El salario real trepó 40 por ciento desde la convertibilidad, pero este año el poder adquisitivo amenaza con ser recortado por la fuerte suba de precios. Cómo incidirán las paritarias y el programa Precios Cuidados en ese escenario.
Producción: Tomás Lukin y Javier Lewkowicz
Puja distributiva
La decisión de empezar a corregir los precios relativos dólar y tarifas, con el objetivo de asegurar la transición financiera al 2015, llevó la inflación a un escalón más alto respecto del 25,5 por ciento anual que reflejó nuestro Relevamiento de Precios Minoristas en 2013. ¿Cuánto más alto?, dependerá de la capacidad del Gobierno para cerrar los acuerdos salariales en paritarias algunos puntos por debajo de la inflación.
Esta encerrona es la consecuencia de haber acelerado la puja distributiva, fundamentalmente en 2010 y 2011, con subas del salario en dólares de 50 por ciento en dos años y con tarifas de servicios públicos que se mantuvieron casi sin cambios. Si bien ambas anclas dólar y tarifas fueron efectivas para sostener la tasa de inflación alrededor del veintipico y acelerar el crecimiento de la economía en esos años, dejaron de serlo una vez que el deterioro del balance del BCRA, agudizado por la pérdida inherente de los superávit gemelos (fiscal y externo) y el esquema de financiamiento adoptado todos los pesos y todos los dólares que necesitaba el fisco, terminó por agudizar la presión cambiaria. La restricción a la compra de divisas aplicada a fines de 2011 sólo sirvió para postergar ambas decisiones, que finalmente llegaron dos años más tarde, junto con la necesidad de aumentar la tasa de interés del ahorro en pesos a niveles más neutrales con la inflación.
Ahora bien, respecto de las paritarias, vale remarcar que a diferencia del año pasado, cuando el Gobierno congeló los precios en la previa, llevando la inflación a la zona del 1 por ciento mensual entre febrero y mayo, esta vez la dinámica se vio doblemente afectada por las autorizaciones de precios que dejó firmadas a su salida el ex secretario de Comercio y el shock devaluatorio de diciembre-enero, que llevaron la tasa de inflación a un ritmo en torno del 3,5 por ciento mensual. Esto aun cuando el esquema de Precios Cuidados útil como referencia al establecer precios testigos, pero no como un programa antiinflacionario aumentó de 184 a 300 la cantidad de productos incluidos. Y si bien no es correcto extrapolar este ritmo para lo que resta del año, son los números de base con que arrancó la discusión salarial. A contramano, y también producto de la caída en el salario real (amplificada en marzo, cuando contrastan salarios viejos con precios nuevos), la caída del consumo y de la actividad juega a favor en el intento de contener los aumentos salariales. Usar al salario como ancla moderadora implica un trade off directo entre inflación y crecimiento, cuanto mayor sea la caída en el salario real en 2014 (menores los aumentos acordados en paritarias corregidos por la presión impositiva de Ganancias), menor la inflación, mayor la caída en el consumo y menor la presión cambiaria hacia adelante. Puesto en números, si las paritarias se cierran al 28 por ciento en promedio, el dólar termina en 9,3/9,4 pesos a fin de año (consistente con la intención del BCRA de limitar el atraso cambiario, pero no para ganarle a la inflación) y el aumento tarifario efectivo promedio en torno del 100 por ciento (incluyendo segmentos exceptuados), llevaría la inflación a la zona de 33/34 por ciento, es decir, una caída del salario real cercana al 4 por ciento.
Precisamente este intento de bajar 4 o 5 puntos el salario real luego de haberlo subido 40 por ciento desde fines de la Convertibilidad, y 20 por ciento desde 2007, ha sido uno de los puntos salientes detrás del paro general del jueves pasado, junto con la revisión del impacto del Impuesto a las Ganancias sobre los salarios, que de más está decir también forma parte de la misma discusión para los sectores de ingresos medios que siguen alcanzados por el impuesto.
Pero no es evidente que este intento de corrección de algunas de las distorsiones acumuladas, junto con el reconocimiento de la existencia de una inflación más alta a partir de enero y la adopción de una agenda para recuperar el crédito internacional que reduzca la presión sobre el BCRA luego del desendeudamiento forzado de los últimos años, forme parte de una estrategia de mediano plazo que apunte a moderar la tasa de inflación. Más bien, luce como un intento de tomar aire de cara a la recta final al 2015. Si éste es el caso, puede ser que la inflación baje un escalón el próximo año, pero probablemente esto no ocurra como contracara de un pacto social que apunte a sostener el statu quo de 2014 en términos de precios relativos, sino como un intento de volver a atrasar al dólar para levantar la economía en el año electoral.
