Linchamientos en Massa

“No os venguéis vosotros mismos, amados míos,
sino dejad lugar a la ira de Dios”
Romanos, 12:19

El discurso de Sergio Tomás Massa no ha inoculado la violencia en las mentes de los sujetos que en estos días de furia golpean a presuntos delincuentes. Esa tórrida violencia contra el semejante habita en la condición humana; es vieja y obstinada y tal vez todos los esfuerzos de la educación, los denuedos de las religiones, los empeños de los forjadores de cultura, no hagan sino atemperar sus efectos, desviar apenas sus propósitos hacia fines socialmente tolerables, pero nunca llegan a extinguir su llama brutal. Tan poco hace falta para reavivar el odio contra el semejante, promover su desenfreno, llorar sus consecuencias.

El odio y el miedo son primordiales. Los mejores observadores de la condición humana han sabido ver que, sobre el telón de fondo del desamparo original, una tensión amenazante ante la presencia del otro se erige como uno de los sentimientos primitivos de nuestra especie frente a quien es percibido como un rival. Esa rivalidad –que se consume en una expectativa de pánico- no encuentra otra salida que la exclusión “él o yo”, salvo que actúe un orden que tercie y pacifique esa relación mostrando que no hay un único lugar que debamos disputar a muerte con el otro. Pero ese valioso avance cultural no elimina aquella estructura primordial que palpita en cada ser humano, preparada para desatarse ante leves incentivos. Si uno convoca esos monstruos, lo seguirán, pero habrá que hacerse cargo también de los destrozos.

¿En qué ha tenido éxito Sergio Massa, un éxito que lo debería intimar a responder por los trágicos linchamientos? En haber cristalizado y dado coherencia discursiva a la enmarañada madeja de miedos y de odios raciales y de clase de la que somos capaces también los argentinos, en haber puesto en forma hallando una rápida y fácil expresión simbólica a las frustraciones y las angustias de muchos ofreciéndoles una causa: el delincuente, un estereotipo muy preciso de delincuente.

A partir de su vehemente campaña contra el anteproyecto de reforma del Código Penal –que comenzó el primero de marzo, minutos después de que Cristina Fernández anunciara su presentación parlamentaria en la apertura de sesiones- ha construido por lo menos tres situaciones que cobraron vida propia, cuyas consecuencias comenzamos a padecer y sus derivaciones no podemos predecir: 1) en la Argentina reina la impunidad; 2) el Estado está ausente frente a la “inseguridad”; 3) la causa de estas desgracias es algo que difusamente se denomina “garantismo” y tiene un padre que se llama Eugenio Raúl Zaffaroni, el ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (se acentúa su acercamiento al gobierno nacional), que no tiene ni ha tenido otra obsesión en su carrera judicial que disculpar a los delincuentes y dejar inermes a los “vecinos”.

Estas desgracias -se ha encargado de asegurarlo a todo trapo- van a crecer monstruosamente si el anteproyecto se trata en el Congreso, por lo que es preciso hacer algo y ahora. El componente de urgencia es importantísimo. Encendió la llama del miedo con una imagen desesperante: “17 mil delincuentes van a salir a la calle”. Imaginemos por un momento esta escena: las puertas de las cárceles se abren y las bestias negras salen enardecidas. Todos sabemos que en un momento estarán entre nosotros. “¡Perded toda esperanza!” –grita el nuevo Dante bajo el pórtico del Infierno. Rápido, hagamos algo, lo que sea, pero ya. Este es el clima. Son los delincuentes o nosotros. “¡Y no me vengan con versos de la teoría de derecho!” -escribió Massa en un tweet el 2 de marzo.

En su difundidísima campaña por la negativa al Código Penal, “explica” su disidencia: repite catorce veces que el proyecto es un premio para los delincuentes. “El nuevo código es un premio para los asesinos, violadores…”. Catorce. Mil. Un millón de repeticiones generosamente repetidas por los medios de comunicación hegemónicos. “Para el nuevo código penal que nos quieren imponer, da lo mismo afanar, violar o torturar, una o diez veces” –alerta en otro tweet el mismo día-. Diariamente anuncia el caos (pero el anuncio es a la vez su promoción, su creación).

