Con pocos días de diferencia entre sí, un par de sucesos que ocuparon espacio en la agenda política –independientemente de su trascendencia real y del interés ciudadano en ellos–, con la oposición partidaria como protagonista, concurrieron a confirmar que, por el momento, no habrá para el kirchnerismo mayores dificultades que las de sus propias torpezas. Al menos, hasta tanto el Frente Renovador traduzca en concreto sus aspiraciones de despliegue nacional, por ahora aún en rango de hipótesis, como lo reconocen hasta algunos de sus propios operadores.
Y precisamente a partir de una de las cuestiones a comentar en las siguientes líneas se puede, apenas se sacude un poco el polvo que pretende camuflarla, adivinar que el massismo ya sacude movimientos en tal sentido.
El Senado de la Nación votó el reemplazo en la presidencia provisional del cuerpo: Gerardo Zamora ocupará, en lo sucesivo, ese sitio, en reemplazo de Beatriz Rojkés de Alperovich.
Habría, hay varias cosas para decir con relación al impacto de ese enroque al interior del Frente para la Victoria. Por lo pronto, lo más rápidamente tangible –y, por ende, de seguro menos sustancioso– del asunto ha permitido confirmar que la presidenta CFK conserva capacidad de alinear a sus bloques legislativos con una facilidad que resultaría llamativa si éste fuera, como se oye decir, un caso de mero capricho presidencial.
Evidentemente, la fortaleza política e institucional del gobierno nacional es superior a la diagnosticada por distintos focos de opinión opositora.
Pero lo destacable, a estos efectos, no pasa por allí sino por la conducta que escogió la Unión Cívica Radical para actuar frente a los hechos, en términos de estrategia política.
Por obstinarse en arreglar a través de las instituciones de la república sus trapitos sucios con el ex gobernador de Santiago del Estero y ex radical Zamora, y rompiendo una tradición legislativa más que centenaria (el Poder Ejecutivo Nacional designa las conducciones del Congreso nacional, por integrar éstas la línea de sucesión presidencial), terminaron, de rebote y como bonus track de la maniobra, evidenciando la insignificancia del radicalismo en la Cámara Alta.
Cuentan allí con, apenas, 12 hombres sobre un total de 72. Un temible 16,66% del cuerpo. Toda una señal como para pretender agitar aspiraciones de poder de cara a la sucesión del año 2015.
A partir del día siguiente al encumbramiento de Zamora, luego del discurso de Cristina Fernández con ocasión de inaugurarse las sesiones legislativas ordinarias (acompañado de una imponente movilización que desmiente los pronósticos de militancia abandónica enunciados por algún opinador hasta hace poco ultra kirchnerista en sus cada vez menos frecuentes intervalos de lucidez), se inició una comedia de enredos, contradicciones, mentiras y recules en torno del anteproyecto de reforma del Código Penal de la Nación próximo a tomar estado parlamentario, que mejor tomarse a chiste para no llorar por la precariedad que en todo sentido demuestran los protagonistas de la polémica y sus intervenciones al respecto.
En un tema que merecería, cuando menos, un acting de seriedad.
Algo de lo que escribimos apenas iniciadas las sediciones policiales de fines del año pasado sigue vigente: “el dilema a resolver en adelante es cómo se construye una gobernabilidad de la irracionalidad. De este estado de cosas que se parece bastante a un todo vale. En el que, aparentemente, ya fundamentar, estar a Derecho son temas que han perdido rango de respetabilidad. Fundamentalmente, se trata de evitar que la cosa no quede en manos de solucionadores de la precariedad de De La Sota (reemplácese por Massa). Que pueden hacer mucho daño, independientemente de su buena o mala voluntad, debate en el que es poco interesante ingresar.”
Entrevistado que fue apenas finalizó la sesión, Sergio Massa se despachó con una de sus habituales cataratas de naderías para ponerse habilmente en el lugar de opositor único al kirchnerismo, al que le adosó todo el resto del arco opositor con la acusación (falsísima, por supuesto; pero en su caso es lo que menos le interesa) de promover una norma delincuente friendly.
Más allá de la veracidad que no tiene el discurso del marido de Malena Galmarini, cumplió con reposicionarlo en el centro de la escena, en contradicción con el kirchnerismo, al tiempo que desbarata, para chuparles votos, al resto de los fragmentos opositores, a los que, en cambio, pretendió elevar Cristina Fernández durante sus palabras, en las que en cambio evitó a los últimos vencedores de la provincia de Buenos Aires.
No se trata tanto del espacio escenográfico que, a la fuerza, buscó y encontró Massa, sino del sismo que produjo al interior de los demás (por decirles de algún modo) partidos –partícipes por invitación presidencial a la confección del anteproyecto ahora vilipendiado–, que desde el momento en que el ex intendente de Tigre los marcó comenzaron a confirmar lo inverosímil del sólido aplomo que actúan en los sets de televisión. Prácticamente todos optaron por desautorizar a sus colegas intervinientes en el proceso de redacción, de modo caótico y sin una traza de rumbo clara: cada comarca se ha vuelto ahora un berenjenal en la que lo que abunda es la ausencia de conducción, que no pasa tanto por una persona sino por una coherencia interna.
Así sucede cuando el único vector que impulsa es el oposicionismo por sí mismo: se pierde la noción de iniciativa propia.
Massa, en cambio, sí conoce bien sus aspiraciones, que lejos están de lo que específicamente atañe al sistema penal argentino, materia que desconoce y que cumple apenas el rol de instrumentar, a partir de una situación capaz de convocar, el testeo de sus potencialidades a lo ancho y a lo largo de todo el territorio.
El resto, todo, es para consumo de Intratables.
Así, el FR posterga la tarea de efectivizar su tan anunciada y todavía no nata voluntad propositiva, y soluciona el déficit que frustró a los vencedores de 2009 en las presidenciales en que CFK revalidó su cargo: aquella vez, todos apostaron al ballotage que se preveía ineludible y se dividieron para disputar cada uno por su cuenta el mínimo que permitiera aplazar el aglutinamiento antikirchnerista hasta que llegase el momento de la polarización formal con el FpV.
Massa pretende anticipar todo el trámite con una maniobra que golpea en las líneas de flotación de sus rivales no oficialistas (que tomaron nota y salieron a responder el ataque), ofreciéndose adverso de veras –a diferencia de quienes colaboran con el gobierno nacional en aplacar sufrimientos de victimarios en vez del de las víctimas, en su libreto– con una postura firme e indiscutida a sus adentros.
Mientras tanto, el kirchnerismo da la pelea de la gobernabilidad cotidiana, si bien no exento de dificultades y tropiezos, con relativo éxito, habiendo triturado hipótesis tremendistas (lo cual fue reconocido por un finísimo cerebro opositor como Carlos Pagni), y poniendo su parte en la construcción de un peronismo que de a poco va solucionando sus debilidades internas y comprendiendo que el camino sucesorio debe encontrarlo unido aún en la diversidad.
Hacia donde está parado hoy día el oficialismo nacional, Massa mismo, con su elección táctica de los últimos días, reconoce mejor no intentar crecer.
Con todo, sería una pena que se pierda la oportunidad de discutir el anteproyecto de Código Penal, habida cuenta que hoy no se cuenta con uno, en medio de una mera, si bien legítima, rosca.
Pero también deja en claro quién es el único verdadero agente transformador en Argentina.
En cualquier caso, pelea, por ahora, sólo contra su sombra.