Al final de cuentas, la inflación es un fenómeno multicausal, y el intento de corregir precios relativos montado sobre una nominalidad alta, como la que transitó Argentina en los últimos años, requiere de consensos y horizontes más largos que los que la política definida en modo amplio parece dispuesta a negociar.
* Economista y directora de Estudio Bein & Asociados.
Cuidados y de referencia
El Programa Precios Cuidados no está propuesto a modo de congelamiento de precios sino con el objetivo de establecer un acuerdo anual con revisión trimestral para fijar montos de referencia, analizando los eslabones de la cadena de valor y garantizando una rentabilidad razonable. En esta segunda instancia anunciada la semana pasada se sumaron en forma voluntaria nuevos productores y canales de comercialización. Esto sirve para evidenciar que la etapa anterior del programa fue exitosa, ya que ha quedado demostrado que la suscripción garantiza un beneficio para todas las partes involucradas. Por un lado, se defiende al consumidor de operaciones especulativas que buscan obtener ganancias desproporcionadas a costa del bolsillo del trabajador. Pero, a su vez, se garantiza un beneficio tanto para el productor como para el comerciante, ya que el aumento desmedido de los precios contrae la demanda afectando el volumen de venta, y lo observado durante los últimos años evidencia que el crecimiento en la rentabilidad fue principalmente generado por la magnitud de este volumen. El aumento en la demanda de los productos incluidos en la primera etapa del programa fue, en algunos casos, de hasta más del 700 por ciento en forma interanual. Mientras que, para algunos productos que no entraron en el acuerdo, sucedió lo contrario.
El éxito de la primera instancia fue efectivamente haber logrado instalar esos precios a modo de referencia, terminando por incidir en los que no entraron en el acuerdo. Por ejemplo, en esta revisión se incorporan cinco opciones de yerba mate que exhiben un precio similar. Un consumidor puede decidir pagar 2 o 3 pesos más por alguna preferencia con respecto al sabor o a la marca, pero ya no estará dispuesto a pagar 10 pesos más por una diferencia injustificada. Parte de este efecto fue asegurado por los altos porcentajes de abastecimiento alcanzados por los productos incluidos en el programa, que fue de más del 80 por ciento.
Por estos resultados se incorporaron nuevos partícipes. En referencia a los Grandes Supermercados se suman 15 empresas proveedoras, con 30 nuevos rubros y con 108 productos que dan un total de 302. Dentro de éstos hay además opciones para celíacos. Estos 108 productos registran una baja promedio del 10 por ciento, mientras la revisión de los 194 del primer trimestre permitió la suba promedio del 3,2 por ciento. También sumaron 6 mayoristas y distribuidoras, incorporando 58 productos de 32 rubros. A su vez, vale remarcar el acuerdo con más de 300 supermercados de origen asiático en CABA y GBA, que a nivel nacional representan casi el 55 por ciento de las bocas de expendio.
En lo que respecta a las Cadenas Regionales para el abastecimiento de zonas específicas, se suman 36 empresas proveedoras, 12 nuevos proveedores regionales y con la suma de 98 productos se llega a una canasta de 176 productos. Y así también se alcanzó un acuerdo tanto con centros de almaceneros y grupos de compra en todo el país, como la participación de pymes y cooperativas regionales.
Ampliar el programa en términos de federalización y regionalización resulta de central importancia. De acuerdo con los datos relevados por la Faecys (Federación Argentina de Empleados de Comercio y Servicios) a febrero de 2013, las grandes cadenas de supermercados representan el 15 por ciento de las bocas de expendio, pero tienen la capacidad de vender el 58 por ciento del total de alimentos y bebidas. Las pequeñas cadenas y comerciantes, si bien exhiben un menor porcentaje de poder de venta, constituyen un 85 por ciento del total del mercado en tanto bocas de expendio. Por esto es esencial crear alternativas de acuerdos que incluyan a estos comerciantes, llevando el programa a cada rincón del país. E incrementando, a su vez, su competitividad y participación, para desarticular el poder de formación de precios que tienen actualmente las grandes cadenas, producto de un mercado concentrado.
Por último, cabe destacar que tanto el éxito alcanzado hasta ahora como la posibilidad de lanzar una nueva etapa, con mayor cantidad de productos y participantes, ha sido posible por la masiva adhesión, aprobación y compromiso de la población, que fue convocada para proteger su bolsillo y limitar conductas abusivas por parte de los formadores de precios. Desde 2008 la participación de los alimentos en la venta de supermercados perdió terreno frente a rubros como artículos electrónicos e indumentaria, lo que demuestra una clara mejora del poder adquisitivo. Esto ha sido propiciado por el proyecto político y económico nacional, que ha puesto el foco en fortalecer el mercado interno. El éxito del Programa Precios Cuidados evidencia el compromiso de la población para defender esas conquistas.
