La capital de Antioquía, cuna del cartel de Pablo Escobar y, aún hoy, una ciudad traumada por el narcotráfico, atrae a políticos argentinos de casi todo el arco. Es el ejemplo a seguir, repiten. Tal es la conclusión sobre una urbe que multiplica varias veces la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes de Buenos Aires. La periodista colombiana Doris Elsa Bustamante C., residente en Medellín y con ocho años de trabajo en los diarios argentinos Clarín y BAE, traza una radiografía de su ciudad, lejos de las consignas.
Por: Doris Elsa Bustamante C.
Medellín – Cada 1 de diciembre, en Medellín, ese paraíso recuperado de los escombros del narcotráfico que la llevó a ser considerada a finales de los ochenta la ciudad más violenta del mundo, se celebra La Alborada. Se trata de una noche de pirotecnia y luces, de fiesta, que abre la temporada de Navidad. Y es que Medellín ha sido, desde siempre, pionera en engalanar la ciudad con millones de focos que dan forma a megaestructuras que exaltan una de las características de la cultura paisa: la devoción religiosa. La iluminación navideña es uno de sus grandes orgullos, que ha trascendido incluso las fronteras de Colombia.
Pero La Alborada no fue siempre parte de ese orgullo y esconde esa gran contradicción de la tierra de sueño que se pretende mostrar como el éxito de la gestión que convirtió el miedo en alegría, la violencia en convivencia pacífica y el abandono en inclusión.
Lo que ahora se pretende tradición nació apenas hace diez años como festejo por la desmovilización de un bloque paramilitar, el Cacique Nutibara, que operaba en diez comunas de la ciudad. La Alborada fue, en su primer año, 2003, un culto al exceso y a la extravagancia de un grupo delincuencial y mafioso que se desmovilizaba. Bajo las órdenes de Diego Murillo, alias Don Berna, un poderoso paramilitar y narcotraficante que dominó el negocio en la ciudad tras la muerte de Pablo Escobar Gaviria, se repartieron toneladas de pólvora y juegos pirotécnicos en varias de las comunas y algunos corregimientos para anunciar sus inicios en la vida civil. En la madrugada de ese primero de diciembre, la cantidad de pólvora y pirotecnia fue tanta que la ciudad revivió viejos fantasmas de violencia y enfrentamientos. Nadie sabía muy bien qué pasaba en ese momento, pero una década después, la ciudad entera sigue replicando, y celebra, sin mucha conciencia, ese pasado de ruptura con la legalidad.
Y es que Medellín fluctúa entre sus grandes logros urbanísticos, sus innegables mejoras en la inclusión social de sectores marginados, que la hicieron merecedora en 2013 de ser considerada la ciudad más innovadora del mundo, superando a otras urbes como Nueva York y Tel Aviv, y las escalofriantes estadísticas que todavía la sitúan entre las urbes ciudades más violentas del mundo según el estudio estadístico anual que realiza el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México.
El más reciente ranking que mide los homicidios por cada 100 mil habitantes en ciudades de más de 300 mil habitantes la coloca en el lugar 35, con 920 muertes violentas registradas por medicina legal en 2013. O sea, un promedio de 2,5 homicidios por día.
El alcalde de la ciudad, Aníbal Gaviria, celebra la cifra, pues en años anteriores Medellín venía de ocupar el lugar 24 con 331 muertes más; y en 2011 la ciudad ocupaba el deshonroso lugar 14 con 70,32 homicidios por cada 100 mil habitantes; o sea, ese año se registraron 1.624 asesinatos en una ciudad de poco menos de 2.500.000 habitantes.
Aunque la tasa ha bajado, de acuerdo con Fernando Quijano, militante de derechos humanos en la ciudad y director de Corpades, una ONG que hace un monitoreo continuo, comuna por comuna, de la conflictividad y la violencia que se vive en la Medellín que no se vende en el exterior, solamente en el mes de marzo de 2014 ya se han constatado 82 homicidios. Quijano, entre muchos otros observadores locales, sabe que Medellín está lejos de experimentar una convivencia pacífica y que la baja en la tasa de asesinatos es más una pseudopaz ilegal que el resultado de medidas públicas de seguridad ciudadana.
En comparación, el área metropolitana de Buenos Aires se ubica en menos de un tercio de la media sudamericana de veinte asesinatos cada 100.000 habitantes. Y aunque de esas cincuenta, 41 están ubicadas en América Latina, no existe una sola ciudad argentina que figure. De hecho, de acuerdo con el último estudio realizado por el Instituto de Investigaciones de la Corte Suprema de Justicia, la Ciudad de Buenos Aires tuvo en 2012 una tasa de 5,46 homicidios por cada 100 mil habitantes. Para el mismo año, la zona del conurbano tuvo una tasa de 7,66 asesinatos por cada 100 mil habitantes y la ciudad de La Plata, 5,34. De acuerdo con cifras de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), la Argentina se encuentra lejos de ser uno de los países considerado violentos en el mundo, con una tasa global de 5,5 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes. A su vez, los datos del Ministerio Público de la provincia de Buenos Aires recientemente difundidos ubicarían la cifra cercana a 9 homicidios sobre 100.000, con un salto del 20% con respecto a 2012.
