del 9,10 u 11%, salvo en 2008 y 2009; dos tercios de ese crecimiento se debe al fortalecimiento y desarrollo del mercado interno. Y el mercado externo tiene una única explicación de mayor consumo. Esto es bajo índice de desocupación, trabajadores con buenos niveles de ingreso, AUH, inclusión jubilatoria. Ese modelo te da una sociedad más igualitaria. Imaginemos si en 2003 Néstor hubiese decidido otro camino. Mantener el crecimiento económico en base a un tipo de cambio competitivo y mantener salarios bajos.
–También es de recordar que en el 2003, el 78% de la sociedad votó opciones políticas de continuidad a las que había provocado la crisis que estalló en el 2001-2002.
–Es cierto, y hubiésemos tenido crecimientos menores porque nuestro commodities principal, que es la soja, no creció a los niveles que crecieron los otros commodities como el petróleo y minerales. Hubiésemos tenido crecimientos más bajos y mayores niveles de desigualdad. Lo que está en cuestionamiento es fundamentalmente esto. Hemos construido un país más justo y algunos quieren volver a mayores niveles de desigualdad. En el país más justo, algunos que tenían privilegios perdieron una parte. Cuando un empresario importante dice que la Argentina no es un país competitivo no está pensando en el tipo de cambio. Piensa en bajar los salarios de los trabajadores y busca que haya más desocupación para que se flexibilicen las condiciones laborales. El dirigente gremial ya no pide por las condiciones del salario, sino por mantener las fuentes de trabajo, que fue la historia de la década del ’90. Uno podría decir que las leyes de flexibilización laboral fueron de gula, porque ya el mercado estaba flexibilizado por los niveles de desocupación del 17,18%. Así, cada uno acepta las condiciones con tal de mantener el puesto de trabajo. Todas las tensiones están puestas en este aspecto con la intención de los medios opositores de generar la sensación de caos. No ha sido la primera vez que lo han intentado. Lo han hecho en 2008 y 2009 también. Esta vez lo vuelven a intentar, pero tenemos todas las condiciones, el liderazgo de la Presidenta, para sostener este modelo. Creo profundamente que el pueblo argentino va a continuar acompañando este proyecto. Después de las elecciones de 2009, Néstor fue a una asamblea de Carta Abierta, la del Parque Lezama. Veníamos de perder las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Néstor dio un discurso muy lindo, y recuerdo que nos dijo que nos quedemos tranquilos, que el pueblo argentino iba a reconocer lo que hicimos, que más temprano que tarde no se va a olvidar de todo lo hecho. Yo estoy convencido de que va a pasar eso en 2015. Porque la lluvia ácida comunicacional puede llegar a confundir en algunos momentos, pero después cada uno piensa su propia historia. Muchos de los pibes que hoy tienen 30 años y consiguieron trabajo hace seis años, consiguieron un crédito del plan Procrear o están estudiando, son, en muchos casos, pibes que 20 años atrás vieron entrar a su viejo a la casa y decir que había perdido el trabajo; y después ha estado meses o años sin poder volver a insertarse en la economía laboral. Eso va a pesar. La transmisión de nuestra acción de gobierno ha sido clara y contundente. Siempre hemos privilegiado construir políticas públicas que lleven adelante la inclusión laboral. En 2008/2009 los sindicalistas le fueron a plantear a Cristina que elevara la indemnización por despido al triple, y la Presidenta les respondió brillantemente que si alguien tenía que despedir lo iba a hacer igual. Lo que nosotros tenemos que hacer es subsidiar el empleo y así salieron los programas Red de Oficinas de Empleo. Cuando todo el mundo subsidia el desempleo, nosotros subsidiamos el empleo y así pudimos mantener una cantidad de puestos laborales.
–¿Cómo analiza las críticas que provienen de ciertos de sectores que en algún momento adhirieron al kirchnerismo y ahora parecieran tomar distancia?
–Las críticas hay que tratar de diferenciarlas. Agregarnos más demanda con mala intención trata de justificar una posición política de mayor comodidad. Me resulta más cómodo en esta etapa ser opositor, entonces planteo mayor demanda. Ahora, puede que haya una cantidad de argentinos que nos demande más, y eso está bueno. Una demanda superadora es bueno. Tenemos que seguir profundizando en inclusión, más trabajo, salud, energía, independencia, soberanía.
–En uno de sus discursos en la Cámara, usted mencionó que la disyuntiva no es política versus oposición, sino política versus corporaciones. En esa lucha muchas veces despareja a favor de las corporaciones, ¿cómo evalúa el papel de la oposición?
–Un dirigente de cualquier sector político que tenga un mínimo de responsabilidad institucional sabe de qué se trata. El que decide gobernar del lado de las corporaciones siempre va a buscar argumentos para que eso no se sepa, ¿por qué la derecha en Argentina nunca dice que es de derecha o expresa sus ideas y apela al sentido común? La derecha en Argentina se esconde detrás de consignas o de frases de sentido común. Nunca termina expresando cuáles son sus ideas porque son en su mayoría en contra de los intereses de una gran parte del pueblo. Entonces, nadie va a valorar desde otros espacios políticos, salvo nosotros, que cuando Cristina tomó la decisión de impulsar la Ley de Medios, y Néstor estaba vivo y acompañó, eran plenamente conscientes que eso los llevaba a una campaña de desprestigio y descalificación permanente en los próximos años. Eso no lo va a valorar absolutamente nadie. Nadie valora en el otro lo que no es capaz de hacer. Si uno no tiene la decisión política de disciplinar a los sectores corporativos, no va a valorarlo. Cuando Néstor asumió había sectores que se consideraban con derechos logrados, ninguno democrático, de ser considerados influyentes. Eso se terminó en la Argentina desde el primer momento que gobernó Néstor y después continuó Cristina. Los dirigentes políticos que están dispuestos explícitamente o implícitamente a devolverles esos privilegios, nunca van a reconocer que van a llevar adelante esa decisión política. El coraje político conduce a una situación de incomodidad, pero también de una enorme gratificación, como la que han recibido Cristina y Néstor.