Conversar con la periodista Sandra Russo en la vereda de un bar de Palermo, en una mesa bajo el sol del mediodía, supone estar dispuestos a las interrupciones. La panelista del programa 678 es una figura conocida de la televisión, como lo prueba la aparición de tres personas que, a lo largo de los 50 minutos de la charla, se acercan para felicitarla y darle un apretón de manos o un beso en la mejilla.
La sorpresa se hace mayúscula cuando una de esas personas –una mujer sonriente, que pasea despreocupada con sus amigas– se presenta como la madre del diputado Eduardo “Wado” De Pedro, dirigente de La Cámpora, y le agradece por unas palabras sobre su hijo pronunciadas en el último programa: “Me hiciste llorar”.
La casualidad se festeja con risas: Russo acaba de editar un libro sobre la historia, el presente y el futuro de La Cámpora, y esta entrevista con Tiempo Argentino tiene como objeto, justamente, conocer de primera mano el contenido de Fuerza Propia, publicado por Debate, que la semana pasada llegó a las librerías de todo el país.
Russo cuenta que tardó dos años y varios meses para completar el libro sobre la agrupación que tuvo como ideólogo silencioso y principal artífice al propio Néstor Kirchner. La demora tuvo una razón central: obtener una segunda entrevista con Máximo, hijo mayor del creador del proyecto que gobierna la Argentina desde 2003, y hasta la aparición del libro, una voz determinante pero que permanecía en las sombras. Al menos para el gran público. “Para hacer el libro tuve paciencia de vietnamita”, comenta la autora.
Russo inicia la charla con algo de picante: cuenta que no leyó el otro libro que existe sobre la agrupación, salvo un capítulo fotocopiado. “Vi que eran fuentes secundarias, terciarias y cuaternarias… A mí no me interesa saber lo que piensa el ex guardaespaldas del amigo del primo”, ironiza.
Al final de la entrevista, ante una pregunta puntual, la autora de la biografía de Cristina Fernández no descarta que Máximo Kirchner pueda asumir protagonismo público en el futuro cercano. “Para entender a La Cámpora hay que despojarse de la capa del cinismo de los ’90 que todavía nos queda a muchos”, desafía.
-Se ha dicho mucho que La Cámpora tiene cosas en común con la JP de los ’70. Pero también se los asocia con La Coordinadora del alfonsinismo.
-Eso yo no sé de dónde salió. Seguro que de ex militantes radicales…
-Los miembros de La Coordinadora eran jóvenes cuadros, funcionarios que estaban ligados a la gestión.
-Sí, pero La Cámpora ya hace rato que no es eso. Cuando eran una organización de cuadros, tenían muy poca gente en la gestión. Pero cuando se hicieron más visibles en el Estado, La Cámpora ya había dejado de ser una organización de cuadros para acercarse a lo que había sido el propósito que les había dado Néstor en las primeras reuniones de conducción: que era recrear algo que tuviera que ver con la JP de masas, con la JP de las Regionales. Eso está en el libro. Néstor quería eso y generar una orgánica nacional de la juventud.
-¿Eso se venía organizando desde fines de 2006?
-La situación fue completamente atípica desde el principio: Néstor empezó a buscar una fuerza propia una vez que ya era presidente. Y los que empiezan a articular La Cámpora son militantes santacruceños, el motor de todo fue Santa Cruz: por eso, Máximo aparece como uno de los primeros armadores junto con cuatro o cinco pibes más, cercanos al padre. En paralelo había otros intentos de armado: con Wado (De Pedro), que ya se reunía con Iván Heyn, con (Axel) Kicillof, con (Mariano) Recalde. Que ya lo conocían al Cuervo. Empezaba a haber costuras.
-Una confederación de grupos que se fueron unificando…
-Como si fueran racimos. La articulación básica y primaria de todo eso, mientras cada uno tejía en la universidad, en el territorio o en la lucha por los derechos humanos, se hizo en la Casa de la provincia de Santa Cruz. Así surge el armado embrionario. Y el nombre aparece el 28 de diciembre de 2006, cuando la familia de Héctor Cámpora le entrega a Néstor los atributos presidenciales de aquél, como reconocimiento.
-La Cámpora, hoy, suele ser calificada como la agrupación de la presidenta. Incluso hay quienes dicen que sus militantes son los ojos de la presidenta en el Estado…
-En todo caso, ¿ser la agrupación de la presidenta no entra en contradicción con el mandato de rebeldía que les había dado Néstor, aquel de “sean transgresores, la juventud debe ser una bisagra del nuevo tiempo?”.
-Esa sería la mirada si uno pusiera foco en la JP de los ’70, o en la Coordinadora, que parecía correr por izquierda a Alfonsín, o al menos al partido radical. En este caso la lógica es distinta. Néstor tomó decisiones que iban mucho más delante de lo que uno podía esperar. Para analizar este tema es indispensable sacar el foco de la Argentina y ver el proceso a nivel global y a nivel regional. Si uno está atento a los intereses que está poniendo en juego Estados Unidos, sobre todo en la embestida contra Venezuela y con el proyecto de reflotar las bases militares norteamericanas que había aceptado (Alvaro) Uribe y que (Juan Manuel) Santos había congelado, ante ese escenario general, la conclusión más sensata es defender el proyecto. Lo transgresor es dar el cuero por este proyecto. Hay que hacerse preguntas: ¿qué estás transgrediendo, y cuándo estás transgrediendo? Cristina es una presidenta transgresora para el establishment mundial y regional, y las fuerzas que acompañan este proyecto aceptan que la conducción es de ella. El proyecto es el transgresor. Y eso se constata en la realidad: hubo muchos momentos en los que Cristina sorprendió a la tropa propia con decisiones en las que parecía que faltaba (correlación de fuerzas) para tomarlas, o que uno mismo, como participante de este proyecto, sentía vértigo. Ella toma aliento, junta fuerza, y uno, como miembro de un proyecto, tiene la certeza y la confianza en que se avanza todo lo que se puede. Y si se deja de avanzar, es porque se están reordenando fuerzas.