EL PACTO DEL FUSIL
En Medellín es vox populi el famoso pacto del fusil, una acuerdo tácito de no agresión y respeto territorial entre la cúpula de Los urabeños y La oficina de Envigado, las dos bandas criminales (BaCrim) que se disputan la distribución de la droga, la extorsión a comerciantes y transportadores y que en muchos casos imponen su propia ley en los barrios que controlan. El primero de ellos se realizó en julio de 2013, como una tregua para detener la ola de asesinatos que venía incrementándose en la ciudad en medio de la disputa por las llamadas plazas de vicio o venta minoritaria de droga y las vacunas o extorsiones.
De acuerdo con el vocero de la Mesa de Derechos Humanos del Valle de Aburrá, la zona metropolitana que aglutina a Medellín y municipios aledaños, Carlos Arcila, el pasado febrero se ratificó el pacto y, en una reunión que trascendió voz a voz, los capos de los combos o bandas que ejecutan las órdenes, barrio por barrio, de ambas BaCrim ratificaron el acuerdo y la obligatoriedad de su cumplimiento. Arcila declaró en ese momento que el pacto implica que quien no se acoja a los acuerdos de no agresión o ‘pacto del fusil’, firmado por líderes de los combos, tendrían las consecuencias de ser obligados a respaldarlos, o de lo contrario podrían ser asesinados.
Tanto Arcila como Quijano son dos de los defensores de derechos humanos que le exigen a la administración local que sea el Estado el que ejerza la autoridad en la ciudad y no las bandas criminales.
Sin embargo, tanto la administración de Gaviria como la cúpula de la Policía Nacional dicen desconocer este tipo de pactos, aunque celebran la baja en la tasa de homicidios. El comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, José Ángel Mendoza, los niega tajantemente y dice que reuniones de esa envergadura no podrían pasar inadvertidas para la inteligencia policial o ya habrían hecho un operativo.
Lo cierto es que en los barrios de la comunas más vulnerables, desde que comenzaron a correr las versiones de los pactos entre los combos, no sólo se respira más tranquilidad sino que además los habitantes, en su mayoría los que más sufren la precariedad laboral y la pobreza, pueden transitar con cierta libertad sin la tensión de traspasar las fronteras invisibles.
Y es que los combos controlan de tal manera los barrios que estas zonas se convirtieron metafóricamente en campos minados donde quien pisaba una era hombre muerto. Así lo atestiguan los testimonios de habitantes antes del famoso acuerdo. Y las principales víctimas fueron los niños y los jóvenes. De acuerdo con la Secretaría de Educación Municipal, aunque los cupos en las escuelas públicas estaban disponibles, sólo en 2011 alrededor de 14.000 niños y jóvenes se retiraron de los colegios. Entre las principales razones estuvieron la falta de recursos de los padres, el desplazamiento intraurbano a causa de la violencia y la guerra entre los combos que divide las comunas y que muchas veces hacía que por no pasar la frontera invisible los niños dejaran de asistir a la escuela que había quedado del otro lado.
El campanazo mediático, pero no dentro de los barrios, de lo que pasaba fue el macabro hallazgo de los cuerpos de dos niños de 11 años desaparecidos días antes, en febrero de 2013. Según familiares, ambos habían sido reclutados por un combo del sector y habrían sido ejecutados por otro por haber traspasado una frontera invisible. Otro niño de 10 años, que también había desaparecido con ellos, fue dejado vivo para que contara lo que les había pasado a los otros dos. Semanas más tarde de la denuncia, su familia debió además dejar su casa de 20 años por amenazas.
LA GRAN OBRA PÚBLICA
El perro, un grafitero de 25 años que te habla de la vida como si la hubiera consumido toda en tan sólo 9 años, desde los 16 que comenzó a ser consciente de lo que pasaba en el barrio El Salado, uno de los más conflictivos de la Comuna 13, y tras haber perdido a su padrastro y a sus mejores amigos en la guerra entre combos, confirma que ahora se vive bien. Sabe que la ley es la impuesta por la paz ilegal de las bandas que siguen controlando su barrio, aunque desde el café en el que charlamos se pueden observar los grandes avances de obra pública de los que sí están orgullosos los habitantes del barrio: una biblioteca pública muy bien surtida, un enorme y moderno edificio con canchas deportivas que es la escuela pública de la zona; un poco más arriba un colorido local que recibe a los preescolares cuyos padres deben dejarlos para ir a ganarse la vida, y más arriba, en las faldas de la montaña, una gran estructura que alberga a adultos mayores que no tienen ya una casa o familiares que los cuiden. Muchos policías transitan por las calles remozadas y los pequeños restoranes y cafecitos de un mediodía entre semana se encuentran llenos de comensales que hacen la pausa para almorzar.
