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Así se financia la espectacular suba del gasto
La Argentina logró estar, por fin, al tope de un ranking internacional, aunque no precisamente positivo: alcanzó la mayor presión tributaria de América latina, por encima incluso de los países más desarrollados. Y, encima, conserva una importante estructura regresiva, con el mayor peso de la recaudación sobre los impuestos que paga toda la población, pese a la retórica del Gobierno, que reitera en forma permanente el presunto carácter progresivo de la recaudación.
Así lo revela un estudio conocido ayer de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Centro Interamericano de Administraciones Tributarias (CIAT), que ahora preside el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray.
Según cifras oficiales, la Argentina tenía a fines de 2012 una presión tributaria de 37,3%, frente al promedio de 20,7% de América latina y de 34,1% de los países de la OCDE. El dato llama más la atención si se observa la evolución histórica: en 1990 el cobro de impuestos en el país era de 16,1% del PBI y de 20,1% en la crisis de 2001.
Los tributaristas estimaron, además, que, a fines de 2013, esa presión impositiva finalizó en el 40% del PBI, sin un correlato en la mejora de las prestaciones básicas del Estado hacia los contribuyentes.
Este aumento de 20 puntos desde la última crisis fue el mayor en la región. Segundo, se ubicó Brasil, con 36,3%, también por encima del promedio de la OCDE; del otro lado de la tabla quedaron Guatemala (12,3%) y República Dominicana (13,5 por ciento).
Entre los datos de la OCDE, igualmente, se esconden grandes diferencias también, con el 48% en Dinamarca y el 19,6% en México.
Según el reporte, «en el período 2007-2012, 11 países registraron aumentos. El mayor se dio en la Argentina (8 puntos porcentuales), seguido por Ecuador (7 puntos) y Paraguay (4 puntos)».
Sin embargo, la región sigue presentando una fuerte debilidad, ya que «luego del sólido crecimiento de los últimos 20 años, los impuestos generales sobre el consumo (principalmente el IVA y los impuestos sobre las ventas) representaron 33,8% de los ingresos tributarios de los países de América latina y el Caribe en 2011, frente a 20,3% de los países de la OCDE».
En cambio, los impuestos sobre la renta y las utilidades llegaron al 25,4% a nivel regional y al 17% en la Argentina, frente al 33,5% de la OCDE y por debajo de los niveles alcanzados por países vecinos como Chile, Colombia y Perú.
El tributarista Marcos Torassa, socio del estudio Lisicki, Litvin & Asociados, dijo a LA NACION que el «incremento notorio de la presión fiscal se debe a la falta de ajuste de los mínimos no imponibles en el impuesto a la renta, la no aplicación de ajuste por inflación en el mismo impuesto y la falta de ajuste de los mínimos en otros impuestos», entre otros motivos. Tal como suele señalar la presidenta Cristina Kirchner, a nivel nacional no se han creado nuevos impuestos desde 2003, pero, como señaló Torassa, «se incorporaron más contribuyentes, de dudosa capacidad contributiva en algunos impuestos, como en Ganancias y Bienes Personales, aunque también el incremento en la presión fiscal se debe a los notorios incrementos a nivel provincial, como Ingresos Brutos, y las tasas municipales».
Andrés Edelstein, socio de impuestos de la consultora PricewaterhouseCoopers, sostuvo que «no es fácil justificar este nivel de presión fiscal para un país en vías de desarrollo, porque la eficiencia del gasto también es cuestionable, teniendo en cuenta la calidad de los servicios que brinda el Estado. Además la carga no está distribuida muy equitativamente, ya que el sector formal soporta una tremenda presión», señaló el especialista.
Torassa expresó que «esto demuestra que, más allá de la fuerte presión vigente, el sistema tributario argentino requiere un análisis profundo para una reforma impositiva integral, que privilegie la mayor carga sobre el impuesto a la renta y utilidades, que de modo alguno implica gravar a los asalariados de ingresos más bajos, sino trabajar en aspectos técnicos del impuesto, para evitar baches o lagunas que afectan la integridad del mismo, como también seguir atacando el enanismo fiscal».
En tanto, el tributarista Félix Rolando también subrayó que al IVA se suma el peso de los impuestos internos, que aumentaron recientemente para los automóviles, motos y embarcaciones, «lo que genera mayores subas de precios», mientras que en el impuesto a las ganancias la suba resulta muy distorsiva «por el lento aumento del mínimo y por la falta de actualización de las escalas» desde antes del estallido de 2001.
Rolando también destacó que «a todo lo anterior se suma el peso de las contribuciones y los aportes previsionales». .
Del editor: qué significa.
El Gobierno no sólo se financia con el no ajuste por inflación de Ganancias, sino también con impuestos al consumo que llegan a todos.
Así se financia la espectacular suba del gasto
La Argentina logró estar, por fin, al tope de un ranking internacional, aunque no precisamente positivo: alcanzó la mayor presión tributaria de América latina, por encima incluso de los países más desarrollados. Y, encima, conserva una importante estructura regresiva, con el mayor peso de la recaudación sobre los impuestos que paga toda la población, pese a la retórica del Gobierno, que reitera en forma permanente el presunto carácter progresivo de la recaudación.
Así lo revela un estudio conocido ayer de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Centro Interamericano de Administraciones Tributarias (CIAT), que ahora preside el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray.
Según cifras oficiales, la Argentina tenía a fines de 2012 una presión tributaria de 37,3%, frente al promedio de 20,7% de América latina y de 34,1% de los países de la OCDE. El dato llama más la atención si se observa la evolución histórica: en 1990 el cobro de impuestos en el país era de 16,1% del PBI y de 20,1% en la crisis de 2001.
Los tributaristas estimaron, además, que, a fines de 2013, esa presión impositiva finalizó en el 40% del PBI, sin un correlato en la mejora de las prestaciones básicas del Estado hacia los contribuyentes.
Este aumento de 20 puntos desde la última crisis fue el mayor en la región. Segundo, se ubicó Brasil, con 36,3%, también por encima del promedio de la OCDE; del otro lado de la tabla quedaron Guatemala (12,3%) y República Dominicana (13,5 por ciento).
Entre los datos de la OCDE, igualmente, se esconden grandes diferencias también, con el 48% en Dinamarca y el 19,6% en México.
Según el reporte, «en el período 2007-2012, 11 países registraron aumentos. El mayor se dio en la Argentina (8 puntos porcentuales), seguido por Ecuador (7 puntos) y Paraguay (4 puntos)».
Sin embargo, la región sigue presentando una fuerte debilidad, ya que «luego del sólido crecimiento de los últimos 20 años, los impuestos generales sobre el consumo (principalmente el IVA y los impuestos sobre las ventas) representaron 33,8% de los ingresos tributarios de los países de América latina y el Caribe en 2011, frente a 20,3% de los países de la OCDE».
En cambio, los impuestos sobre la renta y las utilidades llegaron al 25,4% a nivel regional y al 17% en la Argentina, frente al 33,5% de la OCDE y por debajo de los niveles alcanzados por países vecinos como Chile, Colombia y Perú.
El tributarista Marcos Torassa, socio del estudio Lisicki, Litvin & Asociados, dijo a LA NACION que el «incremento notorio de la presión fiscal se debe a la falta de ajuste de los mínimos no imponibles en el impuesto a la renta, la no aplicación de ajuste por inflación en el mismo impuesto y la falta de ajuste de los mínimos en otros impuestos», entre otros motivos. Tal como suele señalar la presidenta Cristina Kirchner, a nivel nacional no se han creado nuevos impuestos desde 2003, pero, como señaló Torassa, «se incorporaron más contribuyentes, de dudosa capacidad contributiva en algunos impuestos, como en Ganancias y Bienes Personales, aunque también el incremento en la presión fiscal se debe a los notorios incrementos a nivel provincial, como Ingresos Brutos, y las tasas municipales».
Andrés Edelstein, socio de impuestos de la consultora PricewaterhouseCoopers, sostuvo que «no es fácil justificar este nivel de presión fiscal para un país en vías de desarrollo, porque la eficiencia del gasto también es cuestionable, teniendo en cuenta la calidad de los servicios que brinda el Estado. Además la carga no está distribuida muy equitativamente, ya que el sector formal soporta una tremenda presión», señaló el especialista.
Torassa expresó que «esto demuestra que, más allá de la fuerte presión vigente, el sistema tributario argentino requiere un análisis profundo para una reforma impositiva integral, que privilegie la mayor carga sobre el impuesto a la renta y utilidades, que de modo alguno implica gravar a los asalariados de ingresos más bajos, sino trabajar en aspectos técnicos del impuesto, para evitar baches o lagunas que afectan la integridad del mismo, como también seguir atacando el enanismo fiscal».
En tanto, el tributarista Félix Rolando también subrayó que al IVA se suma el peso de los impuestos internos, que aumentaron recientemente para los automóviles, motos y embarcaciones, «lo que genera mayores subas de precios», mientras que en el impuesto a las ganancias la suba resulta muy distorsiva «por el lento aumento del mínimo y por la falta de actualización de las escalas» desde antes del estallido de 2001.
Rolando también destacó que «a todo lo anterior se suma el peso de las contribuciones y los aportes previsionales». .
Del editor: qué significa.
El Gobierno no sólo se financia con el no ajuste por inflación de Ganancias, sino también con impuestos al consumo que llegan a todos.