* Economistas integrantes del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP).
Producción: Tomás Lukin y Javier Lewkowicz
Puja distributiva
La decisión de empezar a corregir los precios relativos dólar y tarifas, con el objetivo de asegurar la transición financiera al 2015, llevó la inflación a un escalón más alto respecto del 25,5 por ciento anual que reflejó nuestro Relevamiento de Precios Minoristas en 2013. ¿Cuánto más alto?, dependerá de la capacidad del Gobierno para cerrar los acuerdos salariales en paritarias algunos puntos por debajo de la inflación.
Esta encerrona es la consecuencia de haber acelerado la puja distributiva, fundamentalmente en 2010 y 2011, con subas del salario en dólares de 50 por ciento en dos años y con tarifas de servicios públicos que se mantuvieron casi sin cambios. Si bien ambas anclas dólar y tarifas fueron efectivas para sostener la tasa de inflación alrededor del veintipico y acelerar el crecimiento de la economía en esos años, dejaron de serlo una vez que el deterioro del balance del BCRA, agudizado por la pérdida inherente de los superávit gemelos (fiscal y externo) y el esquema de financiamiento adoptado todos los pesos y todos los dólares que necesitaba el fisco, terminó por agudizar la presión cambiaria. La restricción a la compra de divisas aplicada a fines de 2011 sólo sirvió para postergar ambas decisiones, que finalmente llegaron dos años más tarde, junto con la necesidad de aumentar la tasa de interés del ahorro en pesos a niveles más neutrales con la inflación.
Ahora bien, respecto de las paritarias, vale remarcar que a diferencia del año pasado, cuando el Gobierno congeló los precios en la previa, llevando la inflación a la zona del 1 por ciento mensual entre febrero y mayo, esta vez la dinámica se vio doblemente afectada por las autorizaciones de precios que dejó firmadas a su salida el ex secretario de Comercio y el shock devaluatorio de diciembre-enero, que llevaron la tasa de inflación a un ritmo en torno del 3,5 por ciento mensual. Esto aun cuando el esquema de Precios Cuidados útil como referencia al establecer precios testigos, pero no como un programa antiinflacionario aumentó de 184 a 300 la cantidad de productos incluidos. Y si bien no es correcto extrapolar este ritmo para lo que resta del año, son los números de base con que arrancó la discusión salarial. A contramano, y también producto de la caída en el salario real (amplificada en marzo, cuando contrastan salarios viejos con precios nuevos), la caída del consumo y de la actividad juega a favor en el intento de contener los aumentos salariales. Usar al salario como ancla moderadora implica un trade off directo entre inflación y crecimiento, cuanto mayor sea la caída en el salario real en 2014 (menores los aumentos acordados en paritarias corregidos por la presión impositiva de Ganancias), menor la inflación, mayor la caída en el consumo y menor la presión cambiaria hacia adelante. Puesto en números, si las paritarias se cierran al 28 por ciento en promedio, el dólar termina en 9,3/9,4 pesos a fin de año (consistente con la intención del BCRA de limitar el atraso cambiario, pero no para ganarle a la inflación) y el aumento tarifario efectivo promedio en torno del 100 por ciento (incluyendo segmentos exceptuados), llevaría la inflación a la zona de 33/34 por ciento, es decir, una caída del salario real cercana al 4 por ciento.
Precisamente este intento de bajar 4 o 5 puntos el salario real luego de haberlo subido 40 por ciento desde fines de la Convertibilidad, y 20 por ciento desde 2007, ha sido uno de los puntos salientes detrás del paro general del jueves pasado, junto con la revisión del impacto del Impuesto a las Ganancias sobre los salarios, que de más está decir también forma parte de la misma discusión para los sectores de ingresos medios que siguen alcanzados por el impuesto.
Pero no es evidente que este intento de corrección de algunas de las distorsiones acumuladas, junto con el reconocimiento de la existencia de una inflación más alta a partir de enero y la adopción de una agenda para recuperar el crédito internacional que reduzca la presión sobre el BCRA luego del desendeudamiento forzado de los últimos años, forme parte de una estrategia de mediano plazo que apunte a moderar la tasa de inflación. Más bien, luce como un intento de tomar aire de cara a la recta final al 2015. Si éste es el caso, puede ser que la inflación baje un escalón el próximo año, pero probablemente esto no ocurra como contracara de un pacto social que apunte a sostener el statu quo de 2014 en términos de precios relativos, sino como un intento de volver a atrasar al dólar para levantar la economía en el año electoral.
Al final de cuentas, la inflación es un fenómeno multicausal, y el intento de corregir precios relativos montado sobre una nominalidad alta, como la que transitó Argentina en los últimos años, requiere de consensos y horizontes más largos que los que la política definida en modo amplio parece dispuesta a negociar.