El perro saluda a siete de diez transeúntes que pasan por el frente y cuenta que él participó alguna vez de una plaza de vicio de por aquí, pero lo mío era el graffiti y eso paradójicamente lo sacó de la calle. Ahora forma parte de un colectivo de arte alternativo y está vinculado a los programas de la alcaldía de Medellín que desde las tres últimas administraciones han impulsado la inclusión de los jóvenes a través de la cultura, la educación y el arte. Un acertado acercamiento estatal a la población a través de sus propias expresiones locales y de su propia gente. El perro dicta talleres de graffiti como cursos opcionales para los estudiantes de las escuelas públicas. No alecciona ni les dice qué hacer a sus alumnos, sólo les muestro algo que puede convertirse en una alternativa a una vida que hasta hace poco sólo les ofrecía una moto, un celular de alta gama y un arma en la mano para defender el territorio de las BaCrim. Pero también sabe que su barrio es una excepción en la elección de vida; en otros barrios, dice, el reclutamiento no es voluntario.
Pero este mismo modelo que le ha cambiado la cara a la ciudad en el exterior se replica en otras comunas y es parte de esa nueva Medellín que la administración municipal se esfuerza por ofrecer como parte de su plan estratégico para posicionar a la ciudad como ejemplo urbano mundial y atraer el turismo y la inversión. El enorme presupuesto que la ciudad y los municipios aledaños destinan a ese propósito lo concentra a través de la ACI -Agencia de Cooperación e Inversión de Medellín y el Área Metropolitana-, y que ha sido la gran gestora de eventos como el XXI Congreso de CIDEU, que entre el 1 y el 5 de abril pasados reunió a más de 300 representantes de 116 ciudades en 19 países y también a la séptima edición del Foro Urbano Mundial de las Naciones Unidas (WUF7), que finaliza hoy.
La ACI es una asociación entre entidades públicas, la Alcaldía de Medellín, las Empresas Públicas de Medellín, Área Metropolitana del Valle de Aburrá y las Empresas Varias de Medellín. Ahora también con UNE, una entidad mixta que administra y ofrece los servicios de telecomunicaciones en el área metropolitana.
En este marco precisamente, Medellín no sólo ha recibido la visita de políticos argentinos como María Eugenia Estenssoro y Jorge Macri, entre otros, sino además como la del mediático economista y Premio Nobel Joseph Stiglitz, quien después de un recorrido por diferentes lugares de la ciudad la semana pasada en el marco del WUF7 al parecer terminó maravillado y declaró que lo que me gusta de Medellín es que está tratando de focalizarse en el concepto de dignidad, en tratar de dar espacios atractivos, en hacer sentir bien a la gente. No es sólo una lucha por sobrevivir, es una apuesta por la brillantez. La entrada al Metrocable está llena de luz bajo la sombra de la Biblioteca. Creí que me iba a encontrar con algo oscuro y sucio. Definitivamente, todo es diferente a lo que yo esperaba.
Stiglitz se refiere precisamente a uno de los grandes orgullos paisas, el sistema de transporte integrado, modelo que quiere malamente imitar la administración de Mauricio Macri en Buenos Aires. En Medellín y su área conurbana, alrededor de dos grandes líneas de un metro elevado que cruzan el valle en una especie de cruz, existen además metrobuses con carriles exclusivos y que llegan a las diferentes estaciones. Las rutas de buses urbanos además han sido adaptadas para que no compitan o complementen el sistema masivo de transporte y por la geografía montañosa de la ciudad. A los barrios altos, generalmente los más carenciados, llegan líneas del metrocable, un sistema de trasporte aéreo, tipo teleférico, continuo y de tránsito rápido.
Además, en el marco de su estrategia internacional, la ciudad ha apostado a eventos tan disímiles como los megaconciertos de artistas pop como Madonna en 2012 y el de Beyoncé el año pasado; aspiró a la celebración de los Juegos Olímpicos Juveniles de 2018, pulseada que perdió precisamente frente a la Ciudad de Buenos Aires y que ameritó que el mismo presidente de la República, Juan Manuel Santos, acompañara al alcalde Aníbal Gaviria a Ginebra, Suiza, para el anuncio. Tan seguros estaban del éxito que obtendrían.
Y es que el dinero es mucho. Medellín es la ciudad industrial por excelencia de Colombia, sede de poderosos grupos económicos nacionales y multinacionales, y cuyos impuestos y servicios públicos son altos y con una alta tasa de pago efectivo. Para la muestra un botón, sólo en el área de Cultura de la ciudad, el presupuesto asignado para 2014 fue tan alto como el que destinó el Ministerio de Cultura de toda la nación.
