Por Conrado F. Varotto *
Son muchos los argentinos convencidos de que es imprescindible que nuestro país esté inserto en la sociedad del conocimiento para tener un desarrollo sostenido. Y, sin embargo, cuántas veces, por ese cortoplacismo que nos persigue, hemos congelado proyectos tecnológicos de gran envergadura.
Pero más grave aún, ese cortoplacismo nos hace entrar en contradicciones, como olvidar que los desarrollos tecnológicos conllevan el riesgo tecnológico. Es lo que, en nuestra opinión, reflejan algunos comentarios efectuados en los últimos días en relación con la prueba efectuada con el vehículo experimental VEX1A. Una prueba realizada precisamente para verificar aspectos relevantes de diseño, corregir falencias, si surgieran, y tratar de superarlas en otras pruebas, ya que el riesgo tecnológico es inevitable.
Sólo con políticas de Estado de largo aliento es posible para un país insertarse y ser jugador de primer nivel en cualquier campo científico-tecnológico de avanzada, que significa desarrollo con soberanía.
En la Argentina solemos comentar, discutir y pelearnos sobre esta cuestión. Pareciera que cuando se trata de políticas de Estado, cada argentino entendiera una cosa diferente. Y sin embargo, en las dos áreas en las que me ha tocado desarrollar la vida profesional, la nuclear y la espacial, con sus altibajos, a la postre hubo amplio consenso, amén de las crisis siendo particularmente notable la de inicios de este siglo.
Esas crisis han conllevado a serias dificultades para mantener un desarrollo sostenido tanto en lo nuclear como en lo espacial. Sin embargo, ambos campos del desarrollo han merecido el continuo apoyo de todo el espectro político de nuestro país. Ello es una clara demostración de que en estos dos campos los argentinos entendemos qué significa aplicar políticas de Estado.
Pero llegaron las crisis y el cortoplacismo indujo al congelamiento de ambos proyectos hasta el año 2003, cuando el entonces presidente Néstor Kirchner, primero, y la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner, después, en el marco de un proyecto que puso el desarrollo tecnológico soberano entre sus prioridades, retomaron con mucha fuerza campos estratégicos como el nuclear, con la terminación de Atucha II, el inicio del reactor ciento por ciento nacional Carem y el reimpulso de Pilcaniyeu; y el espacial, con la construcción de satélites de observación de la Tierra y el lanzador Tronador II, entre otros proyectos.
En los últimos días, a raíz de la prueba del VEX1A, se habrían hecho algunos comentarios periodísticos que podrían interpretarse en el sentido de que nuestro país no está capacitado para el logro de un lanzador satelital nacional. Ahora bien, si en los que denominamos países avanzados sus autoridades no tuviesen confianza en sus científicos y técnicos, ¿destinarían fondos para que proyectos que conllevan alto riesgo tecnológico fuesen realizados por primera vez? ¿Alguien cuestiona en esos países la necesidad de hacer pruebas y que éstas puedan no ser ciento por ciento exitosas? Ahora, ¿es un pecado que esa confianza la tengan las autoridades argentinas respecto de los profesionales argentinos, que han dado sobradas pruebas de sus capacidades? En el propio campo espacial, seguramente el lector recordará el lanzamiento del satélite SACD/Aquarius, en junio de 2011. Se trata de una de las misiones de observación de la Tierra y de los océanos más avanzadas de que se tenga conocimiento. Lleva a bordo varios instrumentos muy sofisticados de la Argentina, Estados Unidos, Italia, Canadá y Francia. El satélite fue totalmente diseñado y construido en nuestro país. Si nuestros profesionales no tuviesen la apropiada capacidad, ¿habría la NASA puesto a bordo de ese satélite el instrumento Aquarius, valuado en 260 millones de dólares? ¿Podemos olvidar la emoción que sentimos cuando la presidenta de la Nación felicitaba a los jóvenes profesionales que habían puesto todo de sí para semejante logro?