* Economista y directora de Estudio Bein & Asociados.
Cuidados y de referencia
El Programa Precios Cuidados no está propuesto a modo de congelamiento de precios sino con el objetivo de establecer un acuerdo anual con revisión trimestral para fijar montos de referencia, analizando los eslabones de la cadena de valor y garantizando una rentabilidad razonable. En esta segunda instancia anunciada la semana pasada se sumaron en forma voluntaria nuevos productores y canales de comercialización. Esto sirve para evidenciar que la etapa anterior del programa fue exitosa, ya que ha quedado demostrado que la suscripción garantiza un beneficio para todas las partes involucradas. Por un lado, se defiende al consumidor de operaciones especulativas que buscan obtener ganancias desproporcionadas a costa del bolsillo del trabajador. Pero, a su vez, se garantiza un beneficio tanto para el productor como para el comerciante, ya que el aumento desmedido de los precios contrae la demanda afectando el volumen de venta, y lo observado durante los últimos años evidencia que el crecimiento en la rentabilidad fue principalmente generado por la magnitud de este volumen. El aumento en la demanda de los productos incluidos en la primera etapa del programa fue, en algunos casos, de hasta más del 700 por ciento en forma interanual. Mientras que, para algunos productos que no entraron en el acuerdo, sucedió lo contrario.
El éxito de la primera instancia fue efectivamente haber logrado instalar esos precios a modo de referencia, terminando por incidir en los que no entraron en el acuerdo. Por ejemplo, en esta revisión se incorporan cinco opciones de yerba mate que exhiben un precio similar. Un consumidor puede decidir pagar 2 o 3 pesos más por alguna preferencia con respecto al sabor o a la marca, pero ya no estará dispuesto a pagar 10 pesos más por una diferencia injustificada. Parte de este efecto fue asegurado por los altos porcentajes de abastecimiento alcanzados por los productos incluidos en el programa, que fue de más del 80 por ciento.
Por estos resultados se incorporaron nuevos partícipes. En referencia a los Grandes Supermercados se suman 15 empresas proveedoras, con 30 nuevos rubros y con 108 productos que dan un total de 302. Dentro de éstos hay además opciones para celíacos. Estos 108 productos registran una baja promedio del 10 por ciento, mientras la revisión de los 194 del primer trimestre permitió la suba promedio del 3,2 por ciento. También sumaron 6 mayoristas y distribuidoras, incorporando 58 productos de 32 rubros. A su vez, vale remarcar el acuerdo con más de 300 supermercados de origen asiático en CABA y GBA, que a nivel nacional representan casi el 55 por ciento de las bocas de expendio.
En lo que respecta a las Cadenas Regionales para el abastecimiento de zonas específicas, se suman 36 empresas proveedoras, 12 nuevos proveedores regionales y con la suma de 98 productos se llega a una canasta de 176 productos. Y así también se alcanzó un acuerdo tanto con centros de almaceneros y grupos de compra en todo el país, como la participación de pymes y cooperativas regionales.
Ampliar el programa en términos de federalización y regionalización resulta de central importancia. De acuerdo con los datos relevados por la Faecys (Federación Argentina de Empleados de Comercio y Servicios) a febrero de 2013, las grandes cadenas de supermercados representan el 15 por ciento de las bocas de expendio, pero tienen la capacidad de vender el 58 por ciento del total de alimentos y bebidas. Las pequeñas cadenas y comerciantes, si bien exhiben un menor porcentaje de poder de venta, constituyen un 85 por ciento del total del mercado en tanto bocas de expendio. Por esto es esencial crear alternativas de acuerdos que incluyan a estos comerciantes, llevando el programa a cada rincón del país. E incrementando, a su vez, su competitividad y participación, para desarticular el poder de formación de precios que tienen actualmente las grandes cadenas, producto de un mercado concentrado.
Por último, cabe destacar que tanto el éxito alcanzado hasta ahora como la posibilidad de lanzar una nueva etapa, con mayor cantidad de productos y participantes, ha sido posible por la masiva adhesión, aprobación y compromiso de la población, que fue convocada para proteger su bolsillo y limitar conductas abusivas por parte de los formadores de precios. Desde 2008 la participación de los alimentos en la venta de supermercados perdió terreno frente a rubros como artículos electrónicos e indumentaria, lo que demuestra una clara mejora del poder adquisitivo. Esto ha sido propiciado por el proyecto político y económico nacional, que ha puesto el foco en fortalecer el mercado interno. El éxito del Programa Precios Cuidados evidencia el compromiso de la población para defender esas conquistas.
* Economistas integrantes del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP).
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