Pero además, a través de la ACI, ha suscripto acuerdos de cooperación y beneficios fiscales que según el registro que lleva desde que fue creada en 2001 han atraído a más de 200 empresas internacionales, como Hewlett Packard y Kimberley Clark, de Estados Unidos, Holcim de Suiza y Emergia de España.
LA OTRA VIOLENCIA
No, no son mentiras los grandes avances que ha conquistado la ciudad, pero lejos está de ser ese modelo de convivencia pacífica y derrota a la delincuencia organizada que se ha convertido en el discurso electorero de los políticos argentinos.
Medellín sigue siendo centro del narcotráfico a través de las BaCrim y los habitantes sufren otro tipo de violencia más soterrada e invisible, producto de esta guerra entre pandillas, el desplazamiento forzado intraurbano y la desaparición forzada. De acuerdo con el personero delegado para los Derechos Humanos Jesús Alberto Sánchez, delitos como el desplazamiento intraubano y la desaparición forzada se minimizan cuando las autoridades sólo informan y exaltan las cifras de reducción de homicidios. En un contexto de seguridad, el tema del desplazamiento forzado y la desaparición forzada también valen para hacer un análisis de cómo está la seguridad y cómo están las acciones de las autoridades en la garantía de derechos, reflexiona el personero. Según cifras de la personería, en 2013, 5.017 personas tuvieron que abandonar sus casas a causa de amenazas y violencia barrial.
De acuerdo con declaraciones a una entrevista en noviembre del año pasado, Fernando Quijano, director de la ONG Corpades, estos dos fenómenos son realidades silenciadas y que implican casas de tortura, donde están desmembrando los cuerpos. Aunque Quijano no maneja cifras oficiales, se pregunta: ¿Dónde están 320 personas que no aparecen? 177 en este año (2013), casi 400 en el año anterior… y sume y sume. En las escombreras hay aproximadamente 300 cuerpos, pero existen miles en otras partes de Medellín, en hornos crematorios clandestinos.
Para Quijano, una cosa es que la institucionalidad haga presencia en los barrios, en las comunas, en los corregimientos y otra cosa muy distinta es que ellos sean los que gobiernan. Hoy quien gobierna en unas zonas y cogobierna en otras es la ilegalidad.
LA HERENCIA NARCO
Pero el narcotráfico también deja una estela cultural que ha impregnado la imagen de Medellín como destino de lo que comúnmente se llama narcoturismo pero que implica además el tráfico de estupefacientes, la trata de personas y la explotación sexual asociada a viajes. Ésta es la conclusión de un estudio que realizaron la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito y la Alcaldía de Medellín.
De acuerdo con este estudio, Medellín adoptó una cultura de consumo traqueta, como se le dice vulgarmente a esa estética heredada de la época de los grandes carteles. En la ciudad de Medellín existe un culto al cuerpo, a los rostros atractivos, a la moda y al buen vestir, lo cual está acompañado del fenómeno del narcotráfico, que genera a su vez prostitución ‘prepago’. Según el análisis, este tipo de turismo especialmente dirigido a extranjeros lo hace bajo el imaginario extendido por la historia de los carteles en la década de los 80 y 90 que ha consolidado entre algunos turistas extranjeros la figura de Pablo Escobar Gaviria como un lugarteniente de un territorio sin ley y en el que la producción, la comercialización y el consumo eran abiertamente tolerados.
Exacto o no, este diagnóstico se concreta en una alta oferta vía internet. El estudio detectó más de 3 mil páginas relacionadas con oferta de droga y turismo sexual para el extranjero, que incluye además a menores de edad. Estas páginas no se pueden ver en Colombia.
Las BaCrim se han transformado, además de explotar las plazas de vicio o expendio de drogas que, según Corpades, ascienden a casi mil, aunque el número oficial es de 220. Las ganancias para las bandas criminales ascenderían a 700 millones de dólares por año.
Y es que, como dice El perro, aquí ya no hay ideología, nada de izquierda o derecha. Lo que quieren ahora los muchachos son la playstation, el último celular, los tenis Nike e invitar a la niña que les gusta. Es que sin plata nadie lo mira a uno.
@debtte
1- La comuna es una división administrativa. Medellín está dividida en 16 comunas, en donde se ubican los 249 barrios urbanos oficiales.
2- Don Berna comenzó como guerrillero del EPL y más tarde trabajaría para el cartel de Medellín, que comandaba Pablo Escobar Gaviria. Después lo enfrentaría y tras la muerte de Escobar fue jefe de la banda criminal La Terraza y luego de la llamada Oficina de Envigado, organización criminal que sigue operando en Medellín; luego sería miembro y vocero de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Fue extraditado a los Estados Unidos en mayo de 2008, junto a otros 13 jefes paramilitares. Muchos analistas atribuyen a su extradición el aumento de la tasa de homicidios en Medellín a partir de ese año, por la pelea que desató la puja por el control criminal que quedó vacante.