Podríamos referirnos a muchos otros aspectos del Plan Espacial Nacional y a la relevancia de las decisiones tomadas al máximo nivel de nuestro país para su consecución, no siendo menor el envión proporcionado desde que la Conae fue transferida a la órbita del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, en diciembre de 2012.
Una misión satelital de arquitectura monolítica, como la aplicada para poner en órbita los satélites nacionales Saocom (de grandes dimensiones y de unos 3000 kilogramos de masa), requiere de muchos años desde que es concebida, diseñada, construida y puesta en órbita.
Sin embargo, la experiencia muestra que el espectro de aplicaciones de la información obtenida observando la Tierra desde el espacio se amplía continuamente. Y lo más importante es que los usuarios no sólo requieren de informaciones cada vez más sofisticadas, sino que requieren que ello sea realizado en tiempos mucho más breves. Ello ha llevado a la necesidad de pasar de la actual arquitectura satelital monolítica a un nuevo y avanzado concepto de arquitectura segmentada, que conlleva la posibilidad de agregar instrumentos a satélites en órbita o de ampliar sus capacidades, o de reemplazar partes.
En otras palabras, armar la misión satelital en el espacio a partir de segmentos enviados separadamente.
Nuestro país, que ya tiene amplia experiencia en misiones satelitales monolíticas de avanzada, prevé dominar en el mediano plazo esta nueva arquitectura satelital. Pero ello conlleva disponer de la capacidad de colocar anualmente en órbita, y con alta precisión, varios de estos segmentos. Para ello se requiere de un lanzador apropiado a este propósito.
Se debe tener en cuenta que los costos de lanzamiento constituyen una porción muy importante de los costos de una misión satelital relevante. Y del orden del 80 por ciento de los costos de lanzamiento corresponden a horas hombre de profesionales y técnicos calificados que deben emplearse en cada lanzamiento. En el caso de la arquitectura segmentada, esta proporción podría resultar aún mayor. ¿Cómo entonces no encarar el desarrollo y producción de dichos lanzadores en nuestro país, cuando tenemos un capital humano adecuado a ese fin?.
Nos referimos al lanzador satelital TII (Tronador II), capaz de colocar en órbita a 600 kilómetros de altura, y con gran precisión (tal como lo requiere la arquitectura segmentada), masas de entre 250 a 300 kilogramos. Para ello se están desarrollando vehículos experimentales para efectuar un conjunto de pruebas que permitan contar hacia fines de 2015 con un primer TII tecnológico. Desde ya, la tecnología que se está desarrollando para el TII permite, sin grandes variaciones, modificar sus componentes para obtener versiones con capacidad para colocar en órbita masas significativamente mayores.
El desarrollo del TII se está realizando con una muy fuerte participación del sistema científico-tecnológico-productivo nacional. De hecho, una vez operativo, debe superar el 90 por ciento de componentes nacionales y, lo que no es nacional, sólo se referirá a elementos no críticos. Esto último dado que se trata de tecnologías muy cuidadas por sus poseedores.
La base de lanzamiento del TII operativo está ubicada en la zona de Puerto Belgrano y actualmente están en plena ejecución las obras de infraestructura correspondientes.
Desde que la Conae ha sido transferida al Ministerio de Planificación federal, ha recibido un fuerte apoyo en todos sus proyectos, en especial el TII. Es de destacar el interés personal de la presidenta de la Nación en el proyecto del lanzador nacional y la del propio ministro, manifestado incluso apersonándose para dar ánimo a los jóvenes profesionales involucrados en una simple prueba como la del VEX1A, con pleno conocimiento de la alta probabilidad de que no tuviere suceso total. Pero, ¿puede negarse el estímulo que para estos jóvenes profesionales significa que se les aparezca el ministro para darles ánimo?
Para terminar, quisiera expresar un deseo personal. Yo no nací en la Argentina. Mis padres me trajeron de pequeño. Era para nosotros el país de las oportunidades y, personalmente, me las dio todas. Todo lo que deseo es que siga siendo así para todos los argentinos.
* Director ejecutivo y técnico de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae).