No es un discurso que progrese en el plano de las argumentaciones; no se trata de saber de dónde sale el número 17 mil –su impacto emocional es lo que cuenta-; no es del caso saber por qué si reina la impunidad, la cifra de detenidos creció más del 100 % desde 1997 (en aquel año había 29.690 presos; en 2012, 62.263 –cf. informe del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (http://www.jus.gob.ar/areas-tematicas/estadisticas-de-politica- criminal/mapa.aspx); no importa comprobar que la tasa de homicidios dolosos experimentó un sustantivo descenso desde sus picos en 1992 y 1997 (cf, mismo informe); no es relevante cotejar que el presupuesto nacional en seguridad aumentó desde 2002 un 753 %, si lo que se pretende postular es la indefensión, la ausencia del Estado (“El alarmante desasosiego de una sociedad vulnerable” –arrima al fuego, como siempre, La Nación).

Lo que ha logrado instalar Sergio Massa es la existencia de una situación de caos, la inminencia de un peligro devastador ante la figura de un delincuente que asecha nuestro desamparo. La palabra “hartazgo” –repetida mil veces por segundo para hablar del humor de “la gente”- prepara el clima de excepción para soluciones excepcionales. “El que las hace las paga” va entonces a machacar el hombre de Tigre. La frase breve y dura es un puño sobre las cabezas calientes, un designio, una propuesta, una invitación a pasar a la acción.

Cualquier argumentación –del orden de las expuestas en el párrafo ante último-, choca contra un muro. “Claro, si estamos en el mejor de los mundos… A vos porque no te mataron un hijo ni te violaron a tu mujer… Vos porque defendés a los delincuentes”.

Ese es el lugar de enunciación de Sergio Massa: plantear su estrategia criminal noarticulando una representación política de las víctimas de ciertos delitos, interponiendo un orden que medie impidiendo la venganza, sino hablando como si fuera una de ellas, con los temores, los odios y la sed de revancha que es comprensible hallar en quien ha vivido la tragedia de perder un ser querido. Sería exigente esperar de esos familiares otra reacción emocional (lo que enaltece aún más a aquellos que convirtieron su dolor insondable en una búsqueda institucional de justicia). Lo inaceptable, lo peligroso es que clame en esos términos quien ocupa una banca como diputado y aspire a la presidencia de la República.

Es nítida la cuerda que enlaza la máxima “El que las hace las paga” con su tolerante comentario sobre los linchamientos: “los vecinos lo hacen porque hay un Estado ausente” (La Nación, 31 de marzo de 2014). Este procedimiento de enaltecimiento de la voluntad de la víctima de un delito y la pregonada indefensión de la “gente” por el retiro del Estado (“ellos o nosotros”), ha derivado inexorablemente en el clima vengativo de estos días de furia.

Ignoramos si la carta de Lorena Mónica Torres -la madre de David Moreira, el muchacho de 19 años pateado hasta la muerte en Rosario por un grupo de “vecinos hartos de la impunidad”, que inició esta infausta serie violenta, llegó a la conciencia ética de Sergio Massa y lo movió a reflexión. Ignoramos si tal conciencia existe. Lo que es seguro es que los monstruos que despertó su arenga sienten el amparo de su justificación y tardarán en apaciguarse.

9 comentarios en «Linchamientos en Massa»

  1. Comparto todo lo que dice, gcichello.
    Y agrego algunos pocos datos que pueden ayudar a nuestros argumentos (que realmente no deberían hacer falta… pero así estamos):

    1.
    A todos los que dicen ‘A vos porque no te…’:

    a) Mostrarles la nota de Jorge Rivas ‘Una novedad lamentable’. Jorge Rivas es una *verdadera* víctima de la delincuencia.
    http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-243297-2014-04-03.html

    b) Que también lean a Javier Núñez en ‘No cuenten conmigo’.
    http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/243225-67476-2014-04-02.html

    En especial el último párrafo:
    Aunque cumpla con muchos de los supuestos requisitos, tenga un trabajo digno con el que alimentar a mi familia, pague la hipoteca de mi casa y mis impuestos y deje propina en los bares; aunque también me angustie cada uno de los hechos de violencia a los que asistimos a diario y me indigne y me duela haber visto a mi abuela con la cara desfigurada por los golpes cuando la arrastraron por el suelo para arrebatarle la cartera desde una moto; aunque también me haya abrumado la impotencia cuando vi llegar a mi vieja llorando porque la habían asaltado; aunque tiemble cuando mi hijo cuenta que lo encañonaron para robarle un celular; igual no cuenten conmigo.
    Si nosotros es esta turba que mata y estos cuantos que celebran la muerte, no cuenten nunca conmigo entre las filas del pronombre.