*Especial desde Colombia para Ámbito Financiero
Por: Doris Elsa Bustamante C.
Medellín – Cada 1 de diciembre, en Medellín, ese paraíso recuperado de los escombros del narcotráfico que la llevó a ser considerada a finales de los ochenta la ciudad más violenta del mundo, se celebra La Alborada. Se trata de una noche de pirotecnia y luces, de fiesta, que abre la temporada de Navidad. Y es que Medellín ha sido, desde siempre, pionera en engalanar la ciudad con millones de focos que dan forma a megaestructuras que exaltan una de las características de la cultura paisa: la devoción religiosa. La iluminación navideña es uno de sus grandes orgullos, que ha trascendido incluso las fronteras de Colombia.
Pero La Alborada no fue siempre parte de ese orgullo y esconde esa gran contradicción de la tierra de sueño que se pretende mostrar como el éxito de la gestión que convirtió el miedo en alegría, la violencia en convivencia pacífica y el abandono en inclusión.
Lo que ahora se pretende tradición nació apenas hace diez años como festejo por la desmovilización de un bloque paramilitar, el Cacique Nutibara, que operaba en diez comunas de la ciudad. La Alborada fue, en su primer año, 2003, un culto al exceso y a la extravagancia de un grupo delincuencial y mafioso que se desmovilizaba. Bajo las órdenes de Diego Murillo, alias Don Berna, un poderoso paramilitar y narcotraficante que dominó el negocio en la ciudad tras la muerte de Pablo Escobar Gaviria, se repartieron toneladas de pólvora y juegos pirotécnicos en varias de las comunas y algunos corregimientos para anunciar sus inicios en la vida civil. En la madrugada de ese primero de diciembre, la cantidad de pólvora y pirotecnia fue tanta que la ciudad revivió viejos fantasmas de violencia y enfrentamientos. Nadie sabía muy bien qué pasaba en ese momento, pero una década después, la ciudad entera sigue replicando, y celebra, sin mucha conciencia, ese pasado de ruptura con la legalidad.
Y es que Medellín fluctúa entre sus grandes logros urbanísticos, sus innegables mejoras en la inclusión social de sectores marginados, que la hicieron merecedora en 2013 de ser considerada la ciudad más innovadora del mundo, superando a otras urbes como Nueva York y Tel Aviv, y las escalofriantes estadísticas que todavía la sitúan entre las urbes ciudades más violentas del mundo según el estudio estadístico anual que realiza el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México.
El más reciente ranking que mide los homicidios por cada 100 mil habitantes en ciudades de más de 300 mil habitantes la coloca en el lugar 35, con 920 muertes violentas registradas por medicina legal en 2013. O sea, un promedio de 2,5 homicidios por día.
El alcalde de la ciudad, Aníbal Gaviria, celebra la cifra, pues en años anteriores Medellín venía de ocupar el lugar 24 con 331 muertes más; y en 2011 la ciudad ocupaba el deshonroso lugar 14 con 70,32 homicidios por cada 100 mil habitantes; o sea, ese año se registraron 1.624 asesinatos en una ciudad de poco menos de 2.500.000 habitantes.
Aunque la tasa ha bajado, de acuerdo con Fernando Quijano, militante de derechos humanos en la ciudad y director de Corpades, una ONG que hace un monitoreo continuo, comuna por comuna, de la conflictividad y la violencia que se vive en la Medellín que no se vende en el exterior, solamente en el mes de marzo de 2014 ya se han constatado 82 homicidios. Quijano, entre muchos otros observadores locales, sabe que Medellín está lejos de experimentar una convivencia pacífica y que la baja en la tasa de asesinatos es más una pseudopaz ilegal que el resultado de medidas públicas de seguridad ciudadana.
En comparación, el área metropolitana de Buenos Aires se ubica en menos de un tercio de la media sudamericana de veinte asesinatos cada 100.000 habitantes. Y aunque de esas cincuenta, 41 están ubicadas en América Latina, no existe una sola ciudad argentina que figure. De hecho, de acuerdo con el último estudio realizado por el Instituto de Investigaciones de la Corte Suprema de Justicia, la Ciudad de Buenos Aires tuvo en 2012 una tasa de 5,46 homicidios por cada 100 mil habitantes. Para el mismo año, la zona del conurbano tuvo una tasa de 7,66 asesinatos por cada 100 mil habitantes y la ciudad de La Plata, 5,34. De acuerdo con cifras de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), la Argentina se encuentra lejos de ser uno de los países considerado violentos en el mundo, con una tasa global de 5,5 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes. A su vez, los datos del Ministerio Público de la provincia de Buenos Aires recientemente difundidos ubicarían la cifra cercana a 9 homicidios sobre 100.000, con un salto del 20% con respecto a 2012.