Son muchos los argentinos convencidos de que es imprescindible que nuestro país esté inserto en la sociedad del conocimiento para tener un desarrollo sostenido. Y, sin embargo, cuántas veces, por ese cortoplacismo que nos persigue, hemos congelado proyectos tecnológicos de gran envergadura.
Pero más grave aún, ese cortoplacismo nos hace entrar en contradicciones, como olvidar que los desarrollos tecnológicos conllevan el riesgo tecnológico. Es lo que, en nuestra opinión, reflejan algunos comentarios efectuados en los últimos días en relación con la prueba efectuada con el vehículo experimental VEX1A. Una prueba realizada precisamente para verificar aspectos relevantes de diseño, corregir falencias, si surgieran, y tratar de superarlas en otras pruebas, ya que el riesgo tecnológico es inevitable.
Sólo con políticas de Estado de largo aliento es posible para un país insertarse y ser jugador de primer nivel en cualquier campo científico-tecnológico de avanzada, que significa desarrollo con soberanía.
En la Argentina solemos comentar, discutir y pelearnos sobre esta cuestión. Pareciera que cuando se trata de políticas de Estado, cada argentino entendiera una cosa diferente. Y sin embargo, en las dos áreas en las que me ha tocado desarrollar la vida profesional, la nuclear y la espacial, con sus altibajos, a la postre hubo amplio consenso, amén de las crisis siendo particularmente notable la de inicios de este siglo.
Esas crisis han conllevado a serias dificultades para mantener un desarrollo sostenido tanto en lo nuclear como en lo espacial. Sin embargo, ambos campos del desarrollo han merecido el continuo apoyo de todo el espectro político de nuestro país. Ello es una clara demostración de que en estos dos campos los argentinos entendemos qué significa aplicar políticas de Estado.
Pero llegaron las crisis y el cortoplacismo indujo al congelamiento de ambos proyectos hasta el año 2003, cuando el entonces presidente Néstor Kirchner, primero, y la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner, después, en el marco de un proyecto que puso el desarrollo tecnológico soberano entre sus prioridades, retomaron con mucha fuerza campos estratégicos como el nuclear, con la terminación de Atucha II, el inicio del reactor ciento por ciento nacional Carem y el reimpulso de Pilcaniyeu; y el espacial, con la construcción de satélites de observación de la Tierra y el lanzador Tronador II, entre otros proyectos.
En los últimos días, a raíz de la prueba del VEX1A, se habrían hecho algunos comentarios periodísticos que podrían interpretarse en el sentido de que nuestro país no está capacitado para el logro de un lanzador satelital nacional. Ahora bien, si en los que denominamos países avanzados sus autoridades no tuviesen confianza en sus científicos y técnicos, ¿destinarían fondos para que proyectos que conllevan alto riesgo tecnológico fuesen realizados por primera vez? ¿Alguien cuestiona en esos países la necesidad de hacer pruebas y que éstas puedan no ser ciento por ciento exitosas? Ahora, ¿es un pecado que esa confianza la tengan las autoridades argentinas respecto de los profesionales argentinos, que han dado sobradas pruebas de sus capacidades? En el propio campo espacial, seguramente el lector recordará el lanzamiento del satélite SACD/Aquarius, en junio de 2011. Se trata de una de las misiones de observación de la Tierra y de los océanos más avanzadas de que se tenga conocimiento. Lleva a bordo varios instrumentos muy sofisticados de la Argentina, Estados Unidos, Italia, Canadá y Francia. El satélite fue totalmente diseñado y construido en nuestro país. Si nuestros profesionales no tuviesen la apropiada capacidad, ¿habría la NASA puesto a bordo de ese satélite el instrumento Aquarius, valuado en 260 millones de dólares? ¿Podemos olvidar la emoción que sentimos cuando la presidenta de la Nación felicitaba a los jóvenes profesionales que habían puesto todo de sí para semejante logro?