    2.
    Sobre el cínico cálculo de Massa y sus ideólogos (¿estará Durán Barba también ahí?).
    http://elniniorizoma.wordpress.com/2014/04/05/linchamiento-y-presencia-estatal-por-julian-axat/
    Dice Julián Axat:
    La violencia institucional no parece ser conveniencia de los grupos de poder, por eso no la vinculan al fenómeno de linchamiento, pues siendo que la vinculan solapadamente a la idea de “justicia por propia mano” habría un mínimo de “justicia en el accionar” separada de cualquier contacto con las fuerzas de seguridad. Es decir, solo se presentaría como una reacción popular espontánea, una indignación por agotamiento, un día de furia, como si del folklórico Fuenteovejuna de Lope de Vega se tratara. Sostengo que e trata de una reducción discursiva y de publicidad comunicacional, que invisibiliza la presencia del actor policial desgobernado, con incidencia poblacional en el territorio de lo que es seguro de lo que no. Este esquema solo puede ser funcional a las condiciones de crecimiento y ascensión de un ***príncipe político*** que hace eje de su campaña en la ley y el orden que viene a suplir un vacío que no es tal.

    3.
    Sobre el ‘Estado ausente’.

    Continúa Axat a partir del párrafo anterior:
    No es tal porque estoy convencido que ningún linchamiento puede ser pensado sin la gestión de las fuerzas de seguridad, ya sea por presencia u omisión deliberada. Y esto no se trata de ausencia de Estado, se trata de su absoluta presencia y regulación de la violencia civil de los espacios de lo que denominamos lo “seguro” y lo“inseguro”. Si un adolescente es detenido por particulares en un flagrante delito y aquellos que lo detienen comienzan una golpiza, en algún momento siempre llega la policía. La cuestión es si esta interviene, para la cosa, deja hacer, o comienza a participar en la golpiza. O de otro modo, si cuando la policía llega averigua quienes participaron del asesinato y los conduce ante la justicia. Como sabemos, esto último nunca ocurre. Y la impunidad de los linchamientos son los que más generan el clima de repetición de los linchamientos. No son los medios, es la policía y la justicia los que no los detienen. Por eso el límite del fenómeno invisible y repetido, y de golpe visibilizado por los medios y redes, está asociado directamente con la democratización de las fuerzas de seguridad, mucho más que con el tratamiento de la noticia, que si bien posee poder naturalizante, solo es reproductor de un clima subyacente anterior gobernado por quien regula los territorios.

    Saludos.

  2. Excelentes los dos aportes, contra los estereotipos y el sentido común.
    El clima vengativo, es en una gran parte fruto de la amplificación que le dan los medios opositores al tema. Que ni siquiera plantean preguntas, ni cuestionan los linchamientos. E incluso los avalan solapadamente. Si lo hicieran abiertamente sería apología del delito.
    Saludos,
    Pedro.

    1. La técnica para avalar pero que no parezca es el clásico ‘y, también…’. Es un test infalible para decodificar algunos discursos.

      1. Siguiendo la excelente línea argumentativa de Rodrigo en otro post, no vemos a gente diciendo: «está mal violar un nene, pero…» en cambio sí vemos gente diciendo «están mal los linchamientos, pero xxxxxxx (y acá viene la frase vacía, de puro sentido común que quieran: laggente está harta, el estado ausente, etc).
        Saludos,
        Pedro.

  3. Un recuerdo histórico dedicado a Massa, Macri, clarín, la Nación y demás…En los años 50 del siglo XIX Nicolás Calvo publica un libro de texto para uso de los colegios. Sarmiento, director de escuelas, lo censura violentamente en una nota periodística diciendo que se debe linchar a ese libro. Calvo le contesta con otro artículo, en cuyo párrafo final se dirige burlonamente a Sarmiento:»Ven y muestra que sabes linchar como ya has probado que sabes relinchar»

  4. Artículos como éste solo se justifican como parte de la campaña.
    Hay que tener el cerebro retorcido para linkear los dicho de Massa, o de los diarios, con los linchamientos. Que siempre ocurrieron, ahora los vemos porque hubo un muerto y salió en los medios.

  5. – por qué subirse al caballito de batalla de la inseguridad le funcionaría distinto a Massa que a De Narvaez?
    – necesitás una consigna un poco más concreta que mandar a leer un artículo en un diario para contrarrestar el «quien las hace las paga» o «decíselo a los que le mataron a un hijo / un padre».

  6. Se me ocurre que un debate a fondo en el Congreso, cuando se remita el proyecto, permitirá mostrar a quien miente y a quien dice la verdad, amén de corregir lo que deba ser corregido.

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