EL PACTO DEL FUSIL
En Medellín es vox populi el famoso pacto del fusil, una acuerdo tácito de no agresión y respeto territorial entre la cúpula de Los urabeños y La oficina de Envigado, las dos bandas criminales (BaCrim) que se disputan la distribución de la droga, la extorsión a comerciantes y transportadores y que en muchos casos imponen su propia ley en los barrios que controlan. El primero de ellos se realizó en julio de 2013, como una tregua para detener la ola de asesinatos que venía incrementándose en la ciudad en medio de la disputa por las llamadas plazas de vicio o venta minoritaria de droga y las vacunas o extorsiones.
De acuerdo con el vocero de la Mesa de Derechos Humanos del Valle de Aburrá, la zona metropolitana que aglutina a Medellín y municipios aledaños, Carlos Arcila, el pasado febrero se ratificó el pacto y, en una reunión que trascendió voz a voz, los capos de los combos o bandas que ejecutan las órdenes, barrio por barrio, de ambas BaCrim ratificaron el acuerdo y la obligatoriedad de su cumplimiento. Arcila declaró en ese momento que el pacto implica que quien no se acoja a los acuerdos de no agresión o ‘pacto del fusil’, firmado por líderes de los combos, tendrían las consecuencias de ser obligados a respaldarlos, o de lo contrario podrían ser asesinados.
Tanto Arcila como Quijano son dos de los defensores de derechos humanos que le exigen a la administración local que sea el Estado el que ejerza la autoridad en la ciudad y no las bandas criminales.
Sin embargo, tanto la administración de Gaviria como la cúpula de la Policía Nacional dicen desconocer este tipo de pactos, aunque celebran la baja en la tasa de homicidios. El comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, José Ángel Mendoza, los niega tajantemente y dice que reuniones de esa envergadura no podrían pasar inadvertidas para la inteligencia policial o ya habrían hecho un operativo.
Lo cierto es que en los barrios de la comunas más vulnerables, desde que comenzaron a correr las versiones de los pactos entre los combos, no sólo se respira más tranquilidad sino que además los habitantes, en su mayoría los que más sufren la precariedad laboral y la pobreza, pueden transitar con cierta libertad sin la tensión de traspasar las fronteras invisibles.
Y es que los combos controlan de tal manera los barrios que estas zonas se convirtieron metafóricamente en campos minados donde quien pisaba una era hombre muerto. Así lo atestiguan los testimonios de habitantes antes del famoso acuerdo. Y las principales víctimas fueron los niños y los jóvenes. De acuerdo con la Secretaría de Educación Municipal, aunque los cupos en las escuelas públicas estaban disponibles, sólo en 2011 alrededor de 14.000 niños y jóvenes se retiraron de los colegios. Entre las principales razones estuvieron la falta de recursos de los padres, el desplazamiento intraurbano a causa de la violencia y la guerra entre los combos que divide las comunas y que muchas veces hacía que por no pasar la frontera invisible los niños dejaran de asistir a la escuela que había quedado del otro lado.
El campanazo mediático, pero no dentro de los barrios, de lo que pasaba fue el macabro hallazgo de los cuerpos de dos niños de 11 años desaparecidos días antes, en febrero de 2013. Según familiares, ambos habían sido reclutados por un combo del sector y habrían sido ejecutados por otro por haber traspasado una frontera invisible. Otro niño de 10 años, que también había desaparecido con ellos, fue dejado vivo para que contara lo que les había pasado a los otros dos. Semanas más tarde de la denuncia, su familia debió además dejar su casa de 20 años por amenazas.
LA GRAN OBRA PÚBLICA
El perro, un grafitero de 25 años que te habla de la vida como si la hubiera consumido toda en tan sólo 9 años, desde los 16 que comenzó a ser consciente de lo que pasaba en el barrio El Salado, uno de los más conflictivos de la Comuna 13, y tras haber perdido a su padrastro y a sus mejores amigos en la guerra entre combos, confirma que ahora se vive bien. Sabe que la ley es la impuesta por la paz ilegal de las bandas que siguen controlando su barrio, aunque desde el café en el que charlamos se pueden observar los grandes avances de obra pública de los que sí están orgullosos los habitantes del barrio: una biblioteca pública muy bien surtida, un enorme y moderno edificio con canchas deportivas que es la escuela pública de la zona; un poco más arriba un colorido local que recibe a los preescolares cuyos padres deben dejarlos para ir a ganarse la vida, y más arriba, en las faldas de la montaña, una gran estructura que alberga a adultos mayores que no tienen ya una casa o familiares que los cuiden. Muchos policías transitan por las calles remozadas y los pequeños restoranes y cafecitos de un mediodía entre semana se encuentran llenos de comensales que hacen la pausa para almorzar.