-¿Eso que acaba de decir podría describir este momento, el 2014?
-Hay una cosa que en el libro la cuenta el Cuervo y que tiene que ver con esas reuniones de conducción política con Néstor y con el estilo kirchnerista, un estilo que en realidad puso más en marcha Cristina. Hay consensos o batallas culturales que se dan una vez que uno planteó la cuestión y tiró el tema a la sociedad. Porque si no, la sociedad no lo discute. Por muchas razones. O porque hay una agenda en la que ese tema nunca entra…
– La comunicación de La Cámpora con la sociedad es bastante extraña, sobre todo en estos tiempos de telepolítica. Incluso llegó a circular cierta mística sobre eso, el secretismo al estilo de los Redondos en la música. ¿Esa estrategia de comunicación dio algún resultado positivo?
-Que dio resultado positivo a mí no me cabe ninguna duda. Haber podido construir una fuerza que hoy tiene un volumen, más allá de que pueda crecer o decrecer, y es el más importante en cuanto a organizaciones juveniles que existió en 30 años por lo menos. La Cámpora hoy implica 35 mil jóvenes organizados en todo el país. Pero no es algo que esté cerrado, porque hoy por hoy hay que analizar a La Cámpora inserta en Unidos y Organizados, y eso tiene una dimensión completamente distinta, porque en ese espacio hay algunas organizaciones que son muy grandes. Yo no sabía, hasta que no me lo contaron, que Néstor había mandado al grupo original de La Cámpora a recorrer el país para buscar grupos afines, JP silvestres. Era una búsqueda en secreto, silenciosa, sin chapa, sin promesas, sin recursos. Viajaban en bondi, iban a hoteles baratos, se presentaban ante los pibes de las provincias de esos grupos sin ningún tipo de auspicio entre los intendentes y los gobernadores. Caían en la provincia para buscar una relación directa, sin mediación, a escuchar cuál era la lectura de la realidad. Eso permitió que, cuando en 2008 se inicia el quilombo con las patronales del campo y hay que resistir la embestida y contener a Cristina en las recorridas por todo el país, hubiera una estructura nacional ya armada. Sobre esto, el Cuervo analiza: “Si hubiésemos salido a decir, institucionalmente, que estábamos armando la juventud kirchnerista, hubiesen venido los que no queríamos que vinieran: los arribistas, y hubiera sido imposible guardar secretos». La manera de convocar fue hacerlo silenciosamente y armando sin correr el riesgo de dejarse tentar por la video-política que sigue, hasta hoy, condicionando las decisiones del 80% de los dirigentes argentinos. Que no entienden que hay otra manera de construir y hacer política, que no tiene que ver con las declaraciones a la prensa. Hay periodistas que no entienden que la obligación de un político es hacer política, no es facilitarle al periodista la tarea profesional. Yo creo, sin embargo, que en este momento ellos han comprendido que la comunicación hacia la sociedad tiene que cambiar. Que si uno no tiene contra-relato lo único que termina circulando es el relato del poder económico. Claro, si hasta gente kirchnerista cree que Máximo (Kirchner) se la pasa jugando a la play…
-En una democracia representativa, hay un momento en que se eligen candidaturas. ¿Cree que hay potenciales candidatos entre los dirigentes de La Cámpora? Sobre Máximo, se habla de la intendencia de Río Gallegos.
-A mí no me habló nadie de eso. En general. El acento no está puesto en eso. Máximo me dijo “nuestro trabajo es a largo plazo”, y eso lo dicen varios de los miembros de la mesa nacional. Hay que tener muy presente que La Cámpora es una organización compleja en el sentido generacional: conduce la generación de entre 35 y 40, pero contiene a pibes desde 13 años. Hay varias capas generacionales superpuestas. Y el eje que transmite cada uno desde su lugar, la gran apuesta, no es la generación que hoy conduce, sino los que vienen después. Y sobre la subestimación que hacen algunos analistas de la derecha, a mí me parecería respetable si se acotara a la conducción de La Cámpora. Pero extenderla a todos los jóvenes que forman parte de la agrupación, es un grave error.
-¿Cuál será el rol de Máximo Kirchner en los próximos años? ¿Cuál es la razón de que haya dado su primera entrevista en años?
-Él es un hombre público desde antes. Es el hijo de dos presidentes de la Nación, debe ser un caso único. Yo creo que La Cámpora ya tiene un tamaño que hace necesario que Máximo deje de ser esa persona tan enigmática porque, la verdad, es un tipo de una muy fácil comunicación. Se expresa muy claramente, tiene una inteligencia muy práctica –que a mí me hizo acordar mucho a Cristina-. Es la inteligencia del armador, del que ve la película entera. Pero, ojo, tampoco una es ingenua. Y creo haber hablado para el libro no va a ser una anécdota, alguna consecuencia tendrá.
-¿El libro puede ser el inicio de algo?