Álvaro Uribe, torpedo de EE.UU.

Luego de que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, involucrara al ex presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez como uno de los promotores de la violencia ejercida por los grupos opositores que intentan derrocarlo, el ex mandatario neogranadino no titubeó en lanzar una campaña por un millón de firmas para que en ellas se exprese la solidaridad de la ciudadanía colombiana con el pueblo venezolano y contra “la dictadura sangrienta” que los gobierna, asegurando que el presidente Juan Manuel Santos es cómplice de todo ello.
Esto se dio casi en simultáneo con el envío de copias que la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia de Colombia le acercara a la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes, para que se investigue si hay mérito para abrir un proceso contra Uribe. La razón radica en que el capo del narcotráfico Diego León Montoya (a) Don Diego le haya dicho al alto tribunal que él mismo financió, con dineros del narcotráfico, una de las campañas presidenciales de Uribe.
El mandatario venezolano conoce muy bien los movimientos a los que Uribe está predispuesto, e incluso a qué puertas sabe tocar para llevar adelante sus más pérfidos designios. Maduro, que se desempeñó como jefe de la diplomacia de su país entre 2006 y 2013, sabe que Uribe no es un “bebé de pecho”.
Conociendo muy bien al ex mandatario colombiano, Maduro no titubeó y lo acusó de estar detrás de la violencia de ciertos grupos opositores que están intentando a sangre y fuego desestabilizar al gobierno bolivariano.
Sin inmutarse por las declaraciones de Maduro, el ex presidente Uribe salió con los tapones de punta a escribir en la red social Twitter, un medio en el cual se mueve como pez en el agua, siendo ya un hiperactivo usuario. “Dictadura de Venezuela y su socia FARC hacen su labor: asesinan lo que queda de ímpetu de libertad” escribía Uribe, invitando a que un millón de colombianos firmen “este mensaje de solidaridad con los hermanos venezolanos maltratados por la dictadura Castro-Chavista que prolonga Nicolás Maduro”.
Un amigo en Medellín. En 1991 un informe del Pentágono –en el cual aparecía la lista de los principales narcotraficantes del mundo–, ubicaba en ese lugar (el 82) a Uribe, asociándolo al Cartel de Medellín y como un amigo cercano del ya célebre capo narco Pablo Escobar Gaviria. La relación de Uribe con el paramilitarismo y el narcotráfico siempre estuvo en la superficie, pero nadie se animó a tocarla. Un síntoma tal vez de un poder que aún tiene vigencia. No resulta ocioso destacar que el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, haya considerado que Colombia aún conserva una estructura estatal narcomafiosa, y que cuando existía la posibilidad concreta de que algunos paramilitares pudieran declarar sobre los nexos del ex presidente con el delito, ellos fueran extraditados a los EE.UU. para quedar silenciados.
Pero la rueda da vueltas y las voces retornan. Fue así que el sindicado como jefe del Cartel del Norte del Valle, Diego León Montoya Sánchez (a) Don Diego, y también conocido como el “Señor de la Guerra”, quien actualmente está extraditado en los Estados Unidos y recluido en una prisión de alta seguridad de Arizona, haya declarado ante magistrados de la Corte colombiana, que él les entregó recursos a diferentes dirigentes políticos, precisando más específicamente que financió la campaña de Uribe para alcanzar su primera presidencia en 2002. Debido a esta declaración la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia compulsó copias a la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes, para que se investigue si hay mérito para abrirle un proceso penal a Uribe. La Sala Penal también compulsó copias a la Fiscalía, para que determine si hay lugar para abrir investigación en contra de la ex congresista Dilian Francisca Toro, Juan Carlos Martínez, Rocío Arias, Leonora Pineda y Luis Helmer Arenas, a quienes, según Don Diego, también les realizó aportes en dinero para financiar sus campañas.

Acerca de Napule

es Antonio Cicioni, politólogo y agnotólogo, hincha de Platense y adicto en recuperación a la pizza porteña.

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