El perro saluda a siete de diez transeúntes que pasan por el frente y cuenta que él participó alguna vez de una plaza de vicio de por aquí, pero lo mío era el graffiti y eso paradójicamente lo sacó de la calle. Ahora forma parte de un colectivo de arte alternativo y está vinculado a los programas de la alcaldía de Medellín que desde las tres últimas administraciones han impulsado la inclusión de los jóvenes a través de la cultura, la educación y el arte. Un acertado acercamiento estatal a la población a través de sus propias expresiones locales y de su propia gente. El perro dicta talleres de graffiti como cursos opcionales para los estudiantes de las escuelas públicas. No alecciona ni les dice qué hacer a sus alumnos, sólo les muestro algo que puede convertirse en una alternativa a una vida que hasta hace poco sólo les ofrecía una moto, un celular de alta gama y un arma en la mano para defender el territorio de las BaCrim. Pero también sabe que su barrio es una excepción en la elección de vida; en otros barrios, dice, el reclutamiento no es voluntario.
Pero este mismo modelo que le ha cambiado la cara a la ciudad en el exterior se replica en otras comunas y es parte de esa nueva Medellín que la administración municipal se esfuerza por ofrecer como parte de su plan estratégico para posicionar a la ciudad como ejemplo urbano mundial y atraer el turismo y la inversión. El enorme presupuesto que la ciudad y los municipios aledaños destinan a ese propósito lo concentra a través de la ACI -Agencia de Cooperación e Inversión de Medellín y el Área Metropolitana-, y que ha sido la gran gestora de eventos como el XXI Congreso de CIDEU, que entre el 1 y el 5 de abril pasados reunió a más de 300 representantes de 116 ciudades en 19 países y también a la séptima edición del Foro Urbano Mundial de las Naciones Unidas (WUF7), que finaliza hoy.
La ACI es una asociación entre entidades públicas, la Alcaldía de Medellín, las Empresas Públicas de Medellín, Área Metropolitana del Valle de Aburrá y las Empresas Varias de Medellín. Ahora también con UNE, una entidad mixta que administra y ofrece los servicios de telecomunicaciones en el área metropolitana.
En este marco precisamente, Medellín no sólo ha recibido la visita de políticos argentinos como María Eugenia Estenssoro y Jorge Macri, entre otros, sino además como la del mediático economista y Premio Nobel Joseph Stiglitz, quien después de un recorrido por diferentes lugares de la ciudad la semana pasada en el marco del WUF7 al parecer terminó maravillado y declaró que lo que me gusta de Medellín es que está tratando de focalizarse en el concepto de dignidad, en tratar de dar espacios atractivos, en hacer sentir bien a la gente. No es sólo una lucha por sobrevivir, es una apuesta por la brillantez. La entrada al Metrocable está llena de luz bajo la sombra de la Biblioteca. Creí que me iba a encontrar con algo oscuro y sucio. Definitivamente, todo es diferente a lo que yo esperaba.
Stiglitz se refiere precisamente a uno de los grandes orgullos paisas, el sistema de transporte integrado, modelo que quiere malamente imitar la administración de Mauricio Macri en Buenos Aires. En Medellín y su área conurbana, alrededor de dos grandes líneas de un metro elevado que cruzan el valle en una especie de cruz, existen además metrobuses con carriles exclusivos y que llegan a las diferentes estaciones. Las rutas de buses urbanos además han sido adaptadas para que no compitan o complementen el sistema masivo de transporte y por la geografía montañosa de la ciudad. A los barrios altos, generalmente los más carenciados, llegan líneas del metrocable, un sistema de trasporte aéreo, tipo teleférico, continuo y de tránsito rápido.
Además, en el marco de su estrategia internacional, la ciudad ha apostado a eventos tan disímiles como los megaconciertos de artistas pop como Madonna en 2012 y el de Beyoncé el año pasado; aspiró a la celebración de los Juegos Olímpicos Juveniles de 2018, pulseada que perdió precisamente frente a la Ciudad de Buenos Aires y que ameritó que el mismo presidente de la República, Juan Manuel Santos, acompañara al alcalde Aníbal Gaviria a Ginebra, Suiza, para el anuncio. Tan seguros estaban del éxito que obtendrían.
Y es que el dinero es mucho. Medellín es la ciudad industrial por excelencia de Colombia, sede de poderosos grupos económicos nacionales y multinacionales, y cuyos impuestos y servicios públicos son altos y con una alta tasa de pago efectivo. Para la muestra un botón, sólo en el área de Cultura de la ciudad, el presupuesto asignado para 2014 fue tan alto como el que destinó el Ministerio de Cultura de toda la nación.
Pero además, a través de la ACI, ha suscripto acuerdos de cooperación y beneficios fiscales que según el registro que lleva desde que fue creada en 2001 han atraído a más de 200 empresas internacionales, como Hewlett Packard y Kimberley Clark, de Estados Unidos, Holcim de Suiza y Emergia de España.
LA OTRA VIOLENCIA
No, no son mentiras los grandes avances que ha conquistado la ciudad, pero lejos está de ser ese modelo de convivencia pacífica y derrota a la delincuencia organizada que se ha convertido en el discurso electorero de los políticos argentinos.
Medellín sigue siendo centro del narcotráfico a través de las BaCrim y los habitantes sufren otro tipo de violencia más soterrada e invisible, producto de esta guerra entre pandillas, el desplazamiento forzado intraurbano y la desaparición forzada. De acuerdo con el personero delegado para los Derechos Humanos Jesús Alberto Sánchez, delitos como el desplazamiento intraubano y la desaparición forzada se minimizan cuando las autoridades sólo informan y exaltan las cifras de reducción de homicidios. En un contexto de seguridad, el tema del desplazamiento forzado y la desaparición forzada también valen para hacer un análisis de cómo está la seguridad y cómo están las acciones de las autoridades en la garantía de derechos, reflexiona el personero. Según cifras de la personería, en 2013, 5.017 personas tuvieron que abandonar sus casas a causa de amenazas y violencia barrial.
De acuerdo con declaraciones a una entrevista en noviembre del año pasado, Fernando Quijano, director de la ONG Corpades, estos dos fenómenos son realidades silenciadas y que implican casas de tortura, donde están desmembrando los cuerpos. Aunque Quijano no maneja cifras oficiales, se pregunta: ¿Dónde están 320 personas que no aparecen? 177 en este año (2013), casi 400 en el año anterior… y sume y sume. En las escombreras hay aproximadamente 300 cuerpos, pero existen miles en otras partes de Medellín, en hornos crematorios clandestinos.
Para Quijano, una cosa es que la institucionalidad haga presencia en los barrios, en las comunas, en los corregimientos y otra cosa muy distinta es que ellos sean los que gobiernan. Hoy quien gobierna en unas zonas y cogobierna en otras es la ilegalidad.
LA HERENCIA NARCO
Pero el narcotráfico también deja una estela cultural que ha impregnado la imagen de Medellín como destino de lo que comúnmente se llama narcoturismo pero que implica además el tráfico de estupefacientes, la trata de personas y la explotación sexual asociada a viajes. Ésta es la conclusión de un estudio que realizaron la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito y la Alcaldía de Medellín.
De acuerdo con este estudio, Medellín adoptó una cultura de consumo traqueta, como se le dice vulgarmente a esa estética heredada de la época de los grandes carteles. En la ciudad de Medellín existe un culto al cuerpo, a los rostros atractivos, a la moda y al buen vestir, lo cual está acompañado del fenómeno del narcotráfico, que genera a su vez prostitución ‘prepago’. Según el análisis, este tipo de turismo especialmente dirigido a extranjeros lo hace bajo el imaginario extendido por la historia de los carteles en la década de los 80 y 90 que ha consolidado entre algunos turistas extranjeros la figura de Pablo Escobar Gaviria como un lugarteniente de un territorio sin ley y en el que la producción, la comercialización y el consumo eran abiertamente tolerados.
Exacto o no, este diagnóstico se concreta en una alta oferta vía internet. El estudio detectó más de 3 mil páginas relacionadas con oferta de droga y turismo sexual para el extranjero, que incluye además a menores de edad. Estas páginas no se pueden ver en Colombia.
Las BaCrim se han transformado, además de explotar las plazas de vicio o expendio de drogas que, según Corpades, ascienden a casi mil, aunque el número oficial es de 220. Las ganancias para las bandas criminales ascenderían a 700 millones de dólares por año.
Y es que, como dice El perro, aquí ya no hay ideología, nada de izquierda o derecha. Lo que quieren ahora los muchachos son la playstation, el último celular, los tenis Nike e invitar a la niña que les gusta. Es que sin plata nadie lo mira a uno.
@debtte
1- La comuna es una división administrativa. Medellín está dividida en 16 comunas, en donde se ubican los 249 barrios urbanos oficiales.
2- Don Berna comenzó como guerrillero del EPL y más tarde trabajaría para el cartel de Medellín, que comandaba Pablo Escobar Gaviria. Después lo enfrentaría y tras la muerte de Escobar fue jefe de la banda criminal La Terraza y luego de la llamada Oficina de Envigado, organización criminal que sigue operando en Medellín; luego sería miembro y vocero de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Fue extraditado a los Estados Unidos en mayo de 2008, junto a otros 13 jefes paramilitares. Muchos analistas atribuyen a su extradición el aumento de la tasa de homicidios en Medellín a partir de ese año, por la pelea que desató la puja por el control criminal que quedó vacante.
*Especial desde Colombia para Ámbito Financiero