Podríamos referirnos a muchos otros aspectos del Plan Espacial Nacional y a la relevancia de las decisiones tomadas al máximo nivel de nuestro país para su consecución, no siendo menor el envión proporcionado desde que la Conae fue transferida a la órbita del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, en diciembre de 2012.
Una misión satelital de arquitectura monolítica, como la aplicada para poner en órbita los satélites nacionales Saocom (de grandes dimensiones y de unos 3000 kilogramos de masa), requiere de muchos años desde que es concebida, diseñada, construida y puesta en órbita.
Sin embargo, la experiencia muestra que el espectro de aplicaciones de la información obtenida observando la Tierra desde el espacio se amplía continuamente. Y lo más importante es que los usuarios no sólo requieren de informaciones cada vez más sofisticadas, sino que requieren que ello sea realizado en tiempos mucho más breves. Ello ha llevado a la necesidad de pasar de la actual arquitectura satelital monolítica a un nuevo y avanzado concepto de arquitectura segmentada, que conlleva la posibilidad de agregar instrumentos a satélites en órbita o de ampliar sus capacidades, o de reemplazar partes.
En otras palabras, armar la misión satelital en el espacio a partir de segmentos enviados separadamente.
Nuestro país, que ya tiene amplia experiencia en misiones satelitales monolíticas de avanzada, prevé dominar en el mediano plazo esta nueva arquitectura satelital. Pero ello conlleva disponer de la capacidad de colocar anualmente en órbita, y con alta precisión, varios de estos segmentos. Para ello se requiere de un lanzador apropiado a este propósito.
Se debe tener en cuenta que los costos de lanzamiento constituyen una porción muy importante de los costos de una misión satelital relevante. Y del orden del 80 por ciento de los costos de lanzamiento corresponden a horas hombre de profesionales y técnicos calificados que deben emplearse en cada lanzamiento. En el caso de la arquitectura segmentada, esta proporción podría resultar aún mayor. ¿Cómo entonces no encarar el desarrollo y producción de dichos lanzadores en nuestro país, cuando tenemos un capital humano adecuado a ese fin?.
Nos referimos al lanzador satelital TII (Tronador II), capaz de colocar en órbita a 600 kilómetros de altura, y con gran precisión (tal como lo requiere la arquitectura segmentada), masas de entre 250 a 300 kilogramos. Para ello se están desarrollando vehículos experimentales para efectuar un conjunto de pruebas que permitan contar hacia fines de 2015 con un primer TII tecnológico. Desde ya, la tecnología que se está desarrollando para el TII permite, sin grandes variaciones, modificar sus componentes para obtener versiones con capacidad para colocar en órbita masas significativamente mayores.
El desarrollo del TII se está realizando con una muy fuerte participación del sistema científico-tecnológico-productivo nacional. De hecho, una vez operativo, debe superar el 90 por ciento de componentes nacionales y, lo que no es nacional, sólo se referirá a elementos no críticos. Esto último dado que se trata de tecnologías muy cuidadas por sus poseedores.
La base de lanzamiento del TII operativo está ubicada en la zona de Puerto Belgrano y actualmente están en plena ejecución las obras de infraestructura correspondientes.
Desde que la Conae ha sido transferida al Ministerio de Planificación federal, ha recibido un fuerte apoyo en todos sus proyectos, en especial el TII. Es de destacar el interés personal de la presidenta de la Nación en el proyecto del lanzador nacional y la del propio ministro, manifestado incluso apersonándose para dar ánimo a los jóvenes profesionales involucrados en una simple prueba como la del VEX1A, con pleno conocimiento de la alta probabilidad de que no tuviere suceso total. Pero, ¿puede negarse el estímulo que para estos jóvenes profesionales significa que se les aparezca el ministro para darles ánimo?
Para terminar, quisiera expresar un deseo personal. Yo no nací en la Argentina. Mis padres me trajeron de pequeño. Era para nosotros el país de las oportunidades y, personalmente, me las dio todas. Todo lo que deseo es que siga siendo así para todos los argentinos.
* Director ejecutivo y técnico de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae).